Reclamo de mi desdicha

Reclamo de mi desdicha
(Crónicas XLV)


¡No crean en mis palabras!

yo de darles a ustedes razones justas para que me crean

sabiendo que de razones me hallo desfigurado,

manchado, incuestionado a mí mismo,

¿qué he de decirles?

¿qué he de implorarles?

falsas promesas, ¡falsos reclamos!


Nunca grite para convencerlos ¡por supuesto!

grite porque el capricho mismo me ahorcaba mis razones,

yo que, con tan pocas comparecencias,

no puedo creer, ¡no puedo sentir! no tengo en mi lo que esperaría.

solo una pisca intranquila de indiferencia.


¿Y acaso encuentro respuesta?

¡qué han de darme con tan pocas experiencias!

palabras vastas que heridas causan,

un sufrimiento que nos es ajeno.


Hundido entre los bastiones de las cobijas,

soporto el peso febril de mil pisadas,

restregadas fervientemente en mi espalda sangrante,

veo como el día cae vencida sobre la inminente noche,

las estrellas, los astros, los seres humanos,

nadie existe, nadie comprende, nadie entiende…

¡qué han de entender ellos! ¡qué he yo de entenderles!

no tenemos nada que nos compadezca en lo más mínimo,

pido a gritos compasión, puesto que, nada yace ahora en nuestro ser,

la libertad, nos fue arrancada como grito de una madre desesperada,

nuestra humanidad, nos fue sincerada cruel y despiadadamente,

nuestra conciencia, ahora tiene nombre y dueño,

ni de nuestro propio tiempo ahora somos propietarios,

somos pues, como el objeto inanimado,

aquel sobre el que se piensa que no siente,

que todo lo puede y todo lo deberá,

pero que se romperá en el peor de los momentos…


¡Qué acaso no tienen corazón!

o es que, por escombros marchitos que contienen en sus corazones,

han quedado sedados de felicidad, de alegría y esperanza,

¡donde se encuentra en ustedes la empatía!

busco entre mil miserias algo que signifique en mi esperanza,

y aun cuando todo está perdido,

quisiera saber si en verdad puedo encontrarla.


claridad yo no tengo, no presencio en mi aquella fe ciega,

no puedo ya servirles en sus platos el oro que tanto poseía,

progresivamente caigo y caigo en un abismo degollante,

negro y sin salida entre muchas luces opacas de tristeza.


Nos han quitado humanidad,

y en el semblante perpetuo de este hecho,

me encuentro frágil,

volátil como un ser de otro mundo…​