Pequeñajos.

El muchacho de la miel, es lento de reflejos.
Pero se gana la vida. No se mira mucho al espejo.
Defiende la labor de las abejas. Apicultor cercano.
Vecino lejano, de otro pueblo.


Casa por casa, anunciando los beneficios que aporta el tarro lleno de mejunje dorado.


Para el hígado.
Para el páncreas.
Para la piel.
Para el cerebro.


Desayunos y meriendas. Incluso, para cenar.


Una vez al mes llama al timbre y le recibo. Le considero un amigo.
Es experto.
Además, ni él ni yo estamos muertos.
¡ Qué buena suerte ! Soy también, caracol, o rana, o seta.


Lo nota. Ciudad de los Pitufos... Pitufo gruñón. ¡ Ah, no Filósofo ! ¿ Y las gafas ? ¿ Y Pitufina ?


¿ Puedo darle un beso ?

 

MARAVILLOSA FORMA DE EXPRESIÓN...ÁNGEL

 

Gracias, compañero.
Me ha costado trabajo verme al espejo.
Pero sí, soy pequeñajo.
En relación a otros seres humanos, que están más despiertos.
Y me daba mucha rabia ser fiel a mi propio estilo.
Debía renunciar a los honores que robé...
Si es que eso se puede hacer.
Robar el honor.
En fin... Por sus obras los conoceréis.

 

Pues la verdad, ¡me ha encantado la forma chevere de decirlo!
y la miel como se produce es milagroso.
untada en pan de centeno es rico.
un abrazo

 

Sabroso y dulce poema,un placer leerte, un abrazo afectuoso desde chile, saludos poeta.

 

A todos nos cuesta mirarnos al espejo, sobre todo porque somos tan pequeñejos o pitufinos...
Pero...¿Qué eeeee le vas a dar un beso a la pitufina?, no era que te gustaban las chicas de play boy jajajaja.
Abrazotes pitufo filósofo.

 

Gracias por vuestros comentarios, colegas de profesión.
La miel es como la Sabiduría.
Eso decía el rey Salomón.
Yo valoro también, esa tarea de las abejas.
Y claro, me doy cuenta de cómo soy, porque eso es saber estar.
Llegas a ser.
Como Dios.
Pero sin ser Dios.
O sea, tú, al rincón. Je, je, je.