Preámbulo a la llegada de un dios emplumado

Derrotado, de regreso a la plaza del pueblo, en donde había dejado su piel humana junto a una ofrenda (para que alguno de sus perseguidores la salara y le otorgara por siempre la maldición de morar la tierra como una bestia), el nahual descubrió que la gente que lo había perseguido hasta la noche de aquel día, era la misma que ahora le recibía, como si se tratara de un antiguo dios prehispánico.

 

Nunca había abordado este género, vaya vaya, si en una palabra cabe, me quedaría con intenso, indescriptible, me gusta enormemente su escencia mexicana, ese aroma a cempasúchitl que acompaña a sus letras y ése demonio náual desterrado primero por los hombres y después acogido con la más inesperada gloria podría ser cualquiera de nosotros perdido en una costumbre, en una legión, o en los cientos de años en algúna parte de nuestro país, pero es verdad se debe pensar a fondo para entender a este personaje, la devoción de su sacrificio, la renuncia a lo inmortal, usted si que sabe clavar la duda y ponernos a pensar, me gusta mucho eso y usted tiene esa capacidad, crear algo bello en espacio y estructura limitada, espero algún día llegar a ser como usted, mis mejores aplausos =)

 

Jojo, no hace falta bastante para poder escribir como yo, solamente con un poquito más de apertura en los sentidos y mirar un tanto más adentro en los mitos de nuestra cultura, podrías sacar algo así. Amiga, creo que tu comentario resultó más largo que mi microrrelato y no sabes en verdad, el agrado que me causa el saber que este pequeño escrito haya sido de tu agrado. Y bueno, debo de reconocer que la creación de este relato no pudo haber sido posible sin antes, hace como ocho años, haber visto un programa del once que hacía pequeños cortometrajes a partir de leyendas mexicanas, además de otro cómic hecho por mis amigos de Ensamble Historietas, llamado el tigre del mercado. Si bien cada nahual era distinto al mío, jamás habría podido llegar a esto sin las premisas de las que partieron. Te mando un abrazote mi Meg pequeñuela.