Sentimiento amargo

La música en mis auriculares revuelve pensamientos,
quejidos con tu nombre.
Desperdicios de toda la porquería que me susurran tus defectos.
Los que odio.
La frialdad con que llevas adelante la vida.
La comodidad con que te sientas a ver la tormenta pasar.
De la que yo suelo estar rodeada,
esperando a que la lluvia pase.
Pero sigue estando húmedo,
y las gotas siguen pincelando heridas ya infectadas.

Lo que sigo odiando de ti,
tiene una lista que aún recuerdo anotar mentalmente.
Cuando te hallabas junto a mí,
cuando las madrugadas sin ti,
me visitaban congeladas,
yo aún seguía odiándote.
Odiar de detestar exactamente todo,
y en momentos,
u horas de minutos largos,
hasta a ti.

Pasó un mes y aún sigo odiando.
Es un sentimiento que me seca la garganta,
y la lista dentro de la mesa de luz a mi izquierda,
parece extenderse.
Y las madrugadas aún diluvian como granizo.
Golpeando y dejándome magulladuras.
Moretones que también aborrecen.
Todo mi cuerpo conoce el sentimiento,
aquel que te maldice por lo bajo.
Inclusive esa parte de mí,
que aún y por necedad,
te llama.
Sabiendo que no estás.

Prendo fuego el dolor,
pero las cicatrices,
se burlan de las mariposas pudriéndose dentro de mi estomago.
A veces hasta se me va el aire,
y comienzo a pensar que quizás algunas se hallan atascado en mi garganta.
Luchando por escapar quizás,
o teniendo la esperanza de que al mirar los témpanos,
escondidos bajo esos labios con sabor a agonía tuyos,
me dirías lo que siempre solías argumentar.
Jurar y hasta susurrar en las noches.
Pero las noches ya se existen sin ti,
sigo odiándolo también.
Y odio mucho,
de todo lo que no puedo odiarte.