Saltaban las casualidades

Saltaban las casualidades, separadas por esos segundos, que aprovechan para exaltar colores y sabores varios.
Mientras estaba dentro del espejo, desde el que observaba estos sucesos, el agua se ofreció a su sed, más fueron incapaces de verla.
Mis labios intentaron susurrar mi cercanía, pues quería ser escuchado, más parecían responder que hay cosas que no se cuentan, que no hay necesidad...
Querían dejar su huella entre el viento y llegar a todo lugar, como prueba de su búsqueda permanente de no sabían qué; de algo de lo que jamás tuvieron, tienen, ni tendrán recuerdo alguno. Es su memoria más breve que la disolución de la espuma.
Aunque las casualidades estén ahí, siempre es la primera vez para cada una de ellas y, aunque es un delirio su constante regreso, su hechizo no deja de ser algo innegable.
Es lo suyo una costumbre que se estira en el tiempo, habitando inevitables encrucijadas, difíciles, por no decir imposibles, de volver a experimentarse de modo idéntico.
Yo quisiera conocerlas mejor, , fijar sus siluetas e intentar prolongar sus existencias, más, sé que no deja de ser una fantasía. Será por esto que amo, cada día más, su desordenado orden, su orden desordenado, aunque no llegue a saber la verdad.
¿Son ellas o nosotros los polizones en este juego de la vida? Tan solo se me ocurre no dejar de seguir bailando con ellas hasta que el amor deje de ser una extraña manía.