Seismo

Brillaban los topos dorados
en el armario color caoba.
El sol por entre los agujeros
atravesaba la persiana roja.
La mañana se hacía presente
cada vez con más potencia,
cada vez más intensamente,
refulgiendo con más fuerza.
Me levanto y me siento
en la cama, aún caliente,
y estiro los brazos al viento
pues no me rodea la gente.
Miro el reloj y asiento tranquilo:
no tengo prisa por levantarme,
todavía puedo darme un respiro.
Sin mucho afán vuelvo a tumbarme.
Fue larga la noche de juerga,
me acosté bastante borracho,
no sabía ni abrir la puerta.
No sé cómo llegué a mi cuarto.
El café humeante aún en la taza
comienza a ejercer su efecto.
Me quito el pijama y hago la cama.
Tiempo para la ducha no tengo.
Salgo a la calle, por fin despejado.
Allí miro a todos con gran asombro,
andan como si nada hubiera pasado,
mientras pasean entre escombros.
La ciudad entera está derruida
todo se ha venido abajo
excepto mi casa, también en ruinas…
y algún que otro edificio bajo.
Pero la gente no es que no mire
Es que no saben donde ir,
no pueden salir del alucine
de todos aquellos gritos oír.
Atrapados en los escombros
quedan personas a cientos.
Muchos arrimando el hombro
comienzan ya su salvamento.
No hay orden ni concierto.
No hay quien controle nada.
Todos actúan con acierto
según su naturaleza humana.
No se oyen sirenas, ni coches;
no tienen por donde pasar.
Pronto volverá a ser de noche
y entonces sólo Diós sabrá
….

 

Derroche de imágenes y poesía su derrumbe. El final me sorprendió gratamente. Me gusto mucho poeta. Un saludo.