Poema triste número quinientos cuarenta y siete

Son otros los que saben las respuestas,
yo los escucho, jamás pregunto,
no los entiendo, no les presto mi atención.
Ellos hablan, repiten sus miserias,
dicen: esto duele, lo tuyo no.
Ellos no duelen, eso es lo que yo se.

Son otros los que leen las mentes,
yo aún tengo problemas con las palabras,
con las manos, con eso de salvar y ser fiel a lo que siento.
Ellos no captan la herida solo reflejan su absurdo devenir embrutecido.
Ellos alquimistas. Yo aún nihilista.

Son otros los que aman el cuerpo, los que dañan el alma,
los que exiguen y son exiguidos,
son otros los desertores del arte callado.
Ellos todo lo gritan, todo se desnudan,
se compran, se venden, se quieren besar.
Yo no existo, soy una especie de clepsidra sin arena.

Son otros los que protestaran sin inocencia,
los amigos del verano jamás cesan su marchar.
Ellos no tienen un horizonte, crecen,
para ellos mañana es hoy.
Yo no estoy en esa masa indivisible y tenaz,
yo aún lucho contra dragones imaginarios
que me vencen, que escriben por mi.

Son otros los que sangran,
yo lloro, yo siento que no me quiero perder.