Querido Nadie.

Habrá siempre un hombre de gris y de humo, para una mujer verde y de esperanza, o un hombre de purpurina para una mujer plomiza, o un hombro y una mujer con la sonrisa perfecta, etrusca, o habrá... Días en los que una nube se pose sobre tu hombre y te diga, ¿qué, vas a bajar a la tierra?.
Tierra llamando a Júpiter, y entonces te vuelves amarilla, amarilla indecente, apareces como el vuelo de la mujer que madura, enreda entonces su vida, a lo largo del tiempo en campos de delicadas fragancias que vienen de allí, dónde cada lector se comerá una vida, engullirá historias, revivirá la suya.
Probablemente con una canción, habrá siempre un hombre o una mujer, crearán las estaciones, el porvenir y el dulce pensamiento de lo bonito que ha llegado y te ha pillado sonriendo.
Cada lector, en el fondo es un gracias, un pez martillo que clava puntas en el fondo del mar, y se zambulle de lleno en la nada, construye muebles para un hogar, que quizás, nunca tendrá.
Cada lector, es un sonido trémulo, aguerrido, contemplativo del estado más puro, sentir que el manual para amarilla posee las instrucciones exactas para que la causa del efecto que, valga la redundancia, tú causas en mí, no tenga ninguna relación contigo. Dice Daniel Tubau: "A VECES LOS EFECTOS SON LA CAUSA DE LA CAUSA", y puede que tenga razón, que yo sea el efecto y la causa de la causa, la misma que la lucidez de los momentos cotidianos, o los destinos imposibles, idéntica a los efectos especiales, esos que no pueden hacer la gente normal, de los que no existen nada más que en las películas de ciencia ficción, así eres tú, una ciencia ficción, que produce una impresión en mi ánimo, que me enturbia la mirada y me vuelca el corazón, en efecto, al mismo efecto una y otra vez, que causó la causa. Yo.