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Romance de pubertad

Tema en 'Poemas de Amor' comenzado por F. CABALLERO SÁNCHEZ, 16 de Marzo de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 487

  1. F. CABALLERO SÁNCHEZ

    F. CABALLERO SÁNCHEZ Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    11 de Enero de 2014
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    Romance de pubertad


    La vi pasar distraída
    al cruzar por la alameda.
    Quien la hubiese conocido
    siendo la moza que era
    jamás podría aceptar
    que aquella moza era… "ella".
    ¡Porque parece mentira
    cómo perdió su belleza!
    Antes era tan hermosa,
    de figura ¡tan perfecta!...
    Como mujer, resaltaba
    por aquella boca fresca
    y aquellos ojos tan negros,
    profundos como cavernas;
    por sus cabellos brillantes;
    y aquellas carnes tan prietas,
    y aquellos senos turgentes
    y aquellas anchas caderas.
    Hoy su boca, no es su boca,
    sus mejillas no son tersas
    su alegría… ¿adónde fue
    que me pareció tan vieja?
    Antes nunca yo probé
    la miel que hay en la colmena
    (¡ay, panal) de una mujer.
    Y con imprudencia, ella…
    a un niño la dio a beber.
    Mis pocos años no eran
    buen foso para un castillo…
    ¡si el fuego prende su cerca!
    Me besó junto al naranjo
    que está detrás de la huerta.
    Ni el relumbrón que da el sol
    cuando en los ojos nos ciega,
    ni la furia de los vientos
    del huracán o galerna,
    cuando levanta las olas
    hasta las mismas estrellas,
    ni el volcán que más vomite
    el fuego de sus cavernas,
    ni el terremoto más fiero
    que haga quebrantar la tierra…
    provocarían un desastre
    como aquel beso, en mis venas.
    El sol se marchó prudente,
    la Luna surgió discreta,
    curiosilla y criticona.
    El aire calmó su fuerza
    mientras ella se gozaba
    con mi prevista torpeza.
    Testigos inesperados
    de aquella furtiva escena
    fueron los tímidos pájaros,
    que buscaban sus literas,
    entre las tupidas ramas
    de la tranquila arboleda;
    el susurro de las aguas
    que reflejaba la acequia,
    el run-run de algunas tórtolas
    y el olor de las adelfas…
    La timidez que tenía
    me la fue quitando ella
    (al tiempo que abandonaba
    con nerviosismo sus medias)
    hablándome del amor,
    de su vida insatisfecha,
    de tantos años perdidos
    y tantas falsas promesas…
    y montó… con mil halagos
    su potro de carne fresca,
    sin bridas y sin estribos,
    para trotar por la sierra
    llevada por su entusiasmo
    como una amazona experta
    mientras lanzaba suspiros,
    y lamentos de posesa.
    No quiero decir las cosas
    que ella, imprudente, dijera
    porque aún siento pudor
    a pesar de ser sinceras.
    Debo decir, y es justicia,
    que el recuerdo que me queda
    de aquella tarde de agosto,
    que acabó en noche de estrellas,
    fueron sus pechos de nácar,
    de terciopelo y de seda,
    sensuales... y escurridizos
    como escamas de sirena.
    Quise hacer como los hombres
    que muestran nobles maneras
    y galantes con mujeres:
    la ayudé a que rehiciera
    sus cabellos esparcidos,
    sobre la tupida hierba.
    Entonces fue cuando dijo,
    con un guiño de coqueta,
    que aunque ya estaba casada
    era igual que una soltera
    porque la dejó el marido.
    Y al hilo de su ocurrencia
    añadió que fue feliz…
    con alguien sin experiencia.
    Lo que dijo me dolió.
    ¡Qué pena que lo dijera!
    Porque estando enamorado
    no quise volver a verla

    Málaga, noviembre 2007
     
    #1
    Última modificación: 19 de Abril de 2014

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