Rescate De EurÍdice

La barca de la noche sin Aqueronte
-pues se basta a si misma-
estira las horas
ocultando los rostros
en una niebla de miedos.

Sobre un horizonte supuesto
que marca un claroscuro
una sombra de perros fantásticos
tarascan el cierzo.

Las emanaciones de un miasma
-falsa aurora boreal-
serpea cortinajes de azufre
sobre un chapoteo de aguas letales.

El guerrero que cruza el Hades
encuna impertérrito entre sus brazos
tintos en sangre y triunfo
la desnudéz desmayada
arranada a las garras
de la terrible morada.

Carcerbero acéfalo de sus tres mordidas
vomita débiles rayos
sobre su sangre verde.

En la boca de la caverna
el alba inocente asoma
mientras entre ósculos de oro
y lágrimas de héroe
despierta el ensueño núbil.

Es su sonrisa agonía dulce
que irisa espléndida
a la madrugada asombrada
donde baila el aire y ríe el piélago.

Por primera vez el héroe
se siente herido de muerte
convertido en acerico
de los venablos de Eros.

La mortal se abre camino
entre las barbas dadivando besos.
Resuenan y rutilan los broqueles,
vibran los penachos y las crenchas.
¡Rompe el día!