Reflexión 16

En el vientre de la vida,
la calma teje con sangre nuestros cuerpos,
como carcasas de carne,
obviamos nuestro futuro dolor,
porque la consciencia se gesta sufriendo,

y de entre las nubes desciende,
un sacro destello del alba,

se creó el tiempo,
para contemplar nuestros instantes,

se creó el viento,
para poder surcar todo presente,

se creó el mar,
para navegarlo,

se creó la tierra,
para cultivarla con conciencia,

se creó el cielo,
para admirar y recordarlo,

y aún le tememos a la inexistencia,

somos como las rosas,
que se marchitan por falta,
que se ahogan por exceso,

somos la agonía hecha prisión,

somos seres frágiles,
nos iremos solos,
con el alma intacta,

la nostalgia nos devolverá la vida,
o la sepultará como tantos destellos,

la avaricia nos sentencia a la carencia,
la inteligencia a la falta de conocimiento,

la humanidad a la creencia de un dios,
y por poder nos destruimos,

cuando el fin nos quite
el aire de nuestras bocas,

cuando algún inicio nos sepulte,
cuando todo viento sea alud,
y se convierta en nuevo terreno,

cuando el tiempo hable,
cuando los sueños gobiernen,
cuando el alma sea desgracia,
y la gracia camino,
seremos adivinos de nuestro futuro,

pero aún lucramos con lúdicas realidades,
entre apariencias aceptables,
admitimos nuestros pecados,
cuando hemos de partir,
para volver a ser parido,
por cualquier sistema corrupto,

condicionamos toda vida,
hacemos del moribundo latencia,

simulamos fantasías,
nunca el humano tuvo tanta enfermedad
al alcance del poder,

nunca existió tal felicidad,

porque siempre ha de desaparecer,

y sin tiempo la fe no existe,
sin cimientos la farsa cae,

y aquí me encuentro,
admirándola con horror.