Penelope

Penélope,
Con su bolso de piel marrón
Va esperando a su amante perdido en el mundo,
Va mirando al viento, dando una llamada, al extremo, a la lejanía en un verano de nostalgia.
Él la lleva en sí, en el manto de la tarde que lo cubre y va dejando, ella es mar, cielo, aire, para él ella es átomo, ella es todo.
Ella lo observa, lo sujeta y lo coloca en el sol, le hace adoración

Sus zapatitos de tacón,
Van girando, van marcando un minutero de espera, de eternidad, van haciendo líneas, formando una pregunta, expresada en un sollozo, una súplica, pregunta por el día de retorno, de encuentro, pregunta que como defensa acude a reclamar al destino un pronto abrazo, un pronto beso. Ella se aleja parece irse, solo lo busca en el bostezo de la noche que lo guarda celosamente de ella, en el follaje de lo incógnito; un otoño, un invierno, una primavera de angustia.

Junta tristezas,
Las va mezclando, las anida con su pelo, las hace hilo y se abriga de ellas, las acaricia, dormita entre ellas, va siendo sueño, está cansada, se da cuenta que el tiempo tiene una gravedad que le está pesando, rodeando, la tiene en sus brazos; ella reposa indiferente y esquiva; su faz es dulzura, es caramelo, toda ella; es calma, es fidelidad.

Sus ojos llenitos de ayer,
Ellos también lo esperan, son fijos, atentos, de cautivador cristal, concentrados en ver a su esperado amante en el umbral, en la puerta de la estación. Son desinteresados de las horas, las tratan por debajo como a seres inferiores, tampoco quieren escuchar al otro verano ni al otro invierno que los saludaron maquiavélicamente mientras pasaban felices por la acera del camino, mostrando su lado siniestro; tampoco al otoño que le mandaba sus hojas frágiles que les proponían la retirada, ni a esa brisa sueva, encantadora, que llamaban a la fatiga.

Penélope en su banco de vino verde,
Dicen que alguna primavera le envió a su amante, distinto luego de lejanía, quizás fue el tiempo en sus horas de niño inquieto y travieso, malvado. “No era así su cara ni su piel”, clamó su pensamiento, desordenado, confuso, divagante, recorriendo recuerdos y recuerdos en toda su longitud, recordando besos y caricias para poder salir de lo confuso y poder ser otra vez pensamiento verdadero. Ella otra vez con su indiferencia aprendida en la larga ausencia; ella vuelve a recordar a su otro mundo, a cuando el suyo era completo; a cuando todo lo que existía de pronto sólo eran ellos, todos lo demás vacío… Otra vez esos besos, ese perfume inconfundible, residente solamente en él, su amante eterno, ese aroma que ahora más que nada la hacía amar. Ella continúa ahí dentro de lo eterno jugando con las horas, niños enérgicos inagotables pero siempre niños. Ella sigue ahí aguardando con su alma compañera, hechas ya estatuillas.
Yace ahí prisionera del tiempo,
[FONT=Times New Roman]Sentada en la estación…[/FONT]

 

Dick pues que puedo decirte si tiene rasgos y apariencia de historia tu poesia como bien lo dice Julia, pero sin duda es hermoso lo que escribiste cada frase es motivadora de tristeza y de amor ha sido placentero el encontrarme con tu poesia y poder disfrutar de tus letras saludos poeta y feliz año nuevo.