Recaredo, a tu llamado

Recaredo, a tu llamada

Sea mi soneto alivio
para tu alma ya cansada,
y mis décimas rimadas
en tu naufragio un auxilio.

Camarada Recaredo,
cómo escribir con estrellas,
con guirnaldas, con centellas,
lo que yo enviarte no puedo.
Soy un minúsculo dedo,
que a duras penas entibio
del mago el anillo anfibio
de sueños y realidades,
y, si algo sé de bondades,
sea mi soneto alivio.

Pues volar no sé, yo escribo,
pues no temo al mal, yo canto,
tanto he visto el desencanto
que de insistir no me privo.
Quizá es un sueño y cautivo
yo soy de falsa jornada
y más bien mi todo es nada
y engaño lo que yo veo,
pero aún así un sol creo
para tu alma ya cansada.

Y no se trata de un cuento,
se trata de ciertos lazos
que crecen tras ciertos pasos
que no distrae ni el viento.
Es la amistad el portento
que nos ofrece sus gradas,
sus campos, sus ensenadas,
para ver crecer el fruto,
te invitan a ello este bruto
y mis décimas rimadas.

Entonces, buen compañero,
salgamos a navegar,
el amor es ancho mar
y la amistad su velero.
En alta mar verte espero,
de una sirena en idilio,
con la fe por domicilio
entre las olas felices
y hallando en nuestros países
en tu naufragio un auxilio.

Así pues te mando un verso
que es puente, bajel, paloma,
y de mi tierra el aroma
con que arde aquí el universo.
Si un día el cielo es adverso
es que el bien sufrió retraso,
no hay día sin un ocaso,
no hay ocaso sin aurora,
te espero allí sin demora,
poeta, en mi firme abrazo.

18 07 11