Retintinear de campanas

Oigo el retintinear de campanas de una iglesia,
Y no lo puedo creer, pues no me queda muy cerca;
Y a veces me pregunto, si me estoy volviendo loco,
Y después me causa risa y me rio en soliloquio.

Yo sé que soy pecador, tal vez me envían aviso,
Y es por eso, que lo escucho como pegado al oído;
Para que olvide el rencor y aprenda a perdonar;
Como lo hizo, aquel hombre, por todos, llamado Cristo.

Ahhh, pero ahora recuerdo que yo hice una promesa,
Que aún no la he cumplido, porque aún sufro la pena;
La tristeza que causó, ver mi sentimiento herido,
Por una mujer que amé, sobre el poder del destino.

Si por aquella, mentira que fue por ti, si por ti,
Que a la patroncita mía yo le hice una promesa;
Que si volvías conmigo, yo volvería a la iglesia,
Para rezarle a los santos, y darle la buena nueva.

Pero tú, la que mi alma hirió, hasta eso ha logrado,
Hasta eso has logrado, que yo le falle a mi Dios;
Símbolo de mujer, y salvada del pecado,
Cuando una muchedumbre, pudiera haberte apedreado.

Pero Dios no te creó para pervertir al hombre,
Sino para que tú fueras, quien recordara su nombre;
Pero siendo pecadora, si no tienes corazón,
Debieran ser las campanas, llamándote a la razón.

Yo sé que no aún no he cumplido, lo de un día prometido,
Que lo hice esperanzado si tú volvías conmigo;
Pero hoy ciento escuchar retintinear de campanas,
Tal vez para que te olvide, por ser una mujer marcada.

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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita
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