Pequeña reflexión metafísica.

El Ser-Humano, las cosas, lo que vemos y no vemos, el universo, todo se reduce en un punto central al que llamamos existencia.

El Ser es una partícula infinita, por ende constante, anidado por las posibilidades de existencia. Las posibilidades, al compartir estos mismos principios, permiten que en última instancia sea inevitable desplegar una entre todas estas una imposibilidad.

Hablar del Ser es hablar de algo que es posible del mismo modo en que no puede serlo si nos apegamos a una Ley de la Relatividad, y que para su fortuna y avalo, el Ser al verse (im)posible, se entiende como (im)probable. La imposibilidad del Ser de algo, más que del Ser mismo, es meramente circunstacial y paradójica, quizás, en aquel punto anclado entre el espacio y tiempo, circundados por la existencia misma. La cosas existen y a la vez no, y esto no sólo depende de la perspectiva, sino de los parámetros ya mencionados.

La creencia del No-Ser es producto de una malinterpretación metafísica en la que su eje de error, o más bien dicho, su marco conceptual del error, atañe un recurso lingüístico.

Las cosas no se explican por sí mismas: El Ser, al ser infinitamente posible en infinidad de posibilidades, posee diversas maneras de ser explicado y entendido a través del recurso lingüísitico (base de toda cognoscencia) capaz de legitimar su existencia conceptual: El Ser es aquello que es.

El No-Ser es una aberración lingüística indigesta: Esto no es algo que es, sino que es algo que no es.

La reiteración de la palabra es arguye por sí misma que para entender al No-Ser, lingüísticamente, es imprescindible determinarlo mendiante el Ser, porque es algo que no es.

El concepto de No-Ser es imposible, improbable, y contradictorio.

El Ser lo compone todo, y el No-Ser estaría dentro de un juego que consistría en evadir al Ser dentro de este último mismo. Dicho en otras palabras: El No-Ser se halla dentro del Ser del juego que trata de estar fuera del Ser.