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Pequeño ejercicio vocálico Parte II E

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por Asklepios, 10 de Enero de 2022. Respuestas: 0 | Visitas: 282

  1. Asklepios

    Asklepios Digamos que a tientas

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    Hombre
    Había en el pueblo una ebanistería propiedad,-se decía-, de un ebionita, lo que resultaba demasiado raro ya que los ebionitas fueron seguidores de una doctrina del siglo I que negaban la divinidad de Jesucristo y eso, hoy en día, entendido como doctrina resulta de lo más improbable. Este personaje, además de ser un excelente artista en su profesión, trabajaba, bajo encargo y con toda la precaución posible, lo eborario. Es ocupación, en principio, demasiado peligrosa por prohibida, pero el riesgo,a veces, parece merecer la pena. Es decir, que si uno lo hace bien puede sacar buenos réditos tratando lo ebúrneo.

    Aunque quiso saber más acerca de este hombre, de poco más se pudo enterar. Tan solo que llegó desde Écija y que padecía de ecolalia, enfermedad de lo más curioso. Así, intentando ser lo más ecuable y respetuoso posible con aquel hombre, finalmente deci-dió no investigarlo más y dedicarse a otras cosas.

    Tenía esa edad privilegiada que es la madurez, desde la que uno puede mirar al pasado, exprimir el presente y tener confianza en el futuro. En su pasado bien pudo dedicarse a la edafología dada su pasión por la naturaleza y también haber llegado, en el tiempo que pasó en el ejército, como mínimo a edecán. Siempre pensó que también lo hubiera pasado muy bien así, pero le resultó mucho más edificante optar por el estudio y la educación

    Con franqueza, es difícilmente efable, y más aún que resulte suficientemente efectivo cualquier relato, comentario, opinión o lo que sea, acerca de tan pintoresco personaje que pueda influir en el modo que tiene de entender la vida como algo efímero. Sus ideas son como las sentencias de los éforos, aquellos magistrados nunca demasiado efusivos de Egara,- hoy Tarrasa-, todo un símbolo de la más alta justicia y de la ecuanimidad más absoluta, que pasearon por todos los territorios bañados por el mediterráneo, también por el Egeo y que incluso llegaron a compartir con el pueblo de Egipto, con el que, para no ser acusados de egoístas, procuraron eguar todo intercambio. A buen seguro que en aquellos tiempos, en acontecimientos de esta importancia, lograr que la ejecución de lo planeado terminara como todos esperaban, les obligó a realizar un esfuerzo titánico para conseguir equilibrar al máximo cualquier asunto de manera satisfactoria para las partes.

    En uno de los paseos que tanto le gustaba hacer, regresó por una ruta que nunca antes había recorrido y que pasaba por el ejido, por esos terrenos comunales donde, a veces, reunían el ganado. Allí, hizo un alto en el camino para contemplar el paisaje y descansar unos minutos. Mirando aquí y allá, llamó su atención una bolsa tirada en el suelo que fue a recoger y que, al llegar a su lado vio que estaba llena de ejotes, esas vainas de frijol que, si están tiernas son muy ricas de comer pero, por desgracia estaban totalmente secas y ajadas. Una pena, se dijo, mientras recogía todo para tirarlo a la basura.

    Pasaban los días y no le pareció bien que apenas se ocupara de nada, así que decidió elaborar un plan de acción, aunque fuera muy elemental ,con el que eliminar de su mente aquella sensación. Quería conseguir que en su cabeza todo fueran elogios por lo que acababa de pensar, sin eludir cualquier crítica, de esas que ayudan a mejorar a uno en lo posible lo que se ha propuesto.

    Emanaron miles de ideas en su cabeza, emergían demasiado apelotonadas y emitiendo confusos y hasta emotivos mensajes que emulaban extraños sucesos pasados que lo complicaban todo. Enamoramientos remotos, enemigos ya olvidados que se presentaban enigmáticos y enormes, mientras enumeraban las epanáforas, las repeticiones de determinados sucesos nada apetecibles, aunque algunos épicos de recordar, de otras épocas. Eran verdaderos epulones, llenos de soberbia. La situación se presentaba, cuando menos, un tanto tensa e inquietante, aunque no parecía que le afectara demasiado. Como quien dice, daba la sensación de dejarse llevar, simplemente eso; y cuando esto ocurría, para cualquiera podía llagar a ser alguien de lo más agradable o, por el contrario, la persona más pedante,espesa e inaguantable de imaginar.

    Si no recuerdo mal, fue por entonces cuando se enteró de que el ebanista del pueblo, -hasta hace pocos días, persona a la que había intentado investigar-, también era el dueño de una docena de erales, -novillos menores de dos años-, que comenzaron a padecer extrañas y repetidas erecciones,. Al parecer, si los animales comen demasiados ericáceos, es decir, cosas como el brezo, los arándanos, los madroños… esto suele ocurrir bastante a menudo. Lo curioso es que destaque, y mucho siempre, el matiz erótico de sucesos de esta índole que, quién no identifica,¿verdad? Si es que todos podemos ser grandes eruditos Así lo confesó él en su momento, y yo también en cuanto lo supe.

    Curiosidades como esas nunca le parecieron esenciales para la vida y como tales siempre se las tomó. Jamás gustó de lo esotérico y eso que, en más de una ocasión, siempre por extraños personajes, fue invitado a acercarse, aunque fuera tan sólo durante una breve etapa, a lo eterno, pero como no le parecía nada ético, siempre se excusaba proclamando su preferencia por otras cosas, como por ejemplo, a la etología, que le parecía mucho más interesante, o a la botánica. Por cierto, pocos días después de esta anécdota, recuerdo que estuvimos tratando algunas curiosidades botánicas y que, cuando se refirió a la etusa,- la llamada cicuta menor-, se asombró muy gratamente al ver que no era algo desconocido para mi.

    Hoy, pasado tanto tiempo, lamentablemente he de confesar que se han evaporado algún que otro evento, algún que otro recuerdo, de mi mente. Cuánto me gustaría poder evitar cosas así, pero… son cosas de la vida, de nuestra propia evolución. De hacer un examen de todo lo compartido con este hombre, no debería dejarle exento de alguna que otra crítica, pero, aún así, considero que no es lo más adecuado de tratar estos matices de su existencia. Prefiero ser exonerado, de momento, de este cometido y poder seguir disfrutando el mayor tiempo posible, -tras haber leído lo escrito en estas páginas-, del exultante orgullo que siento por lo escrito hasta el momento. Es más, es tal el placer que no quiero negarme a expresarlo tal y como lo siento, aunque seguramente resulte de lo más inapropiado decirlo así-; es un placer muy parecido al que provoca la eyaculación. Dicho esto, lo mejor que puedo hacer ahora con el presente texto es procurar deyectar su argumento y dirigirlo hacia nuevos rumbos.
     
    #1
    Última modificación: 10 de Enero de 2022

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