Porque estaba mal vestido

Aquel ancianito un día, salió a comprarse un carro,
Lo quería nuevo, era el sueño de su vida;
Cuando joven nunca pudo, por mucho y más trabajar,
Pero ahora con menos años, sí lo podía lograr.

La suerte lo acompañó cuando más, triste y sólo estaba,
Se pegó con la mayor de las loterías;
Y por ende no quería, que de eso se enteraran,
Por miedo a la maldad a la que se arriesgaría.

Se vistió con ropa vieja, de la que tanto tenía,
Y se fue a echar su sueño correr, y ver que carro compraría;
¡Venga acá! Le dijo a un vendedor de una casa de autos,
¿Cuánto vale ese, color rojo? dígame que se lo compro.

El vendedor lo miró y se le río en la cara,
¡Mire viejo!, váyase para su casa, y pregúntele a su almohada,
Pero dígale, que no un carro, que le traiga ropa nueva,
Que no tenga tantas manchas y que se vea planchada.

El viejito se marchó, se fue derecho a su casa,
Acostándose en su cama y apretando su almohada.
Al cabo de dos semanas alguien le toco a su puerta,
Abrió, y vio al vendedor aquel, que de él vil se mofara.

“Señor, yo vengo a hacerle una oferta y a pedirle un favor,
Mire, me lo han robado todo y sólo me queda un carro,
¿Me lo puede usted comprar?”
¡No! Ya no deseo comprarlo, porque me compré un caballo,
Que no desprecia mi ropa y así lo puedo montar.

“Me viste con ropa vieja, pero fue disimulando,
Que ahora soy un hombre rico y te burlaste de mí;
Por eso, por eso fue que lo hice, temiendo que me robaran,
Y mi sueño no lograra, pero tu palabra oí.”

“Véndele tu carro a otro, y que te sirva de escarmiento,
Nunca te burles de un pobre, ni menosprecies a un viejo;
Ven, móntate en mi caballo, que te llevaré a tu casa,
Y abrázate a tu almohada, a ver si tu suerte cambia.