Pensando en Claudia

Mirar la casa en estas mañanas soleadas de verano, me produce una extraña sensación de paz.
Como he explicado algunas veces, en verano el reflejo es azul, y al estar incrustada en la montaña, el efecto óptico es de que la montaña está horadada, que la casa es un hueco en ella. Y esta, parece un trocito de cielo, entre la roca.
Imagino a Claudia en el silencio de los jardines que, aunque exultantes y rebosantes de rosas amarillas, que Pablo se encarga de que siempre estén cuidadas, ella, pasea sola.
Ella deambula con su vestido blanco, (no me permito decir bata blanca de hospital), con toda la paz que Doyle le permite disfrutar y que sus pensamientos y sentimientos le dejan. Se, que a mi amiga le gusta andar descalza, sobre el césped húmedo e incluso sobre la tierra mojada y fría. Supongo que le da una grata sensación de libertad, de poder hacer algo que no es permitido cuando dependes de otros...Y así, pasea y corre por el jardín, dejando que el aire le acaricie la cara, el aliento del viento es lo más parecido a las manos de su ángel.
Hoy la pienso así, y entiendo el porque la empapa la tristeza y la soledad en los días azules de verano. Estos, llenos de luz, le muestran con más claridad sus rejas, la certeza de que sólo puede correr por el jardín de la casa gris. Y mirar desde el limite, desde la altura, tras la valla que no la deja volar, el mundo exterior. Y por eso, valoro tanto las cartas que me narra de sus vivencias...por eso entiendo, el por qué mi amiga, preferiría perder su vida real, que perder sus sueños...Ellos son su oxigeno, su vitalidad, casi su mejor realidad. Y también son su fortaleza, su rebeldía, su bastión, pues es el único lugar, donde Doyle nunca podrá llegar…

SHA.

 

Siempre Sandra, los días de verano parecen hechos para la libertad. Claudia disfruta de esa mínima libertad que la permite pasear por el jardín y la gran libertad de sumirse en sus pensamientos, en las vivencia íntimas de su mundo de sueños, mundo fantástico donde recorre tiempos y espacios de la mano de su ángel sin alas. Un fuerte abrazo desde este verano en que no se ven las rejas, pero las hay, ocultas, poderosas, limitándonos en el vivir que desearíamos. Mis saludos a Claudia.