Perla y sangre

Aun recuerdo aquel saludo matinal que en tu voz sonaba a la promesa de un día especial, como olvidarlo si lo acompañabas con esa sonrisa de perla y sangre que enmarcaba esa boca tuya tan apta para el amor.
Recuerdo también aquellas tardes de llanto compartido por los amores muertos, y los rencores vivos.

No preguntes el porque de mi absurdo pesar por los días bien vividos, ni te extrañe la sensación de que aquellas caricias no murieron en tu piel; sino que habitan en mi pecho murmurando la verdad.

No hace mucho que te fuiste, pareces tener más suerte que yo, que sigo esperando que algún abrazo me confirme que estoy equivocado, que no eres esa, sino una más.