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Por crack

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Starsev Ionich, 15 de Enero de 2024. Respuestas: 0 | Visitas: 111

  1. Starsev Ionich

    Starsev Ionich Poeta asiduo al portal

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    26 de Marzo de 2011
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    Por Crack…

    Los jóvenes se reunían en la cancha del parque central todas las tardes, luego de una agotadora jornada de colegio.

    Pasaban más de ocho horas encerrados en sus claustros y veían las mismas clases semana a semana. Se sentaban en el mismo pupitre durante un año, para después abandonarlo e ir a otro salón, sin lograr un vínculo con este, más allá de escribir algunas operaciones matemáticas, fragmentos de una canción, o un “te amo”: secreto y la mayoría de las veces no correspondido.

    A pesar de que, algunos profesores permitían un poco de flexibilidad en la clase, convirtiéndola en un espacio pedagógico que propiciaba el aprendizaje, la mayoría de situaciones y asignaturas en sus colegios era aburrida, estricta y controlada. Los impúberes, se habituaban rápidamente a la monotonía escolar; y en sus caras, antes del mediodía, ya se asomaba el aburrimiento y la frustración del futuro oficinista mal pago de una vida adulta.

    Por aquella razón, la mayoría de jóvenes que asistían a la jornada educativa de los colegios cercanos, escapaban de la opresión y el letargo, y luego de las tres de la tarde se reunían en aquel potrero con ínfulas de parque central, con columpios y rodaderos oxidados por doquier, una pista de patines artesanal; cientos de palomas alimentadas por transeúntes, y la taladrante voz de un hombre promocionando un litro de helado por solo dos mil pesitos.

    Luego de llegar a casa y encontrar el almuerzo listo para calentarlo, algunos se cambiaban su ropa, y otros, simplemente combinaban sus faldas a cuadros o pantalones de paño, con unos modernos tenis Nike o Reebok y un buzo de capota.

    Sobre las cuatro, cuando el sol aparentaba ceder, y a la vez tostaba sin clemencia la cara de jóvenes sin gorra y sin memoria; se multiplicaba rápidamente el número de estos, y tal vez desde una avioneta, la cancha principal se hubiese visto, sobre las cuatro, como un tablero lleno de chinches de colores y tareas pendientes. Pululaban las hormonas y los jóvenes, jugando a perseguir a las jovencitas más bellas y populares. Los jóvenes más atléticos apostaban la gaseosa, o algunos chicos más osados, iban a por el medio petaco de cerveza, puesto que, alguno de los dos capitanes de los equipos tendría un primo mayor de edad, el cual se encargaría de realizar la transacción en la tienda de la esquina, y entregar el premio a los ganadores.

    No existía mayor desparpajo y despreocupación a los trece o catorce años. Un grupo de jóvenes más adultos, tal vez sobre los dieciséis años, se empecinaba en perder el conocimiento con un aperitivo de vodka con sabor a cereza, y sus ropas apestaban a cigarrillo y en algunos se sentía el estigmatizado olor de la marihuana.

    En lo último que pensaban los críos, extasiados bajo el atardecer de arreboles morados-naranjas, era en las tareas. Querían vivir el momento, besar a aquella mujer hermosa de la agrupación cuatro, o al menos atinar con un esquinero beso robado; ganar a sus archirrivales el partido de microfútbol y tener la cancha para ellos solos la próxima tarde -porque también era motivo de apuesta-.
    Beber y beber con los amigotes, y regresar anestesiado al apartamento sombrío, el cuál en unas horas, se convertiría en una batalla campal, enfrentando al padre celoso e impulsivo contra la madre sumisa y dependiente.

    El aterrizaje a la realidad podría esperar. Los combos para el partido se iban armando rápidamente. Uno de los dos equipos ya se encontraba planeando la mejor táctica para lograr bloquear al jugador más habilidoso del equipo contrario y del barrio: un chico tímido pero decidido en el juego, el cual iba perdiendo su motivación al futbol, debido a su exceso de talento y de nuevo por las benditas hormonas.

    Deseaba participar, mejor, en las correrías de las escondidas americanas, en las cuales el premio final era besar a la mujer que deseabas, para fortuna o desgracia de la chica. Pero aun no le alcanzaba la popularidad, y no había nacido con la fortuna de ser agraciado físicamente. Por otro lado, hasta el momento no lograba aprender a ser lo suficientemente seguro de sí mismo; para poder participar en los juegos de los chicos populares que, buscaban los primeros amores o pesadas responsabilidades antes de tiempo.

    Las hermosas jovencitas que caminaban cogidas de gancho hasta para ir al baño, con sus lazos luminosos abrazando sus perfumadas cabelleras, habían llegado a animar a sus novios durante el partido. Se sentaban en las gradas de arriba, los más alejadas que pudieran de los borrachos adolescentes buscando en el sabor amargo del chin-chin, un escape a sus marginadas vidas.

    Laura se encontraba en la mitad de ellas. Con su minifalda y sus piernas cruzadas que guardaban un misterio, con su revolucionaria piel blanca que, se negaba a broncearse, a pesar de las tardes calurosas; con su perfume dulce que recordaba a la niña y a la meretriz, con sus ojos verdes profundos y su boca generosa y provocativa. Con su voz y sus chiflidos – chiflidos alejados del barrio y de la villa-, mejor como el canto de un ave. Animaba a Jorge, su novio desde hacía cuatro años; el popular joven que se levantó a la primera mujer inalcanzable del barrio. La musa de la agrupación siete, que fuma, pero siempre huele a cereza, que cambia de novio cada año, pero es la mejor de su clase y va a la iglesia cada domingo, ocupando la primera butaca con su sensualidad, devoción e inocencia.

    Es el amor eterno de un Manolo acomplejado por su acné y sus dientes descarrilados. Que se refugia en los goles, las jugaditas y en los rumores de que es, casi, una futura promesa del futbol… Solo si sus padres lo apoyaran un poco más.

    En casa de Manolo, apenas alcanza la comida, para él, su madre, su padre, y sus dos hermanos menores. Un par de mellizos -niño y niña- sobre los cuatro años. Se han quedado con toda la belleza disponible en la genética de familia. Belleza que el azar ha negado a Manolo.

    Luego de llegar a casa, Manolo se ha puesto sus zapatillas negras estilo Converse para el cotejo, ha dejado a sus hermanos con la vecina Maya y esperará a sus padres hasta la noche. Puesto que todas las tardes trabajan, a veces, hasta horas extras para comprar a Manolo los guayos que tanto pide y poder inscribirlo a la academia Maracaneiros; la mejor del barrio.

    Manolo cuenta con su combo para los partidos. Son temidos en el barrio y conocidos como el “combo de los monstruos”, tanto por su fealdad como por su habilidad con la esférica. En la tarde, Manolo se juega su vida y su imagen. Ha tomado la decisión de jugar con los “pupis”, un equipo de troncos, unos gomelos que buscan cuadrarse a las nenas más buenas de Kennedy, con la excusa de jugar los partidos de la tarde. Jorge lo ha convencido...

    Los “troncos” recuerdan el bullying que durante tres años Jorge le ha hecho a Manolo, y ven su decisión como una afrenta a la fealdad innata y al talento futbolístico. Manolo no tiene nada que perder. En cambio, puede ser más popular, codearse con los “pupis”, ser alabado por las muñecas que lo ven desde las gradas; las de gancho y minifalda. Las nenas más lindas en la cancha, o robarse al menos un chiflido de Laura, cuando haga un gol de chilena o Palomita.

    A la hora de la salida, Jorge, el matoneador de la clase, un riquillo de bajo perfil debido a los sospechosos negocios de su padre – prestador gota a gota y cobrador con fierro en mano-, ha llamado a Manolo por su nombre. No le ha dicho ni “dientes-pichos”, ni “cárcel” – por los barrotes-, le ha hablado con sinceridad. Incluso, aunque le ha costado, ha pedido perdón por su acoso y maltrato.

    Viejo Manuu, Manolo, mi hermano, he sido muy malparido con usted, pero hoy se le apareció la virgen. Perdóneme por la jodedera, pero es que en la casa no me dan amor y tengo que llenar el vacío…, o desquitarme con el primer huevón, jajaja... – Jorge le da un manotazo a Manolo en la espalda, con más camaradería que violencia-

    Déjeme sano que me toca recoger a mis hermanos. –responde ensimismado Manolo, mirando al piso, y delatado por un olor a miedo mezclado con coraje reprimido, que le sale por los poros-

    Viejooo Manu, relax mi chinoo, tengo un super negocio para usted. Con los perros de la agrupación dos vamos a apostar la cancha por una semana. Juegue para nosotros y haga lo que siempre hace, Lucirse y hacer goles. Si ganamos con su ayuda, le dejo darle un piquito a Laura. Ya cuadré con ella. Me dijo que se va a sacrificar. Parce la nena es fina y siempre está ahí constante para verme feliz. – Jorge picaba un ojo con seguridad. Aparte de rico y popular, también era guapo –

    - Pero Laura es su novia, yo no permitiría que le diera besos a nadie, menos a un feo como yo...-

    Mi hermano sin emocionarse, que dijo navidad, ¡dije pico, pico!, con esos dientes suyos me la intoxica, sabe que… Mañana antes de llegar a la cancha lávese bien ese hocico, mero Listerine y caiga, quien quita que ganemos y se gane su pico. Por crack… Sabe que chinoo... por hueva tome su calvazo… ¿Lo toma a lo deja? – Jorge se aleja con una carcajada ruidosa, luego de atinar un golpe seco con su mano abierta en la cabeza de Manolo.

    ¡Espere Jorge…! ¿Cómo sé que usted tiene palabra? ¡Hagamos un juramento con el dedo meñique! ¡Una promesa¡–grita Manolo con inseguridad-

    ¡No busque que lo levante pirobooo, si no confía en mi pues abrace! – Mueve su cabeza con un gesto amenazante-

    No Jorgee…, no se ponga así, le aseguro que ganaremos, pero sellemos un trato como los hombres. Con una promesa de dedos meñiques.

    El hecho de hacer una promesa y no sellarla no es de hombres. Es lo que piensa Jorge… No se debe dudar de su virilidad ni un solo momento. Acepta el trato y se va arrastrando la bota derecha de su pantalón, mientras tararea una canción de The Offspring.

    Como era de esperarse. Manolo la rompió. Asistencias, goles de ensueño y una defensa sólida. Los “pupis”, han logrado hacerse el control de la cancha por una semana, o no ser que un cobarde llame a la policía y los dejen jugar a todos. La ley también aplica para Manolo, ya que Jorge le ha dicho que se abra... Si no quiere que lo totee, que se vaya con los “monstruos” a jugar a las llanticas, un parque pequeño de la agrupación dos, en donde juegan los niños más pequeños imaginando que las llantas semienterradas son los grandes arcos de un estadio de futbol. Cuando Manolo se va defraudado y lesionado por un patadón en la canilla, propinado por un defensa del equipo rival; siente que una mano suave lo detiene y lo empuja hacia atrás.

    Jugaste muy bien, aparte de chiflidos, me sacaste un par de suspiros con esos golazos. Me encanta el futbol y cada quince días vamos con mi papá a ver al cardenal, al Santafecito. Podrías ser futbolista si quisieras… Tome su pico que se lo ganó… Por crack… Laura roza los labios de Manolo. Su humedad se siente en los labios del tembloroso joven cómo una brisa suave que trae una delicada llovizna de pétalos y miel.

    Manolo se ha quedado sin palabras. La piel de sus mejillas se ha encendido. Su sien se ve aún más rojiza, dilatando sus poros y haciendo ver mucho más protuberantes sus barros bobos sin ninguna salida; su acné quístico que le ha colonizado, que no desaparece ni muere, sino que se entrona en su tez indefinidamente, como una guerra eterna financiada por los pocos que tienen el poder.

    Hagamos una apuesta. Si los “monstruos” le ganan a los “pupis”, en ocho días se gana un beso mío. Con lengua. Pero hagamos la apuesta con los meñiques. Si usted pierde pues me tiene que gastar un helado… Con mi papá siempre hacemos una apuesta con los dedos meñiques cuando Santafé juega contra el América. Mi papá es hincha de los diablos rojos- Laura ríe de manera picara, pero a la vez sería, como quien pretende cumplir una promesa pero al final le ganan los nervios.

    Yo también soy del Santafe… -Responde titubeante Manolo, mientras entrecruza su dedo meñique con el delicado y pequeño dedo meñique de Laura-

    Hasta ahora ignora que ese delicado meñique sostendrá su mundo. Él solo desea ir en un futuro al estadio el Campin con Laura, así sea solo de amigos. Pero para eso, primero debe ganar un nuevo partido. Y esperar la eternidad de una semana.

    FIN
     
    #1
    Última modificación: 23 de Enero de 2024

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