sabes como soy.

Tú estas solo allí. Solo, allí.

No sueles venir por acá pero yo camino lentamente hasta el edificio de la exótica vista, porque yo se que si se trata de plantas, ahí estarás.

Solo vale la pena que camines hacia acá, si estás seguro que cambiaras de lugar. Conozco a la perfección tu entrada he tropezado veinte veces en la grada número tres, de arriba a abajo. Y sé que no es un lugar fácil de superar. Dejar. Partir. Ser libre. Buscar.

Eran las 18 horas, caminando en la acera del lado derecho de “Cinnamon street” decidí desviarme y ahí, encontré mi camino de ramas.

Pequeñas huellas de Au.

Y allí estaba yo, con mis ojos cafés, viendo el atardecer, fui a “sobre pensar en ti” y me perdí. Encontré pequeñas ramas y hojas de un árbol gigante que en mi otra vida juro, que plante. Esas hojas me sirvieron de vestido. ¿Como podría alguien usar lo usual?

Si te dejas llevar, puedes llegar a la cascada en la montana. No solo te dejas llevar, sacas fuerzas para caminar en un puente de troncos. No solo asusta. Si no, es una realidad, pero después de ahí, el sacrificio acabo, la fuerza la deje, mi cascada puede caer si la toco con timidez, seré gentil.

Estos pequeños amigos me guían. Si tan solo no tuviera almendras en mis pies, podría correr…

Ahora, ven conmigo, tienes la dirección, tienes la razón, te espera una vista de esas que no debería yo contar en frente de alguien, de esas que no espero que esperen de mi. Pero lo sabes.

Sabes lo que soy.