Rómpete la cabeza-.

En grandes letras moldeadas

la exégesis de un gran sacrificio

noble temperamento adueñado

en la penumbra monacal de un incendio

de alabastro. Todavía escribo mal.

Mis índices sexuales completan el registro.

Señalan las verticales conjunciones

el pie de rey que tu horizontal astucia

trabó en consonancia con mi frente de lodo.

Tus amatistas redondeadas pusilánimes

hasta decir basta, titulares de un gran periódico,

iniciales de un rey habituado a su pérdida.

Dónde fabricas ese espacio cotidiano, lejos

de la penumbra, en un solsticio de baños,

narices aguzadas. Todo monarca exige

su concesión, mis manos, el brazo, la temperatura

voluptuosa de una almendra axilar.

Oh, cómo froto tu ingle deleznable, figura

de terciopelo o roto amarillo en sangre! Cómo

busco las líneas pacíficas de una altura estimable,

dentro de tu carnal impaciencia intransigente.

Me adueñé de tu vida, ser imparcial, y en las grandes

avenidas, trabé contacto con lo fundamental de mí.

Oh, inapreciable consejo admitido, oh, figura de estropeada

porcelana, oh todo y de todos!

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