Ramas insolentes-.

Voy con ramas amplias en el pecho, oscilando entre guardianes de óxido y complejos aturdidos donde el alma es transparente. Minerales ficticios acogen mi sombra, miradlos evadirse por los espacios alicaídos de los enseres. Objetos que conservan su distancia, de mi mano, apenas definitoria o abarcadora. Los palpo, nuevamente, abro el silencio donde existen las flores o los estambres deliciosos. Aquellas dalias con su esperma invicto. Abres ligeramente el confort de las sucesiones de ámbitos florecidos, de las peonías conquistadas, de los garajes embadurnados con agua de llovizna clara. Su superficie enclaustrada digiere velozmente mi cuerpo, mi alma asolada, la luna en secreto que convoca deidades ecuánimes. Voy con el pecho como una caricia, conservando, lo que conversa con las nubes.





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