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("Recuerda, Allah, nunca protege a los idiotas")

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Azul Dean, 14 de Octubre de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 330

  1. Azul Dean

    Azul Dean Poeta fiel al portal

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    Vivía en una esquina próxima a mi hotel, con una manta, una tetera y dos vasitos azules de té. La primera mañana me saludó con una sonrisa amable. La segunda me extendió la mano. La tercera le llevé algunas viandas del pantagruélico buffet de mi hotel y me senté con él a contemplar el devenir de la Plaza de la Koutoubia, me pidió unas monedas por el alquiler. La tercera me llamaba por mi nombre en árabe y descubrí que le gustaban más los croissants con las tarrinas de mermelada que las manzanas (tenía cinco debajo de la manta). Entre tarrinas de mermelada, wada'an (hasta luego), sabahul al-jair (buenos días), masa‘ul jair (buenas noches) y manos llevadas al pecho en señal de amistad y gratitud, y moneditas van y vienen, pasaron quince días.
    Era la casa abierta de un amigo y en ella entraba en todas las idas y vueltas de y para mi hotel. Hay otras calles pero menos entretenidas y por las noches mucho menos seguras.
    Mi inglés es nulo. Mi francés de colegio. Mi árabe de sobreviviente. Si he conseguido salir airoso de muchas situaciones en cuatro continentes y un subcontinente (pedir un vaso de agua, por ejemplo) ha sido gracias al idioma internacional de los gestos.
    El caso es que llegamos a la última noche y con ella a la agradecida despedida. Adiós amigo, que Allah te proteja, le dije. ¿Pero ya te vas hombre? Espera! vamos a tomar un té como despedida, me dijo, en un ¿? perfecto castellano. Miré la manta, los vasos azules en los que se veían los microbios sin necesidad de microscopio, las uñas de mi amigo, la botella de plástico con un agua, que por su color yo imaginé de cloaca. Mi estomago se negó. Pero no mi estúpido sentido de la amistad. ¿Pero como le niego a este hombre su tradicional gesto de hospitalidad? Vamos a ello. El primer trago fue el detonante de la más profunda de las arcadas. Ya no hablo del segundo, el tercero fue un trágalo y lárgate. Está exquisito, le dije. ¿Te ha gustado? ¡Pues vamos a tomar otro!. No, te lo agradezco con el corazón (mira que eres cínico, pensé, tú lo que agradecerías es llegar al hotel y expulsar de tu cuerpo hasta la última gota del maldito brebaje).
    Pues no, no fue el final. Tampoco la despedida. A las cuatro de la madrugada (mi vuelo de regreso salía pronto) y a la puerta del hotel, firme como el Tubqal, allí estaban el único diente de su dentadura mostrando las más puñetera de las sonrisas: buenos días amigo!, te traigo un regalo de despedida. Me tiende la manta pulgosa por el lado de la cara que nunca había visto y en la que en letras enormes se podía leer en un claro español de Chamberí: RECUERDO DE MARRAKECH y un hijoputa textual aprovechando el abrazo de despedida: "Recuerda, Allah, nunca protege a los idiotas". En el mismo avión ya descubrí que era cierto.
     
    #1
    Última modificación: 14 de Octubre de 2017
    A danie le gusta esto.

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