1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Perro fiel

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por ivoralgor, 4 de Junio de 2019. Respuestas: 0 | Visitas: 412

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

    Se incorporó:
    17 de Junio de 2008
    Mensajes:
    494
    Me gusta recibidos:
    104
    Género:
    Hombre
    Se suponía que mi ascenso ya estaba acordado con mi jefe, o eso creía. No bastó con lamerle las bolas durante un eterno año de chingas y jodas en la oficina. Siempre solícito cuando me marcaba a mi extensión o al teléfono móvil. Sí, no se preocupe, no me interrumpe. Yo su perro fiel. La vida da muchas vueltas me decía para convencerme de que algún día me haría “justicia la revolución”. El país atravesaba, para ese entonces, una crisis financiera que amenazaba con la devaluación del peso. Los empresarios se dispusieron a recortar gastos y costos para hacer frente a la crisis. Lleva unos cincos años en la compañía Consorcio del Sureste, que se dedicaba a la producción de jugo de naranja en envases tetrapack. Era un auxiliar contable y apoyaba en el cierre de mes, cuadre de los estados financieros, entre otros menesteres propios de la faena. No podía quejarme, estaba a gusto.

    Aprendí, a la mala, que abaratar la chamba te lleva al encasillamiento y pocas probabilidades de ascender. Con gran ahínco realizaba mi trabajo, reaccionaba casi de manera mecánica ante cualquier descuadre, llegaba temprano a la empresa y me iba ya entrada la noche; haciendo méritos para tener una mejor posición en el futuro. Mi jefe, un hombre que oscilaba entre los cuarenta y cinco años, de estatura media, piel blanquísima y ojos color miel, creía saberlo todo. Como te decía, Cástulo, en aquello años, cuando recién abrieron la compañía, se llamaba Jugos Peñalosa S.R.L. Con mi cara de sorpresa lo escuchaba hablar largo y tendido de su fructífera carrera. Empezó como Ayudante de Cobranza, para luego ascender a Jefe de Cobranza un par de años después y así hasta llegar a Gerente. Lo que omitía, adrede, era que gracias a un favor de compadres entró a la empresa con la etiqueta de niño prodigio que se había graduado de Administrador de Empresas en la Ciudad de México. ¡Valiente geniecillo resultó! Sus jefes los apapachan y ensalzaban demasiado. Se dedicó a lamerle las botas e irse de putas con ellos. Es bien sabido que en esas reuniones de “trabajo” se consiguen los mejores sueldos y posiciones; a decir verdad, te vendes como la mejor de las putas o putos según sea el gusto del cliente, en este caso, el jefe. Las grandes decisiones salen de una cantina, recuerdo que nos decía el maestro de Contabilidad y cuánta razón tenía. Tú puedes llegar tan lejos como yo, me decía satisfecho de sus logros y estilo de vida. Eso espero, jefe, le contestaba animoso, casi chupándole la lengua.

    Una mañana, después de una junta urgente que tuvo, me habló a mi extensión. Necesito hablar contigo, dijo serio. Dejé lo que estaba haciendo y me fui en chinga a su privado. Cuando entré jugueteaba con sus lentes de sol Gucci. Pasa, dijo arrellanándose en la silla ejecutiva de cuero negro. Cuando escuché la palabra crisis supe de inmediato que había que “donar sangre”. Su discurso tuvo el hilo de <<te quiero conmigo, pero no es decisión mía>>. Desde siempre me ha encabronado que los jefes anden con rodeos, como si nosotros los empleados fuéramos unos pendejos que no entendemos hacia dónde van sus intenciones. Si ya no te sirvo, sólo dilo, me pagas lo que me tengas que pagar y listo; para qué tanto brinco si el piso está parejo, pensé mientras él le daba vueltas a la misma idea. Pero tú tranquilo, que yo me encargo que no te pase nada. Esas palabras en vez de tranquilizarme, me inquietaron más. Esa noche soñé que un enorme archivero, lleno de carpetas con Estados Financieros, me aplastaba una y otra vez, hasta estallarme las vísceras. Tres días después empezaron los despidos. A dos de mis compañeros los pasaron por la guillotina. Les pusieron de excusa que su rendimiento era bajo y por la situación que se estaba viviendo sólo les pagaron lo que les correspondía por ley. Les di unas palmaditas en la espalda a manera de consuelo, pero por dentro respiré aliviado. Los despidos continuaron por quince día más.

    En un cambio de estrategia de la directiva, para generar más ingreso, empezaron a crear nuevos puestos y ahí vi mi oportunidad de crecer. Por algo me dio el espaldarazo el jefe, pensé al cabo. Con una sonrisa por delante entré a hablar con él. Empecé diciéndole que trabajar con él era un privilegio y un gran aprendizaje. Inmediatamente se esponjó como pavo real. Al verlo sonreír, supuse que era el momento de soltarle la bomba. He escuchado que están abriendo varios puestos y que harán entrevistas para la selección del candidato idóneo. Creo, dije con aplomo, que estoy listo para el puesto de Contador. La sonrisa se le borró del rostro. Por mí, dijo a secas, adelante. Todos tenemos derecho a progresar. Salí ondeando la bandera de la victoria. Nadie conocía la contabilidad de la empresa como yo, el puesto era mío. Realice los exámenes rutinarios y un par de entrevistas. En las noches, antes de acostarme a dormir, me veía sentado junto a mi jefe en juntas importantes, saliendo a comer, - uno que otro viernes-, a los mariscos, yendo de putas con algún otro gerente, cosas así. Las semanas fueron pasando y nada. Iba cada semana a preguntar a Recursos Humanos si tenían alguna noticia del candidato al puesto y me salían con la misma respuesta: está en evaluación. Resignado, dejé de insistir y apliqué la filosofía de mi difunto abuelo: cuándo el culo es tuyo, solito viene y se ensarta.

    Un lunes nos presentaron, a los del departamento, a la nueva adquisición, un Contador Público salido de las filas de una empresa Embotelladora. Se acercó el jefe a mi escritorio y con voz melosa dijo: éste es Cástulo y con él te puedes apoyar en lo que necesites. Le tendí la mano y le sonreí sin mucho afán. Conoce muy bien todo el movimiento contable de la empresa y sin él muchas cosas se retrasarían. Me vi lamiéndole el culo al nuevo Contador. ¡Carajo! Meses después supe que mi jefe detuvo mi ascenso porque alegó que quién iba hacer la chamba y por el salario que percibía. ¡Pendejo de mierda! Solicité un par de día de vacaciones, para empatarlo con el fin de semana, para asimilar mi condición de lacayo económico, - más bien, de puta barata-, y que no me diera una embolia sentado en mi escritorio en pleno cierre de mes.
     
    #1

Comparte esta página