para el de la ala en la tierra

Para tu ala en la tierra

te las regalo


I

Harte de ser una.
O dos.

De las que dicen:
Oye ¡qué bien lo haces!

¡Eres un genio!

¿me enseñas?


II

Más bien seré cero.
La que no te diga:

-caminas en senderos no marcados.
Y mudas de piel,

Invisiblemente
Incisivamente
Radialmente

Radical-mente.-


III

Veré,
(con el descaro de ponerme en primera persona)
Tus pieles caídas, construyendo,
La frondosidad del espejismo.


IV

Y tu punto de fantasía.
En el que el mundo es real,
Te vestirá de color tierra.

Y te tiraras en el pasto.

Y Rodaras y te ensuciaras de tu último color.
El único.

V


TRES PREGUNTAS

¿serás un genio entierrado?

¿serás un grito?

¿o la tierra en su mejor momento?


VI



no sé, quién sabe, como sea...

Pero entre preguntas, pasajes y dictaduras corazonales

Te digo:

-la tierra en su mejor momento, siempre vuela.-

 

Por algo sos mi fantasía sexual...

Te adoro Nicté.. no me importa cuántos Chapas te persigan jajajja

 

Yo no se nada de poesía, pero se de señalar las cosas. Señalo esto como una pinche maravilla.

 

Ya no recuerdo cuándo fue la primera vez que me detuve en tus versos.

Sí que recuerdo perfectamente que nadie me había hablado de ti nunca, ni me había recomendado nadie de este foro -ni de otro- leerte. Fue como si al pasar el puntero de la rata por encima de tus versos algo dentro de mí dijera:

Aquí, espera. Quédate quieto.

Párate un momento.

Párate y escucha...
escucha...

oye.​

Y así lo hice.

Desde entonces, no recuerdo una sola vez que me haya defraudado tu poesía, unas veces me gusta más, otras menos, pero nunca, nunca me defrauda: siempre suena a Nicté. Siempre auténtica, genuina, personalísima al extremo, para nada convencional o típica -lo que más odio en este campo-, en absoluto mediocre. Siempre original.

¿Sabes? A veces, después de la tormenta, encaramado sobre mi trono en el farallón rodeado de sombras, mientras algún sordo y torpe oleaje rompe a mis pies, me pregunto si la victoria no conlleva, implícitas, otras derrotas; si ganar no es, de algún modo, perder al mismo tiempo; si luchar tiene sentido como idea propia; si pelear por lo que crees vale, finalmente, la pena.

Hay coronas que atan soledades. Soledades entre multitudes que te son (siempre te fueron, aunque te lo negaras a ti mismo) extrañas.

La mía es de ésas.

¿Genio? Repaso mi vida con la misma rabia que escupo a veces -ésa que tanto jode-, y las conclusiones son desoladoras. Obras con sabiduría al decir que no eres como ésas que me recuerdan a cada minuto el grandísimo genio que soy, pues, simplemente, no lo soy.

Yo no concedo deseos. Ni treguas.

Debajo de mis múltiples pieles se encuentra mi verdugo, mi asesino, y al mismo tiempo, paradójicamente, la razón que me mantiene en pie, dándole sentido a mi propia existencia. Cada año me cambio de traje, como un crótalo, pero no puedo, no acabo de comprender por qué cojones sigo siendo el mismo de siempre.

He de confensar también que el interés por llegar a los adentros del otro, de la otra parte, es mutuo. También Nicté tiene su aura de misterio, ésa es su piel, hecha a su vez de múltiples pieles que la cuidan, que la protegen y guardan su propia esencia, que la mantienen vestida a salvo de ojos extraños... como los de este poeta, por ejemplo.

Me gustan los colores de la tierra (porque la tierra tiene muchos) aunque cuál de todos ellos es exactamente el mío sería igual que responder a lo de las pieles: depende de muchas cosas.

En fin, que quedé sometido de nuevo a tu poderoso embrujo. Y que no me importa gritarlo hasta romperme la garganta.

Y que me siento afortunado por ello.

Gracias, Poeta



PD.- Aquí te dejo también el que es, a mi juicio -creo que ya te lo dije-, tu color. A partir de ahora será exclusivamente tuyo también.

 

A Nicté,
por el hechizo
del que soy reo.​

Rojo.

Tu beso es rojo
y deja huella,

como la sangre.​

Rojo
como las luces

de bohemia.

Como el aire
y los sofás

de los burdeles.​

Guardaré tus alas en mi rincón de los objetos preciados.