Poema de desamor

En Roma, el amor es violento,
En Roma, tu mirada está quieta.
Ahí, el beso de una musa quema,
Se carcome mi piel sin piedad.
Se carcome de mi vientre cualquier signo de voluntad.


En Roma, amor para mí no hay.
En Roma, soy sólo un peón.


Y así, quedo extinta a través del ayer, nula.
Como guerra espartana sin llegar al altar.
Como monja metiendo dedos entre dama virgen hasta mediana mitad.
Quedo como momia, como perpleja, como lagaña, metida entre ceja y ceja.

Roma no es para mí, porque Roma quiere romperse y desgarrarse la piel.
Porque Roma ama de verdad, con cada rincón de cada lugar que hay en él.
Roma no es para mí, porque yo estoy añeja y no sé amar.
Roma no es para mí, porque Roma no es un poema de desamor.


En cambio yo, sí.

 

No sé si utilizas Roma como un amor al revés (y al fin y al cabo es lo que es gráficamente). Veo cómo si le asociaras todo o mucho de lo negativo del amor, y sin embargo, al final se me confunde el sentido del poema:

y entonces no parece que se trate de las cosas negativas o positivas del amor, de amar bien o mal, sino de amar (con todo lo que lleva, positivo y negativo) o no amar.

 

Excelencia maravillosa de arte soberbio, espléndida demostración.
Jorge Lemoine y Bosshardt, "Estrella Máxima" de Mundo Poesía.