Pinceladas de un anochecer

Reclinado sobre el césped de mi casa,
veo el sol descendiendo hacia el regazo
que le aprontan las cuchillas onduladas,
bajo un cielo que de bronce se ha ataviado.

Y observo emocionado cómo cambian
por mi alrededor toditos los ámbitos;
con nerviso ruido cruzan las bandadas
reclamando al monte sosiego y amparo.

El jardín me acaricia en su perfume
que cabalga en la brisa del verano,
y los valles distantes ya se cubren
con las sombras que la noche viene arreando.

Las primeras estrellas cual rubies,
se están engarzando en los espacios
y comienzan a oirse los violines
que los grillos serruchan entre el pasto.

Las luciérnagas emprenden su danza
salpicando la cañada de chispazos,
y bruñida una luna de plata
serenita emerge de tras de los plátanos.

Diligentes dormilones de la altura
se disputan algún escarabajo;
prolongando un poste,estornuda
una lechuza que está meditando.

Lastimero concierto de ranas
me brinda el azude del bajo,
y unos teros con susto en las alas
cuelgan gritos por los aires del campo.

El rigor del estío se aplaca...
¡Ay!,qué lindo que está refrescando...
si pudiera gozar hasta el alba
este hermoso y nocturno espectáculo.

Abandono el húmedo césped
obediente al materno llamado,
pues aún tengo que hacer los deberes
si la escuela me aguarda temprano.

Al asercarse mamita a mi cama,
tiernamente la beso y la abrazo...
y conciente que há visto mi alma
muy dichoso me entrego al descanso.