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Se resistía

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Asklepios, 18 de Noviembre de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 308

  1. Asklepios

    Asklepios Digamos que a tientas

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    Se resistía a constatar su felicidad jubilada mientras su mirar, convertido ya en un incapaz instrumento, en nada ayudaba. estaba, además, sometido gran parte de su tiempo, a la torpe adicción a la sonrisa. sonrisa que ya era necia, deshabitada. la eterna noche en la que vivía desde hacía siete años, iluminaba más y más su tristeza. ese enemigo que, instalado en ella desde entonces, roía su adormecido existir al que la mantenían unida aparatos de última tecnología, en una fría sala de hospital.
    Siete años de visitas casi diarias. siete años acudiendo a un encuentro con apenas nadie. al principio no pensaba así. ni mucho menos. Sus esperanzas en una pronta recuperación, ya fuera parcial o total, estaban intactas por entonces, cuando ni siquiera pensaba en eso, en la medida, en el tamaño, por decirlo así, de su recuperación. Lamentablemente, ya no podía decir lo mismo. Se confesaba que ya no había en él ilusión alguna y, menos aún, desde el último comunicado médico. Admiró todo lo que habían hecho por ella. Era mucho más de lo que se podía pedir. Lástima que el final casi estaba allí. Todo se reducía a dos opciones. La primera era seguir manteniendo las constantes vitales como se había estado haciendo hasta entonces, lo que no era mantener una vida si no, más bien, prolongar una muerte en la que, no más, palpitaba un corazón que quería llevarle la contraria. La segunda, hoy por hoy, todavía negada por las leyes de los hombres, era dejarla marchar para siempre. Suponía que era lo que estaba deseando desde los primeros días. Él lo querría así. Sin dudarlo. Pero era imposible saber su opinión y eso hacía aún más dura la situación. No sabía si sería capaz de continuar. Sincera y egoistamente, a pesar de amarla más y más cada día, quizás, en el fondo, deseaba su muerte.
    Por otro lado, era fácil de suponer que estar en las condiciones en las que llevaba ya siete años, para ella no habían supuesto nada al no ser consciente. Y si no sentía, si no vivía, ¿por qué mantenerla así?
    Quizás sea una estupidez el perder siete años de la vida de esta manera... Las relaciones personales prácticamente se habían reducido a las laborales y cuesta cada vez más relacionarse. Y más aún, cuando la melancolía y la tristeza son las señas de su identidad, carta de presentación y pilares en los que su vida se sustenta.
    A pesar de todo, tarde tras tarde, al despedirse, siempre dijo lo mismo:
    "Mañana volveré a verte, amor mío. Sin dudarlo.
     
    #1

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