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Reyes del uni - verso

Tema en 'Poemas sociopolíticos y humanitarios' comenzado por El Poeta del Asfalto, 3 de Marzo de 2008. Respuestas: 1 | Visitas: 1068

  1. El Poeta del Asfalto

    El Poeta del Asfalto Poeta adicto al portal

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    El león de I eNe Ge
    vigila desde su edificio de cristal opaco.
    Compañías de Seguros,
    que aseguran que todo seguirá,
    más o menos, como hasta ahora.
    El de arriba: arriba,
    Los millones, debajo,
    Muchos trepando para caer,
    entre los pocos que van a llegar
    a acariciar la parte del león.

    Caer,
    como los obreros que murieron al construir el edificio
    desde donde retoza el león.
    ¿Lo recuerda?
    ¿Lo sabía?
    Era una mañana de ---
    No lo sabrá ni lo recordará,
    porque no se ve aquí en Córdoba entre Alem y Madero,
    ninguna placa o conmemoración al respecto.

    Cayeron al subir a buscar un papel sellado por la pata del león.
    Un papel lleno de números que dicen
    que mañana no valdrá tanto como ayer.
    ¿Lo sabrá el policía que les cuida la puerta?
    ¿Le importará saberlo?
    Ese que no te cuida la puerta a vos,
    ni a la viuda.
    Ese al que le dan orden con el arma que le pagamos
    de cuidarle la espalda al poder.
    El principal actor de esta farsa.

    Como sea, una vez ya firme todo,
    el León cómodamente fue izado hasta allí.
    Con su melena nos mira pasar.
    No caza,
    no corre,
    no ruge,
    no hace nada.
    Nadie le dice:
    “¡Eh!, ¡largo de ahí! ¡Ve a trabajar vagabundo!”
    Nació león y parece le alcanza.

    Vigila desde su edificio de cristal opaco
    que todo seguirá,
    más o menos, como hasta ahora.
    Nos mira apresurarnos en nuestra selva de relojes.
    En nuestro laberinto de leyes.

    De tanto en tanto,
    por no aburrirse,
    nos da un tierno zarpazo.
    O funde alguno de sus bancos o compañías de seguro,
    nadie cobra.
    Vuelve a abrir bajo otro nombre por divertirse.
    Invade otro territorio,
    se mea en nuestra puerta.
    En fin…
    Los salvajes somos después nosotros…
    Los que no matamos a nadie.
    Los que no ponemos ni una mísera placa
    para conmemorar a nuestros caídos.

    Una cosa sola cosa es segura, en esta selva.
    No hay una manera fácil de salir,
    o somos obstinadamente tontos.




    www.elsolyaneselsol.blogspot.com


    Clarín.com » Edición Domingo 31.05.1998 » Zona » Al filo del andamio

    MORIR POR DOS PESOS
    Al filo del andamio

    La muerte de seis obreros al desplomarse un montacargas desde el piso quince de un edificio en construcción en Catalinas detonó el debate sobre las fallas en la seguridad laboral. Esas muertes podrían haberse evitado con políticas de prevención. Cuáles son las responsabilidades en juego y la reparación a los familiares de las víctimas.

    Por OLGA VIGLIECA E ISMAEL BERMUDEZ
    Tal vez sea el viejo filme de Mario Monicelli, Los compañeros, el que con más verosimilitud haya mostrado ese momento en que un trabajador se accidenta y todos los demás parecen como suspendidos en el tiempo, espejados en esa tragedia. Investida con los adelantos de la ciencia y la técnica, esa escena se repite una y otra vez en la vida cotidiana de los trabajadores argentinos. Hasta sumar más de 300.000 accidentes anuales. Mil muertos anuales. Cuatro por día. El 19 de mayo, la estadística pegó un zarpazo: fueron 6 los muertos en un mismo accidente, cuando se derrumbó el montacargas de un edificio en construcción en Catalinas Norte. Susana Suárez tiene 29 años. Es una mujer atractiva y firme, pero habla bajito: en un sillón de su casa en Hurlingham duerme Ivana (4) y no quiere que su relato la despierte. Candela (18 meses) y Rodrigo (3 años) van a reclamar sus cuidados. Susana sabe calmarlos sin interrumpir la historia. Hasta el 19 de mayo, Susana vivía con Germán Ríos: llevaban 10 años juntos. Germán fue uno de los 6 obreros que murieron en el accidente de Catalinas. Y en estos pocos días Susana tuvo que dejar su casa -recibe a Clarín en la casa de sus padres- y aprendió lo que es la soledad. Casi nunca veía a su marido: Germán trabajaba de 7 a 6 de la tarde, y a veces hacía horas extras. Llegaba a la medianoche o se quedaba a dormir en la obra. Con los 350 pesos por quincena que ganaba trabajando también sábados y domingos -dice-, no se podía hacer mucho. Le pagaban 2 pesos la hora. Después del accidente no hablé con nadie. Ni siquiera me pagaron la quincena que tendría que haber cobrado el 21. Nadie vino a verme ni me dijo nada. Este martes fui a buscar su mochila a la obra y el capataz no me quiso contar nada. En la empresa Vilca me dijeron que los únicos herederos son mis suegros porque no estábamos casados. No me gustó como me trataron, me dijeron que no tengo derecho a nada. Después en Interacción (aseguradora de riesgos de trabajo) me dijeron que si llevo testigos y las partidas de nacimiento de los chicos, y la empresa presenta todos los recibos, van a ver cuánto es el seguro que me corresponde, cuenta Susana. Las reglas del juegoEl actual sistema de accidentes de trabajo comenzó en julio de 1996. Hasta ese momento las empresas respondían directamente por los siniestros. Podían contratar un seguro laboral parcial o total, pero éste no la eximía de responsabilidad. Normalmente, el trabajador para cobrar su indemnización tenía que ir a un juicio que demoraba años, favoreciendo la llamada industria del juicio, y muchas empresas se desentendían de la atención médica del trabajador accidentado o se declaraban insolventes a la hora de indemnizarlo, opinan en el Ministerio de Trabajo.Desde julio, el seguro pasó a ser obligatorio y se crearon las ART (aseguradoras de riesgos del trabajo). Las ART atienden a los trabajadores accidentados, pagan los jornales caídos a partir del décimo día y pagan las indemnizaciones o rentas por las incapacidades o muertes laborales.El costo de este seguro lo paga el empleador y la tarifa depende de cada ART. En general, el precio depende del número de trabajadores y de la actividad de cada empresa. En la construcción, por ejemplo, la tarifa promedio es más cara que en el comercio (4,7% contra 0,5).Durante el paro convocado por la Unión Obrera de la Costrucción el viernes 22, el secretario general de la Unión Obrera de la Construcción, Gerardo Martínez, dijo que el sindicato iba a querellar a la empresa junto con los familiares de los obreros muertos. A mí no me vino a ver nadie, dice Susana, y da la impresión de que es la frase que más ha repetido en los últimos días. Pero no me voy a quedar de brazos cruzados, quiero justicia -dice y levanta un poco la voz-. No sé quién es el culpable pero lo voy a buscar. Una señora me dijo que me tienen que dar 55.000 pesos. Con eso les voy a comprar una casa a los chicos. Sin embargo, la ley de riesgos del trabajo indica que la viuda no cobra el monto entero de la indemnización sino una pensión de por vida que se llama renta vitalicia. También tienen derecho a esa renta los hijos menores hasta los 18 años. El monto depende del sueldo y la edad del trabajador fallecido. La ART calcula en base a esos datos a cuánto asciende el total del seguro, que en ningún caso puede superar los 55.000 pesos. También se toma en cuenta la edad de la viuda. A mayor edad, mayor es la renta porque el importe del seguro se reparte en menos años. La viuda puede cobrar en pesos o en dólares, y el importe inicial se ajusta anualmente al 4 por ciento como mínimo. Además, si le corresponde porque el marido estaba registrado en la empresa, tiene derecho a cobrar la pensión del sistema previsional (AFJP o ANSES), que es equivalente al 49 por ciento del sueldo promedio de los últimos 5 años.Si Susana conociera a Beatriz Vidaurre de Girón, ya sabría que esos 55.000 pesos al contado rabioso no existen.Beatriz Vidaurre tiene 26 años y una cara redonda, morena y pecosa. Vivía y vive en una casa del barrio Jardines 2 de Moreno, esas casas típicas de trabajadores, que se van construyendo de a poco. Se casó a los 22 con César Girón, un obrero de la construcción, y tuvieron dos hijas. Yo quería llegar a vieja con él, veía a los viejitos y le decía que así íbamos a ser nosotros. Porque yo siempre fui muy soñadora, explica con dolor. El 12 de julio de 1997, dice Beatriz, mi futuro se rompió. Según informa Horacio Schick, el abogado de la viuda, César encontró trabajo el 8 de julio de 1997 en Cimentaciones Argentinas S.A., que estaba contratada para reforzar anclajes en los muelles por la Terminal Portuaria N 5 del puerto de Buenos Aires. Los operarios eran bajados, al vacío y sobre el agua, en una plataforma sostenida por una grúa alquilada a la firma Paolini. El sueldo prometido era unos 300 pesos y la jornada era de 7 a 18. Cuatro días después, como la grúa no era apta para soportar el peso de la plataforma -es sabido que el alquiler de una grúa es más caro cuanto más poderosa es la grúa- se derrumbó sobre el agua. César y otro trabajador, Dionisio Mamani, cayeron al Río de la Plata. No tenían salvavidas. Tampoco había elementos para atender emergencias. Mamani pudo aferrarse a una madera que flotaba. César no sabía nadar. Se ahogó. Mamani quedó con lesiones graves. Después del alta médica lo despidieron.La falta de inversión en elementos de seguridad y de capacitación de los trabajadores es casi una regla en las empresas argentinas. Cuando se lanzó el nuevo sistema de riesgos del trabajo, las empresas tuvieron que autocalificarse según el grado de cumplimiento con las normas de seguridad. Y la evaluación arrojó un dato sorprendente: el 97 por ciento de las empresas admitió que no cumplía con las normas de seguridad e higiene. Una ART líder del mercado le dijo a Clarín que el 90 por ciento de los siniestros se produjeron en las empresas que no cumplían con las normas de seguridad e higiene. Esto demuestra la relación directa entre prevención y seguridad y el número y la frecuencia de accidentes. Otro dato es que el 60 por ciento de los accidentes se debe a fallas en las instalaciones y en el ámbito donde se efectúa la tarea.La ley dio un plazo de dos años y medio para que las empresas cumplieran con las leyes de seguridad laboral. Pero las ART admiten que hay mucha reticencia de los empleadores a cumplir con las planes. Muy pocos quieren invertir y las ART temen ponerse muy exigentes porque podrían perder clientes.Jorge Ferrari, presidente de la Cámara de ART, admite que el hecho comercial ha hecho muchas veces flexibilizar la actitud de las ART, que por eso no avanzan en las denuncias. Pero la responsabilidad de hacer las inversiones en seguridad es del empleador. Las ART tenemos que ajustar la relación con las empresas para ser socios en el tema prevención.Además, el sistema debutó con tarifas muy bajas. El empleador paga una cuota mensual según el riesgo de su actividad y empresa. La tarifa promedio es del 1,4 por ciento de los sueldos, lo que da un costo promedio por trabajador de 10 pesos por mes. A cambio de pagar esa suma, el empleador queda liberado de la atención médica del trabajador accidentado, del pago de los salarios caídos a partir del décimo día de licencia y del pago de las eventuales indemnización o renta, que son asumidas por las ART. Entonces, como el seguro es muy barato, muy pocas empresas tienen incentivos para invertir en seguridad laboral o en capacitación de sus trabajadores. Bajo el nombre de accidente se esconden hechos que pudieron haber sido evitados. Según el Ministerio de Trabajo argentino, en proporción a la cantidad de trabajadores, en la Argentina se producen 6 veces más accidentes fatales que en EE.UU. y más de dos veces más que en España. Los datos oficiales indican que entre julio de 1996 y noviembre de 1997, hubo 6.918 accidentes graves, de los cuales 1.329 fueron fatales. Significa que hay 20 accidentes graves y 4 muertes por día.Si en los lugares de trabajo de la Argentina existiese el mismo nivel de seguridad laboral que en sus pares de EE.UU., se podrían evitar 3 de esas 4 muertes diarias. La fórmula es simple: prevención, inversión en seguridad y capacitación laboral.La muerte nunca es negocioLas empresas argentinas todavía no se percataron de que la inversión en prevención es un buen negocio. Por año, en la Argentina hay unos 300.000 accidentes laborales. Un estudio de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo dice que esos 300.000 accidentes representan 6 millones de días caídos que implican un mínimo de costo global en concepto de días de trabajo pagados y no laborados de más de 170 millones de pesos. Como esos trabajadores hubieran podido producir bienes con un valor tres veces superior a sus salarios, la conclusión de la Superintendencia es que la economía argentina pierde de producir como mínimo, a causa de los siniestros laborales, 500 millones de pesos.El 27 de octubre Beatriz fue notificada por la ART de que su renta vitalicia sería de 134,62 pesos. Para cada una de sus hijas, 53,85 hasta los 18 años. Hoy su caso, patrocinado por el estudio del doctor Schick, está radicado en el juzgado de Trabajo N 54, a cargo del Dr. Luis Catardo. La demanda plantea la inconstitucionalidad de la Ley de Riesgos del Trabajo y reclama para Beatriz Vidaurre y sus hijas un resarcimiento fijado por la Justicia y no limitado por la Ley de Riesgos del Trabajo. Los ejemplos abundan. María del Carmen Cécere, la viuda de Jorge Cécere, el piloto que murió en el accidente de Austral en octubre de 1997, cobra una indemnización de 154 pesos por mes. Cécere tenía 40 años y cobraba un sueldo de 8.000 pesos por mes. Hace tres años, una subsidiaria de Austral le pagó 500.000 dólares a la familia de la azafata que cayó de un avión en pleno vuelo. Lilian Almada, de 28 años, murió en un accidente aéreo en agosto de 1995, en Córdoba. La azafata resultó succionada cuando intentaba cerrar una puerta que se abrió en pleno vuelo. Almada tenía una beba de tres meses. Sus familiares llegaron a un acuerdo extrajudicial y la empresa pagó 500.000 dólares. Para llegar a este monto, se calculó el lucro cesante de acuerdo al sueldo de Almada y a su expectativa de vida, hasta que su hija fuera mayor de edad. Por otro lado, Austral indemnizó con 80.000 dólares a los padres de la azafata, en concepto de daño moral. Todos estos casos están igualados por la tragedia. Sin embargo, han tenido una resolución muy diferente unos de otros. En la Argentina la primera ley de accidentes del trabajo se votó en 1915. Se presumía que en todo accidente del trabajo había responsabilidad patronal y se consideró que el derecho civil era insuficiente para proteger al trabajador. Pero le mantenía el derecho de reclamar -como cualquier otro ciudadano- por la vía común. Aunque el empleador contratara un seguro privado, era directamente responsable. Esto duró hasta 1996. Horacio Schick y Ernesto Segal son, respectivamente, presidente y secretario de la Asociación de Abogados Laboralistas y severos críticos de la Ley de Riesgos del Trabajo. Este sistema desliga a la parte patronal desde que contrata con una ART. A diferencia de los modelos que se copiaron -el español, el chileno, donde el empleador es corresponsable-, acá las ART son empresas privadas con fines de lucro. Los empresarios les pagan una cuota muy baja y a cambio de esa cuota se desentienden. ¿Qué sentido tiene invertir en prevención si no hay autoridad administrativa que verifique el cumplimiento de estas normas y tampoco la ART lo va a hacer porque corre el riesgo de perder su cliente? La excepción son empresas multinacionales que ya vienen al país con una cultura de prevención, explica Schick.Segal apunta: Un objetivo de la ley era bajar el costo laboral. Sin embargo, se obliga a un gasto mensual fijo a PyMEs que nunca tuvieron siniestralidad y ahora tienen que contratar una ART. Lo que hicieron fue fortalecer el mercado de capitales. Tampoco disminuirán los juicios laborales, dicen Schick y Segal, porque hay muchos juicios pidiendo la inconstitucionalidad de la ley. Algunos jueces ya han coincidido con esta perspectiva. El Tribunal del Trabajo N 2 de San Isidro, por ejemplo, que declaró que el artículo 39 es violatorio de la Constitución y del Pacto de San José de Costa Rica porque no reconoce al trabajador el derecho que tiene todo ciudadano de recurrir a la vía civil.Jorge Ferrari discrepa: Una cosa es el marco civil y otro el laboral. No es lo mismo un riesgo laboral y otro casual, que se produzca en el lugar de trabajo o en la calle. Por eso tienen un tratamiento diferente. Es común que las legislaciones laborales tengan tope. Si se demuestra que hubo dolo (intención de provocar el accidente) por parte del empleador entonces sí es legítima la vía civil.Beatriz Fontana, abogada especialista en Seguridad Social, objeta el argumento. Hay accidentes que se producen por negligencia del empleador aunque no haya habido intención de dañar al trabajador. La prevención es una obligación estatal indelegable, no puede quedar en manos privadas, dice Segal. La Superintendencia de Riesgos del Trabajo absorbió las funciones de la desmantelada Dirección de Seguridad e Higiene. Se financia con el 0,6
     
    #1
  2. DaniMar

    DaniMar Poeta veterano/a en el portal

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    Se mean en nuestra puerta y se cagan en nuestra cara.
    Un abrazo.
    Dany.
     
    #2

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