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Romance del caballero

Tema en 'Poemas Generales' comenzado por minsandi, 17 de Mayo de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 344

  1. minsandi

    minsandi Poeta fiel al portal

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    26 de Abril de 2007
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    Género:
    Hombre
    I
    “En un lugar de la Mancha
    de cuyo nombre no quiero acordarme…”
    -reza con pluma fina
    el ya mítico Cervantes-
    con frases que quisieron
    como una espada en mi ser clavarse,
    dando paso a la imaginación
    y a los cantos de los juglares.
    Así, después de varios calendarios
    y reflexiones en las tardes
    capturó mi mente una curiosa visión
    que hoy quisiera relatarles...

    II
    Soñaba con mis ojos abiertos
    mientras mi ser navegaba
    en una leyenda de Bécquer
    que entre caballeros andaba.
    Súbitamente, me vi trasladado
    a los tiempos medievales,
    con sus feudos, sus castillos
    y adornadas catedrales,
    embellecidas por las doncellas
    galanteadas en los parajes.

    Entre los toques de campanas
    y el cantar de los juglares
    que se movían con sus palabras,
    había uno, que al impresionarse
    con el regreso de los caballeros
    de sus andanzas en suelos orientales,
    compuso con su laúd y con su musa
    una oda, que quiso en mí anidarse:

    III
    “Con su escudo y su corcel,
    con su alma y con su yelmo,
    con su armadura plateada
    hoy regresa un caballero.
    Viene en lenta cabalgata,
    y con su pendón bien enhiesto.
    Un poco más atrás, cansado
    le acompaña su escudero,
    testigo de las peripecias
    y andanzas del caballero.
    La espada quedó guardada
    y el corazón descubierto.

    Tras la nube que se queda
    en el camino polvoriento
    una multitud de niños
    extasiada lo está siguiendo.
    Sueñan con tierras lejanas
    repletas de misterios,
    que con sus nombres extraños
    los invitan a ser caballeros,
    personajes de mil historias,
    mil poemas y mil cuentos.
    Las espadas de juguete
    dejan en el silencio
    a los imaginarios enemigos
    que ellos están combatiendo.

    Mi amigo el juglar escucha
    otros cantos y otros versos.
    Con sus ojos parece decir
    que hablará de sentimientos,
    de esos que no se captan
    a menos que haya fuego
    en lo profundo del corazón,
    a menos que estén atentos
    los ojos para separar
    el bullicio del silencio.

    Muchos lo ven y se extasían
    entre los gritos del recibimiento
    por las victorias obtenidas
    en las tierras del Maestro.
    Mas ellos desconocen
    la procesión de adentro,
    que solamente es sentida
    por quienes pelean por un anhelo.
    Muchas noches, muchos soles
    lleva a cuestas, y poco sueño.
    Pero acerca del corazón
    hay demasiados secretos.

    Sus emociones están cargadas
    de ansiedades y recuerdos.
    Vienen a él la guerra,
    las mezquitas, los muertos,
    los turbantes, la espada enrojecida
    y los niños indefensos.
    Todo ello lo desgasta
    y lo sume en abatimiento.
    ¡Saber que tantos inocentes
    la espada dejó en silencio!

    Su mente divaga en esas tierras
    desconocidas hacía poco tiempo.
    Al mirar la cruz dorada
    que cuelga sobre su pecho,
    sus ojos negros se iluminan
    y toma fuerza su aliento.
    Han pisado sus pies la Tierra Santa,
    las arenas donde el Maestro
    caminó hablando verdades
    y carne se hizo el Divino Verbo.
    Un extraño y profundo calor
    inunda sus sentimientos,
    al recordar que con pasión
    libró esa tierra del sarraceno.
    Y llora por las perversidades
    que en el nombre de los cielos
    cometieron las infames
    imitaciones de caballeros.

    Muchos murieron en la guerra
    y en el olvido los hunde el tiempo.
    Pero a éste que regresa
    las doncellas ofrecen sus besos,
    los juglares sus poemas
    y los curas sus padres nuestros.
    Su nombre está inmortalizado…
    pero él lleva una ilusión adentro,
    que para él tiene más valor
    que la inmortalidad de los versos.

    Grande ha sido su martirio
    al ver a sus amigos muertos.
    Pero su secreta ilusión lo sostuvo
    cuando casi muere por dentro.
    Por amor a su Cristo
    y a la dueña de sus sueños
    luchó para no morir
    a pesar de la distancia y el tiempo,
    sanando sus heridas
    a punta de aquellos besos
    de la doncella que le esperaba
    clavando mil padres nuestros
    en los registros de los clamores
    que se llevan en los cielos.

    Por eso, apura su galope
    y deja atrás a su escudero,
    conocedor de las ilusiones
    de este noble caballero.
    Sube y cruza veloz la colina
    mientras su alma se hace fuego.
    Ya no le importa la guerra,
    ya no le duelen tanto los muertos.
    Solo importan la fe en su Cristo
    que le libró de los tormentos,
    y el amor profundo y ardiente
    de la mujer de sus sueños.
    Por eso desciende del caballo,
    ya que ahora importa el tiempo.
    Lejos del imponente castillo
    y cerca de un hogar modesto,
    despojado de su armadura
    se hace hombre el caballero.
    Con los ojos fijos hacia arriba
    agradece al Señor su regreso
    y corre, corre apasionado
    para hallar unos ojos negros
    y besar unos suaves labios
    que juraron un pacto eterno.
    Cinco años de cruzada,
    cinco años de sufrimiento,
    cinco de llorar las tragedias
    de los inocentes muertos,
    cinco años lejos del hogar,
    cinco años sin sus besos,
    cinco años para poder decir:
    -Mi amor… por fin he vuelto-”
     
    #1

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