Patria, ¡oh dioses!

Oigo, Patria, tu aflicción
y escucho el ronco concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón …
Bernardo López García (1840-1877)
Dos de Mayo – Elegía heroica

¿Me cantáis a la PATRIA? ¡Qué tragedia!
Yo nací en Burgos cuando media españa,
tras de aleve traición y atroz campaña,
remataba con odio a la otra media.

Y, en falaz y tramposa demopedia,
en la PATRIA fundaban esa hazaña,
con DIOS alimentaban pira y saña,
y con el REY, … dinástica comedia.

“Dios y Patria” rezaba en los cuarteles,
“¡Dios y Patria!” cantaban las plegarias,
“¡Patria y Dios!” machacaban las escuelas.

Mas la Muerte azuzaba sus lebreles
en feroces orgías funerarias,
… y la Cárcel, … y el Hambre y sus secuelas …

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¿De qué PATRIA me habláis? ¿De la que vale
de excusa al buen burgués para sus tretas?
¿La que al son del clarín de las retretas,
el bronco y el marcial orgasmo exhale?
Patria tal ni me entra ni me sale:
¡¡¡VÁYASE EN MALA HORA A HACER PUÑETAS!!!

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oiga usté, un respeto, no vió al jefe del estado Sr. Rajoy en TV. Ya sabe usted que los de dios mataban pero sin rencor, ay dos Españas, no será más mejor ser ciudadano del mundo. No obviaré el elogio que merecen sus versos, cultos y bellos que más hay.

 

Efectivamente, sin rencor. Me voy a olvidar de ese cura de un pueblo de Badajoz que mandó enterrar a uno de los últimos guerrilleros muertos fuera del cementerio, en un hoyo a la puerta para que lo pisaran todos al pasar.

Me voy a olvidar de todas aquellas viudas y huérfanas a las que cortaban el pelo al cero

"Pelona, sin pelo."
"Cuatro pelos que tenías"
"los vendistes de estraperlo ..."

y a las que hacían tragar a la fuerza aceite de ricino hasta que se cagaban encima y entonces las soltaban para que fueran arrastrando su suciedad por las calles en condiciones ignominiosas.

Mi propia madre, que siempre se declaró maestra española y católica, y que aún así fué durísimamente criticada por las piadosas vencedoras porque tomó como niñera para mi hermana a la huérfana de un "rojo". Mi pobre madre que tuvo que sufrir una nota desfavorable en su expediente de maestra porque no enseñaba con el debido entusiasmo los himnos de Falange.

Y digo esto a pesar de que mis experiencias han sido las de un niño de clase media modesta, pero que más tenía que ver con los vencedores que con los vencidos (el excelso fray Justo Pérez (de Urbel) era primo de mi abuela paterna, y alguna vez comió en casa de mis padres), aunque mi padre, mucho más reservado que yo, consiguió ocultar siempre sus convicciones republicanas para transmitirlas en sigilo a sus hijos cuando se fueron haciendo mayores.

¡Piedad! De ninguna manera. Los vencidos que no pudieron matar-porque no dieron abasto a ello- fueron humillados, vejados, expoliados, sometidos a trabajos forzados en régimen de esclavitud y obligados a besar la mano de quienes tanto mal habían recibido y a reconocer su propia miseria y su propia inferioridad. Fue la arrogancia por las calles y la soberbia por las azoteas. Fue LA VICTORIA, un escarmiento diseñado para aterrorizar a varias generaciones. Para que supieran quienes mandaban sin límite ni freno en España, y supieran que así había sido y seguiría siendo. ¡Un auténtico terrorismo de Estado!

Un saludo, Childe,