Reflexión 69

Somos horror viviente,

de entre los muertos construimos,
nuevos dolores,
nuevas falencias,

le imploramos a constructos culturales,
le obedecemos ciegamente
a cualquier registro histórico,

la ciencia del humano
es su propia persuasión,

contribuimos a la flagelación de la razón,
y cuando esta no nos sirve,
la demonizamos,

condicionamos al herido,
convencemos al ciego,
sedamos al moribundo,
nunca hemos podido entender la muerte,
porque no hemos querido,

caen cimientos,
caen como la lluvia,
cientos de intentos,
miles de millones de posibilidades,
caen,

caen imperios,
caen verdades,
caen sin poder resurgir,

¿por qué hemos de seguir
procreando el mal?

somos guerra,
somos inmundicia,
en este cuerpo inerte,
somos culpa y muerte,

somos daño,

somos animales,
somos bestias,
somos la necesidad visceral,
de desahogarnos con dolor,
somos lo que todos internamente odian,

el amor,

es algo indescriptible,
indescifrable,
innegable,
incuestionable,

¿no será que nadie se atrevió a describirlo?

el amor es un pretexto
para creer en nuestra "correcta" moral,

la moral es una excusa
para tapar
todo el dolor
que causamos y que recibimos,

somos error andante,

somos clamor eterno,
si así hemos de vivir eternamente,

venideros los buenos augurios,

nos querrán muertos,

porque así hemos nacido,

nos querrán de vuelta

a nuestros principios astrales,

al umbral primero,

porque no hemos aprendido nada.

 

El ser humano es presentado como una criatura rota, atrapada en una repetición ciega de errores y autodestrucción, incapaz de aprender del pasado. A través del rechazo del amor como redentor y la moral como guía, el poema deja entrever una desesperanza radical: nacimos del caos y hacia el caos parecemos destinados a volver. La única posibilidad de redención, sugerida sutilmente, está en regresar a un origen más puro —no social, no histórico, sino astral—, pero incluso esa esperanza queda empañada por la sentencia final: no hemos aprendido nada.

Saludos cordiales