Ruido del Caos en las Fronteras Mentales

Existe de hecho
una frontera de tierra rugiente
que impide ver que hay al borde de la frontera.
Es un caos que me embota la mente.
Que me impide concentrarme
que me impide hablar
que me impide avanzar
o parar quieto.
Un chirriante y quebradizo magnetismo a ambos lados del sueño
que me impide pensar con nitidez,
que me impide pensar
que me impide olvidar
y que resigue suavemente cada cicatriz fónica o sonora.
un maldito león que duerme cuanto más se rompe alrededor
un maldito león que ríe cuanto más ruido hay alrededor
un maldito león que baila en la sesera cuanto más arde alrededor.
un maldito león que danza con sus propias psicofonías en su propio triangulo de las bermudas que ha levantado en la atlantida que separa la distancia entre mis manos.


no puedo dormir en el beneplácito de la locura
no puedo despertar en la locura del beneplácito.


los autocares hilvanan hilos de encadenada cordura por doquier
los rascacielos le lavan el culo al egocéntrico dios cristiano
las luces nocturnas atontan a los búhos que necesitan tomar café al salir el sol para luego estrellarse contra los cristales y las paredes pintadas y repintadas en la sangre perdida, derretida y vaporizada de la naturaleza.


mi sinceridad es en realidad una excreción de humo que salió disimuladamente por las orejas mientras la andaba buscando por el cuarto desordenado del cogitos freudiano.


y ahora los poetas locos me abren la puerta mientras le escupen a los lirios.
Es irónico. Siempre pensé que el infierno era como una puerta cerrada, una mirada perdida o una palabra jamás dicha por miedo a su explosión o implosión.
ahora ellos me abren la puerta y no veo más que el cielo dolorosamente azul atravesando el techo caído de una casa ametrallada en mitad de campos abandonados (ooh, los recuerdos de la guerra).
y ahora ellos me abren la puerta.
El infierno era una puerta cerrada.
Y ahora ellos me abren la puerta.
y no veo más que dulce realidad.
Y ellos me susurran:
el infierno es la realidad.
Me desconcierta que tan bella dulzura sea el infierno.
Será por eso que están locos, que estamos locos.
Tanto tiempo buscando la desconcertante puerta para que al fin sea cualquier puerta la que te de el mazazo en la cara.
Sinceramente. mi puerta cerrada fue la mirada gacha y la voz trémula jamás alzada de una muchacha dulce y dura que me aniquiló.
Ahora Freud baila en el vergel.
Y a las fronteras les sigue rugiendo la trémula tierra de los lagartos pardos y las horas discretas. El cielo ruge y no duermo. El cielo ruge y las puertas cerradas caen. Nada quedará en rededor tras las fotos quemadas en blanco y negro. Y los gusanos heredarán la tierra cuando la consciencia sea sincera.

 

Contundentes, vibrantes, bellos tus versos amigo...un gusto volver a leerte...
Te abrazo con todo mi cariño...