Recuerdos de luna de miel

Aquella noche, tan especial para los dos, tan distinta de las demás; afuera de la habitación se oía el arrullo de las olas de Manzanillo, murmullo que se colaba un poco por las ventanas, tú, me esperabas nervioso, yo, me cambiaba dentro del baño muy lentamente, quería lucir más hermosa que nunca, me mire a los ojos en el espejo y respire muy profundamente, tome la manija entre mis manos, y espere unos segundos para hacerla girar, cuando escuchaste el crujir de la cerradura, giraste hacía mí, me miraste con tus ojos muy brillantes, -mi amor… estás hermosa- dijiste con tu voz temblorosa, te acercaste y pude percibir en tus manos, cuando tomaron las mías, un ligero temblor, una extraña emoción se apodero de mí, tanto que no pude verte a los ojos, cuando tus manos tomaron mis mejillas para que te viera de frente, me encontré con tu mirada, como nunca la había visto, me sonreíste y -¿dime, estas lista?-

Al tomar tus mejillas entre mis manos sentí como si sostuviera algo sumamente sensible y de un valor inestimable, creía de nuevo estar soñando, jamás imaginé que la mujer de mis sueños, ahora estuviera frente a mí en vivo y a todo color, tu piel era tan suave y cálida, tus ojos eran dos luceros en pleno fulgor y tus labios de un color inigualable, sonreíste ante mi pregunta con algo de incertidumbre, creo que estabas un poco asustada como yo, a decir verdad en la vida había sentido una emoción así, pero a la vez deseaba tanto tenerte entre mis brazos, tus labios se abrieron, y me pidieron que oráramos juntos.

Dije tu nombre completo como me gustaba repetirlo cuando estabas lejos, -antes de entregarnos, oremos juntos, el uno por el otro, ¿está bien? -

Me conmoviste, y ore contigo, ore por ti, pedí con todas mis fuerzas y mi fe, por la felicidad de los dos, sosteniendo tus manos entre las mías, después de unos momentos abrimos los ojos para encontrar nuestras miradas, estabas menos asustada y yo también estaba más tranquilo, giraste para contemplar la habitación que había arreglado para ti, con luz de velas y flores, - ¿de dónde sacaste esto? - sonreí y te abrace – venía preparado… para que esta noche fuera única para los dos, ¿te gusto? – reíste un poco – me encanta como se ve –

Después de orar juntos, no imagine que tuvieras todo preparado, tu lado romántico se lucía en estos casos, todo tenía un aspecto encantador, mágico, hasta preparaste incluso champagne y perfumaste la habitación -quieres brindar- acercaste dos copas, después del brindis dejamos nuestras copas en el buró, te acercaste más a mí, mi corazón palpitó muy fuerte, era el inicio, me besaste muy tierna y apasionadamente.

Mientras te besaba te cargue para recostarte en el lecho, tu correspondías cada beso, cada caricia, cada gesto que demostraba mi ternura y cariño.

Estaba entre tus brazos, siguiéndote en aquello que era tan nuevo, tan bello para los dos, no tenías prisa, te ibas sumergiendo más y más en mí, y yo me perdía más y más en ti.

Te experimente mujer entre mis brazos, lo dulce que era estar en ti, el éxtasis de este encuentro.

De mí… no supe nada, solo que estaba contigo, que estaba en ti, entre tus besos y caricias, en nuestras agitadas respiraciones, en la embriaguez de nuestra piel.

Todo dura solo un momento.

Aunque fue largo el tiempo.


Al mirarnos a los ojos.

Nos descubrimos de manera diferente.

Y al final, solo sonreímos juntos, como si los dos, hubiéramos alcanzado victoria.