Sepulcro

Camina yerta entre los musgos,
de los ojos le brotan cristales violeta
que amenazan dar sepultura a un pasado,
que arde y lleva podredumbre
mientras carcome los huesos con los recuerdos.
Su cuerpo un cadáver donde todo queda seco,
su alma un sepulcro,
ahí encerró lisonjas y alabanzas de quien mentía,
un camposanto donde quiere dejar los odios,
liberar las envidias, las inmundicias de lo terrenal,
las pasiones como posesiones,
la ira y el dolor insano,
los amores que nacieron desde antes malditos por el tiempo.
Su alma un ataúd de pesada carga,
que amenaza doblar su frágil cuerpo,
cuando éste, ¡éste es casi un despojo!,
que en los musgos va dejando sus huellas
como si fuera el sepulcro de sus versos.
Muchos han sido los jueces,
pero sólo uno el que la ha juzgado,
su cabeza condenó a la guillotina,
el verdugo sólo cumple lo que le dicta el alma
y ella dicta acabar de una vez con ella,
como si las cárceles no estuvieran llenas de inocentes.
Ahí va ella desfalleciente,
azotada por la ira que ha traído el viento,
arrastra la losa que servirá a su sepulcro,
detiene su paso, llora y su llanto riega el pasto,
la mente lleva quieta, silente, sumergida tal vez en otro mundo,
visitando el subconsciente para poder despojarlo
de las pobredrumbes secretas y darles negra sepultura.
Sin aliento duerme sobre la pesada losa,
donde se alcanza a leer: Amé y fui amada.​

gaviota azul

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