Para que me digas.

Me derrito en mil pedazos,
y no aparecen los fantasmas,
que salpiquen el convento,
de risas y lamentos.

La hiedra cubre las paredes,
de verde macilento.

Y me dejo,
como agua,
sin cuerpo y alma,
abrazando la roca,
que no tiene sentimientos.

Y desaparezco,
para no encontrarme,
ni falta que me hace.

En estos silencios,
que se me hacen eternos.

Y me desnudo para mí,
sin mí,
en un aire de tango y tambores lejanos.

Nostalgia, qué cabrona eres,
de raso y seda.

 

Interesantes letras. me queda el sabor de la impotencia y resignacion, del arte que emana de esas letras. fue grato leerte. un abrazo.

 

Suave nostalgia sin duda, se cuela en los huesos, con sabor a tango y eternidad. Encantada de leer tus versos que parece que van a prisa. Un abrazo

 

La soledad, la angustia el desamor, nos llevan por caminos inciertos como un tango triste que se derrite en bordonas con llantos de silencio. Bello poema aunque triste este que nos regala Birbiloke, pero siempre el sendero nos vuelve a dar un rayito de sol para apagar las nostalgias. Felicitaciones y saludos poeta
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qué cierre sin duda muy buen poema, saludos