Para que te enamores

Si supieras, amor, cómo te miro
cuando el silencio cae sobre la tarde,
verías que mi voz nunca se esconde
cuando tu nombre dentro de mí arde.

Si supieras que, a veces, cuando callo,
mi corazón pronuncia tu latido,
quizá entenderías por qué tiemblo
cuando acercas tus pasos a mi abrigo.

Porque tu luz me envuelve dulcemente
como una flor que nace en pleno invierno,
y en cada gesto tuyo hay un secreto
que me desvela el alma por entero.

No busco que comprendas mis distancias,
ni que interpretes mis sombras o mis miedos;
solo quiero ofrecerte lo que soy,
sin más tesoro que mi sentimiento.

Amor… si alguna vez rozas mi mano,
y sientes que el calor se vuelve cielo,
no dudes de ese brillo que aparece:
es mi deseo humilde, limpio y cierto.

Y si un día el azar, o tu ternura,
deciden descansar sobre mi pecho,
hallarás un refugio silencioso,
un corazón abierto y sin secreto.

Yo no te pido nada… solo que vengas
cuando la vida pese o duela un poco;
seré tu sombra fiel, tu abrazo suave,
tu puerto en la tormenta, tu sosiego.

Y si decides, amor, quedarte un día,
te juro que haré magia con mis manos,
te haré sentir que el mundo es un instante
y que ese instante cabe entre mis brazos.

Porque amar, cuando es sencillo y verdadero,
no necesita más que un alma honesta
y alguien que quiera oír, entre latidos,
que todo es más hermoso… si se entrega.