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ser sensual (finalizado)

Tema en 'Relatos extensos (novelas...)' comenzado por AntonioG, 9 de Mayo de 2013. Respuestas: 16 | Visitas: 2842

  1. AntonioG

    AntonioG Poeta recién llegado

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    8 de Mayo de 2013
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    SER SENSUAL (FINALIZADO)
    CAPÍTULO I
    Antes de leer esto debo aclarar que en este texto no hay ningún pasaje erótico que se pueda deducir del título.
    INDIVIDUOS
    Las personas no llegamos a ver más allá de lo evidente y tornamos infantil la percepción individual que solo alguien capaz de sentir, de separarse de las masas puede descubrir para poder ver detrás de la pintura.
    El ojo perforador que poseía Iván le hacía algo distinto a los demás chicos de su edad, no podía ser hipócrita como otros, le deprimían insignificancias de las que otros apenas se percataban por esto le consideraban algo tonto y fuera de lugar, sin embargo no podían apartarse de él puesto que los beneficios de su prodigalidad eran algo de lo que todos deseaban hacerse.
    Clarisa no honraba a su nombre pues no tenía nada claro, sin ser una chica estúpida que va cayendo en cada vuelta de la vida, tampoco llegaba a ser lo contrario, tenía una serie de rasgos que le hacían ver pintoresca:
    Permanecía en un interminable estado dubitativo que no le permitía reaccionar a la misma velocidad que los demás por lo que le consideraban lela, esto se debía a un problema de inseguridad que le blindaba de emociones bajas y sin embargo le tornaba sentimental. Su estatura estaba por debajo del promedio y aparentaba ser más pequeña aun, tanto que algunas veces parecía elevarse con la brisa, era pues muy delgada y su contextura ósea acentuaba esa natural falta de peso, su piel blanca pálida y sin rubor daba la impresión de que agonizaba eternamente, no se había desarrollado los últimos tres años y sus quince veranos vividos parecían una tomadura de cabello cruel.
    Iván era alto a sus diecisiete años, de cabello negro profundo piel blanca algo bronceada y ojos pardos entristecidos o cansados de observar.
    Entonces amaba con elemental cordura adolescente a una prodigiosa químico farmacéutica recién egresada de la universidad, quien había sufrido luchado e incluso humillado y pisoteado su orgullo para obtener los medios y sapiencia para abrir al público su pequeña pero envidiable farmacia “LA LUZ” que en última instancia era su vida materializada, cualquier persona que le conociera sentía inmediata confianza para llamarla por su apodo: Saza que derivaba de su nombre Sara Zapata o la señorita luz.
    Saza no era lo que aparentaba pero ella misma incluso ignoraba su propia identidad, no podía ser considerada precisamente una mujer normal, de hecho eso a Iván le cautivaba, no le preocupaba su reputación así que cuando Iván llego a su negocio lo recibió con amabilidad. Al principio no se percató de cuánto ese adolescente podía sujetar su atención. Le consideraba un buen amigo que podía y tenía paciencia para escuchar sus desfasados sueños frustrados y valoró aún más aIván cuando descubrió que para él ella era admirable. Esta mescla de cariño, empatía y posición deificada le brindaba una sensación confortable que rápidamente degenero en estimulante hasta que la relación escalo en intensidad y temperatura hasta llegar al clímax y a continuación una pasajera demencia le impulsó a entregarse a una aventura, pero esta resulto demasiado corta, lo cierto es que cuando la fiebre paso como un tornado para desvanecerse luego dejando tras de sí su aplastante huella: Saza regresó a su lugar tras el mostrador y de allí no volvió a salir.
    Iván no podía ir al ritmo de sus compañeros, le agotaba el trajinar veloz, violento y errante de los demás. El prefería paz y caminar despacio por los días y eso a esa edad muy pocos lo deseaban, a consecuencia mientras otros sentían monotonía Iván era feliz y cuando los demás se divertían él se deprimía. Consideraba que no había nada que valiera la pena incluso ninguna persona a su alrededor era lo suficientemente llevadera par esforzarse en soportarla.
    Esta situación continúo Hasta que le hizo falta un analgésico, fue así como conoció a Saza, quien le atendió con su clásica cordialidad de anfitriona, con el tiempo cualquier excusa para visitar una farmacia se hizo válida para volver a pisar el blanco piso de mayólica de “la luz”. Hasta que una tarde sin trascendencia, mientras caminaba perdido en sus meditaciones, tropezó con una varilla de hierro incrustada en el pavimento, cayó de rodillas con imprevista violencia haciéndose una herida en dicha articulación. Ese fue el momento en el que su vacío corazón se llenó de luz.
    Llego a LA LUZ apoyándose en los edificios, puesto que era la primera vez que se hacía una herida de esas dimensiones, no podía evitar exagerar el dolor al ver el color encarnado que lucía su rodilla. Casi agonizante atravesó el umbral ansioso por detener su sufrimiento y efectivamente encontró a su salvadora como era de costumbre leyendo una revista a la espera de un cliente, ella no pudo evitar sonreír algo enternecida por la actitud sobredimensionada del joven.
    Saza le atendió con cordialidad sin poder dejar de sonreír, es que era un espectáculo gracioso ver a un chico sufrir tanto por una lesión insignificante. Pero Iván quedo hechizado por tan maravillosa mujer, su rebosante sabiduría le salpico el intelecto y mientras la farmacéutica de cabello rubio artificial le curaba la extremidad, él llego a admirarla. El dolor menguaba lentamente y al fin pudo notar que había extremado mentalmente su dolor, aun así no pudo evitar derramar unas pocas lágrimas que no noto brotar, al verlo Saza le secó el rostro con las yemas de los dedos mientras contenía una carcajada.
    - Eres un llorón,- dijo mientras hacia un ademan indicando que ya había terminado- muy guapo, pero.
    - Muchas gracias…- replicó Iván repentinamente nervioso.
    - Pues me caerían mejor unas monedas.-se hecho reír
    Se miraron un instante tratando de descifrar lo que pensaban, pero al no lograrlo se sonrieron, Iván se sentía tonto y torpe y solo sonrió por imitación , esa persona a su lado despedía una especie de luz que llenaba el lugar y que penetraba en su corazón haciéndole sentir bien. Él sabía que la señorita tenía algo especial y aunque no tenía idea de que podía ser, la perspicacia que poseía le hacía actuar sin proponérselo.
    - Me llamo Iván…- murmuro con inseguridad.
    - Yo soy Sara Zara…- le miro a los ojos con una alegría incomprensible- solo llámame Saza.
    Con el transcurrir del tiempo empezó a necesitar todo tipo de drogas y cuidados ridículos, eso a ella al principio le tenía sin cuidado pero a medida que Ivánaparecíaen la farmacia con mayor frecuencia y desenvoltura se divertía más con su presencia y pronto llego a esperar con expectativa la próxima enfermedad de su más asiduo cliente. En su interior crecía un sentimiento obtuso y enredado que no sabía definir, Iván era elegante en sus insistencias y aparentaba una madures inusual para su juventud, eso abrió lentamente la confianza y sentimientos de Saza.
    Clarisa admiraba a Gustavo, un chico rústico pero cordial, que había crecido en el mismo barrio que ella. Por alguna razón incomprensible Gustavo era exitoso en todo lo que hacía y se proponía, como estudiante, deportista y líder estaba entre los más destacado, además su jovialidad le abría puertas que resultaban inalcanzables para Clarisa, por eso deseaba ser como él o almenos estar a su lado.
    Para Gustavo sin embargo, clarisa era una chica deprimida o enferma que no le importaba, pero le trataba con amabilidad y aparente afecto debido a que sus familias tenían una relación muy estrecha y a consecuencia durante niños fueron muy apegados, sin embargo la diferencia de caracteres les separo rápidamente en cuanto se hicieron adolescentes.
    Clarisa solía subir a la azotea del colegio durante el receso para devorar los bocadillos que traía de casa para paliar el hambre, se sentaba en la terraza porque a menudo no tenía con quien pasar las horas libres y prefería estar más cerca del cielo que deambular por el patio buscando alguien dispuesto a soportarla. Desde lo alto observaba con algo de celos la felicidad de los demás estudiantes que sí tenían compañía, sin saber que en una parte escondida por una pared a medio construir y por un montón de chatarra se acomodaba ocasionalmente Iván, durante casi cinco años hacían eso y no se habían visto ni presentido jamás. Ambos eran devotos del silencio.










    CAPÍTULO II
    LA AZOTEA
    El fin de ciclo se acercaba y todos los estudiantes buscaban con apremio alguien con quien asistir al baile de promoción, como era de esperarse obviamente clarisa no tenía con quien ir y aunque era muy realista, esta vez el deseo inherente de asistir, que solía desvanecerse rápidamente esta vez fue creciendo lentamente hasta que una mañana al despertar sintió ansias por primera vez y mirando las cuatro paredes de su habitación, decoradas con mal gusto, pensó en alguien que le acompañara y por supuesto esa persona no podía ser otro que Gustavo.
    La ocasión no podía ser más desafortunada para Gustavo, hace tres días había terminado con su última novia lo que significaba que repentinamente se había quedado sin acompañante para esa gala. Desesperado empezó a pedir a cuanta chica se le cruzaba por enfrente que fuese su pareja para la fiesta de graduación, sin embargo ya todas estaban comprometidas, eso alimento la ligera esperanza de clarisa pues creía que tal vez al verse sin alternativas se lo pediría a ella. Sin embargo aunque clarisa espero con optimismo a que Gustavo se le acercara pero este parecía haber desistido y mostrándose pálido y deprimido dejo de acosar a las estudiantes con su insistente súplica, esto decepciono enormemente a clarisa, sin embargo no se dio por vencida.
    Después de trastabillar y deshojar una flor imaginaria, alcanzó un arrebato de coraje que le dio fortaleza para acercarse al muchacho, se paró frente a él dispuesta a hablar pero la lengua se le trabo, no quería desistir así que haciendo un gran esfuerzo que lució extraño logro menguar su apocamiento lo suficiente para decir:
    - Gustavo… yo… me preguntaba si vas a ir al baile de promoción.
    - Creo que no- respondió de inmediato
    - Bueno…-clarisa se estremeció embargada por la arritmia de su enamorado corazón- quizá podríamos ir juntos...
    - Ah…-Gustavo cruzo los brazos despreocupadamente y luego de una mueca oculta e indescifrable se rasco la cabeza al hablar- no, no pienso ir.
    Él sabía que aceptar asistir con un aislado personaje como ella sería demasiado bochornoso y provocaría la burla de sus amigos, no era personal, había muchas chicas desdichadas como su vecina pero él no era un príncipe fraternal dispuesto a rescatar a alguna.
    Esa respuesta trituro el alma de clarisa y mientras se retiraba casi a rastras podía sentir como dentro del pecho se le rompía el espíritu, su cuerpo temblaba mientras resistía el nacimiento de una lágrima y tropezando con las invisibles irregularidades del piso de cemento, se deslizo por pasillos y escaleras hasta llegar a la azotea. Se sentó como siempre en el lugar más elevado dese donde podía apreciar el patio de la escuela, miro al cielo y luego sus manos, una vez más se sentía tonta y demasiado soñadora, no estaba enfadada con Gustavo sino con ella misma ¡había puesto tanto empeño para reunir valor para hablarle!... y espero tanto que al recibir nada se apreció ridícula, como un patito feo soñando con ser cisne, pensando en ello no pudo soportar más la presión fantasmal que sentía en el pecho y poco apoco las lágrimas se fueron acumulando en sus retinas hasta derramarse como pequeños torrentes que atravesaron raudos sus mejillas, el llanto contenido le aprisionaba la garganta y le impedía respirar, eso le hacía gemir.
    Iván escucho un sollozo que al principio ignoro, pero este se hizo tan intenso que rompió su paz, a consecuencia se incorporó molesto y refunfuñando, no obstante enseguida le pareció curioso que hubiese alguien más en aquel lugar puesto que por el tono de la voz reconoció de inmediato que no se trataba de ningún empleado arto de su vida. Así que llevado por la curiosidad y el deseo de reprochar a alguien se acercó midiendo sus pasos hasta el lugar de donde provenía el murmullo. Lo que vio no le inquieto pero si le sorprendió ¿Por qué una chica venía a llorar a la sucia azotea en lugar de buscar consuelo en los brazos de sus amigas? Su interrogante recibió automáticamente una respuesta cuando percibió la palidez de la muchacha, no era circunstancial ni producto de una enfermedad: esa era una adolescente rara.
    Cuando al fin clarisa pudo controlar su llanto respiro calmadamente para incorporarse luego, sin embargo al levantar la mirada vio a un sujeto que le observaba insistentemente, eso le asusto porque en todo ese tiempo nunca se había topado con nadie es ese lugar, así que trato de escapar más al dar unos cuantos pasos sus piernas se doblaron adormecidas y cayo pesadamente al piso.
    - ¿Estás bien?-balbuceo Iván mientras daba un paso hacia atrás-no quise asustarte…- iba a continuar hablando pero vio en la rodilla izquierda de la chica una herida bastante desagradable, al menos para él, así que sin proponérselo se acercó para ayudarle a incorporarse; la proximidad de ese extraño aumentó los nervios y bochorno de Clarisa, quien al no saber qué actitud tomar solo pudo encogerse con la piel erizada.
    El impulso de ayudar pronto se desvaneció en Iván que no veía razón alguna para interactuar con una desconocida si ya se había disculpado, a consecuencia caminó hacia las escaleras dispuesto a marcharse pero un escalofrío tenso le detuvo y simultáneamente una luz le alumbró la mente: era la excusa perfecta para volver a ver a Saza sin que pareciera personal.
    - Hay una farmacia cerca, allí te limpiaran la herida- clarisa quiso responder algo, quizá “no es necesario, en la escuela hay una sala de enfermería” pero no supo articular palabra alguna, solo abrió la boca sin producir sonido alguno, a Iván sin embargo eso le pareció suficiente y toscamente le arrastro a “La Luz”. Clarisa tenía la mente bloqueada y no podía pensar coherentemente, así que cada instante le llenaba de más incertidumbre.
    Al llegar a la farmacia Iván se detuvo para secarse el sudor frio que le producía la neblina, el aliento cercano de esa chica y la ansiedad por volver a ver a Saza. Aun temblando espió tontamente para asegurarse de no ser impertinente, la farmacia estaba vacía, Saza sentada tras el mostrador veía su novela matutina en un diminuto aparato de televisión, “LA LUZ” irradiaba claridad con sus potentes fluorescente a la calle húmeda hecha de paredes grises de viejas casonas a través de las cuales se deslizaba como el humo de un cigarrillo, el aliento del mar, que escalaba desde las playas, por acantilados y barrios acumulándose en la calles sin ventilación como fantasmas de inverno, pero esa farmacia era inmune a la tempestad parecía traído de otra latitud, como un oasis de calor.
    Iván tomo un suspiro profundo, practicó su actitud mentalmente, miro de reojo a la chica pálida, le lanzo una mirada impositiva, tomo su mano fría y pequeña y finalmente se impulsó hacia el interior, Saza se incorporó tan pronto los vio y busco en sus faccionesel semblante de perfecta anfitriona, pero esta vez le resulto más difícil sonreír quizá porque el frio adormece los músculos, incluso lo que te permiten sonreír, o quizá fue porque le sorprendió volver a ver a Iván.
    - ¿puedes atenderle?-hablo nerviosamente Iván, mientras de su boca salía aire caliente entorpeciendo la visibilidad como si se tratara de un escudo para no verse a la cara. Saza miro a la chica analíticamente y con su típica sonrisa abrió la puerta de su pequeña sala de atención haciendo un ademan para que clarisa entre.
    Iván no tuvo coraje para entrar también así que se quedó frente al mostrador observando con tristeza la silla en la que Saza se sentaba todos los días casi todo el día; no era la primera vez que Clarisa y la farmacéutica se veían, la estudiante había comprado varias veces algunos antibióticos, pero era imposible para Saza reconocer a todos sus clientes así que ambas se observaron disimuladamente, Clarisa estaba deslumbrada por la belleza y calidez de la médico, Saza estaba asombrada de lo pálida y frágil que se veía esa niña, pero ambas se sentían interesas mutuamente, como si pudiesen darse cuenta de cuan especial era cada una.
    - ¿Cuándo será la fiesta de graduación del colegio?- interrogo Saza mientras aplicaba una pomada en la piel rasgada de la estudiante
    - El sábado…-replico de inmediato clarisa, que estaba ansiosa por marcharse
    - Descuida, esto no te impedirá bailar- le miro directamente con sus palpitantes ojos claros- estarás bien- sonrió mientras hacia un ademan indicando que ya había terminado.
    Clarisa trago saliva, y se apresto a salir pero un ligero escalofrío le detuvo, el pecho volvió a dolerle como en la azotea impidiéndole caminar
    - No iré a la fiesta… -susurro para sí misma con la ilusión destruida, había sido muy optimista.
    - ¿Por qué no?... cuando yo era colegiala no me perdí ninguno- la brillante personalidad de la farmacéutica hostigaba a clarisa, le hacía sentirse diminuta e insignificante.
    Ambas salieron de la sala y clarisa rápidamente empujo la puerta del mostrador para escabullirse lejos de Saza, en ese instante los tres se miraron sin saber que decir, Iván veía su visita terminada sin que hubiese dicho nada, clarisa se preocupaba porque no tenía ni una sola moneda para pagar por el servicio y Saza se hallaba perdida en sus recuerdos, en ideas absurdas. La farmacia se fue llenando del vapor que salía de los alientos nerviosos de los tres, este subía hasta el techo y arremolinándose alrededor del fluorescente daba la impresión de estar en una caverna, los ojos verdes postizos se Saza se clavaron repentinamente en la mirada de clarisa, ésta intimidada se encogió:
    - No tengo dinero ahora, vendré mañana a pagar, discúlpeme.
    Entonces la rubia se volvió hacia Iván sin ninguna mueca que dieran señales de sus intenciones, esa mirada recorrió el alma de Iván que se sentía desnudo ante ella, sin embargo rápidamente parpadeo repetidas veces, bajo fugazmente el semblante y enseguida como si se hubiera puesto una máscara, una enorme sonrisa nació en su blanco rostro y extendiendo los brazos, como una deidad benévola o como una niña pidiendo un abrazo exclamo:
    - ¡pues no se diga más, iremos todos juntos a la fiesta del colegio!
    Clarisa se atraganto con una bocanada de aire frio y abrió la boca pasmada, se sintió mareada, Iván miro fijamente a Saza sin poder descubrir nada en su careta, entonces un rubor de felicidad le recorrió el cuerpo…pasaría tiempo con su amada… no pudo evitar a consecuencia una pequeña sonrisa de satisfacción. Saza sin embargo tenía la cabeza martillada por un remordimiento preambular.
    - Es buena idea –replico Iván cuan pronto hubo salido de su abstracción.
    - Entonces no se diga más –sonrió candorosamente la farmacéutica, sin embargo Clarisa sintió revuelto el estómago así que torpemente se dirigió al umbral pensando solo en escapar de esos individuos extravagantes.
    - ¡Aguarda! –exclamo Saza –tengo algo para ti.
    Clarisa volvió el rostro automáticamente y vio que Saza se acercaba, eso le hizo estremecerse, no podía consentir un instante más la cercanía de tan disímil ser; sin embargo quedo inmovilizada ante la perspectiva y tan solo en un parpadeo los rubios cabellos de la chica se estrellaron suavemente contra su rostro mientras unos cálidos brazos rodearon su cuello colocándole una cadenita de plata.
    - Es para tí, para que lo uses durante la velada.
    La pálida adolescente quedó anonadada con el corazón en la boca; no sabía cómo reaccionar ¿tan miserable se veía hasta el punto de que una extraña se apiade de ella?, en un instante de indignación sintió el impulso de golpear a la rubia mujer y tirar la gargantilla despreciativamente, pero solo apretó el puño con rabia y se echó a andar rumbo a casa.
    No había caminado mucho cuando noto que a varios metros atrás Iván le seguía, eso le inquieto ligeramente pero sin embargo decidió ignorar su presencia. La chica avanzaba lentamente entre la pesada neblina que bloqueaba la vista, su andar dificultoso y penoso le hacía parecer una figura que había caído a la vía desde la fachada de alguna iglesia barroca, pero Iván solo observaba con la respiración entrecortada por el frio, mientras trataba de memorizar la ruta.
    Clarisa se detuvo repentinamente en la berma y se quedó inmóvil frente a la calzada, cuando finalmente Iván le dio alcance se paró junto a ella para hacerle notar su presencia; entonces se miraron de reojo sin saber qué hacer.
    - No necesitar regresar a pagar –susurró Iván –ya lo hice yo... – Clarisa quiso responder algo cortes y tratar de asumir su deuda pero no tubo entereza para hablar, solo le miro con un gesto de interrogación –es mi responsabilidad, yo te asuste.
    Un viento suave creo remolinos en la niebla y levanto el largo cabello de la estudiante haciéndolo ondear al vaivén de la brisa, esos hilos negros y delicados se estrellaron en el rostro de Iván, entonces un dejavú le inundo la mente: cuando Saza le curo por primera vez, sus cabellos rubios se posaron en su rostro y sintió el mismo estremecimiento que abrigaba esta vez.
    - Deberías cortarte el cabello. –habló pausadamente –te sentaría mejor.
    Repentinamente un autobús de servicio público se detuvo e inmediatamente de entre la neblina se irguieron varias personas que se apresuraron en abordar la unidad. Clarisa se arregló el cabello, suspiró y subió pasiblemente, recién entonces descubrió que habían estado esperando un colectivo en un paradero.
    El vehículo se detuvo nuevamente y ambos bajaron, la chica caminó presurosa por calles mal cuidadas y bordeadas de pobres casas heterogéneas, hasta detenerse frente a la fachada de una. En ese momento se percató de que no tenía consigo su bolso y por ende tampoco la llave de su vivienda, eso le hizo llevarse las manos a la cabeza para reprenderse.
    - ¿esa es tu casa? Entonces vendré viernes a las siete. –sentenció mientras extendía la mano para entregarle la mochila que venía cargando desde la azotea. –dile a tu padre que iras al baile con Iván, un amigo.

    • Gracias… –susurró y se apresuró a tomarla, estaba sorprendida pues en ningún momento notó que había olvidado su bolso y menos que el chico extraño lo tenía consigo. –soy Clarisa Fuentes.

    continuara...
     
    #1
    Última modificación: 27 de Agosto de 2013
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    CAPITULO III
    Vestido.


    El viernes la ansiedad le despertóen la madrugada; no podía concluir que lo acontecido era un mal sueño porque su rodilla lastimada era una prueba tangible, pero tampoco podía afirmarlo como realidad pues había sido demasiado inverosímil para ser parte del día a día; ¿debía tomarlo enserio y prepararse para asistir al baile de promoción?
    Iván tenía dudas respecto a que si la chica pálidaaceptaría salir o tan siquiera tomara enserio el asunto, adicionalmente sabía que clarisa era pobre y que seguramente no tendría un vestido de gala respetable, así que decidió ir temprano para salvar cualquier inconveniente. En efecto esperó a que clarisa se asomara y apoyado contra un poste de alumbrado público montó guardia sin atreverse a tocar.
    Luego de varias horas Clarisa abrió la puerta y dio unos cuantos pasos en dirección a una bodega cercana, mas cuando divisó al joven se detuvo y retrocedió lánguidamente intentando ser invisible, sin embargo Iván se apresuró a abordarle interrumpiéndole el paso.
    - Dijiste que vendrías a las siete y media –increpó tímidamente.
    - Saza me pidió que te ayude a escoger un vestido –mintió él.
    [FONT=Calibri][COLOR=#000000]Clarisa sacudió la cabeza incrédulamente sin poder comprender la situación, esa aparición le parecía una broma sin garbo, Iván le sujetó del brazo de imprevisto y le arrastró bruscamente hasta la vía principal, era tan delgada y pequeña que creyó que no existiría un traje adecuado para ella. El ímpetu con que le aprisionaba la extremidad sumado a sus repetitivos intentos por zafarse le lastimaba la piel pero en medio de esa molestia le embargó una sensación bochornosa que le ruborizó completamente, era la primera vez que un hombre ajeno a la familia le tocaba.[/COLOR][/FONT]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Tomaron un taxi que les llevo hasta la entrada de un centro comercial famoso por sus precios elitistas al que por supuesto clarisa jamás había acudido, así que antes de ingresar se admiró de estar parada frente al paraíso de los presuntuosos y con el aliento contenido ingresó al local admirando cada detalle de esa desconocida dimensión de la ciudad.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Iván camino decididamente en dirección a la oficina de la gerente sin soltar la mano de su acompañante que parecía una niña extraviada. Repentinamente Clarisa se detuvo al ver entre los aparadores a dos de sus compañeras de colegio, no entendía cómo podían comprar en ese establecimiento siendo tan miserables como ella; Iván se volvió para ver que le sucedía y percibió que la chica miraba con insistencia en dirección a la sección de las ofertas por eso creyó que le había llamado la atención alguna prenda así que arrastrándole consigo, se acercó a dichos estantes.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Clarisa quedo pasmada al encontrarse descubierta por sus compañeras y del mismo modo Teresa y Cristhina se asombraron de ver a la cucufata de la sección acompañada de un apuesto muchacho. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri]- [FONT=Calibri][FONT=Calibri]¿éste te gusta? –interrogó Iván ojeando un abrigo ajeno a la tensión entre las tres señoritas que se miraban exaltadas sin atreverse a articular ninguna palabra –entonces es tuyo. –lo cogió y sin soltarle le llevo hasta la oficina de la gerente. Allí se quedaron Teresa y Cristhina murmurando y ansiosas por esparcir el chisme.[/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Iván hablo con una mujer de recargado maquillaje en secreto quien al terminar la charla se acercó a Clarisa con una amenazante sonrisa de cortesía y hablando de mil cosas tan rápido que ella solo pudo asentir sin saber bien de que se trataba. Aquello fue como sumergirse en el océano sin saber nadar, clarisa no podía salir de su asombro, tantas telas finas, sedas y linos llegados de todas partes del mundo, zapatos y maquillaje de cuento de hadas, ella admiraba todo y era incapaz de reconocer algún objeto y menos aún tomar una decisión acertada.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Mientras la vendedora se ocupaba de la facha de Clarisa Iván se sentó a esperar con calma, la idea de ir a una fiesta con aquella muchacha no le entusiasmaba sin embargo la perspectiva de compartir una velada con Saza le proporcionaba entereza para cargar con cualquier inconveniente y la chica de la azotea no era suficientemente importante como para ser capaz de convertirse en un estorbo capaz de estropear una noche tan prometedora, en la que las posibilidades de recuperar el terreno perdido y darle nuevo aliento a su relación volvían a ser tangibles. Mientras el sol empezaba a descender sombre el horizonte, la ilusión de Iván crecía como un destello, esta era su noche, la última oportunidad de volver a los brazos de la farmacéutica sin tener que humillarse previamente.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Finalmente la vendedora sonrió con dudosa satisfacción, echó una mirada a su cliente y luego de suspirar con sofocado alivio exclamó:[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri]- [FONT=Calibri][FONT=Calibri]El vestido y los tacones son muy bellos, fue una buena elección... –Iván se incorporó con impaciencia, hizo una seña con la mano y empezó a caminar.[/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Clarisa le siguió por inercia, en realidad no quería escapar pues a pesar de la manera rara e impersonal que sucedían las cosa, empezaba a disfrutar con recato de la experiencia. Al salir del centro comercial otra vez el frío invernal les dió la bienvenida a la intemperie, el viento cargado de húmeda neblina traía consigo un ligero olor a mar, eso misteriosamente le abrió el apetito y no pudo evitar que su estómago manifieste su vacío a través de un crujido. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri]- [FONT=Calibri][FONT=Calibri]No puedo creer que alguien tan pequeña pueda producir sonidos tan fuertes con sus entrañas… –susurró Iván mirándole de reojo– vayamos a comer algo, todavía hay mucho tiempo.[/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri]- [FONT=Calibri][FONT=Calibri]Quisiera ir a casa… no conozco bien esta zona –se apresuró a replicar ella.[/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Ninguno de los dos hablo más, Iván fingió no haberle escuchado y Clarisa creyó que no tenía caso insistir así que se limitó a caminar detrás de él. Después de unos minutos Iván se detuvo frente a un restaurante, miró panorámicamente e ingresó ojeando los platillos de los demás comensales, ella le imitó tímidamente.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri]- [FONT=Calibri][FONT=Calibri]Eres especial –le sonrió – ¿no querías ir a casa?[/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri]- [FONT=Calibri][FONT=Calibri]Tu…[/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri]- [FONT=Calibri][FONT=Calibri]Pensé que ya estarías en un autobús rumbo a tu suburbio, pero te estoy viendo sentada aquí, esperando a que te invite algo de comer.[/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri]- [FONT=Calibri][FONT=Calibri]Lo siento. –se incorporó llena de vergüenza e intento salir del local.[/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri]- [FONT=Calibri][FONT=Calibri]No seas tonta, quédate, tengo unas preguntas que hacerte.[/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Entonces llegaron los platillos y entre bocados las preguntas insípidas del muchacho apático, era como un interrogatorio policial disfrazado de cita amical, no entendía porqué un completo desconocido se interesaba por saber y memorizar sus datos personales y aspectos generales de su vida.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri]- [FONT=Calibri][FONT=Calibri]A las cuatro iremos a tu casa, pediré permiso para que tus padres te dejen salir y luego visitaremos un salón de belleza. ¿Aceptas?[/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri]- [FONT=Calibri][FONT=Calibri]Mis padres no están en casa… -balbuceo. [/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri]- [FONT=Calibri][FONT=Calibri]¿No? ¿Por qué no lo dijiste antes?[/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri]- [FONT=Calibri][FONT=Calibri]No me preguntaste, lo supusiste.[/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri]- [FONT=Calibri][FONT=Calibri]Todos viven con sus padres, es lo más natural. –renegó él.[/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri]- [FONT=Calibri][FONT=Calibri]En casa el único adulto es mi hermana Carolina.[/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri]- [FONT=Calibri][FONT=Calibri]He perdido el tiempo en vano…[/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Repentinamente la chica pálida y cohibida se llenó de color y sonrió con asombrosa naturalidad, esa simple muestra de buen humor cautivó a Iván que no se había molestado hasta entonces en mirarle con detenimiento, tenía un pequeño lunar en el párpado izquierdo y sus ojos eran negros como la noche, su sonrisa transmitía no solo inocencia infantil sino paz y fascinación ¿Por qué le había atrapado, con un simple gesto, los cinco sentidos? Movió la cabeza en negación y llamó al mozo para pagar la cuenta y distraerse con eso.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Pasaron las primeras horas de la tarde caminando por la ciudad sin un destino claro, ella no sabía por qué cuando tímidamente levantaba la mirada para ver la expresión de su acompañante percibía que él no dejaba de mirarle. Iván tampoco sabía por qué no podía evitar compararle con Saza: eran tan distintas.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]misteriosamente cuando sonreía su risa resultaba incluso más iluminadora que la de Saza y penetraba en su mente con mayor agudeza, al reír sus grandes ojos se cerraban resaltando sus pestañas largas y finas como hilos de seda, su rostro pálido resultaba encantador, eso le molestaba e intrigaba a la vez pues no podía entender cómo una niña tan insulsa e insignificante para él podía ser dueña de una sonrisa que rivalizaba en encanto con la de su amada, y que incluso se descubría ansioso por volver a ver.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Sin embargo ella no sonrió mas, se sentía acosada, antes nadie le había mirado con tal intensidad y hallarse observada le producía pudor, pero incluso su nerviosismo llamaba la atención de Iván; parecía un espíritu deslizándose entre la niebla como un fantasma de otra dimensión.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [CENTER][CENTER][B][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]CAPITULO IV[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/B][FONT=Calibri]
    [B][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Baile de promoción.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/B][FONT=Calibri][/font][/font][/CENTER][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [/font][/font][/CENTER][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][COLOR=#000000]Finalmente estaban rumbo al salón de baile que la escuela había rentado para realizar la fiesta de despedida de los estudiantes que culminaban con éxito el ciclo de cinco años de educación, allí estaban ambos, en el taxi, vestidos de gala e intentando estar a gusto cuando en realidad se sentían ridículos, Iván se esforzaba por controlar su aliento agitado, la corbata no le permitía respirar, se ahogaba en su desesperación por ver a Saza. Clarisa metida en esa seda y usando la gargantilla que la farmacéutica le había obsequiado, se encontraba patética como una bruja intentando camuflarse tras la facha de Cenicienta, tenía la impresión de que la hermosura del vestido acentuaba su fealdad y no sabía por qué la sonrisa amortiguada de su hermana al concederle el permiso le resultaba burlona.[/COLOR][/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][COLOR=#000000]Al bajar del vehículo el poco valor que tenía repentinamente le abandonó, ¿Qué hacía allí?, ¿Por qué estaba vestida de manera tan distinta a su personalidad?... el frío del invierno no concedía tregua alguna y el abrigo vanidoso que la vendedora le había recomendado era más decorativo que práctico ¡no servía para nada! Estafadora… no pudo dar un solo paso; sus piernas temblaban bajo la delgada tela, el viento helado ingresaba por todas partes y los tacones… ¿Ese precio pagan las mujeres bellas? Nadie puede caminar con tacones.[/COLOR][/SIZE]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]No te preocupes por nada, solamente vienes a divertirte –balbuceo Iván mientras le ayudaba a dar su primer. Esas palabras le dieron tranquilidad, al menos podía esconderse detrás de él cuando se sintiera abrumada.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][COLOR=#000000]Finalmente una pareja se acercó lentamente a ellos, venían a contra luz y esa perspectiva creó una imagen gótica con sus siluetas, eran Saza y un hombre alto, fornido y bien parecido, Clarisa dedujo de inmediato que era su novio, Iván también lo creyó.[/COLOR][/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][COLOR=#000000]Venían sonriendo, Saza desde la distancia agitó el brazo embargada por una alegría inexplicable… ¡cara dura! ¡Solo le había invitado para restregarle en la cara a su nuevo galán, gran miserable, cruel hasta los huesos!... lleno de ira apretó el puño deseoso de salir huyendo del lugar. Pero el vapor que se elevaba y desaparecía a su lado, producto de la respiración de Clarisa le obligó a contenerse, la chica luchaba por mantenerse sobre su calzado.[/COLOR][/SIZE]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]Hola Iván, ¿Estamos listos para divertirnos? –hablo Saza enseñando con una sonrisa gigante sus blancos y perfectos dientes –Él es Ernesto, un gran amigo.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]Mucho gusto, Sara me habló mucho de ustedes –sonrió el desconocido que tenía una voz imponente como rayo.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][COLOR=#000000]Ambos parecían no ver la realidad como si ignoraran los semblantes huraños de Iván y Clarisa que les despreciaban, el primero con el rostro rojo e inflamado hervía en ira, fue odio a primera vista, Ernesto representaba el epílogo de su amor. La última vez Clarisa ya había roto sus límites al soportar la radiante personalidad de Saza, ahora hacerlo le resultaba imposible; se sentía diminuta, inexistente ante ella; no entendía cómo una sola persona podía ser dueña de tanta felicidad, estaba convencida de que esa actitud era una máscara, esa era la única explicación.[/COLOR][/SIZE]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]Mucho gusto –susurró Iván mientras trataba de controlar su rabia, de improviso Clarisa lanzó un grito ahogado al perder el equilibrio, creyó que caería al piso pero un brazo le sujetó del hombro –ella es Clarisa. [/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][COLOR=#000000]Luego del intercambio de miradas tan distintas como el día y la noche ingresaron al salón como un grupo de buenos amigos, todos se esforzaban por mantener la compostura y portarse decentemente tratando de actuar con jovialidad. [/COLOR][/SIZE]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]Vamos a bailar –dijo repentinamente Ernesto y tomando la muñeca de Saza se dirigió a la pista de baile.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]¡Maldición! Par de estúpidos. –exclamo Iván con una mueca de desprecio cuando la pareja se alejó lo suficiente.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][COLOR=#000000]Era el momento perfecto para escapar sin tener que dar un penoso espectáculo, si seguía así tarde o temprano perdería la cordura y no quería mostrar su herida, pero no podía tomar una decisión egoísta, allí estaba esa chica que no tenía más culpa que su innata estupidez, no tenía derecho a arruinarle tan especial noche; estaba atrapado.[/COLOR][/SIZE]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]Tus amigos son bastante extravagantes… -comentó Ernesto mientras bailaba.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]¿También lo notaste? –soltó una carcajada –son muy tiernos…[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]Muy tiernos… –le imitó, ella tenía razón Clarisa era tierna.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][COLOR=#000000]Iván puso dos copas sobre la mesa e hizo un ademán para que su compañera tome una, así lo hizo ella, se miraron él veía a una jovencita delicada y sin nada interesante, ella al chico más noble de la tierra ¿era un príncipe caído del cielo?, no, sabía que le movía un motivo distinto que era mejor no descubrir. Iván vio de reojo que Ernesto y Saza se acercaban, bebió de un sorbo su copa y tomó de la mano a la chica para arrastrarle a la pista de baile.[/COLOR][/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][COLOR=#000000]Clarisa no había bailado jamás en su vida, por lo que el nerviosismo le tornó más torpe de lo que en realidad era, sin embargo sus pasos de robot no le importaban a Iván, él solo quería estar lejos de Saza. No importaba que por momentos Clarisa perdiera el equilibrio y dejara de pisar el suelo, apenas lo notaba, no le iba a soltar y ella no dejaría de aferrarse a él.[/COLOR][/SIZE]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]¿Dónde están tus compañeros? –interrogó –vayamos a verlos.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]¿ahora? –Clarisa frunció el ceño.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]¿no quieres ir? Cuando dejes la escuela los extrañarás –ella negó con la cabeza con una sonrisa cordial –eres rara.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]Soy rara, sí. Ya lo sé. –suspiró con melancolía al darse cuenta de que en efecto lo era. Por un instante Iván se sintió cómplice suyo, ¡cuántas veces había dicho esas palabras![/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]Si eres diferente al resto, deberías cortarte el cabello, hasta… –le miró con detenimiento y luego acarició con el dedo índice su hombro. –aquí. –sonrió.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][COLOR=#000000]Clarisa se encogió de hombros con la piel erizada y dibujó una sonrisa en su rostro, era la segunda vez que le sugería abandonar el cabello largo, y cuando lo decía la expresión divagante de su rostro cambiaba, la sensación de sentir su dedo rozando su piel mientras le tenía prisionera con la mirada era más que estimulante, mágica, en su interior concebía cierta satisfacción.[/COLOR][/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][COLOR=#000000]Repentinamente se descubrió rodeada de varios de sus compañeros y sus acompañantes, quienes disimuladamente se habían acercado para poder comprobar si el rumor que extendieran Teresa y sus amigas era real, sus miradas acusaban sorpresa, incredulidad, envidia y decepción ¿la cucufata había florecido como una rosa? Clarisa no había notado algo que para cualquiera resultaba obvio, ni siquiera se le había cruzado por la mente, Iván no era alguien común.[/COLOR][/SIZE]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]¿De dónde sacaste a ese chico? –le interrogó María mostrándose más cordial que nunca antes.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]Mosquita muerta… –susurró alguien desde la clandestinidad.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]Yo… –abrumada por las preguntas, risas y miradas de sus compañeros, un ligero morbo de soberbia le brotó del corazón: por primera vez era el centro de atención, a la que todos querían saludar y engatusar con sus falsas muestras de amistad, y ahora por vez primera después de casi cinco años de ser nadie podía darse el lujo de mirar como nunca antes había visto a nadie; por debajo del hombro. A pesar de que no sabía por qué los demás se impresionaban tanto, empezó a inflar recatadamente el pecho.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][COLOR=#000000]Así pasó la velada, con Iván tratando de adaptarse al ritmo de los bisoños condiscípulos de su compañera con el único fin de no interactuar con Ernesto, con Clarisa acosada y sin saber cómo actuar frente a sus “amigos”, y con Saza y Ernesto disfrutando de la noche como si se tratara de una excursión al edén, ¿Quién era más falso?[/COLOR][/SIZE]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][COLOR=#000000]La desfachatez de Saza no tenía límites. Cuando todo hubo terminado e Iván creía que podía marcharse en paz, de improviso Saza y su pareja los abordaron con sus cínicas sonrisas.[/COLOR][/SIZE]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]¡Pensaban dejarnos! –rió estruendosamente Ernesto –les llevaré en mi auto, no he bebido así que no tengan temor… ¡solo asegúrense de no permitir que me duerma! –la farmacéutica y su amigo no dejaban de reír y eso incomodaba a Iván.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][COLOR=#000000]No pudieron negarse, dentro del vehículo se podía olfatear la prueba de que alguien había bebido más de la cuenta, el olor a licor lo envolvía todo, mientras el coche se dirigía a su casa Clarisa sentía que el sueño se terminaba …una y media de la madrugada… al menos había durado más que el de Cenicienta… sonrió con tristeza.[/COLOR][/SIZE]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]Ese collar, era mío, pero cuando te vi me di cuenta que a ti te queda mejor, consérvalo, ya no significa nada para mí. –balbuceó Saza cuando clarisa se disponía a bajar del auto.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]Adiós –le sonrió Iván, ella se inclinó con reverencia; realmente estaba agradecida.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][COLOR=#000000]¿Solamente eso? ¿No escondía nada más el ridículo collar?... todo había sido una pérdida de tiempo, una vez más Saza se había burlado de él, antes de bajar del coche, Saza besó a Ernesto y sonrió sin gracia.[/COLOR][/SIZE]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]Iván yo soy una vieja ¿Qué no me vez?... ¡necesito acción! solamente. No valgo la pena –tragó saliva y cruzo la avenida retando al trafico nocturno mientras reía a pleno pulmón y daba giros inestable, finalmente se sentía tranquila…[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][COLOR=#000000]Ernesto sacudió la cabeza mientras sonreía y arrancó, se quedaron en silencio, Iván sentía que algo le oprimía el pecho, no podía respirar y los ojos se le salían de sus orbitas… era muy cruel… luchó consigo mismo para calmarse y no llorar.[/COLOR][/SIZE]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]¿Cuánto tiempo llevas con Clarita? debe tener algo que llamó tu atención. –hablo Ernesto –tu novia es muy agradable aunque sea todavía muy niña.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [FONT=Calibri][SIZE=3]Clarita no… –quiso corregir pero rápidamente concluyó que no tenía caso… ¡nada tenía caso! –no es guapa, pero es mía.[/SIZE][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [FONT=Calibri][SIZE=3][COLOR=#000000]Ernesto le miró extrañado, al fin entendía por qué Saza había actuado rara toda la noche, ¡estaban relacionados!, al descubrirlo sonrió, no podía creer que el hijo de los Duarte perdiera el tiempo con mujercitas como Sara… pero la chiquilla, era muy inocente como para saber en qué juego se había metido.[/COLOR][/SIZE]
    [CENTER][CENTER][B][SIZE=3][COLOR=#000000][FONT=Calibri]continuará...[/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][/font][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/B][FONT=Calibri][/font][/CENTER][FONT=Calibri]
    [/font][/CENTER][FONT=Calibri][/font][/FONT][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/FONT][/font][/font][/font][/FONT][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/FONT][/font][/font][/font][/FONT][/FONT][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/FONT][/FONT][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/FONT][/FONT][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/FONT][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/FONT][/font][/font][/font][/FONT][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/FONT][/FONT][/font][/font][/font][/FONT][/FONT][/font][/font][/font][/FONT][/font][/FONT][/font][/FONT][/font][/FONT][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/FONT][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/FONT][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/FONT][/font][/font][/font][/font][/font][/FONT][/font][/FONT][/font][/FONT][/font][/font][/font][/font][/font][/FONT][/font][/FONT][/font][/FONT]
     
    #2
    Última modificación: 11 de Mayo de 2013
  3. AntonioG

    AntonioG Poeta recién llegado

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    CAPÍTULO V
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    Otra vez neblina… una vez más la humedad y nuevamente el cielo se tapiza gris, otro invierno de los que calan hondo y obligan a titiritar, pero Clarisa ya no era la misma, eso cría, se había hecho dos años más vieja y asistía al instituto de secretarias, finalmente podía sonreír con una gracia similar a la de aquella farmacéutica, sus clases de atención al público y etiqueta empezaban a dar frutos… pero todo se tornaba mentira, seguía siendo tan insegura como cuando era colegiala, aún conservaba su piel pálida y mirada esquiva, aunque se esforzara en ocultarse no podía desaparecer, seguía admirando a Gustavo y amándolo desde la clandestinidad.
    Aquella noche finalmente tomó su verdadera forma: un sueño, un regalo de misericordia a su vaga existencia; como tal Clarisa lo guardaba en el centro de su pecho, constituía después de sus juegos infantiles y alguna fugaz conversación idealizada con su vecino, el mejor capítulo de su vida. Al principio pensaba con nostalgia en Iván, pues le había brindado una felicidad que por su inseguridad no pudo disfrutar a plenitud, luego decidió dejar atrás lo acontecido: aquel final era lo suficientemente bueno para su propio cuento de hadas, no quería saber más, quizá habría una realidad oculta poco fabulosa, por eso tampoco volvió a comprar ningún fármaco a LA LUZ.
    Pero no se puede dar fin a ninguna obra del destino, como el invierno, éste llega por causas naturales y muchas veces su cíclico trajín hace retroceder el tiempo, –quizá sea solo una excusa –eso pensaba Clarisa. Aquella tarde salió de casa a comprar un traje formal pues dentro de una semana empezaría a hacer sus prácticas preprofesionales y no era correcto ir todos los días con la misma ropa, necesitaba variedad. Tenía dinero extra así que decidió ir al establecimiento al que aquella vez le llevara Iván. Caminó por la tienda ojeando las prendas y rezando por hallar algo al alcance de su cartera, tuvo suerte pues lo encontró.
    No podía pedir más, estaba satisfecha con su día, la fortuna estaba de su lado… ¡una bufanda gratis! Gran oferta… se apresuró a tomar un autobús para volver a casa. Al no haber asientos disponibles se aferró al pasamano y suspiró con felicidad: finalmente estaba preparada para ser la recepcionista de un consultorio médico.
    Sin embargo allí estaba él, al girar la cabeza le vio, parado a su costado, sujetándose al mismo pasamano, mirando por la ventana con expresión divagante… todo un hombre ¿era él?... se veía tan distinto: amplios hombros, manzana de adán prominente, pecho acogedor. Su enorme mano y largos dedos, finos en extremo ¡el tiempo era maravilloso a veces!...
    La misma impresión tuvo Iván cuando repentinamente el vehículo bajó la velocidad provocando un movimiento brusco; en ese instante le vio, Clarisa estaba a su costado. Seguía tan delgada como antes, con sus mismos ojos negros que miraban siempre hacia abajo. Pero tenía algo diferente… ¿maquillaje?...
    -¿Clarisa? –preguntó con recato, ella asintió nerviosamente y sonrío sin mirarle.
    - Iván… –quiso decir algo como “cuánto tiempo ha pasado”, pero solo guardó silencio.
    El trayecto fue tenso, ella estaba muy nerviosa sin tener un motivo claro ¿se emocionaba por volver a verlo? Definitivamente sí, ¿por qué? No sabía, solo deseaba llegar a la próxima parada y escapar de esa incómoda situación. Iván no se atrevía a hablar, no tenía nada que decir, entre ellos no existía ningún lazo… Ni siquiera eran amigos… pero extrañamente no podía ignorarla como a los demás, tenerle tan cerca le ponía nervioso, es que no se trataba de cualquier persona: era Clarisa, la chica más pálida e inocente de la ciudad, alguien que estuvo presente cuando su corazón terminó de romperse.
    Cuando al fin el colectivo se detuvo Clarisa bajó lo más rápido que pudo, incluso atropellando ancianos, solamente al pisar la acera respiró aliviada, se acomodó el cabello y caminó. Iván le siguió por inercia, no solamente no tenía nada que hacer sino que deseaba verle detenidamente para percibir cuanto había cambiado en dos años.
    - Te cortaste el cabello. –habló desde atrás.
    Ella se llevó las manos a la cabeza con vergüenza, efectivamente había decidido cambiar de apariencia para ingresar al instituto con nuevo brío y eligió llevar el cabello hasta la altura de los hombros. Se volvió para cerciorarse de que el que le hablaba era Iván y no su imaginación.
    - Has cambiado mucho, casi no te reconozco.
    - Tú también, ahora eres más alta y tu cabello luce mejor. –le sonrió y apresuró el paso para caminar a su lado – ¿ya almorzaste? Seguro que no –señaló la bolsa de ropa con el slogan de la tienda. –cuando las mujeres van de compras pierden la noción del tiempo. Te invito un almuerzo.
    Clarisa le miró abobada sin creer que el cuento volvía a empezar, su actitud era demasiado inexplicable para ser alguien de este planeta, de la ciudad. Sin embargo aceptó al no ser capaz de decir no, entraron a un restaurante tradicional y pidieron un platillo ligero, mientras esperaban la comida se miraron insistentemente, ambos querían renovar la fotografía mental que tenían del otro.
    - ¿Qué estás haciendo ahora?
    - Estudio para ser secretaria y trabajo medio tiempo en una tienda. –respondió tímidamente – ¿y tú?
    - Yo trabajo en el negocio familiar, no me quejo; no hago mucho –le sonrió.
    Finalmente comieron y se despidieron. Iván no podía evitar sonreír, la chica seguía siendo la misma solamente que ahora se mostraba más amable y lucía misteriosamente agradable, no se trataba del maquillaje que le habían enseñado e inculcado usar en el instituto, era algo más. Clarisa tenía algo encantador y pero no sabía definirlo… ¿Por qué? En esos dos años no había visto nada interesante en nadie, ni una sola persona fue capaz de llamar su atención, pero repentinamente la chica de la azotea le obligó a visualizar en su mente, su cara pálida el resto de la tarde…
    Clarisa por su parte no sabía si respirar tranquilidad o dejarse llevar por la nostalgia, el encuentro no había terminado en nada, ya no habría otra noche ni compromiso alguno que les volviera a unir, ésta posiblemente era la última vez que se verían. ¡Había olvidado agradecerle por ser tan amable! Sacó del closet el vestido que Iván le había regalado lo observó y como nunca antes sintió ternura inmensa y ganas de llorar, finalmente el circulo se había cerrado.
    Siete días después caminó titubeante hacia el consultorio odontológico en el que haría sus prácticas por los próximos seis meses, la señora Lucía había sido muy amable al guardar ese cupo para ella y preferirle antes que a otras estudiantes, gracias a la señora le había sido fácil encontrar un lugar donde practicar, estaba muy agradecida y no quería defraudar las expectativas que su maestra tenía, así que respiró hondo, construyó una falsa sonrisa y entró al consultorio.
    - Mucho gusto, soy Clarisa Fuentes, del instituto… –calló repentinamente al ver al médico, no lo pudo creer.
    - ¡Clarita! ¡quién diría que te mandarían a ti...! creí que no te vería más –se echó a reír.
    - ¿Doctor Ernesto Fernández?... el novio de la farmacéutica –balbuceó abobada. ¿Qué significaba aquello? Después de dos años los personajes del sueño volvían a aparecer en su vida tan repentinamente como aquella vez. Se frotó la cabeza con el semblante hecho un signo de admiración.
    Ernesto se relamió los labios guardando un pensamiento impúdico, finalmente le tenía a su lado, las coincidencias para un hombre de ciencias no existían pero sí la posibilidad de manipular los acontecimientos y como todo esfuerzo es recompensado esta vez la niña pálida era su premio. Mientras que se esforzaba por salir de su asombro, Clarisa observaba con curiosidad cada detalle del consultorio, el piso de mayólica, las paredes blancas, el techo crema, una planta artificial al lado de un escritorio de madera procesada, todo impecable pero extrañamente impersonal.
    -Ya que nos conocemos más allá de ésta oficina, me gustaría que no seas tan formal, es más cómodo si mantenemos una relación amical. –le sonrió con frescura y ella respondió imitándole.
    Así transcurrió el tiempo, sin muchas novedades: del estudio al consultorio, los fines de semana a dormir y de vez en cuando tratar de socializar con Gustavo. El doctor sin embargo deseaba intimar con su secretaria pero no sabía cómo: ésta era la chica más joven en la que se interesaba, era distinta al resto de sus amantes y sobre todo resultaba imposible penetrar el escudo de amable cordialidad que usaba para ocultar su arisca naturalidad pero que a la vez le hacía falsa y superficial, adicionalmente el estatus de empleador-empleado se convertía en una barrera moral que resultaba imposible de ignorar. Por todo esto su simple estrategia de ganarse la confianza de Clarisa y luego su corazón, quedó rápidamente estancada.
    Para Iván ya nada importaba, desde que Saza le abandonó solamente vivía por costumbre, no entendía por qué era tan cruel, ella sonreía y hablaba tan feliz como siempre, ni una lágrima, ninguna mirada triste, ni siquiera un cambio de actitud mínimo ¿Cómo podía una mujer ser tan indiferente?. Después de aquella noche Ernesto frecuentó dos meses más a Saza, luego repentinamente desapareció y a continuación cierto hombre gordo, canoso, pequeño y de desconocida procedencia visitó una y otra vez a LA LUZ hasta que finalmente una tarde anónima ella cerró su negocio caminó por la acera hasta pararse frente a un vehículo nada interesante. Salió del interior el patético hombre y le abrazó. Un beso, una sonrisa, algún dialogo y se marcharon haciendo rechinar los neumáticos del coche. Él se quedó allí, oculto detrás del tráfico, disfrazado de habitante anónimo, con la boca abierta sin saber que pensar y con los pedazos de su amor volando al viento: ¿mujerzuela?
    Ese patético disfraz, signo inocultable de su inmadurez, la misma que le había incitado a espiar los días de su amada le mostraba ahora que cuando las relaciones acaban nada es peor que detenerse en el pasado, pensar que fue real, creer que aún se puede regresar el tiempo y cerrar las heridas… en fin. Amargado, decepcionado sin sueños ni esperanzas, no quería llorar por su amor perdido pero tampoco podía olvidarlo, solamente se dedicaba a vivir por inercia.
    Ese fue el motivo por el que no se opuso al compromiso que su madre arregló con la familia Ibáñez, no tenía ninguna objeción porque ya no tenía sentido elegir nada, la única vez que eligió algo se equivocó, quizá su madre, más sabia no erraría. Johana, una chica de las muchas que se deslizan por los barrios “finos” de la ciudad, su nueva novia, no tenía interés en formar un vínculo sentimental, no creía siquiera que existiera algo similar, solamente quería vivir la vida con comodidad ni preocupaciones; de algún modo ambos estuvieron de acuerdo.
     
    #3
    Última modificación: 21 de Mayo de 2013
  4. AntonioG

    AntonioG Poeta recién llegado

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    Capítulo VI
    Mi secretaria.
    El invierno agonizaba, se abría el cielo por momentos dejando pasar algunos rayos de luz entre las nubes grises creando un bonito efecto que manifestaba el gusto artístico de la naturaleza; clarisa caminaba indiferente al clima con la vista clavada en sus zapatos, Iván conducía sin prestar atención al tiempo, Johana estaba de compras en un centro comercial, Ernesto le hacía un blanqueado de dientes a un niño inquieto, nadie se percataba del hermoso espectáculo, el tránsito entre el invierno y la primavera, solamente Gustavo que sentado en el umbral de su casa veía el tiempo pasar, se lamentaba de ser pobre y planeaba el método de su nueva conquista.
    Tres meses se fueron y todo permanecía inconmovible. Pero aquel día Ernesto salió de su oficina se paró frente al pequeño escritorio de Clarisa le miró fijamente y esgrimió una sonrisa taciturna:
    - Traigo entradas para el cine, se estrena una película nacional ¿te gustaría ir?
    - Bueno yo… –definitivamente no deseaba salir pues le resultaba difícil imaginar una situación informal con el doctor.
    - Vete, arréglate y te espero aquí a las siete. –le dio una palmada en el hombro y se alejó sin darle tiempo de replicar.
    Clarisa cogió su cartera, guardó los folios y apagó la PC, suspiró sin comprender por qué su jefe era tan amable y se marchó, no había aceptado pero consideró que no podía negarse pues como empleada debía obedecer. Cuando regresó puntualmente a la hora señalada Ernesto le esperaba apoyado en la puerta de su consultorio, bañado en su mejor perfume, acicalado y vestido lo más juvenilmente posible.
    Inmediatamente le abrió la puerta de su vehículo y enrumbaron al cine. El perfume seductor del doctor mareó a Clarisa, era el mismo que usó aquella vez, pero su facha dejaba mucho que desear, juzgaba que con veintiocho años Ernesto ya no estaba para usar pantalón jeans manchado y rasgado ni camiseta rosada con estampa de grafiti con frases en ingles que decían: “capitán comando”, “perro de la calle”… un profesionalita se ve ridículo vestido de adolescente.
    Johana e Iván también fueron al cine, a ella simplemente le interesaba el séptimo arte y a la vez quería molestar a su novio, le encantaba incomodar a los demás pues era su pasatiempo favorito. Dentro de la sala oscura Iván se moría de aburrimiento, el filme se tornaba largo, aburrido y demasiado documentalista. Sin embargo a mitad de la proyección, en la segunda fila, vio erguirse de imprevisto a una chica delgada que encorvada para incomodar lo menos posible a los expectantes se deslizó hasta la salida: Clarisa.
    Eso intrigó a Iván, no podía creer que la encontrara una vez más sin proponérselo. Dejó la bolsa de papel llena de palomitas y se retiró cautelosamente. Johana quiso seguirle, pero con una poco frecuente sonrisa le dejó inmovilizada; pocas veces le había sonreído. No pudo notar que ésta era fingida:
    - Regreso de inmediato.
    Caminó rápidamente por los pasillos, sin proponérselo en busca de algo, hasta que le alcanzó. Allí estaba una vez más la chica de la azotea que vestida de negro se veía incluso más diminuta, pero lucía más pálida de lo normal.
    - Hola Clarisa… ¿Por qué tan agobiada, no te gusta la película? –ella asintió tímidamente y trató de seguir su camino pero Iván le cerró el paso.
    - ¿tú? –susurró con incomodidad, pero enseguida se le iluminó la mente – ¿no quieres ver a tu amigo Ernesto? Ahora mismo él está aquí…
    - ¿Ernesto? –tragó saliva amargamente – ¿qué haces tú con él?
    - Me invitó al cine –sonrió pero de inmediato suspiró sofocada. Iván apretó el puño rabioso ¿ahora el estúpido sujeto quería quitarle a clarisa?
    - ¿Escapamos? –esperó un momento alguna respuesta o reacción de la chica, pero al no percibir nada le tomó de la mano y le arrastró hasta el baño de hombres.
    - ¡¿Qué haces?! –exclamó ella al verse dentro del baño prohibido, avergonzada al ver y ser vista por hombres que entraban y salían sin cesar. Pero él no replicó nada, no podía simplemente decir que lo único que hacía era intentar alejarla de Ernesto y que sentía resentimiento hacia el hombre que le sucedió en el corazón de Saza. Transcurrió a continuación un instante eterno durante el cual Iván reunió impulso para abandonar a su novia.
    Cuando al fin se sintió preparado limpió con las manos el ligero sudor que recorría el rostro de la chica. Eso fue insoportable para Clarisa pues nadie antes le había acariciado la cara, al sentir las suaves manos de Iván deslizarse por su frente y mejillas se encogió tratando de neutralizar el rubor que aceleraba su corazón. Retrocedió, se llevó las manos a la boca para ocultar su alma desnuda y salió corriendo del baño con la piel roja y erizada, él le siguió.
    Al salir a la carrera con los ojos cerrados por el bochorno, colisionó violentamente contra Ernesto quien harto de esperarle había decidido buscarle. Ese accidente terminó de paralizarla, por algún motivo le miró con ojos aterrados, como si hubiese cometido algún acto reprochable. Sin poder reaccionar ni mantenerse en pié, se desplomó hacia atrás.
    Ernesto tardó en entender lo que sucedía. No solamente vio a Clarisa salir desesperada del baño equivocado, sino que había caído sobre los zapatos de Iván ¿continuaba existiendo una relación entre ellos? Aún con la duda y muchas preguntas por hacer cogió del brazo a su secretaria le ayudó a incorporarse e intentó llevársela de la presencia de Iván, pero éste la sujetó del otro brazo y no se lo permitió, entonces se miraron con ira y tiraron de la pobre chica en direcciones opuestas estirándola al máximo, el dolor le devolvió la conciencia y tan pronto reaccionó de su pasmo comenzó a patalear y a hacer escándalo para liberarse. La escena llamó la atención de varias personas que movidas por la curiosidad se concentraron alrededor. Temerosos de dar un espectáculo deprimente ambos contuvieron su ímpetu por un instante y le soltaron pero siguieron pugnando con la mirada.
    - ¿Qué se proponen? –suspiró aliviada –casi muero.
    Ninguno se atrevió a moverse y guardaron un tenso silencio. Clarisa se arregló la ropa, se aseguró de tener su cartera y salió rápidamente del lugar. Mientras corría su corazón palpitaba arrítmicamente por lo que se agitó rápidamente. Sucedía algo extraño; no podía controlar sus ojos que se humedecían irremediablemente, no le dolía el pecho ni se había conmovido simplemente estaba genuinamente aterrada. El fuego cruzado al que se había enfrentado era nuevo para ella.
    Un vehículo negro avanzaba lentamente a su lado, perdida en su huida no lo había notado, pero cuando se detuvo a respirar y recuperar la compostura el reluciente auto se estacionó también, era Ernesto que no quería dejarle ir.
    - sube. –sonrió tratando de fingir que lo sucedido no había afectado su humor.
    Estuvo a punto de acceder pero una mano le tocó el hombro desde atrás. Iván por orgullo o represalia tampoco quería ceder. El doctor no pudo contenerse más y empujado por un violento impulso bajó del coche y caminó rabiosamente hasta su secretaria y apartó al impertinente con un movimiento brusco, no podía tolerarlo más.
    Misteriosamente Iván sintió un placer perverso al ver la mirada desorbitada y furibunda de Ernesto. Se había burlado de él, queriéndolo o no le quitó el amor de Saza, le humilló. Ahora después de dos años despojarlo de Clarisa resultaba la revancha perfecta. No sabía qué significaba la chica de la azotea para el doctor, pero no le importaba, sea una persona, propiedad o mísero juguete, no estaba dispuesto a dejarle ganar, éste era su momento glorioso, tanto como le había robado el corazón de Saza, ahora él le quitaría a Clarisa. Por eso volvió a sujetar a la chica.
    - ¿siguen siendo pareja? –preguntó Ernesto mordiéndose los labios con ira.
    - Eso no te importa –respondió de inmediato su rival.
    - Dijiste que no tienes pareja –insistió, pero Clarisa no se atrevió a replicar en cambio retrocedió. -¡Clarisa!...
    - No te preocupes por ella. Estará bien conmigo. –Iván sonrió con sarcasmo mientras la arrastraba. El doctor no pudo hacer nada, ya no era un adolescente para enfrentarse a un jovencito a causa de una chica más joven aún, así que se quedó parado en medio de la acera terriblemente desilusionado.
    Iván caminó hasta el estacionamiento del cine sin soltar a Clarisa, en su interior el placer de saberse victorioso seguía endulzándole el espíritu. Cuando ingresaron al edificio vieron a una mujer fantasmal parada junto a un anuncio de cerveza. Clarisa se asombró al ver la melancólica expresión de la señorita. Él agachó la cabeza, desvió la mirada, abordó su auto junto a la chica de la azotea y se marchó. Johana se quedó parada junto al cartel sin creer lo que sus ojos habían visto. Algo le aprisionaba el pecho, ella que no se preocupaba por nada repentinamente se sintió defraudada… había juzgado mal a Iván, creía que el primogénito de los Duarte era egocéntrico e inmaduro y no se interesaba en las mujeres, pero estaba equivocada; sí que le interesaban, pero no ella. Sintió su orgullo de mujer pisoteado.
    Dentro del coche Clarisa se esforzó por volver en sí y apaciguar su exaltado corazón que no le permitía pensar con claridad, el auto atravesaba velozmente las calles rumbo a una zona residencial, eso le alarmó puesto que no tenía ningún motivo para visitar aquella parte de la ciudad.
    Se detuvieron frente a un edificio de apartamentos. Salieron del vehículo, un hombre vestido con uniforme les dio la bienvenida y se apresuró a coger las llaves del auto para estacionarlo correctamente. Iván exhaló pesadamente e ingresó al edificio sin decir nada, ella le siguió al no saber qué hacer. El lugar resultaba extrañamente fuera de lo común; plantas extremadamente impecables en enormes macetas decorativas, del techo colgaban pequeñas pero ostentosas y potentes arañas de luz y el piso estaba tapizado de planchas de madera aparentemente artificial.
    Dentro del ascensor y finalmente solos, Clarisa tragó saliva y apretó los puños para sentirse segura y fuerte al hablar:
    - ¿Qué hacemos aquí?
    - Noté que estabas harta del cine, te hice un favor al sacarte de allí. –improvisó él –la pregunta correcta es: ¿Por qué me seguiste hasta aquí?... podías tomar un taxi desde la calle.
    - No tengo dinero suficiente para tomar un taxi desde éste lugar, está muy lejos de mi casa –se excusó con tono inocente.
    Al fin el ascensor los llevó al piso adecuado y rápidamente Iván se adelantó para abrir la puerta de su vivienda e hizo una seña para que la chica ingrese. Ella dudó por un instante… ¿es correcto que una mujer entre a la casa de un hombre en la noche?... rápidamente superó ese pensamiento e ingresó con un alto grado de convencimiento de que estaba segura.
    - ¿Estás saliendo con Ernesto? –preguntó él mientras tomaban asiento -¿Qué haces con él?
    - Me invitó a salir y acepté por cordialidad –se apresuró a responder intentando sonreír pero no lo logró.
    - Parecía muy interesado en tí. Eres muy cordial. –susurró con una mueca exagerada de enfado.
    - Soy su secretaria…
    Le miró con detenimiento para cerciorarse de que la chica estaba diciendo la verdad, luego se incorporó y desapareció detrás de una puerta, ella que había contenido la respiración al fin pudo oxigenar su alma. Iván regresó con una botella de vino y dos copas en las manos. Clarisa se apresuró a llenar las copas hasta el borde y bebió una de un solo sorbo, sintió cómo el vino atravesaba su seca garganta y calentaba su cuerpo produciéndole una sensación desagradable pero relajante a la vez. Él sonrió al verle actuar tan tontamente y le imitó.
    - Se mi secretaria –murmuró, perdido en sus pensamientos, mientras examinaba el color del vino en su copa. –yo te daré un mejor horario y te pagaré.
    - El doctor me paga, son prácticas pagadas. –replicó ella de inmediato.
    Iván regresó de su delirio sirvió otro trago para su acompañante quien al no ser capaz de negarse se apresuró a beberlo, de ese modo copa tras copa el juicio de Clarisa empezó a nublarse. Él se sentía cómodo con su presencia, quizá porque con ella no tenía que comportarse como el hijo de una familia honorable y adinerada, de ese modo no existía un lugar predeterminado para ninguno de los dos, en ese instante y cada vez que se encontraban no tenía que guardar las apariencias…
    - Acepta… se mi secretaria. Yo te pagaré más.
    - No podrás comprarme. –Clarisa se echó a reír bobamente sin saber incluso ella misma cual era el motivo de su risa, se sentía mareada y el cuerpo le pesaba. Lentamente cerró los ojos y se durmió.
    Al verla dormida no pudo evitar acercarse para tocar su rostro y acariciarle la nariz, ésta era la segunda mujer a la que veía dormir y eran tan distintas… Saza despedía un aroma embriagante que le impulsaba a basarla y aprisionarla entre sus brazos. Clarisa olía a licor y perfume barato; pero misteriosamente le inundaba con sentimientos de ternura que jamás creyó poseer.
    Frente al edificio un corazón confundido se posó con dolor. Johana quería entrar, subir hasta el apartamento de su novio, derribar la puerta y hacer desaparecer a la intrusa. Pero no tenía valor para aceptar que ése era su genuino deseo. No, no tenía ningún motivo para actuar de ese modo, no sentía nada por Iván, no le interesaba lo que él hiciera… pero no servía de nada repetírselo; el dolor estaba allí presente ya sea en su orgullo o corazón. Aguardó en silencio.
    Ernesto regresó a casa se quitó el ridículo disfraz de jovenzuelo, se miró al espejo y no se reconoció. Él un hombre exitoso, acosado por señoritas deseosas de descubrir su genialidad y por qué no su billetera, ahora se sentía atraído por una niña tonta sin carácter y poco atractiva… ¿realmente existía sentido en eso?... Misteriosamente no quería a Clarisa para satisfacer sus deseos convencionales (diversión y sexo), para ello tenía su agenda repleta de números y nombres de potenciales amantes. Ahora que le había visto largarse con Iván se sentía confundido, cuantas veces le había hecho la misma pregunta:
    - ¿tienes pareja actualmente?
    - No… no tengo.
     
    #4
  5. AntonioG

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    Capítulo VII
    Disculpas.
    Clarisa despertó con la luz de la mañana y con un leve dolor de cabeza. Al percibir que se hallaba acostada en una cama extraña se llenó de dudas e incluso pensó en un secuestro, pero rápidamente recordó lo acontecido y se incorporó dispuesta a marcharse. En la sala encontró a Iván durmiendo en el sillón, le miró con detenimiento tratando de descubrir qué clase de persona era; no encontró más respuesta que el pleno convencimiento de que se trataba de un chico de clase alta. Finalmente lo notaba.
    Caminó de puntillas hacia la puerta para salir sin despertar a su cansado anfitrión, mas antes de que lograrla girar la perilla el timbre sonó repentinamente,sin saber que hacer retrocedió nerviosamente. El ruido despertó a Iván quien aún somnoliento se apresuró a abrir. Su despreocupación y paz desaparecieron repentinamente al reconocer a la persona que llamaba: Johana. Ésta sin decir nada ingresó atropellando a su novio y caminó decididamente hasta Clarisa.
    - ¿Quién es ésta? –interrogó con tono autoritario y señalándola con el dedo.
    - Soy… –Clarisa intentó decir su nombre pero se detuvo… decirlo no tenía utilidad.
    - Es mi nueva asistente. –respondió Iván fingiendo indiferencia.
    - ¿Por qué está aquí?
    - ¿Por qué vienes tan temprano? No te metas en lo que no te importa.
    Johana quiso replicar, decir que había pasado la noche en vela y que al ser su novia tenía todo el derecho a cuestionarlo, pero desvió la mirada, contuvo su ímpetu y giró lentamente para marcharse. No podía aceptarlo, no quería porque tenía temor de manifestar sus sentimientos, hacerlo para ella significaba pisotear su orgullo. Tragó saliva miró de reojo a Clarisa la despreció desde el fondo de su alma y salió del apartamento.
    - ¿Es tu novia? –interrogó tímidamente Clarisa. él no respondió. –no soy tu asistente, le mentiste.
    - ¿Seguirás con el doctor? –le miró fijamente – ¿crees que te aceptará después de lo mal educada que fuiste?... yo creo que si él tiene amor propio, no querrá verte más.
    Esperó con ansiedad una respuesta pero Clarisa solo empalideció y miró el techo como si tratara de leer algo en el concreto. Estaba desilusionada, finalmente después de poner tanto empeño en cumplir con las expectativas de la señora Lucía le defraudaba… ¿Dónde encontraría una estudiante sin gracia otra oficina para terminar sus prácticas?
    - ¡Pediré disculpas!... me excusaré –exclamó con falsa determinación.
    - ¿prefieres humillarte antes de tomar una oportunidad regalada?
    - Disculparse no es una humillación, “es de valientes”…
    Iván le miró sin poder contener una sonrisa burlona, se arregló la ropa y entró al baño para lavarse la cara. Mientras, Clarisa caminaba y curioseaba por la casa admirando los cuadros que colgaban de las paredes, los finos acabados del piso y los bonitos muebles de madera y cristal. En una pequeña mesa arrinconada al fondo de un pasillo vio un portarretratos, al acercarse reconoció a la persona de la foto… Saza.
    Iván se ofreció a devolverla a casa y ella aceptó porque francamente se sabía perdida en esa zona de la ciudad. Dentro del auto siguió pensando en el retrato, había asumido que Iván y la farmacéutica eran amigos, pero le pareció extraño encontrar la fotografía en estado de abandono, en el lugar más oscuro de la vivienda, rodeada de cosas inservibles, como desterrada al purgatorio… ¿Qué sucedió?... finalmente sacudió la cabeza para deshacerse de sus entrometidos pensamientos.
    - ¿Cuál es tu nombre completo? –preguntó con amilanamiento, él le miró de reojo con gesto de incomodidad.
    - Iván Duarte Durán. ¿el tuyo?
    - Clarisa Fuentes Lazo… –respondió, mientras a su mente llegaba toda la información que tenía sobre las famosas familias Duarte y Durán y se sintió abrumada por el aluvión de datos que recordó. Incluso la escuela secundaria donde estudió pertenecía a la familia Durán…
    Tragó saliva impactada por su descubrimiento y guardó silencio el resto del trayecto, solamente ahora se sentía diminuta y miserable a su lado… ¿tan tonta era, incluso para no notar la diferencia entre los dos?... Al llegar al barrio, abrió rápidamente la puerta e intentó escapar a casa pero Iván le detuvo con una mirada penetrante que le paralizó.
    - Soy Iván Duarte, pero eso no debe importarte señorita. –le sonrió y se marchó. Ella se quedó parada a mitad de la calle sin poder reaccionar.
    El lunes despertó antes de que el gallo lograra cantar, ni siquiera había dormido por pensar en la mejor manera de disculparse con el doctor. No sabía tampoco si Ernesto estaba molesto o era solo ella quien se ahogaba en un vaso de agua. Sin lograr construir una disculpa válida salió temprano rumbo al consultorio.
    Al llegar, apretó el puño y se mordió los labios para sentir que estaba viva y que debía actuar. Caminó hacia la entrada respirando pesadamente sin poder relajarse, a pesar de que no tenía claro qué decir, se impulsó decidida a no huir. Se alentó mentalmente y dio un gran paso para atravesar el umbral, pero un hombre entró primero… cuando lo reconoció sintió un mareo nauseabundo.A Ernesto le pareció que venían juntos, la imagen fue como una bofetada, eso le puso a la defensiva y exasperó su ánimo, sin embargo disimuló mantener la sangre fría.
    Iván había hecho guardia frente al consultorio, esperando a que la chica de la azotea llegara, con el único propósito de impedir que ésta lograra disculparse. No era nada personal con Clarisa, ella no tenía nada que ver. La única razón por la que se tomaba tantas molestias se llamaba “Ernesto”, no podía permitir que una vez más le ganara la partida, esta vez la victoria debía sonreírle y Clarisa representaba la oportunidad de revancha perfecta.
    - ¿Doctor Ernesto Fernández? –habló con tono campante –tenemos que hablar… sobre su secretaria.
    - ¿Qué hace Iván Duarte en mi consultorio?... ¿Desea un blanqueado dental? –replicó Ernesto fingiendo indiferencia.
    - …¡Yo tengo que decir algo!–exclamó Clarisa sumamente nerviosa, pero no pudo continuar pues la tensión que inundaba el ambiente le hacía sentir en medio del fuego cruzado. Era una situación demasiado intensa para soportarla, cada segundo la fortaleza exigua que se había esforzado en reunir, se desvanecía lentamente, las miradas cruzadas parecían producir calor, subían la temperatura y pronto se sofocó.
    - Clarisa será mi secretaria, personal. Terminará sus prácticas en el A.B.E. luego de graduarse contrataremos como empleada permanente. –mientras hablaba su corazón se regocijaba dichoso de felicidad al ver cómo el doctor dejaba por fugaces instantes aflorar su rabia e impotencia… era como un león atado –Usted sabe que le conviene.
    - Una chica sin experiencia y que aún no termina el instituto no tiene lugar en la cadena de tiendas de tu familia. –Ernesto hablaba lenta y pausadamente intentando demostrar que mantenía la calma y que la situación no le incomodaba. – ¿Cómo harás espacio para ella?
    - Tengo privilegio de cuna. –le miró fijamente y soltó una sonrisa idiota. –Clarisa sólo vino a despedirse y a agradecer la amabilidad que le mostraste ¿verdad? –ella vuelta un manojo de nervios y con la mente nublada se dejó dominar por el gesto impositivo de Iván y asintió.
    Ernesto le miró con interrogación y cierto grado de reproche. No lo podía creer, simplemente nunca imaginó que aquella chica fuera capaz de aprovechar sus vínculos para sacar partido de ellos… eso resultaba típico de otro tipo de personas… quizá Saza. Pero allí estaba parada, al lado de Iván con su antigua mirada nerviosa e insegura, dejándole abandonado a él y a su consultorio, sin previo aviso, sin motivo aparente, con cero profesionalismo… de nada había servido pedirla exclusivamente a ella a la mánager de las practicantes, el favor de la señora Lucía fue inútil… todo por Iván.
    Ambos salieron rápidamente, Clarisa no podía soportar más la mirada de Ernesto, se sentía culpable y enormemente estúpida, creía que había perdido una parte de su vida, no porque amaba ese trabajo si no porque no fue capaz de tomar ninguna acción. Iván no quería dar tiempo a ninguna réplica, sabía que si Clarisa lograba decir aunque fuera una sola palabra Ernesto no dudaría en aceptarla, por eso se llevó a Clarisa cuán rápido creyó prudente.
    Una vez más se halló dentro de ese auto lujoso en algo parecido al de Ernesto. Empezó a sollozar sin poder calmarse, una creciente autopercepción de inutilidad le presionaba el pecho, se había decepcionado a sí misma, y eso resultaba terriblemente doloroso, alguien tan patética no merecía seguir con vida. Iván conducía en silencio intentando ignorarla, pero se tornó imposible, cada lágrima menguaba el placer que había obtenido hasta llegar a hacerle sentir culpable.
    - ¿Por qué lloras? –no respondió, parecía no escucharle –es verdad lo que dije, serás mi asistente. Te ayudaré si te abrumas. –le miró de reojo y quiso acariciarle la cabeza pero no se atrevió. Ella no podía dejar de llorar, peor aún escucharlo hablar intensificaba su llanto.
    - ¿Por qué haces esto?... eres malo.
    Iván bajó la velocidad y se orilló para estacionarse, era imposible conducir con ella en ese estado, le ponía nervioso e impaciente, además al intentar responder a su pregunta se dio cuenta de que no podía encontrar un motivo más allá de su odio por el doctor… pero eso no era lo único.
    - Al principio –pensó en voz alta –sólo te utilicé, cuando fuimos a tu baile de promoción, mi único motivo fue Sara –le sonrió –creo que lo sabes.
    Clarisa tragó saliva con nostalgia, finalmente su cuento de hadas se mostraba tal cual y en efecto ella lo sabía dentro de sí, pero quiso ignorarlo y pecar de inocente… así resultaba más “mágico”, sin embargo aún ahora no quería enterarse de nada más.
    - Ahora no puedo dejarte ir. Eres tonta e ingenua… quiero tenerte cerca. Además me divierto contigo –Clarisa escuchaba atenta y con el rostro empapado, no entendía por qué decía esas cosas.
    Finalmente no pudo resistir más, estaba siendo demasiado sincero y verle llorar le hacía sentir el hombre más cruel del mundo, por eso con un rápido movimiento le abrazó intentando calmarla y aplacar al mismo tiempo su propia culpa. Las lágrimas se extinguieron en un instante, aplastada contra el pecho de Iván y rodeada por sus gruesos brazos, no podía ni siquiera respirar ensimismadaen el rubor que se derramaba por todo su cuerpo y que le hacía erizar la piel. Así se quedaron un instante hasta que cada uno consciente de sus propias perversiones se alejó para no dejarlas aflorar.
    Reanudaron el camino en silencio y tratando de ignorarse, Iván no quería hablar más, se sentía avergonzado de sus acciones y más aún del repentino morbo que le había brotado. Clarisa no quería ser consciente de lo que acontecía, ese abrazo había hecho aflorar por un instante, un aspecto obscuro de su personalidad y eso le hacía sentir nerviosa, ahogada en sí misma.
    - Ven el lunes a las oficinas de Duarte & Asociados…




    Capítulo VIII
    A.B.E.


    Hacia un día hermoso, el sol brillaba suavemente a través de las grietas que se abrían entre las nubes grises y de aspecto sucio que cubrían el cielo de la ciudad, un resplandor suave que venía a aliviar el titiritar endémico de los hueso húmedos de la humanidad, se derramaba sobre cabezas y azoteas por igual. Eso hacía especial a aquel amanecer, y es que todos y cada uno de los días en los que vio a Iván por casualidad, habían sido fríos, grises y empapados de neblina. Pero ésta vez, que tenía plena seguridad de que le vería, curiosamente el sol se asomaba a mitad del invierno más frío de los últimos diez años… “Sin duda es un buen presagio” pensó. Se vistió con lo mejor de su ropero, se roció con el perfume más caro que poseía, se puso tacones, se maquilló con más dedicación de lo habitual, se peinó siguiendo el estilo sencillo y formal que había aprendido viendo programas de belleza en la televisión y luego de encomendarse a su deidad favorita, salió de casa intentando irradiar seguridad y dispuesta a dar una buena impresión.
    Al ingresar al edificio de oficinas del clan Duarte, quedó impactada tan solo con la fachada… ¡qué enormidad!... dentro, las personas se movían con agilidad, llevando y trayendo papales, tabletas electrónicas, cajas de cartón e incluso cafés y desayunos, todos estaban vestidos de cuatro maneras diferentes que indicaban claramente su función y posición. Iván le había dicho que entregara sus datos a la secretaria, pero allí había tantas… ¿a cuál de todas debía acercarse?...
    - Por aquí, señorita –repentinamente una empleada se paró frente a ella mostrando la típica sonrisa, aprendida, de recepcionista. –usted es la niña que viene a hacer sus prácticas ¿verdad?, yo soy Marilyn Ramírez, secretaria del área A.B.E.
    La mujer de hermoso maquillada le guió a través de la multitud de escritorios y empleados hasta su propio pupitre, entonces le pidió sus papeles, los ojeó vívidamente y sonrió con asombro; ¿Por qué su jefe quería a una estudiante comoasistente?... y una estudiante de calificaciones regulares, proveniente de un pobre instituto sin reconocimiento. Marilyn le miró de pies a cabeza: para colmo la desconocida no era más que una jovencita del montón, pasó saliva y telefoneó. Luego de un corto cruce de palabras colgó.
    - Vaya y entre a esa oficina –señaló en dirección a una puerta cerrada.
    Clarisa suspiró agotada de prestar atención y caminó torpemente. Al abrir la puerta vio a un hombre de saco y corbata sentado tras su escritorio y leyendo algún documento, era Iván que vestido formalmente parecía otra persona, alguien más serio y potencialmente mayor. Él levantó la mirada inmediatamente le sintió llegar.
    - Ah… pero sí que eres puntual. –fingió sorpresa. Ella se inclinó en reverencia y miró panorámicamente la pequeña oficina, todo se veía asombroso y contrastaba con la simplicidad del consultorio de Ernesto.
    - ¿Qué debo hacer? –balbuceó sin salir de su asombro.
    - trabajaremos aquí cuando tengamos que hacer proyectos y discutir ciertos asuntos. El verdadero trabajo está fuera, en los supermercados y de hecho allí pasaremos la mayor parte del tiempo.
    - ¿Entonces no usaré el uniforme de las demás secretarias? –pensó en voz alta.
    - No. –le miró detenidamente –quizá te vistas de anfitriona en las campañas publicitarias.
    - Sería una anfitriona deprimente… –ambos sonrieron tímidamente.
    Así empezó ese temprano reto profesional, después de la pequeña broma Iván le entregó un montón de folios que debía leer para familiarizarse con el nuevo trabajo, tan solo al ojearlos se percató de lo fácil que había sido su vida, todo resultaba tan complicado. Al final de la jornada le quedaba la mitad de documentos por leer y la mitad de lo leído por entender. Ciertamente Iván no requería de una asistente y en todo caso no le necesitaba a ella, Ernesto tenía razón; una estudiante no tenía lugar en la cúspide del A.B.E. su decisión había sido precipitada. Pero su terquedad podía más, no quería verle cerca del ex novio de Saza, pero no quería tampoco verle con el resto de aprendices que venían a la empresa a copar los puestos básicos y auxiliares. Aunque ese fuera el lugar que Clarisa merecía no quería compartirla, quería tenerle cerca. No obstante consciente de su egoísmo, prefería no darse por enterado, no tenía ninguna razón para tener consideraciones ésta vez, siempre había actuado así, desde niño acaparaba todo lo que le interesaba: juguetes, libros e incluso personas.
    Al abandonar el edificio, Clarisa se echó a caminar meditabunda, esa empresa era demasiado compleja y artificial, todos llevaban una máscara desgastada de cordialidad, nadie actuaba con naturalidad, los únicos que se atrevían a serlo eran personas amargadas, cansadas de la rutina y decepcionadas de su modo de vida… incluso el edificio entero resultaba una burbuja artificial, el ambiente dentro, como en el resto de construcciones, era artificial, pero solamente ésta calidez llegaba a agobiar. El aire acondicionado del coloso de Duarte & Asociados, por simple sugestión o sensibilidad especial le resultó el más falso de todos los sistemas de calefacción de la ciudad. Por eso, a las siete de la noche, cuando al fin pudo caminar una vez más por las frías, neblinosas y empapadas calles,se sintió a salvo y con comodidad para oxigenar libremente sus pulmones sin importar la contaminación que no dejaba de ser parte del paisaje.
    Aquella tarde Gustavo cruzaba despreocupadamente por la fachada del instituto, como siempre, perdido en sus propias tribulaciones y aprovechando la ocasión para distraer la vista observando señoritas, pero inesperadamente escuchó algo que llamó su atención. Algunas estudiantes mantenían una cháchara distinta a la convencional; hablaban de cierta compañera que misteriosamente se había “escurrido” más alto de lo que ningún novato de todos los centros de estudios del país había llegado: el área ejecutiva del grupo Duarte. Gustavo caminó sigilosamente detrás de las estudiantes intentando escuchar su parloteo, pero pronto notó que esas chicas pertenecían a la misma especialidad de su vecina. Entonces decidió preguntarle directamente a ella y planeándolo regresó rápidamente a casa. Efectivamente al llegar se paró frente a la casa de Clarisa y tocó la puerta.
    - Escuché que alguien ha cogido un puesto importante en la empresa Duarte, no me comentaste nada. –habló inmediatamente la puerta se abrió.
    - No pude… –susurró ella con el corazón en la mano y la pulsación a mil por minuto. Como podía haberlo mencionado si rara vez conversaban y cuando lo hacían se mostraban frívolos y faltos de complicidad, incluso de haber tenido la oportunidad, difícilmente lo hubiera dicho, cuando lo tenía cerca se volvía torpe, el juicio le abandonaba y era incapaz de pensar en algo coherente. –lo lamento.
    - Tampoco es para que te disculpes. Te perdono si me dices de quién se trata.
    - Eh… de mí. –susurró tímidamente.
    Gustavo le miró extrañado, sonrió con incredulidad y giró la cabeza para no caer en un ataque de risa. Al volver a observarle ella le sonrió también y movió la cabeza afirmativamente, entonces comprendió que no era broma, la gracia se le evaporó en un segundo y se sintió impotente… ¿Por qué ella?
    - …dicen que eres asistente del gerente general del A.B.E…. ¿Cómo conseguiste ese puesto?...
    - Solamente tuve mucha suerte. –suspiró agobiada ante la perspectiva de tener que contar la historia de su fortuna.
    - La suerte no suele ser suficiente en estos casos. –le miró fijamente a los ojos –alguien te recomendó.
    - Conozco al gerente, de cuando no era gerente… es suerte.
    - ¡Felicidades…!–exclamó aún con la boca abierta por la impresión y tratando de asimilar aquel disparate de la vida.
    Era algo que normalmente cualquiera hubiese exclamado a los cuatro vientos con júbilo: “¡Soy la asistente del gerente general de la cadena de tiendas A.B.E.! ¡Miren lo que ésta provinciana sin fortuna ha logrado!... pero Clarisa sentía que no podía hacerlo, aunque sus profesores le felicitaban en exceso y sus compañeras le rogaban favores, no estaba satisfecha. A diferencia de su sitio en el consultorio de Ernesto, por el que había pugnado y fue elegida de entre otras tres chicas. Éste puesto no lo había ganado, no se había esforzado por conseguirlo, no poseía ningún mérito más allá de la simpatía personal que Iván le profesaba. Eso le hacía sentirse avergonzada, no merecedora de tanto reconocimiento.
     
    #5
    Última modificación: 31 de Mayo de 2013
  6. AntonioG

    AntonioG Poeta recién llegado

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    Capítulo IX
    DOS MUJERES.


    Johana entró intempestivamente el edificio de oficinas de Duarte & Asociados, caminó toscamente hasta la sección A.B.E. y una vez allí, observó panorámicamente el lugar, escudriñando, con sus grandes ojos, hasta el alma de los empleados, pero no encontró a Clarisa, a consecuencia se acercó lívidamente a una secretaria.
    - ¿Me puede decir donde encuentro a una señorita que acaba de ser empleada como asistente del gerente general?
    - Cómo no. –la secretaria, amilanada por la imponente imagen de la novia de su jefe y por su actitud prepotente, se apresuró a buscar los datos personales de la asistente y aunque no era su función hacer eso, se los entregó servilmente. Johana le sonrió secamente y abandonó el edificio tan deprisa como había llegado.
    Ojeó la hoja donde estaba impreso el diminuto “curriculum” de la odiosa muchacha y al ver su dirección sintió un leve hormigueo en el estómago… la dichosa mujer vivía en la periferia, era una persona más mediocre de lo que imaginó. Caminó en círculos alrededor de su coche sin poder tomar ninguna decisión. Al fin, luego de unos minutos de divagación, se metió al vehículo y emprendió camino rumbo a la casa de Clarisa Fuentes.
    A medida que se iba adentrando en aquel sector decadente de la ciudad, y mirando atentamente en todas direcciones no podía evitar que una creciente satisfacción llene de soberbia y le invada por completo el alma. Su potencial rival aparte de no ser agraciada, pertenecía a la mísera clase baja de migrantes.
    Finalmente al descubrir la casa de Clarisa, pintada hace ya treinta años, de muros carcomidos por la humedad, sonrió despreciativamente y tocó la puerta de madera desgastada pero nadie abrió, entonces retrocedió con inseguridad y recorrió el barrio para cerciorarse de no haber errado la dirección, todas esas viviendas eran tan distintas entre sí pero iguales a la vez; todas compartían el mal gusto de la austeridad, y resplandecían sus pobres existencias… ¿Cómo se había mesclado Iván con una persona tan marginal?...
    El ir y venir de tan elegante dama llamó la atención de Gustavo, quien sentado en la vereda de su casa, pudo notar que la mujer miraba con insistencia la casa de Clarisa, así que movido por su natural curiosidad, se paró, sacudió el polvo de su pantalón y relamiéndose los labios, caminó discretamente hacia la señorita.
    - ¿Qué hace una persona como usted en un lugar como este?... ¿Busca a alguien? – Johana le miró de pies a cabeza con desprecio y algo de nerviosismo pues no sabía que pensar de alguien de su calaña, sin embargo tragó saliva y fingió gentileza al hablar.
    - Busco a la familia Fuentes.
    - ¿familia? Aquí solo vive la hija tercera: Clarisa. El resto de la familia regresó a su tierra natal hace ya varios años.
    - Ya veo… –Johana se detuvo meditabunda; eso era algo extraño, aún para los inmorales de los suburbios a los que siempre había considerado como personas sin valores y llenas de vicios… pero ¿Por qué vivía sola una chica tan joven?...
    Ambos se miraron fijamente; cada uno intentando descubrir, en la apariencia del otro, su personalidad y dar de ese modo una respuesta a sus dudas. Gustavo deseaba enterarse del motivo que traía al barrio a una muchacha de la élite en busca de su vecina, esta repentina visita había terminado de convencerle de que había un interesante fondo detrás de la exitosa vida de su vecina. Johana quería saber qué tenía una persona como Clarisa que le interese a un niño rico, por eso intentaba encontrar en aquel muchacho, algo que llame su atención; y saber de ese modo el secreto encanto de los pobres. No encontró nada sin embargo.
    - Usted no busca a la familia si no a Clarisa ¿verdad? –susurró Gustavo –ella trabaja en una empresa importante: A.B.E., supongo que cometió algún error y viene a reprenderla –le sonrió con dulzura extravagante –es típico de ella, téngale paciencia.
    Caminó lentamente hasta la casa de Clarisa y se posó apoyando su espalda en la puerta, entonces acarició el muro de concreto con la yema de sus toscos dedos de carpintero y desprendió algunos pedazos de resecos de pintura fosilizada.
    - Yo no trabajo allí, pero si tengo algo que con esa empresa. –Johana le observó fijamente al descubrir una pequeña brizna de genialidad. –por cierto, usted se toma mucha confianza… mira que destruir la casa de una vecina es osado.
    Gustavo se miró las manos sucias y empolvadas de pintura seca y sonrió con satisfacción al ver confirmada su corazonada que le decía que la elegante mujer venía por motivos personales, sabía que de no ser así, no se hubiese detenido a mirarle de reojo siquiera, si no que habría salido de inmediato de aquel apestoso barrio, y es que esa era la actitud de la gente adinerada.
    - Ella es muy cercana a mí, me perdona todo. –le miró con leve picardía.
    - ¿Cercana? –ambos callaron repentinamente y luego fueron víctimas de un ataque de risa que no pudieron controlar.
    - Soy Gustavo Sánchez. –extendió la mano.
    - Johana Ibáñez. – replicó ella, estrechándosela con fingida calidez.
    - Tengo que irme. –Gustavo miró su reloj para fingir tener un compromiso –Pero estoy seguro de que no será la última vez que nos veremos. –se marchó lentamente y volteando repetitivamente para agitar la mano diciendo adiós.
    Ella se quedó quieta y sin saber qué hacer, no tenía idea de cuando llegaría la dichosa mujer, pero tampoco estaba dispuesta a regresar otro día para toparse con otro vago. Además una nueva inquietud empezó a revolotear por su cabeza. Si Clarisa tenía a un hombre relativamente guapo a su lado, significaba que fuese lo que fuera su relación con Iván, le movía la codicia… aquella mujerzuela se disfrazaba de mosca muerta para atrapar al ingenuo y estúpido Iván. Esa conclusión le amargó el aliento y le llenó de terquedad, así que más decidida que nunca, se metió a su auto y esperó allí.
    Pasado el mediodía, una figura femenina se asomó a lo lejos, entre la neblina y el retozar de chiquillos que salían de la escuela primaria ubicada a unas cuadras del barrio. Tan pronto como la reconoció Johana salió de su coche y casi corriendo se acercó a ella.
    - ¿Clarisa Fuentes? –le habló desde unos metros por delante. Clarisa asintió con asombro pues jamás había visto antes a una mujer tan bella y elegante por el distrito. -¿me regalas unos minutos?...
    Ambas se miraron a los ojos y se analizaron. Para Clarisa Johana era una mujer esbelta, alta y de facciones europeas, tenía la piel tan fina, blanca y delicada que parecía una modelo, de esas que posan en las revistas. Su cabello también resultaba una hermosa obra de la naturaleza, sin importar que ese exquisito color castaño fuera producto de un tinte. Sin embargo al fijarse en su peinado, que resultaba inconfundible, recordó que ya le había visto antes… en el estacionamiento del cine,…y en la casa de Iván.
    Johana veía a una chica pequeña, de contextura delgada y de piel pálida como de asiática, que llevaba el pelo de la manera más simple posible. Sin embargo no resultaba fea, sea por sugestión o por ojo crítico de mujer, halló algo que la separaba del resto de féminas sin gracia. Tenía pues un tractivo que no resultaba evidente a simple vista, pero que resultaba innegable. Eso alimentó su repulsión.
    - ¿Usted cómo sabe mi nombre?, ¿con quién estoy hablando? –preguntó Clarisa sin poder dejar de admirarla.
    - Soy Johana Ibáñez. –respondió ella con todo el deprecio que podía proyectar sin caer en la vulgaridad.
    Al fin pudo definir el encanto oculto de la muchacha. No era un atributo físico específico, si no toda ella, de pies a cabeza desde el tono de su voz hasta su manera de moverse y de actuar, tenía el potencial de convertirse en un fetiche para cualquier hombre cansado de la superficialidad. Podía lucir aparentemente patética para alguien indiferente que no se tomara el tiempo de observarle con detenimiento. Pero si se le veía desde otra perspectiva sus “defectos” se tornaban encantadores… era pues tan pequeña y menuda que parecía una muñeca y el color de su piel se asemejaba al del plástico de un juguete de niña, su voz acompasada y sutil sumada a sus amaneramientos aumentaban la impresión de “fragilidad” que proyectaba a primera vista, todo eso le hacía alguien tierna en sobremanera. Y precisamente esa “fragilidad” podía resultar tan estimulante como la imagen de una mujer voluptuosa pera determinado tipo de hombres.
    ¿Acaso esa pobre cucufata era mejor que la única hija mujer de los Ibáñez, nacida con tres millón de dólares bajo el brazo?... ¿Qué tenía Johana para ofrecer?... estaba convencida de que sus largas y esbeltas piernas eran su mejor atributo, pero más allá de eso, ni su cintura perfecta, ni su busto generoso, tenían ningún valor frente a una mujer que aunque no poseyera un cuerpo erótico resultaba atractiva hasta los huesos, enfrentarse a alguien así simplemente se tornaba imposible, no compartían nada en lo que competir, excepto en el elemental hecho de ser mujeres. Pensar en eso le hizo morderse los labios rabiosamente, ahora que por primera vez se topaba con alguien a quien no podía superar, se sintió humillada, con su orgullo prepotente de mujer pisoteado… maldito dinero… ¡no servía de nada!...
    - Quiero preguntarte sólo una cosa –refunfuñó Johana con la sangre a flor de piel – ¿Qué es tu relación con Iván Duarte?
    - Se refiere a… –Clarisa se encogió de hombros sin saber qué decir. ¿eran amigos? No estaba segura –él es mi jefe, ¿Por qué?
    - ¿Eres el tipo de empleada que se mete a la casa de su jefe por las noches? No tienes dignidad.
    - Sucede que entonces no me había incorporado al A.B.E. todavía. –replicó mientras retrocedía estremecida por la firmeza y veracidad de lo que Johana decía.
    - Ya, supongo que te creo. –le miró con sus grandes ojos escudriñándole hasta el alma –sólo una cosa más, antes de irme –sonrió y se irguió al máximo para verse imponente –soy la novia de Iván, y tenemos una relación seria… quería conocerte, sé que eres buena chica. Confío en ti, incluso podemos ser amigas –le dio una palmada lúgubre en el hombro antes de marcharse –pero no le digas que hemos hablado.
    Clarisa asintió sumisamente y presa aún por la deslumbrante belleza de aquella distinguida señorita. No tenía nada que objetar, sabía que todo aquello no había sido más que un despliegue hipócrita de ficticia seguridad, no meditó en absoluto sobre el asunto, pues lo juzgó como el normal accionar de una mujer enamorada que mide y marca su territorio sentimental y aleja de su galán a las trepadoras… eso no tenía por qué importarle, ella no era una… ¿o sí? Tragó saliva, suspiró para reconfortarse y se metió a casa borrando de su conciencia intencionalmente lo acontecido.




    Capítulo X
    Elíxir de mujer.


    Las jornadas de rutina se repitieron en las siguientes semanas, faltaba un mes para que el invierno diera paso a la primavera, desde ya, incluso ocasionalmente, el sol se asomaba a veces a regalar adelantos de lo que aguardaba en el verano. Así mismo quedaba solamente un bimestre para que Clarisa completara sus prácticas preprofesionales, y al paso que iba, como empleada permanente sería un desastre, ambos lo sabían. Ser consciente de su mediocridad laboral le golpeaba la mente, la realidad se comportaba como un martillo desalmado; …Iván había prometido que le contrataría, pero seguramente no había previsto su poca inteligencia, para variar, una vez más, sin duda quedaría corta ante los retos de la vida.
    Pensaba en ello con mayor frecuencia cada día que pasaba, porque se daba cuenta que su progreso se había estancado… estaba al límite de su capacidad, su pobre mente no daba para más, eso le molestaba y aumentaba su inseguridad.
    El domingo amaneció con un clima especialmente cálido, por eso fue al mercado, a comprar provisiones para la semana y a distraerse un poco para darle de ese modo un respiro a su estresado cerebro. De improviso, mientras parada frente al estante de las frutas dudaba sin poder elegir la que debía llevar, se le acercó un hombre, era Ernesto, quien una vez más manipulaba el destino para que se encontraran allí por “casualidad”, en realidad le había seguido.
    - ¡Clarisa, cuánto tiempo sin vernos! –le saludó fingiendo sorpresa. – ¿Cómo te va en el trabajo?
    - Es un gusto verlo de nuevo, señor. –sonrió ella, inmediatamente después de superar el pasmo inicial –me va muy bien.
    - Ya veo. –extrañamente ahora su antigua secretaria parecía más jovial, como si hubiese cambiado de personalidad, pero solamente era la careta que usaba al interactuar con personas de importancia, ahora sin embargo estaba más pulida. – ¿podemos tomar un café?... para hablar.
    Clarisa dudó por un instante pero enseguida aceptó con una sonrisa. El corazón de Ernesto se llenó de júbilo al ver al fin la oportunidad de hacer progresos importantes, al final todo parecía indicar que romper la relación profesional que suponía una barrera había sido lo mejor.
    - Estás algo cambiada. –habló el doctor después de pedir los pastelillos y el café. – Has tomado una actitud más encantadora, y linda por supuesto.
    - Gracias. –Clarisa no estaba acostumbrada a los halagos así que se sonrojó rápidamente. – ¿Cómo le va a usted?
    - Bien, a pesar de que te extraño mucho, –le miró fijamente a los ojos –he podido sobrevivir. –se echó a reír repentinamente y sin encontrar ninguna gracia, ella le imitó bobamente. –Desde que te vi por primera vez me pareciste una persona genial, y cuando pude conocerte mejor en el consultorio, me reafirmaste esa primera impresión.
    - No entiendo por qué –balbuceó Clarisa que no paraba de comer para ser menos vulnerable ante las siempre intrigantes palabras del doctor. –soy bastante simple.
    - Como un diamante… –espetó al viento Ernesto, eso llamó la atención de Clarisa que frunció el ceño sin entender y le observó atentamente con cara de niña inocente. –los diamantes tienen una estructura simple, la más simple de la naturaleza. Pero eso mismo los hace fuertes y hermosos. Así como tú. –sonrió él con satisfacción.
    - ¿Fuerte y Hermosa? –se señaló con el dedo y sonrió sin tomarlo en serio. –se ha equivocado, míreme, soy pequeña y desgarbada. Y no soy guapa. –se tomó el ultimo sorbo de café para no exteriorizar el creciente bochorno que la mirada intensa de Ernesto le ocasionaba.
    - Eres guapa, tienes algo que te hace atractiva, pero no has podido darte cuenta, te subestimas mucho. –quería decir y hacer algo más pero calló cuando notó que la chica había perdido el color y que con la piel erizada le miraba con estupefacta expresión llena de vergüenza hasta las entrañas.
    Ernesto terminó sus bocadillos y pidió la cuenta, sonriendo por momentos dichoso de felicidad. Se despidieron con emotividad exagerada y Clarisa se apresuró a escapar lejos de aquel cargado momento, no entendía por qué el doctor decía esas cosas tan repentinamente, y no se sentía segura de creerle… ¿Qué cosa atractiva podía tener?... definitivamente se trataba sólo de la impecable amabilidad de su antiguo jefe, que incluso ni siquiera le había reprochado la terrible manera en que renunciara anteriormente.
    Ernesto caminó lenta y bonachonamente rumbo a su casa, en una tarde en menos de una hora había avanzado todo lo que no pudo durante los últimos cinco meses, ahora que percibía su calidad de hombre experimentado se sentía satisfecho de su manera de actuar, lento pero aplastante, pausado pero rotundo. Sin duda Iván era un niño a su lado, ese chiquillo rico, estaba acostumbrado a que las mujeres le conquisten mas no a conquistar él mismo. Aún con el “terreno” en contra, se sentía seguro de atrapar a “Clarita”.
    Aquel sábado por la tarde, Iván y su asistente salieron de la oficina rumbo a un elegante restaurante, donde sellarían un negocio con el heredero de una empresa proveedora de embutidos. La reunión fue muy lánguida y dilatada, a pesar del escaso y frívolo dialogo entablado. Después de varias horas de charla, finalmente se firmaron los contratos.
    - Ésta asociación merece que festejemos. –habló inesperadamente la acompañante del representante de la proveedora.
    - Me parece buena idea. –apoyó éste y sin poder negarse Iván aceptó por cortesía.
    Entonces los cuatro se dirigieron a un club, para Iván era difícil fingir buen humor, la anterior semana había sido un calvario agotador, un cúmulo de días negros de los que no se desea volver a vivir. Si tan solo tuviera se propia vida en sus manos, quizá, no tendría que soportar ninguna imposición, ninguna expectativa sobre sus hombros… Clarisa sí que tenía una vida fácil. Hace tres días atrás Johana apareció en la mansión de los Duarte sin previo aviso, sin advertir, acompañada de sus padres, con una amenazante sonrisa estúpida, se sentó a la mesa fingiendo estar dichosa de compartir el almuerzo con los mayores.
    Nada parecía fuera de lo normal hasta que el gordo y rosado padre de Johana dejó los cubiertos aún sin terminar de comer… un obeso que repentinamente deja de comer, es sin duda la imagen apocalíptica de una calamidad inmediata. Iván pasó saliva preparándose para escudarse.
    - Deberían casarse, ya llevan ocho meses de relación, el noviazgo no debería ser tan largo, sobretodo, comprobado el nivel de compenetración que tienen. –habló el viejo glotón mirando con un ojo a su futuro yerno y con el otro su plato de comida.
    - No digas esas cosas padre… –se encogió Johana fingiendo ruborizarse con candidez.
    - Es cierto. –intervino la señora Rosalía, madre de Iván. –deberíamos ponerle fecha uno de estos días. ¿Qué temporada te gustaría?
    - En mis sueños, imaginaba casándome en primavera, con muchas flores y un cielo precioso. ¡pero eran sólo sueños! –sonrió Johana imitando la manera cohibida de reaccionar de las mujeres inseguras… de las que seguramente le gustaban a Iván. Ésas mujeres, que con sus caras aniñadas se ganan el mundo.
    - Voy a lanzar una campaña intensiva y expandir el A.B.E. en los próximos meses. No hay tiempo para eso, quiero que el negocio que pusiste en mis manos, madre, sea el número uno de la ciudad.
    - Esas son palabras de un hombre decidido. –balbuceó el señor Ibáñez entre bocados, pero enseguida Johana le miró con un imperceptible ademán de enfado por lo que el viejo hombre se limpió la boca y puso semblante tajante. –los negocios son importantes, pero vivir nuestras vidas lo es mucho más, si no la tomas con tus manos, la juventud se te irá antes de que lo notes.
    Ambas madres y Johana asintieron sumisamente, como si recibieran el mensaje papal. Iván se mordió los labios con ira. “tomar la vida en las manos”… que frase más hueca viniendo de un hombre que usaba a sus hijos como contratos de alianza, ¡qué manera tan metafórica de darle nombre a un negocio! Él sabía, siempre supo, desde que vio a su hermana mayor llorar con sorna antes de casarse, que ése también sería su destino, pero verse de cara con el desenlace final era muy distinto a imaginarlo.
    …¿Y negarse?, otra mujer quizá más insoportable que su actual novia llegaría, no había forma de escapar a las imposiciones de su madre, la única manera era huir, dejar atrás los viajes a Europa, las vacaciones en el Caribe, la ropa cara, la vida solucionada que brindaba el hálito del coloso Duarte & Asociados. ¿A dónde ir?... la vida cara a la que estaba acostumbrado, le impedía huir como un hippie. Sí definitivamente era un cobarde, a pesar de las apariencias, un conformista mediocre, temeroso del mundo exterior, un niño sin agallas de madurar, de tomar su vida en sus propias manos. Eso le enfadaba. No podía ocultarse la patética imagen que tenía de sí mismo.
    Entraron al club, se miraron las caras con apatía pero sonrieron para guardar las apariencias, entonces el representante de la distribuidora de embutidos y su acompañante se tomaron de la mano, se despidieron y fueron a bailar, Iván y Clarisa se quedaron un momento atónitos al hallarse abandonados tan repentinamente.
    - ¿Quieres tomar un trago? –preguntó Iván con tono agobiado, a lo que ella rápidamente asintió y se dirigieron a la barra.
    Allí se quedaron mirándose con el rabillo de los ojos y aguardando tensamente a que algo les impulsara a hablar, pero no podían; Clarisa se apocaba en lugares como aquel, además ver a su jefe con una expresión tan taciturna, le incomodaba, prefería irse a casa y no estorbar.
    - Hablé con Ernesto, es muy amable, se ha olvidado de mi mala conducta. –susurró Clarisa para romper el tenso silencio y traer a la realidad la extraviada mente de su jefe.
    - Él sabe que no eres así, cualquier tonto lo sabría…
    - ¿Es un cumplido o un insulto? – sonsacó ella acariciándose la barbilla.
    - Voy a terminar con Johana. –pensó en voz alta. Repentinamente le miró fijamente y sin quitarle la vista de encima le sonrió con desilusión. –Es un cumplido.
    Ambos se quedaron callados, parecía que una barrera se había erguido separándoles, la distancia se hacía inmensa sin motivo alguno. Tomaron sus bebidas con apremio y suspiraron al mismo tiempo, era realmente una situación incómoda.
    - ¿Nos vamos?, es evidente que no tienes humor y yo en éste tipo de lugares nunca estoy cómoda.
    - Estás demente, he venido precisamente porque no estoy de buen humor, te pagaré un extra si me acompañas.
    Clarisa sonrió secamente y se acomodó en su asiento sin atreverse a hablar más, era la primera vez que notaba a Iván ten deprimido y no quería agobiarle con su manera de ser, así que se mantuvo en silencio y tratando de ser invisible. Él le daba vueltas a la copa sin pensar en nada, no había nada que pensar, sólo necesitaba tiempo para adaptarse a la idea de que era un cobarde y de que se casaría pronto… si Saza no se hubiera apartado de su lado ¿Cuál sería su actitud ahora?... quizá ella había previsto el futuro y prefirió alejarse antes de enfrentar lo que se avecinaba… ¿por noble o por falta de amor?... ¡por mujerzuela!
    - Hay que bailar. –habló repentinamente Iván y se incorporó pero ella no le prestó atención. –Clarisa, no importa si no has aprendido a moverte con ritmo.
    Le tomó de la mano y caminaron hacia la pista de baile, ella no protestó para no incomodar. Entonces se observaron con complicidad y empezaron a bailar. Así pasaron el resto de la velada hasta que sonó una canción romántica que los hizo sentir cohibidos y pensaron en abandonar finalmente el club. Pero no se movieron, se quedaron inmóviles en medio del montón de bailarines que se apretaban al ritmo de la suave melodía.
    Algo extraño, impensable, excepcionalmente fuera de lo asequible sucedió. Tímidamente, Clarisa se acercó más a Iván y sonrió con dulzura, levantó el dedo índice y suspiró ligeramente, entonces posó su mano en el hombro de su acompañante y esperó. Iván respiró con dificultad, pasó saliva y colocó la mano en la cintura de su empleada. La danza se inició.
    Al sentirla tan cerca, Iván imaginó fugazmente que Clarisa, la chica de la azotea, la niña pálida e insegura le pertenecía, que por algún extraño designio de la vida había terminado en sus manos, algunos licenciosos pensamientos atravesaron su mente. Si pudiera elegir a quien amar… ¿no sería más sencillo amar a alguien simple como la niña de la azotea?
    - Estaba pensando… –le habló al oído –que tal vez estoy loco.
    Clarisa sonrió complacida, y su aliento atravesó la camisa de Iván humedeciendo su piel. Era tan delgada, tan pequeña… tan frágil. Ahora que le tenía entre sus brazos, podía sentir ese calor reconfortante que sólo un cuerpo cándido puede transmitir. Esa chica, al pegar su torso al suyo, había conseguido hacerle olvidar su tribulación en un segundo, en ese instante solamente pensaba en ella, en abrazarla, en sentirla cerca… en disfrutar de su fragancia.
    Finalmente alcanzó su límite, deslizó la mano por el fino cabello de Clarisa y le sujetó de la mejilla, resultaba inútil resistirse, acercó lentamente su cara y al cerrar los ojos, le besó. Sintió la humedad de esos pequeños y perfectos labios mezclarse con la de los suyos, esa boca era como la puerta del cielo, todo el placer del mundo acumulado allí, en ese color rosa hermoso…
    Clarisa lo vio venir y no pudo evitarlo, es decir, tuvo la fugaz oportunidad pero la dejó pasar. No logró reaccionar a tiempo, no se atrevió a impedirlo, lo cierto es que con la piel afiebrada y a punto de morir asfixiada por su propio bochorno, únicamente se encogió y cerró los ojos para no verle más. Cuando sintió la boca de Iván, la temperatura de su cara amenazó con hacerle estallar, una corriente eléctrica recorrió su cuerpo entero y quedó por un instante paralizada en toda su existencia.
    Se separaron rápidamente y avergonzados, voltearon el rostro para no verse, el corazón les latía con violencia y sentían ese palpitar a flor de piel. Clarisa caminó lentamente hacia la salida, sin prisa y con torpeza, ni siquiera había reaccionado, solamente se alejó de él por inercia. Iván extendió la mano para sujetarla pero no le alcanzó, quiso decir algo para disculparse pero no tuvo el coraje suficiente. Se quedó en el bar; sentado en la barra, tomando eternamente una botella de whisky con la mente en blanco y con el cuerpo laxo.
    Clarisa se deslizó por la calle hasta lograr detener un taxi. No podía quitarse de la mente aquel beso, no sabía que sentir. Lentamente un remordimiento intenso fue creciendo en su pecho. ¿Qué había hecho mal?, en el intento por aliviar la pesadumbre de su jefe, quizá había obviado la frontera entre complicidad e insinuación. Pero no era su culpa.
    El vehículo le dejó en la puerta de su casa, y al marcharse le empapó el pantalón al pasar sobre un charco de agua, estaba lloviendo y la ciudad empapada empezaba a inundarse, pero ella no lo había notado hasta ese instante. Miró al cielo, no había nada allí arriba. Abrió la puerta e ingresó a su vivienda, al fin dentro se sacudió como un perro mojado y luego de lamentar algo que no supo definir, cayó de rodillas al piso, se encogió y empezó a llorar. Iván le había ultrajado, una vez más se había aprovechado de su falta de carácter, de su pobre manera de existir y de sus inofensivas reacciones.
    Iván despertó con una agonizante resaca, se sentía patético pues se había embriagado con la intención de olvidar aquel error, pero estúpidamente no recordaba nada excepto precisamente el momento del beso. Salió de su apartamento para distraerse al caminar, pero no lo consiguió. La chica de la azotea no había reaccionado y le preocupaba pensar que ese momento de debilidad tuviera alguna consecuencia exagerada, por ello pasó el resto del día reuniendo valor para ir a hablar con ella.
     
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    CAPÍTULO XI
    Secreto atractivo.


    Alguien golpeó la puerta, Clarisa dudó al abrir pues sinceramente no quería ver a nadie, más aún, no quería ver a Iván. Sin embargo al asomar la cabeza una blanca sonrisa le cegó: era Ernesto. Ella sonrió sin entusiasmo y se pasó las manos por la cabeza en un tonto intento de disimular que acababa de salir de la cama.
    - Fui al instituto y me dijeron que no asististe. ¿Estás bien? –Clarisa sonrió afirmativamente.
    - ¿Por qué me buscaba?
    - Bueno, sé que hoy cumples dieciocho años. Quería felicitarte.
    - Yo… tuve un pequeño inconveniente. –se excusó con gesto tonto. –muchas gracias por darse la molestia.
    - No sabes mentir, pero tampoco preguntaré, sin embargo, perdí tiempo al buscarte, ahora no puedes negarte a que te invite a almorzar. Sé que en la tarde iras a trabajar, así que no te quitaré mucho tiempo. –Clarisa se frotó la cabeza sin apenamiento y luego de meditar asintió.
    Al llegar a un restaurante cercano entraron y se sentaron sin decir nada, Ernesto ojeó la carta y ordenó rápidamente, entonces le observó detenidamente, quería notar si la chica aún conservaba la inquietud con que le dejó la última vez, pero no supo definir la maraña de expresiones que percibió. Definitivamente algo pesaba sobre la frágil mente de su antigua secretaria y muy probablemente no se trataba de ningún bello diamante.
    - Clarisa, quería regalarte un diamante –habló repentinamente con tono coloquial –pero no tengo la capacidad económica. –se echó a reír por un momento y luego sacó de su bolsillo una cajita que puso sobre la mesa. –Así que te compré algo más asequible.
    Clarisa observó con recelo el pequeño regalo y titubeó al cogerlo. Cuando lo tuvo en sus manos una ligera conmoción le hizo estremecerse… éste era el primer regalo que recibía de parte de un amigo. Suspiró profundamente y con la respiración contenida, abrió lentamente el pequeño estuche, del interior salió un pequeño resplandor producto del reflejo de la luz sobre el metal pulido, eran aretes.
    - Señor Ernesto… usted es muy amable conmigo, en verdad estoy muy agradecida de conocerle.
    Ernesto sonrió satisfecho e hizo un gesto para empezar a comer, mientras jugueteaba con los cubiertos no podía disimular su felicidad, ahora mismo la pequeña “Clarita” había dejado de ser una niña para entrar formalmente al mundo de los adultos, y por su expresión era la primera felicitación que recibía.
    - ¿Aún conservas el collar que usabas aquella noche? –preguntó al terminar de comer.
    - Ese collar… sí claro.
    - Cuando te vi usarlo, me pareció extraño, veras… era mío. –susurró con dicción melancólica. Clarisa le miró con desconcierto. –se lo regalé a Saza, por el día de la mujer. Pero no le gustó al parecer. A ti en cambio se te veía muy bien.
    - ¿Quiere que se lo devuelva? – profirió ella rápidamente y sin pensar.
    - Es tuyo. –sonrió al hablar –Incluso antes de conocernos te he dado un obsequio, quisiera darte uno cada vez que te vea, por siempre. –le observó fijamente y sin desviar la mirada,lentamente acercó su silla a la de su incauta amiga.
    La proximidad del doctor le ruborizó la piel, su cuerpo exasperado vibraba como una hoja al viento, y sin atreverse a moverse para recuperar distancia, se quedó inmóvil. Finalmente, alcanzada la cercanía en la que se rompe el pundonor y los cuerpos se atraen por una simple ley de la naturaleza, ambos se miraron con la sangre a punto de fluir hacia el exterior.
    - Me gustas. –confesó Ernesto. –Desde que te vi por primera vez. Y te amo desde que te conocí; cuando supe quién eres y como eres. Quería que fuera un secreto, pero he llegado al límite, si no lo digo, no podré estar tranquilo.
    Clarisa le miró atónita, con los ojos fuera de sus órbitas, dejando caer la mandíbula, sin poder pasar saliva y a punto de perder la conciencia.
    - Es muy divertido… –balbuceó fingiendo una sonrisa y negándose a asimilar lo que oía.
    - Es muy serio. –Ernesto esperó alguna respuesta por un momento pero pronto se dio cuenta de que ella no haría ni diría nada, por eso se alentó mentalmente y aproximó su cara al lívido rostro de Clarisa, y le besó.
    Había querido sentir ese candor por tanto tiempo y con tanta intensidad que ahora que al fin se atrevía a tocar con su boca esos pulcros labios, no podía evitar sazonar la experiencia con sus fantasías, con sus propias expectativas. Clarisa se apartó rápidamente pero no fue capaz de huir, sus piernas temblaban sin que pueda hacer nada para controlarlas, inmersa en ese estado extremo de rubor inmenso, se mordió los labios con impotencia.
    Para Ernesto ese gesto fue una tímida invitación, y motivado por esa interpretación errada, le beso de nuevo, ésta vez sin embargo Clarisa cerró los ojos y consintió el beso excitada por alguna misteriosa perversión interna que le suprimió fugazmente la personalidad.
    Salió del restaurante apoyándose en las paredes sin poder recuperar la fortaleza de sus piernas, caminó lentamente como meciéndose sombre rústicos zancos. Mientras en su mente se reprendía por ser tan ingenua, por no saber identificar el momento adecuado de emprender la retirada. El paisaje parecía nublado, aunque había claros en el cielo, sentía mareos y nauseas, deseaba desaparecer de la faz de la tierra.
    Ernesto no le siguió sabía que debía darle tiempo para tranquilizarse, así que frotándose los labios y saboreando aún el sabor de aquel mágico beso, se alejó saciado de felicidad y prometiéndose que ésta no sería la última vez:no se iba a conformar con un pequeño obsequio, quería poseerla por completo.
    ¿Por qué los hombres son tan poco empáticos? ¿Por qué uno después del otro, como si lo hubieran acordado, repentinamente le atormentaban? Cubriendo su boca con las manos, caminó de vuelta a casa, como queriendo ocultar su pecado, como si a alguien le interesara lo que sucedía.
    Acostada en su cama y simulando que las cobijas le arrullaban, dejó que el tiempo pasara, no le importó faltar por primera vez al trabajo, de hecho planeaba no ir nunca jamás. Sin embargo a medida que el día se acababa, una duda se asomó desde el interior de su pecho:
    ¿Cuál beso le había gustado más?... en casos como esos, lo correcto hubiese sido abofetear a los atrevidos y dejar bien en claro que a Clarisa se le respeta. Pero no se atrevió, a pesar de que pudo darse el tiempo de reaccionar antes de huir. En el fondo y solamente después de pensarlo mucho, no podía negar que lo acontecido no le había molestado lo suficiente como para golpearlos, muy en su interior incluso era factible aceptar, que hasta cierto grado, lo había disfrutado. La sensación de sentirse alguien atractiva y deseada… al menos apetecible, llegó a agradarle.
    ¿Qué sucedía, acaso ahora era una pervertida? No, claro que no, sin duda, ese tipo de absurdos pensamientos lo abrigan todos en el mundo. ¿Dónde quedaban sus principios puritanos, sus pilares básicos de “mujer decente” y conservadora? no constituía un pecado, meditar sobre las emociones que le había producido algo que no buscó a propósito. ¿Y ahora qué?... sintió una daga fría como el hielo incrustada en su espalda. ¿Debía volver al trabajo?, ¿debía volver a ver a Ernesto?
    - ¡Clarisa!... ¿estás en casa?...
    El llamado le hizo saltar de la cama con el corazón en la mano. Esa voz… Gustavo. Se arregló a la carrera y dando saltos corrió hasta la puerta, puso la mano en la perilla, suspiró con el pulso acelerado y se limpió la boca con gesto bobo, entonces abrió.
    - Hola Clarisa, ya es tarde. –Gustavo le mostró la dentadura al reír y miró el cielo, entonces retrocedió hasta pararse en medio de la calle. –pero no importa.
    - Hola Gustavo. –susurró ella mientras caminaba tras él.
    Ambos parados en el centro de la desierta calle, se sonrieron y miraron el cielo. Se mecía justo en el centro del firmamento una enorme luna llena rodeada de estrellas, las más grandes y potentes que lograban traspasar con su luz la gruesa capa de contaminación.
    - Es el primer cielo despejado en meses. –habló mientras extendía la mano enseñándole una bolsa de regalo. –feliz cumpleaños, me extrañó que nadie de tu familia llegara, ni que tú vayas a visitarlos, por eso quise darte un obsequio.
    Al ver el obsequio, las pupilas de Clarisa se dilataron producto del asombro y con sus temblorosas manos tomó la bolsa de papel plastificado y se aferró a ella como una niña a sus muñecas. Éste primer regalo de parte de su eternamente amado, le llenó el alma con una felicidad inexplicable, aún nerviosa y atolondrada por la cercanía de Gustavo, aún confundida y afectada por el alud de emociones que le fluían sin cesar desde aquel primer beso. Pudo sonreír con total sinceridad y olvidar por un instante sus pesares.
    - ¡Gracias! Muchas gracias. –quiso decir algo más pero su garganta se secó y se contrajo haciéndose un nudo.
    Se quedaron aproximadamente media hora, mirando el cielo y hablando de frivolidades, el acelerado corazón de Clarisa se fue calmando lentamente y acostumbrándose a estar al lado de aquel cálido muchacho.
    - Me ha ido mal este mes, quizá eso me ha puesto sensible… me despidieron de la carpintería, ahora no tengo trabajo. –habló en tono bajo y divagante fingiendo decirlo sin verdaderas intenciones de ser escuchado.
    - ¿desempleado?, eso es malo. Pero aún eres estudiante, tus padres te apoyarán hasta que acabes tu carrera. –le tocó el hombro con su trémula mano, intentando reconfortarlo.
    - Quisiera ser como tú. Has tenido suerte de conseguir entrar al A.B.E.
    Clarisa guardó silencio y bajó la vista hasta fijarla en el suelo, sintió revolverse su estómago como una botella al rodar por el piso... ¿era suerte o algo más?... antes se sentía satisfecha de su hado pero ya no estaba segura de que lo que le pasaba fuera en realidad una bendición.
    - Quisiera ser capaz de ayudarte. –murmuró con sus sentimientos a flor de piel.
    - ¿Si? –Gustavo le miró fijamente con tal intensidad que hizo retroceder a Clarisa. –no veo la manera en que puedas… al menos que encuentres un trabajo para mí.
    Ella sonrió decepcionada, cuán ciertas eran esas palabras: no tenía la capacidad de ayudar a nadie. Gustavo sin embargo pensaba lo contrario, creía que su vecina sí tenía los medios para auxiliarle, que podía influir en las decisiones del gerente y que al menos le encontraría un lugar modesto en el A.B.E.
    La luz de los faros de un vehículo les iluminóde repente por ello seapartaron del camino para dejarlo pasar, sin embargo el automóvil se orilló y se estacionó frente a ellos. Clarisa se ocultó detrás de Gustavo y contuvo el aliento intentando transportarse por encanto a otra dimensión. Del auto salió un sujeto vestido de negro.
    - Has faltado al trabajo, hiciste falta aunque no lo creas. –exclamó Iván mientras se acercaba.
    Gustavo le miró de pies a cabeza con curiosidad, era un tipo alto, en excelente estado físico y con una manera de caminar pomposa, todopoderosa. ¿Aquel hombre tan joven era el jefe de su vecina?
    - ¿Quién es usted?
    - Iván Duarte.¿Nos puede dejar solos? –él después de echarle una última mirada, accedió con desenfado y luego de tomar las manos de Clarisa para asegurarse de que sujetara la bolsa de regalo sin maltratarla, se alejó lentamente.
    Al hallarse desprotegida Clarisa quiso esconderse en su casa pero no pudo moverse –al fin y al cabo el momento de conversar llegaría tarde o temprano. Apretó el puño para darse empuje y fingió indiferencia sin ningún éxito, entonces parada en la acera, aguardó inmóvil.
    Iván se detuvo a tres metros de distancia, metió las manos en los bolsillos y exhaló fuertemente. Un escalofrío recorrió su cuerpo y le dificultó la respiración. Por primera vez sentía nerviosismo al pensar en Clarisa, porque solamente ahora se tornaba ineludible aceptar que aquella chica patética parada delante no era un objeto, ni un trofeo, ni un desamparado al que había acogido. No, Clarisa era una persona importante para él, alguien a quien no podía dejar ir.
    - No puedes faltar más. Mañana debes ir a la oficina, voy a emprender una campaña publicitaria y no puedes simplemente desaparecer. –habló con tono fuerte intentando intimidarle.
    - Estoy molesta… no quiero volver… –replicó Clarisa mientras retrocedía hasta la puerta de su casa.
    - ¿Qué te molesta? Estas siendo muy orgullosa.
    - Una no puede dejar pasar un… –“beso” iba a decir pero una terrible inseguridad le obligó a callar.
    - Sabes que lo del Bar fue un error, un malentendido que no se repetirá. No es nada de lo que debas preocuparte. –profirió Iván sin atreverse a mirarla de frente.
    - Ya veo, pero aun así, me molestó y no me parece bien. –quería decir que le odiaba porque le había quitado la posibilidad de disfrutar de la magia de un primer beso ideal, que era un descarado que venía con actitud fresca, con las manos en los bolsillos y con su típica sonrisa odiosa.
    - No querrás una disculpa, no voy a disculparme.
    Ambos callaron y se miraron de reojo con vergüenza que no supieron descubrir el uno en el otro. ¿Por qué era tan difícil pedir perdón? Eso demostraba el nivel del orgullo de Iván para Clarisa, para él, sin embargo disculparse significaba, hacer que la chica de la azotea cobrara mayor importancia en su vida.
    - ¿Qué es eso que te esfuerzas por ocultar? –señaló la bolsa que Clarisa resguardaba detrás de su figura. – ¿Un regalo de tu novio?... ¿aquel tipo es tu pareja?
    - ¡Es un regalo de cumpleaños! –exclamó Clarisa indignada por las incómodas y entrometidas preguntas de su jefe.
    Iván se llevó las manos al rostro con molestia, aunque había leído los datos de Clarisa, olvidó por completo la fecha de su nacimiento, de hecho pasó de ella, nunca pensó que podría ser importante en el futuro. Le miró de pies a cabeza, realmente no parecía más vieja que una chiquilla de secundaria.
    - Te regalaré algo mañana. –le sonrió y al fin se acercó lo suficiente para poder tocarle la cabeza al extender el brazo. –pero tienes que ir a trabajar.
    - No necesito ningún regalo. –sentenció con hidalguía y enfado. ¿Por qué le trataba como a una mascota?
    - Entonces te daré un aumento del cinco por ciento, no puedo darte más porque sería injusto para los demás empleados, que por cierto son más listos que tú. Esfuérzate, te lo pido por el bien de todos.
    Luego de decir eso se marchó tan rápido como llegó, Clarisa se quedó allí, con la palabra en la boca y maldiciéndole entre dientes, en vez de disculparse le había reprendido con eufemismo sobre un asunto que no venía al caso en ese momento, definitivamente era un tipo hartante. Pero no se dio cuenta que en el mismo instante en que al fin expresaba que le odiaba, había superado su enfado y le había perdonado.
     
    #7
  8. AntonioG

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    CAPÍTULO XII
    El pasado regresa.


    Parecía que todo había sido un mal sueño, sin mayores consecuencias que atormentaran su vida. Pero todo resultó ser una ilusión; aunque se esforzara por retornar a la antigua relación fría e impersonal que creía tener antes de aquel desafortunado beso, no podía lograr borrar el fantasma que volvía a su mente cada vez que veía de cerca el rostro de Iván, era como un estremecimiento que le ruborizaba la piel y le hacía sentirse inhibida.
    No sólo le pasaba a ella. A menudo Iván se descubría observándola con descaro, se divertía con las muecas que Clarisa dejaba ver sin saberse espiada, algunos gestos sin embargo llegaban a penetrar en su interior produciéndole una sensación inexplicable, algo estimulante.
    - Ya es hora –habló mientras salía velozmente de la oficina. –tenemos que ir a ver cómo van las obras.
    - ¿Es necesario? No somos arquitectos, al menos yo, no notaré nada aunque la construcción esté de cabeza. –susurró ella mientras corría con desánimo detrás de su jefe.
    Subieron al coche y pusieron rumbo al lugar donde se estaba construyendo la nueva sucursal del A.B.E.el trayecto fue silencioso como un pesar, fugazmente se observaban dereojo,sin atreverse a decir nada ni a mirarse de frente; esa situación resultaba agobiante pues repentinamente todo se había vuelto demasiado digno de prudencia, como si temieran estar a solas con sus emociones.
    De pronto Iván sintió un ligeroapretónen su pecho que le hizo olvidarse por un momento de Clarisa. Al fijarse en las calles y repasar la ruta en su mente descubrió inesperadamente que la farmacia LA LUZ estaba muy cerca del nuevo supermercado. Suspiró agitado, sin saber si ese malestar en su interior era causado por algún sentimiento de melancolía o por el malestar de saberse cerca de alguien indeseado.
    Al llegar al terreno en donde unas docenas de obreros trabajaban arduamente para expandir uno de los tentáculos del coloso Duarte & Asociados, se quedaron inmóviles al ver la ridícula distancia que separaba al futuro A.B.E. de la farmacia LA LUZ: una cuadra…
    - ¿Por qué les permiten levantar un edificio moderno, en un lugar como éste? –Clarisa pensó en voz alta al reconocer la histórica calle que recorría en sus días de estudiante.
    - Las casonas antiguas se caen con el tiempo… no son eternas.
    Luego de una charla demasiado técnica con el ingeniero a cargo, se pasearon entre las insipientes columnas, entre las fosas que servirían de base para la estructura e incluso se subieron a alguna máquina gigante. Después de ese pequeño recreo se despidieron de los trabajadores y se retiraron.
    Estaban a unos metros del vehículo cuando vieron a una persona con las manos en alto y meciéndolas para llamar la atención. Esa silueta humana que venía caminando presurosamente desde el otro extremo de la calle estaba vestida de blanco, Al reconocerla Clarisa pasó saliva con asombro y sonrió por cortesía, Iván apretó el puño oculto en su bolsillo y fingió no verle; sin embargo ninguno de los dos se atrevió a subir al coche, se quedaron parados, esperándole por inercia.
    - ¡Iván y Clarisa!... ¡Cuánto tiempo! –exclamó desde lejos, con su típica risa resplandeciente, con el mismo tinte en el cabello.
    - Ha pasado mucho tiempo. –respondió Clarisa proyectando su propia versión de “risa de anfitriona”.
    Ante la imposibilidad de escapar, Iván caminó lentamente hacia la recién llegada, con expresión hosca pero aparentando indiferencia.
    - ¿Qué se te ofrece?
    - Simplemente les vi y quise pasar a saludarlos. –Saza le miró fijamente con sus grandes y alegres ojos de color artificial, como intentando ver dentro de su alma. –espero que no vayan a vender medicamentos, si es así… arruinaran mi negocio. –se echó a reír.
    - No te preocupes… A.B.E. en el fondo significa: Alimentos Básicos y Económicos. –precisó Clarisa rápidamente.
    Iván miró a su asistente con rabia, esa chica era demasiado tonta para notar la disfrazada tensión que el aire copado de polvo revolvía a su alrededor, seguía siendo tan ingenua como la primera vez que se vieron.
    - ¿siguen saliendo juntos? –preguntó la rubia mujer con gesto infantil y curioso.
    - Soy su…
    “Asistente” iba a decir, pero repentinamente Iván le sujetó con fuerza del brazo y le arrastró hasta el coche, abrió la puerta y la metió allí para dejarle encerrada, Clarisa iba a protestar pero se contuvo cuando su jefe le miró fijamente a los ojos; había algo diferente en esas esferas pardas, intimidada por eso se encogió de hombros y suspiró con una extraña sensación de decepción. Iván titubeó un instante, luego caminó lentamente hacia Saza y una vez lejos de su asistente pudo al fin sentirse libre para actuar según sus impulsos.
    - Tengo una novia formal, Clarisa es mi amante. –sonrió sarcásticamente.
    - Quiero hablar contigo, seriamente.
    - ¿De qué?, ¿para qué?no tengo nada de qué hablar. –le miraba con desprecio, usando esa expresión hiriente que utilizaba para humillar a sus trabajadores, a sus enemigos y a cuanta persona osara interponerse en su camino. Saza,que concia bien esa mirada, se llevó las manos a la boca, poniéndolas en frente, como un escudo que ocultaba su alma desnuda.
    - Estaba un poco confundida, no quería darme cuenta de algo, sin embargo en este tiempo… sé que no has podido olvidarme, yo tampoco he podido. –al decir eso su semblante cambió, se puso pálida y a medida que articulaba cada palabra parecía hacerse más pequeña, la típica aura resplandeciente que siempre le había rodeado, empezó a apagarse paulatinamente, hasta que en determinado momento se pareció a Clarisa… Iván sacudió la cabeza para quitarse esa tonta idea y no dejarse engañar.
    - No tiene sentido hablar. –se volvió altivamente y caminó pausada pero inexorablementehacia su auto. Saza vio desvanecerse su oportunidad de hablar a medida que Iván se alejaba, se marchaba con él un capítulo de su vida que no quiso cerrar en realidad.Un dolor intenso le oprimió el pecho, se mordió el labio inferior con nerviosismo y tomó aliento para recobrar algo de brío.
    - ¡No creo que tengas novia y Clarisa no es del tipo que se presta para ser usada! –exclamó antes de que el nudo que se formaba en su garganta cerrase finalmente sus cuerdas vocales.
    Parecía que Saza deseaba decir algo, pero ya era tarde, ninguna palabra cambiaria en nada el pasado. Por eso y para ser inmune, Iván cerró los ojos fingiendo no escucharle y de ese modocontuvo su ira. Deseaba volverse y golpearla por descarada; ella tanto como él, no había dudado en servirse de la estúpida chica de la azotea para usarla según su conveniencia. Su sufrimiento nunca le conmovió; fue tan cruel e impersonal al terminar la relación y al alejarse. Quería también, en contraste sin embargo, aferrarse a ella y llorar en su regazo; perdonarle por haberse burlado de sus sentimientos y volver a disfrutar de su amor… ¿en el fondo… tan miserable era?... abrió la puerta del coche, se puso el cinturón de seguridad, con la respiración contenida y en absoluto silencio, emprendió el camino de regreso a la oficina. No podía creer que después de tanto tiempo la herida continuara abierta, que a pesar de todo siguiera amando a aquella mujer falsa y despreciable.
    Desde el asiento trasero, Clarisa le miraba con curiosidad y bastante confundida. La extraña conducta de su jefe frente a la señorita de la drogueríale trajo de nuevo la sospecha que hace mucho tiempo atrás desechó por no considerarlo de su incumbencia; la intuición que le llevó a deducir que el lazo que unía a Iván y a la bella farmacéutica era más que una simple amistad. Ante esta posibilidad una duda brotó en su corazón: ¿Su jefe se hallaba perdidamente enamorado? Ella trató de descubrirlo escudriñando en el semblante de Iván para descubrir alguna señal que se lo afirme o niegue, pero no pudo percibir nada, ese rostro fino y perdido resultaba un misterio indescifrable.
    - ¿Estás bien?... parece que no te agradó ver a tu amiga. –Iván movió la cabeza en negación. –eres raro. –suspiró.
    Iván bajó la velocidad y le miró a través del retrovisor, entonces sonrió al ver su expresión de amortiguada curiosidad. Estaba demasiado distraído para seguir conduciendo, así que estacionó el coche de improviso.
    - ¿Sabes manejar? –ella negó tímidamente. –entonces espérame. –inclinó el asiento para ponerse cómodo y cerró los ojos simulando dormitar.
    - ¿esperar que?
    Clarisa suspiró decepcionada, pues sabía que no podía persuadirlo para que reanude el camino, pero tampoco se atrevía a dejarlo solo e irse por su cuenta. Estaba pensando en esa disyuntiva cuando el vibrador de su teléfono celular se activó. Rápidamente sacó el aparato de su cartera y miró la pantalla; tragó saliva al leer el nombre del contacto que llamaba.
    - Aló… dígame.
    - Como estas Clarita, quiero verte ¿Cuándo podemos hablar?
    - En este momento no puedo hablar, discúlpeme doc… no se moleste.
    La palabra cortada “doc…” llamó la atención de Iván que se volvió y le observó con atención. Clarisa le sonrió tratando de evadir esos ojos indagadores.
    - ¿Ernesto Hernández? –interrogó fríamente. – ¿Qué cosa tienes que hablar con él?
    - No voy a decírtelo. –volvió a sonreír disimulando para esconder su disgusto.
    - Ven al asiento delantero, voy a decirte una cosa.
    Clarisa le obedeció espontáneamente y se sentó a su lado, él hizo un gesto para que se acerque más para poder hablarle al oído.
    - Ernesto era el novio de Saza…
    Ambos se miraron con gesto burlón y se echaron a reír, eso también lo supuso Clarisa e Iván por su lado sabía que definitivamente la chica lo había notado aquella misma noche, cuando los vio juntos. Era sólo una excusa para atraerla, inconscientemente lo había planeado, pero se dio cuenta cuando la tuvo cerca.
    Estiró los brazos y sujetó su cara, le atrajo lentamente hasta su boca y le besó. Ella no hizo nada, le soltó y le observó un instante antes de volver a besarle. Clarisa cerró los ojos y aceptó los labios de su jefe… que extraña sensación, se sentía bien a pesar de no permitirse disfrutarlo. Cuando Iván salió del coche para calmar su ímpetu y respirar con calma, ella se quedó sentada sin querer hacer nada.
    “Sé que eres buena chica. Confío en ti, incluso podemos ser amigas, pero no le digas que hemos hablado”. Las palabras de Johana llegaron a la mente de Clarisa como una grabación interminable que se repetía incesantemente como la voz de su decencia. “Buena chica”… no podía ser buena alguien que dejaba que su jefe le bese, que lo permitía a pesar de saber que tenía novia. Esa visita y palabras de advertencia, que juzgó innecesarias, al final resultaron ser fundamentales, pero no le había prestado suficiente atención; ahora comprendía que en el fondo tenía algunos destellos de… “trepadora”… ¿Qué se proponía? Finalmente Iván volvió a ingresar, encendió el automóvil y reanudaron el trayecto.
    - No necesitamos regresar a la oficina, te dejaré en tu casa. –susurró Iván a lo que ella asintió. Así lo hicieron. – ¿no estás molesta? –ella negó rápidamente.
    - Adiós. –abrió la puerta y salió del vehículo.
    Iván también bajó del vehículo y caminó con ella hasta la puerta de su casa. Le sujetó del brazo con nerviosismo y le miró con detenimiento, ambos tenían la piel sonrojada, el corazón acelerado y eran incapaces de verse de frente.
    - ¿en verdad no estas enfadada?
    - Me he dado cuenta de que eres un degenerado. –farfulló ella con gesto extraviado.
    Que cosa más extraña: Se despidieron con un beso pero inmediatamente después Iván prometió que no volvería a pasar, ella te tomó la palabra y cerró la puerta. Él, mientras conducía no podía dejar de reír, se relamía los labios y analizaba cada segundo de contacto con diligencia religiosa… ¿Quién diría que Clarisa, la chica que lloraba en la azotea, podía resultar tan hermosa cuando cerraba los ojos?, observó su mano derecha, esa que había tocado su fino cabello… en verdad era un pervertido.
    Clarisa corrió al baño, bebió agua directamente del caño del lavatorio, hizo gárgaras y escupió sus malos pensamientos, vertió la mitad del contenido de la barra de pasta dental en su cepillo de dientes y se lavó la boca frenéticamente. Se miró al espejo y no se halló: esa que estaba reflejada era una inmoral, sin principios, una “trepadora”, con más hormonas que masa cerebral. Se deslizó hasta su habitación y se dejó caer sobre la cama. “¿Qué hay de Gustavo?... supongo que él nunca me besará”. Pensó con nostalgia y pasó lo que quedaba del día dormitando sin atreverse a pensar más.
     
    #8
    Última modificación: 18 de Junio de 2013
  9. AntonioG

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    CapÍtulo xiii
     
    #9
    Última modificación: 1 de Julio de 2013
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    CAPÍTULO XIII
    Instintos.
    - No tengo por qué ir contigo a ningún sitio. Sabes mejor que nadie lo que es nuestra relación.
    - Hasta donde sé somos novios.
    Johana se paseó alrededor del pupitre y observó cada detalle de la oficina, algo impaciente, ofendida y sobre todo decepcionada. Él prefería estar encerrado en esas cuatro paredes, sumergido en documentos y conviviendo con rústicos empleados antes de aceptar la invitación de su novia… ¡que sujeto más apático!
    - Eres frío, soberbio y engreído, antes que hombre pareces un niño, uno extremadamente fastidioso. –refunfuñó entre dientes. –Pero yo soy peor que tú. –sonrió con expresión yerta y salió de la oficina.
    Al cerrar la puerta detrás de sí, vio a la insoportable asistente parada junto a una secretaria, apoyada en la pared y con cara de frustración. Tomó aliento y se acercó altivamente, le analizó con la mirada para humillarla y recalcarle su existencia, por eso dibujó en su rostro la mueca más despreciativa que pudo usar sin caer en la vulgaridad.
    Tuvo mayor efecto de lo que pensó; Clarisa se amilanó, empezó a temblar presa de la vergüenza que sentía al estar frente a esos hermosos ojos claros, por un instante creyó descubiertos sus “pecados” y al hallarse sin escapatoria cerró los ojos y recitó un hechizo absurdo para hacerse invisible. Pero Johana guardó silencio y se marchó.
    Apenas hubo desaparecido de su vista, Clarisa ingresó a la oficina con desesperación, se sentó frente a su jefe y suspiró para tranquilizarse.
    - Parecía muy triste…
    - Déjala, ella no debe importa. –espetó Iván mientras leía diligentemente contratos sin importancia.
    - Me pregunto si yo seré indiferente para ella.
    - Claro que le eres indiferente, eres alguien sin importancia para la gente. –sonrió contenidamente.
    Johana caminó por la ciudad sin fijarse en sus pasos, a donde fuera no tenía importancia, si no perdía el tiempo en algo sin sentido y por el contrario volvía directamente a casa, con total seguridad descargaría su frustración sobre algún empleado.
    El sol empezaba a calentar y las heladerías ya preparaban los postres de verano, la gris ciudad se disfrazaba paulatinamente de colores traídos de otras dimensiones, hacía demasiado buen tiempo para sufrir tontamente. Pensando en eso, se detuvo a mirar pasar el agua del infestado río que dividía en dosla ciudad. Inesperadamente el sonido del motor de una motocicleta le hizo desechar rápidamente aquellos nacientes deseos de saltar al agua muerta.
    - Señorita Johana Ibáñez, debe estar muy triste para venir desde los barrios residenciales a mirar el rio desde este viejo puente. –le habló un hombre que se acercaba desde atrás.
    - Gustavo… ¿verdad?, el novio de Clarisa. –susurró sin dignarse a volverse para hablarle directamente.
    - No, soy un buen amigo pero no su novio, parece que ella tiene algo con su jefe. –dijo con semblante inconmovible, mientras prendía un cigarrillo. Se acercó para ver de cerca a la hermosa mujer, no podía ser más genial, sus palabras habían causado el efecto deseado.
    - ¿Por qué dices eso?
    - Los vi con estos ojos. –se echó a reír estrepitosamente. Johana le observó con rabia… ¿de que servía que fuese guapo si era un estúpido vicioso incapaz de controlar a su amiga amante?
    - Idiota. Te ríes como enfermo. –renegó.
    - Es un tipo rico, yo no puedo competir con él. Mírame, sin duda preferirá a su jefe, incluso tú sabes qué elegiría ella. –Johana asintió en su corazón, sin duda por más tonta que fuera la chica, era capaz de discernir lo que le convenía. – ¿para que luchar por una causa perdida?
    Eso era cierto, no tenía sentido intentar conseguir el amor de Iván sin siquiera atreverse a aceptar y confesar sus sentimientos. Era un absurdo tratar de mantener a su lado a un hombre que no sentía absolutamente nada por ella, pero era más irracional aceptar eso y dar a torcer el brazo. Johana era la hija de los Ibáñez, la tercera familia más importante del país, una persona nacida para triunfar, para aplastar a sus adversarios y controlar el destino de los miserables. Posiblemente los Duarte fueran el clan más poderoso de la ciudad, pero esa familia no se comparaba con la suya. Iván podía ser soberbio e inflexible, pero ella era un muro inexpugnable, sin duda un pobre individuo como Gustavo podía darse el lujo de renunciar pero Johana Ibáñez… ella no.
    - ¿Quieres ir a ver una película? –susurró
    - ¿Yo?... sería un placer, ¿Estas segura? –asintió y empezó a caminar. Gustavo sonrió con satisfacción, buscó un cigarrillo en su chaqueta, lo encendió y se lo ofreció a su acompañante, ella lo aceptó y se lo puso en la boca.
    Caminaron lentamente, Johana seguía pensando en Iván y en la tonta cara de Clarisa, Gustavo contenía una carcajada que luchaba por aflorar: si Clarisa no podía servirle de trampolín, posiblemente ésta chica de la alta sociedad se convertiría en la mayor plataforma desde la cual proyectarse.Su madre decía que había nacido bajo la tutela de una estrella, solamente ahora entendía a qué se refería; si Clarisa era la chica más afortunada del barrio, él era el hombre más venturoso.
    Para cuando hubieron llegado al cine, Johana había consumido cinco cigarrillos ¿Quién diría que esos envoltorios de tabaco fuesen tan útiles? Entraron a la sala de proyección, se sentaron fúnebremente y miraron la película sin enterarse del tema. Esto realmente era odioso… no servía de nada venir a ver una película si no tenía ánimos para apreciarla.
    - Salgamos. –dijo con tono imperante y sin esperar alguna reacción se dirigió a la salida.
    - Que pérdida de tiempo. –Johana se detuvo repentinamente, se paró frente a él y le miró fijamente a los ojos.
    - ¿Qué sientes por Clarisa?
    - Le quiero –mintió descaradamente y con relativa maestría. –es una chica encantadora, tierna y siempre la he considerado una persona especial.
    Justo lo que pensó cuando la vio por primera vez: tierna, especial… un extraño experimento de mujer. Apretó el puño y continuó caminando, ahora deseaba estar sola, pero el tipo rústico le seguía, había llegado el momento de despedirlo pero no lo hizo, le ignoró y tomó un taxi sin pensar en un destino, no le importó que Gustavo también subiera al vehículo.
    - ¿A dónde vamos? –preguntó él con entusiasmo. Johana desvió el rostro y guardó silencio. –vayamos al malecón, a ver el atardecer.
    El taxista tomó eso como una orden y condujo en dirección al mar. Ella apoyó la cabeza en el cristal de la ventana y se dedicó a observar a través de ésta, sin fijarse en nada, dejando divagar su espíritu. ¿Por qué tenía que ceder frente a una chiquilla de las barriadas? Por algún extraño motivo sintió deseos de llorar, de gritar y maldecir a todos… maldito orgullo que no le dejaba ser genuina, que le hacía superior a los demás pero que al mismo tiempo le cerraba el alma y le privaba de la capacidad de sentir con libertad.
    El mar seguía siendo frío como en el invierno, el sol de primavera era demasiado débil para calentarlo, por eso la brisa húmeda e intensa, seguía creando una barrera que ocultaba la playa. Juntos caminaron a lo largo del malecón, asomándose por momentos a intentar ver las olas a través de la bruma, hasta que se detuvieron frente a una banqueta abandona, se miraron y exhalaronal mismo tiempo.
    - En esta época este lugar sigue siendo deprimente. –Johana sonrió con tristeza, aún el impulso de dejar fluir algunas amargas lágrimas no le abandonaba.
    - Es buen tiempo para despejar la mente.
    Se quedaron parados dejando pasar el tiempo, fingiendo disfrutar de la vista, de ver a alguna gaviota volar, de algún sonido artístico del mar, en fin, aparentando tener gusto por la naturaleza.
    - ¡¿quieres ir a un lugar más acogedor?! –exclamó repentinamente y rápidamente caminó analizando la manera más rápida de llegar a la vía.
    Caminaron por las calles empapadas del olor del mar hasta que vieron prenderse uno tras otro los anuncios publicitarios de neón, Gustavo miró su reloj: seis de la tarde, un poco más y en verdad hubiesen visto la puesta del sol… sin avisar, Johana ingresó a una posada, puso un cheque frente a la recepcionista y ésta le entregó en silencio la llave de una habitación, la tomó y subió al cuartucho asignado.
    - ¿Y esto que?... realmente eres una persona interesante. –habló Gustavo mientras ojeaba el lugar.
    - Si no sabes, es un cuarto de hostal. –se sentó en la cama y tiró amargamente su bolso. Iván… ¿Por qué era tan cruel?
    Gustavo se atragantó con su propia saliva, miró fijamente a la señorita de élite y se golpeó en la cabeza para convencerse de que no era un sueño, realmente estaba en una sucia habitación con ella, con Johana Ibáñez, la hija tercera de la grandiosa familia dueña de la cadena de hoteles de lujo más ostentosa del país, se mordió el labio superior para sentir dolor y de ese modo salir de su pasmo. Una vez en sus cabales, se sentó al lado de su acompañante, colocó una mano sobre su espalda y la dejó caer deleitándose, con la otra mano acarició lentamente las piernas de la chica, finalmente le besó.
    ¿Qué hacía ella junto a un hombre de tan baja calaña? No tenía nada de malo, Iván pasaba en promedio ocho horas al día con una muchacha del mismo tipo… ¿Por qué ella no podía ser libre para hacer algo similar? Sencillamente cerró su mente y dejó que Gustavo le tocara, hace mucho tiempo nadie le acariciaba. Llegado el momento, no le importó que el chiquillo procediese del agujero más miserable del mundo o del castillo de marfil más blanco que existiera, te todas formas era un hombre, uno que a diferencia de Iván se dignaba a escucharla… y a tocar sus piernas.
    Clarisa bajó del colectivo y dando pequeños pasos caminó hasta su casa intentando disfrutar de la noche más cálida en meses. Por eso, mirando al cielo y concentrada en sentir el tibio aire estrellarse en sus mejillas, no notó que justo frente a su casa Ernesto le esperaba sentado en la acera, como un alma en pena. Cuando al fin se dio cuenta, su buen humor se evaporó.
    - Hace unos días te llamé. Dije que necesitaba hablar contigo y no pude esperar más, perdón por aparecer sin avisar.
    Aún consternada Clarisa sonrió cortésmente pero su nerviosismo extremo le hizo parecer idiota. Ernesto por su lado, tomó aliento y repasó mentalmente sus palabras.

    - No permitas que Clarisa se acerque a Iván, sujétala y no la sueltes... –repetía ellaen el oído de Gustavo.
    ¿Eso era una súplica, un conjuro o un negocio?… fuese lo que fuera, Gustavo le escuchaba sin prestar atención… Como si él fuera capaz de irrumpir en una posible relación entre esos dos, podía controlar a Clarisa, pero Iván… gente como Iván estaba hecha para aplastar a tipos como él, tratar de interponerse era librar un batalla perdida de antemano, una batalla que en el fondo no le interesaba luchar… ¿en verdad Johana no se daba cuenta que el amor que decía tener por Clarisa era falso como los besos apasionados que se daban ahora mismo?
    Élsimplemente quería sentir el placer de poseer a una chica tan hermosa y sobre todo, de enredarse con un miembro de la élite; hacerlo representaba la reivindicación ritual de su valor como persona, recoger la afirmación que la naturaleza mostraba al mundo respecto a que todos los seres humanos son exactamente iguales, sin importar la apariencia ni la posición social. Cada beso, cada caricia, cada movimiento y cada gemido resultaban, a causa de esa concepción, más placenteros de lo normal.Ésta amante le brindaba más que el típico deleite físico al que estaba acostumbrado, le inyectaba directamente valor a su autoestima.
    - Si tú la aprisionas, será lo mejor para ambos, hazlo por nosotros. –susurraba mientras sentía a Gustavo en sus entrañas.
    ¿Nosotros?... ¿es que acaso existía un “nosotros”? sentía lástima en el fondo; desde lo alto del distrito residencial el ángel que se retorcía debajo de su peso había caído hasta un burdo hostal frente al malecón. Ahora se entregaba a él, sin decir nada, simplemente por decepción… realmente causaba compasión, pero una persona pobre no podía darse el lujo de ser contemplativo, debía aprovechar la oportunidad que le entregaba la vida para emerger. Le sujetó con fuerza y no le soltó.

    - Antes te he dicho lo que siento… ¿has pensado en ello? –Clarisa se encogió de hombros y retrocedió nerviosamente, definitivamente prefirió ignorar el asunto. –quiero saber qué piensas de eso.
    - Yo… creo que es un error.
    - Nos besamos, no juzgo que beses a cualquiera. –insistió el doctor.
    - Fue un error. –balbuceó ella con el corazón acelerado.
    - No lo creo, sé que sientes algo.
    - Respeto y cariño. –se apresuró a replicar.
    Ernesto tragó saliva y dio media vuelta con impaciencia para ocultar su incomodidad, sabía que la chica podía mantener indefinidamente la conversación en punto muerto, por eso se volvió decididamente, sujetó de los hombros a su antigua secretaria y con un brusco movimiento la atrajo a su pecho, le abrazó con fuerza e intentó besarle, sin embargo Clarisa desvió el rostro y usando toda su fortaleza luchó por liberarse de esos brazos que le rodeaban.
    - ¡Está mal, usted ha mal interpretado todo! –exclamó con su tenue voz indecisa.
    - ¿Qué otra interpretación puedo tener de un beso?
    - Usted es un hombre… –“mayor y yo acabo de cumplir la mayoría de edad” estuvo a punto de decir pero se contuvo, quizá escuchar eso sería hiriente.
    - ¿Qué te impide ser franca? Si vas a decir algo dilo.
    - Yo no quiero tener que ver con nadie. –“estoy enamorada de otro hombre”, “creo que usted es demasiado viejo para m픅 eso y otras cosas deseaba expresar pero no se sentía lo suficientemente segura para hablar. –no por ahora…
    Ernesto le observó con un gesto interrogativo y se acarició la barbilla mientras dibujaba una sonrisa hueca en su rostro. La chica le había rechazado, no era la primera en hacerlo, pero sí la de menor porte, se sintió ridículo. Retrocedió para crear una distancia prudente entre los dos y de ese modo obtener aire libre para apaciguar la mezcla de emociones polares que se arremolinaba en su pecho.
    - No voy a insistir, sólo dame una razón y me iré.
    - Soy inmadura, no estoy preparada para una relación. –improvisó ella, con la sangre a flor de piel.
    El viento elevó el cabello suelto de Clarisa, hizo ondear el vuelo de su falda y le desestabilizó, por un momento estuvo a punto de despegar los pies del suelo. Inclinó la cabeza en son de reverencia y se abalanzó sobre la puerta de su casa, la abrió y se ocultó dentro. Allí pegada contra la madera, con la mano en el pecho sosteniendo su músculo vital o al menos evitando que aflore de su torso y que caiga al suelo, esperó con los sentidos agudizados, a que el doctor se marche. Al cabo de unos segundos escuchó unos pasos pesados.
    Ernesto caminó hasta la vía principal, tomó un taxi rumbo a casa y cerró los ojos para descansar. No debía insistir, pero si no lo hacía terminaría perdiendo cualquier contacto con Clarisa, si no renunciaba, de igual manera terminaría rompiendo la relación de amistad que mantenían. ¿Debía olvidar el asunto y fingir que nunca sucedió?... seguramente fuese lo más conveniente y caballeroso, pero no podía hacerlo, estaba Iván como amenaza, y su orgullo no le permitía renunciar.
    Frente a su casa vio a una rubia conocida, ojeó de lejos y la reconoció, metió las manos en sus bolsillos y se acercó con indiferencia artificial.
    - Sigues viendo a Clarisa ¿no? –habló Saza con la vista ocupada en contar las grietas de la berma. –esa noche, cuando me di cuenta de que te había impresionado, creí que te acordaste de tu hermanita muerta, pero quién diría que eres un pervertido.
    - ¿Qué quieres?
    - Yo sabía que esa chica es especial, tiene algo, no sé qué. Creí que le gustaría a Iván, pero terminó gustándote a ti también.
    - Le diste el collar que te regalé. –renegó con indignación. –calculaste que me impactaría.
    - Quería probarte, resultaste “perro”, así son casi todos, de ese modo me di cuenta de que no me convenías.
    Ernesto miró hacia otro lado, suspiró y metió la llave en la cerradura de la puerta, ingresó a su vivienda y esperó a que Saza entre también.
    - En un momento determinado te quise, pero no soy tonto, supe luego que clase de persona eres.
    - Y a ti te gusta el tipo de persona que es esa chica, tontas, ingenuas e inocentes, así te gustan. –sonrió torcidamente. –quiero saber si hay algo serio entre Iván y ella.
    - Él tiene una pareja formal, no tienen nada, pero al mismo tiempo sí. –Saza frunció el ceño –tú entiendes mejor que nadie.
    Saza abandonó el lugar y volvió a su farmacia, abrió la portezuela y se metió, encendió la luz y observó panorámicamente su negocio, el lugar donde pasaba doce horas al día, el donde vio por primera vez a Iván y donde conoció a Clarisa. Ella que se jactaba de ser inmune a la vida, de ser inteligente y calculadora, había terminado victimada por su propio juego, de los hilos que movió para otros creyendo que ese no era su camino. Ernesto era un pervertido, tanto como ella, pero Sara había caído más bajo. Ahora entendía que el dinero resolvía nada, que necesitaba algo adicional para estar satisfecha. Sus manos, su piel, su boca y su corazón, los había ofrendado tantas veces que ya no eran más que un recipiente desgastado para su alma. Cayó de rodillas al blanco piso, ocultó su rostro en su regazo y se abandonó al llanto… si tan solo tuviese un pedazo de la pureza de Clarisa, se sentiría capaz de rehacer su vida.
    Curiosamente, Johana se sentía igual, en su habitación, desnuda frente al espejo se contemplaba sin comprenderse a sí misma; ya no era la señorita distinguida, que miraba por debajo del hombro a sus pretendientes, esa tarde lo había desechado todo para enredarse con un “mugroso” se sintió sucia, avergonzada de sus acciones y aunque nadie lo sabía, se apenaba ante sí misma… que absurda manera de tratar de encontrar el afecto que le negaban, que estúpida había sido al creer que compartir el lecho con un extraño terminaría dañando a Iván, al final la única lastimada resultó ella.
    Clarisa sentada en el viejo sillón de la sala, cenaba viendo la televisión, por momentos venían a su mente recuerdos que le atormentaban, besos, más besos… ninguno con Gustavo. El beso de hoy menguó más de lo acostumbrado su dignidad de mujer “decente”.

    continuará...
     
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  11. AntonioG

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    CAPÍTULO XIV
    DEBILIDADES QUE LASTIMAN


    Le miraba nerviosamente, esforzándose por pasar saliva y controlar sus ansias hasta estar a solas, aunque era algo imposible esperar. Solamente faltaban dos semanas para que el periodo de prácticas de Clarisa culminara, él había prometido que le contrataría, pero francamente aún no daba la talla, a veces ante la poca monta de su asistente, la paciencia le traicionaba y sentía deseos de gritarle. Pero todo ese malestar se diluía misteriosamente cuando le veía sonreír, era algo que no podía evitar; cuando Clarisa cerraba los ojos y aceptaba un beso sin decir una sola palabra, todo perdía importancia.
    - La hija de la señora Inés, es muy atenta y empeñosa, he estado pensando que ella podría ayudarte. –habló la madre de Iván en medio de la cena, él le observó atentamente y con expresión interrogativa. –no me gusta la chica que tienes como asistente… es solamente una practicante, no tiene ni título y tampoco serviría de mucho que lo tenga, viene de un simple instituto.
    - ¿Por qué ese repentino interés? Me diste carta blanca para manejar el A.B.E.
    - Para manejarlo mas no para que contrates a cualquiera. –Iván apretó el puño ocultamente.
    - Ya está contratada, debiste avisarme antes, acabamos de firmar un contrato renovable por seis meses. Quizá luego la linda Inesita pueda reemplazarla. –mintió descaradamente.
    Madre e hijo se observaron fija y fríamente, como midiendo el terreno y la determinación del otro. Sin embargo rápidamente la señora extravió la mirada y se dedicó a comer.
    - ¿Cuándo piensas comprometerte con Johana? Sus padres están algo impacientes. –Iván jugueteó con los cubiertos, masticó un bocado con mal gusto y se retiró.
    Se sabía Incapaz de contradecir a su madre, siempre aceptó con mala gana pero sin rechistar sus imposiciones ¿podía considerarse un hombre?... No era más que un niño, uno rebelde ocasionalmente, pero chiquillo al fin. Aceptó el rumbo de su vida cuando obedeció a su madre respecto a qué carrera estudiar, que amistades tener y donde laborar… bajo el seno de su madre, en el A.B.E. el mismo que administró su hermana antes de casarse, que paradójico.
    Nada de lo que hacía poseía sentido alguno y mucho menos futuro; su amorío con Saza solamente se trató de entregarse al sentimiento y al momento, sin pensar en nada, justamente como un niño. Ahora sin embargo, había aprendido algo del ser menos esperado: compartiendo tiempo con Clarisa, descubrió que sin importar las dificultades, miserias o limitaciones, si una persona se esfuerza por destacar logra hacerlo… o al menos llamar la atención de los demás hasta conmoverlos y tal vez cautivarlos.
    Johana lanzó al viento el teléfono, éste se estrelló contra la pared y se rompió produciendo un ruido sordo. Lo que la señora Rosalía le había comunicado le pareció un absurdo; no podía creer que esa autoritaria mujer cediera frente a su hijo. La idea de recomendar a otra persona como reemplazo de Clarisa fue suya, se lo expresó disimuladamente a su cuasi suegra y creyó que sería suficiente decir que Inesita era su mejor amiga y un genio en lo que hacía, pero al parecer no fue así. Se mordió las uñas al pensar en que tal vez los mejor sería sincerarse y decir lo que sentía… ¿pero a quien, a Rosalía o directamente a Iván?... cualquier opción era demasiado humillante.
    Cogió las llaves de su auto, y sin dejar de presionar el acelerador, se dirigió arrebatadamente hasta el barrio de Clarisa. Al llegar se paseó por la calle empolvada y reseca, miró atentamente la pobre casa de su rival y se golpeó en la cabeza… había olvidado que a esa hora la chica estaba en el A.B.E.
    - Hola. –le habló desde lejos Gustavo. –me pregunto si has venido en busca de Clarisa o en busca de otra cosa.
    Ella también se lo preguntó. No, definitivamente quería ver a la tonta… sonrió en su interior, en realidad no importaba a quien buscaba, solamente deseaba olvidarse de sí misma, pensó que humillando a Clarisa aliviaría su malestar, pero eso también era posible largándose con Gustavo.
    - Quiero hablar contigo. –dijo al mismo tiempo que subía a su coche. Gustavo dibujó una sonrisa torcida y subió también.
    - Si yo pudiese entrar al A.B.E. tendría la oportunidad de estar cerca de Clarisa…
    - ¿Qué lugar puede tener un tonto en una empresa importante? –se burló ella.
    - No me subestimes… soy un estudiante destacado, un contador.
    - Puede que yo sepa ayudarte, con ese compromiso. –pensó en voz alta, puso en marcha el vehículo y condujo con la vista fija en el camino.
    Llegaron al mismo cuartucho de la última vez, cerraron la puerta con seguro y dejaron que sus cuerpos actúen. Más dichoso no podía ser, Gustavo reía sin poder controlarse, se esmeraba al recorrer los confines de su amante al besarla y acariciar con su lengua cada parte sensible. Johana se dejaba desear, atreviéndose tímida y fugazmente a repasar con sus manos el cuerpo de Gustavo… ¿Iván también hacia eso con Clarisa? Ella no le encontraba el lado atractivo a los pobres, Clarisa era una cucufata retraída con apariencia infantil y de pocas luces, éste tipo que le abrazaba y empapaba de saliva no resultaba más genial, torpe, “chusco” y grosero incluso en sus expresiones, no tenía nada atractivo, salvo el hecho de ser hombre y estar en buen estado físico… más profundo, era tan igual como sus amantes de alta sociedad… simples individuos ansiosos de sexo.


    Clarisa entró a la oficina y encontró sobre el escritorio un papel y un bolígrafo, los examinó mientras se acercaba y descubrió de qué se trataba… el contrato. Lo leyó y las piernas comenzaron a temblarle, el corazón se le detuvo y sintió un calor interno que afloraba desde sus entrañas para recorrer todo su cuerpo… ya tenía la firma de Iván.
    - Dije que te contrataría ¿Por qué te sorprendes?
    - Es que… sé que aún me falta mucho. –susurró
    - Si yo fuese otro te hubiesen desechado sin miramientos, si tú fuses otra no te contraria, quizá aunque seas tú misma pero otra la situación te dejaría ir. –sonrió complacidamente. –pero yo estoy dispuesto a enseñarte lo que no sabes y tolerar tus errores, solamente porque se trata de ti, porque te obligué después de todo a abandonar el tierno consultorio de Ernesto y te traje aquí con la promesa de contratarte luego. Firma.
    Clarisa tomó la pluma y apretó la punta sobre la hoja, miró a su jefe que le sonreía benévolamente y se amilanó… ¿Por qué hacía eso?... al final sí resultó “trepadora”. Estampó su autógrafo y sonrió nerviosamente. Iván se acercó lívidamente, puso las manos sobre sus hombros y le atrajo a su boca para besarle; ella se encogió y concedió sus labios… si tan solo pudiese decir “no”, pero no se sentía capaz de articular esa simple palabra, temía hacer enfadar a Iván. No se imaginaba lejos de la empresa, sin su apoyo, vuelta al mismo punto de inicio.
    No, no solamente se trataba de inseguridad y del tonto concepto “si ya cedí una vez no puedo negarme la próxima”, quería mantenerse allí, al lado de la cúspide del A.B.E. admirada y envidiada por sus compañeras y conocidos, disfrutar de los beneficios de la fama, del apoyo casi absoluto de su jefe, si le negaba su boca, otra vez la fría barrera de vergüenza se interpondría entre los dos. Era mejor mantenerse en ese estado de dopamiento, en el que el juicio es confuso y priman los instintos.
    “Trepadora”: mujer que saca provecho de sus encantos, que usa a los demás, que sólo piensa en sí misma, que se aferra a lo que considera suyo y se vale de cualquier método para conseguirlo. Ese concepto le identificaba bien, ella lo comprendía pero no se consideraba capaz de darle reversa a su corrupción. Nuca imaginó tener algún encanto que pudiese usar, ahora incluso no lo identificaba pero después de las palabras de Ernesto y la actitud de Iván intuía que de alguna manera los había cautivado “tienes algo que te hace atractiva, pero no has podido darte cuenta, te subestimas mucho”.
    Sabía que lo que fácilmente llega, fácil se va y que no vale la pena aferrarse a un sueño que en el fondo es corrosivo. Pero no tenía la culpa, ellos le arrastraron, uno a su consultorio, el otro a su empresa, ella solamente deseaba conservar su lugar. ¿Qué importancia tenían ahora sus principios morales? Seguía teniéndolos, guardándolos y viviendo de acuerdo a ellos… simples besos, no tienen importancia… ¿Dónde había quedado su orgullo de mujer conservadora? No había una respuesta para eso.







    CAPÍTULO XV
    El amor no se acaba.
    Aquella tarde Saza se arregló lo mejor que pudo, se miró al espejo y se dio ligeras palmadas en las mejillas para encender aquella luz radiante que le hacía maravillosa. Cerró la farmacia y abordó un colectivo que le llevó a las inmediaciones del barrio de Clarisa, todo fue en vano… había mucha gente en el camión, todos apretados como sardinas, se destruyeron la facha mutuamente, algún aprovechado incluso disfrutó al pegarse demasiado, al final terminó con el cabello alborotado, los tacos estampados con la huella de algún zapato desconocido y la ropa doblada. Caminó tratando de recomponer su estampa. Cuando hubo localizado la casa de Clarisa, suspiró profundamente y tocó.
    - ¡Hola Clarisa! –extendió los brazos tan pronto la chica se asomó abrazándola vehementemente.
    - Hola… –saludó mecánicamente y absorta por tan inesperada visita.
    - ¿Cómo estás?... ¡te has vuelto hermosa!... antes eras toda pequeñita…
    - ¿Qué deseas? –susurró Clarisa para darle fin a las frases sin sentido de Saza.
    - Somos mujeres… yo me he equivocado y quiero enmendar mi error, ayúdame.
    Clarisa le miró extrañada y sin poder descubrir el significado de aquellas palabras, Saza le sonrió enseñándole la inmaculada pureza de su dentadura y le tomó de la mano.
    - Quisiera que me devuelvas el collar que te regalé…
    - Claro. –le invitó a pasar y enseguida subió a su cuarto para sacar la alhaja. Sentada en la sala Saza echó un vistazo panorámico a la vivienda… hacía falta la mano de un hombre y algo de buen gusto, no solamente era una casa pobre si no muy mal cuidada. ¿acaso tan tierna y femenina chica, no tenía el gusto y amor por el orden típico de las damas?
    - Aquí esta. –Clarisa extendió la mano y entregó el collar. –no volví a usarlo después.
    - Lamento tener que pedírtelo. –Ella negó con la cabeza.
    - ¿puedo preguntar algo? –Saza aceptó agrandando su típica sonrisa -¿Por qué quiere el collar ahora?... Ernesto me dijo que te lo regaló cuando eran. –se detuvo para no incomodar.
    - Yo quería a Ernesto, quería estar con él, pero fue extraño sabes. –la luz de la farmacéutica se apagó poco a poco mientras hablaba. –un día llegó a LA LUZ Iván, algo inexplicable me pasó… llegué a quererlo mucho. –Clarisa abrió sus ojos con asombro –pero yo era mayor, él un adolescente, éramos muy distintos. Pensé que sería correcto alejarme y evitar que nos lastimemos mutuamente, pero me equivoqué.
    La chica pálida dejó caer la mandíbula un instante y se sumergió en sus propias conjeturas y en recuerdos obtusos.
    - Pero el collar…
    - Ernesto no es más que un doctor de quinta. –sonrió como nunca antes le vio hacerlo; sin ningún resplandor. –Yo quería algo mejor, por eso decidí separarme, no calculé que él se fijaría en ti, perdóname por eso.
    ¡Qué osadía!... deshacerse de dos amores simultáneamente, en una sola noche, usando a la misma chica para distraerlos… eso era genialidad perversa. Clarisa pasó dificultosamente el aliento, ya sabía que esa aparentemente maravillosa noche de cuento de hadas, tenía como todo en la vida, razones ocultas, un motor contaminante, disfrazado pero presente.
    Saza se incorporó, se despidió tratando de aparentar ser la misma persona radiante de siempre pero sin éxito, esa luz que irradiaba de su blanca piel y sus rubios cabellos ya no tenía la capacidad de cegar a nadie, ya no resultaba admirable ni pura, era un simple disfraz, Saza no era en nada mejor que el resto de personas. Clarisa recién ahora comprendía la verdadera naturaleza del aura que rodeaba a la farmacéutica, ese resplandor que le hizo sentirse insignificante y le revolvió las entrañas aquella vez, todo era falso, una simple careta bien hecha… y ella que se había cautivado y esforzado por imitarla.
    Llegó al apartamento de Iván, tocó el timbre pero no hubo señales de vida dentro, así que se sentó en el pasillo y haciendo uso de toda su paciencia, esperó. Al cabo de unas horas unos pasos ostentosos le trajeron devuelta de su divagar, se incorporó y observó al dueño de ese andar.
    - Llegaste…
    - ¿Qué quieres? –preguntó Iván con el tono más seco e indiferente que fue capaz de usar.
    - Hablar. –se acomodó el escote de la blusa y meneó el cuello para llamar la atención, él tardó en reconocerlo… estaba usando aquel mismo collar.
    - ¡¿De dónde lo sacaste?!... ¡¿Fuiste a pedírselo a Clarisa?! –exclamó irritadamente.
    - Hablemos…
    Iván dudó un segundo, no quería verla, concebía rabia y dolor cuando le sentía cerca, el corazón se le detenía y por momentos se imaginaba acomodándose en su regazo. Sin embargo le dejó entrar a su casa sobreponiéndose a sus miedos. Se sentaron uno frente al otro y guardaron silencio.
    - Estaba muy equivocada. –empezó a hablar. –fui tonta y no pensé.
    - Di lo que tengas que decir.
    - Aquella vez, yo creí que lo que nos sucedía no tenía sentido, eras muy chico, pensé que estaba actuando perversamente y nunca me esforcé por descubrir lo que sentía por tí. Pensé que sería mejor romper nuestro vínculo para que ambos podamos desarrollar nuestras vidas muy aparte y perseguir nuestros sueños con libertad.
    Una puñalada helada atravesó el pecho de Iván, era cierto, su amor no tenía sentido porque no les hubiese conducido a ninguna parte, solamente a problemas futuros, él fue muy chiquillo e iluso. Pero… ¿sueños? Iván Duarte carecía de sueños, desde aquel tiempo hasta éste día, antes de conocerla no perseguía ninguna meta y aún en la actualidad su vida carecía de destino, los sueños solo pudieron ser de Saza… pero ¿qué sueños?...
    - Tienes razón. –susurró débilmente. –No te lo reprocho, creo que fue lo mejor.
    - No, no fue lo mejor, no fue adecuado ni tan siquiera digno. Fue solo por mi inseguridad, por mis egoístas pensamientos… yo no tenía verdaderos sueños. –Iván le miró con asombro y curiosidad. –mis sueños, objetivos o metas no fueron más que ilusiones huecas, sin valor alguno. No supe definir lo que es en realidad un objetivo en la vida, simplemente creí que se trataba de tener éxito y nada más. –unas cristalinas lágrimas brotaron de los grandes ojos de la rubia, eran un presagio del diluvio venidero –He errado en todo y ahora no tengo más que una tienda con decenas de pastillas y jarabes… eso no es éxito, aunque fue mi sueño… no es vida.
    Saza lloró desconsoladamente. Iván Quería tocarla, poner la mano sobre su espalda para apoyarle e intentar reconfortarla pero no se atrevía, él tenía una herida junto al corazón, le dolía tanto que los ojos se le humedecieron sin remedio, le lastimaba ver sufrir a una persona amada, pero más le atormentaba comprender el significado de aquellas palabras… cabían perfectamente para definirlo a él también.
    - No entiendo por qué vienes a decir esto ahora. Ya no tiene sentido…
    - Todos aprendemos de los errores. –le apretó las manos con las suyas. –quiero una oportunidad para reconstruir mi vida.
    Iván se echó para atrás, se incorporó y caminó en círculos, movió la cabeza negativamente y sonriendo con desilusión… había deseado tanto oír esas palabras. Finalmente se detuvo, apoyó la espalda en la pared y se mordió los labios.
    - No puedo fingir que no ha pasado el tiempo… que ciertas personas no existen, no puedo retomar algo que aun ahora carecería de sentido.
    Abrió la puerta e hizo un ademán para que Saza se marchara, ella le miró con ojos suplicantes, pero Iván cerró sus ojos y endureció su corazón para no dejarse dominar por las emociones. Saza se negó a levantarse del asiento, fue como un pulseo psicológico que terminó cuando Iván le sujetó del brazo, le arrastró hasta afuera y cerró la puerta cruelmente.
    Al fin a solas se dejó caer al piso y golpeó el concreto con ira… el tiempo de la resplandeciente Saza había quedado atrás, ahora debía ocuparse de otros asuntos… de su vida, de encontrar sus propios sueños, de lo contrario acabaría como su hermana… ése era la última exhalación del amor de Sara, una advertencia póstuma… el sufrimiento de Saza no era por amor, era por sus errores acumulados… si no quería imitar sus pasos debía reaccionar ahora.
    Gustavo llegó al barrio, se sacudió la ropa repleta de arena y se detuvo frente a la fachada de la vivienda de Clarisa, sonrió, se pasó las yemas de los dedos por los labios y bostezó cansadamente… dio unos cuantos pasos y gritó a todo pulmón el nombre de su vecina, ésta al escuchar el llamado, se estremeció y trotó hasta la calle.
    - ¡Clarisa! He conocido a alguien.
    - Gustavo… –se acercó tímidamente y se paró frente a él, le miró con sus tiernos ojos enamorados, temblando y abochornada.
    - Me dijo que ella conoce a tu jefe y que podía interceder por mí… para conseguirme un trabajo. –habló mientras analizaba cada expresión retraída en el rostro de su vecina. Los ojos de Clarisa se hicieron grandes y profundos, se sumergió un segundo en su mente y quedó estática, Gustavo sonrió con satisfacción –se trata de Johana Ibáñez, la pareja…
    Clarisa sonrió incrédulamente y se llevó las manos a la boca; algo le incomodaba, fuera del misterio que representaba el que dos personas provenientes de polos opuestos se conocieran, le intrigaba el que congeniaran… Johana se parecía mucho a Iván, no era el tipo de persona que se relaciona fácilmente con los demás; pertenecían al grupo de personas frías y aisladas, no por falta de carisma si no porque sabían que los demás esperaban poder colgarse de sus favores… como ella había hecho, lo posiblemente Gustavo estaba planeando… ¿él también cautivaría a su “amiga rica”?... Sacudió la cabeza para olvidar esos absurdos pensamientos.
    - Qué bueno. –susurró tristemente.
    - Me entusiasma pensar que pronto, estaré relativamente más cerca de ti. –le guiñó el ojo disimuladamente y se fue sonriendo.
    Ella sonrió también… ¿Qué había tratado de decir?... Gustavo quería pasar tiempo con ella ¡su sueño dorado hecho realidad! Esa conjetura le produjo una dicha extravagante, dio unos cuantos saltos y llegó flotando en una nube hasta su habitación y se lanzó sobre la cama como si se tratara de una piscina, estiró la mano y cogió el regalo de cumpleaños que Gustavo le dio, lo apretó contra su pecho y lentamente cayó víctima de un ataque de risa incontenible… ¡era tan feliz!... hace mucho tiempo había dejado de soñar y reaccionar como una ilusa adolescente, hacerlo ahora resultaba reconfortante. “Gustavo no era un calculador y manipulador como ella”… se calmó repentinamente, sintió una terrible opresión en el pecho… era culpa ¡Cuánto remordimiento! Hundió el rostro en la almohada y se quedó así, aparentando no existir.


    continuará....
     
    #12
    Última modificación: 1 de Julio de 2013
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    CAPÍTULO XVI
    Dignidad.


    Aquel miércoles le vio sentado detrás de un pequeño escritorio, interrumpió súbitamente su marcha y le observó detenidamente para asegurarse de no estar delirando, dio dos pasos en dirección a él y se detuvo incrédula… Era Gustavo, acomodado en el umbral de los almacenes, como un mendigo, apoyado contra la pared, atento para no ocupar más espacio que el esencial. Quiso acercarse para decir algo, tal vez un cálido “bienvenido al A.B.E.” pero no se atrevió, bajó la mirada y reanudó su camino rumbo a las verdaderas oficinas… a la superficie.
    - ¿Qué te pasa?... estás más pálida de lo normal. –señaló Iván. Ella hizo un gesto negativo y fingió estar ocupada.
    El día pasó rápidamente y Clarisa salió a la carrera del edificio, caminó cobijándose bajo la sombra de las colosales moles de concreto que se erguían como agujas que lastimaban al cielo azul de primavera. Tomó un taxi y suspiró aliviada… quizá había sido un espejismo.
    Pero cuando llegó al barrio encontró a Gustavo parado frente a la fachada de su casa, vestido de saco y corbata… ¡más guapo que nunca! Tomó una profunda bocanada de aire y trató de dibujar una sonrisa en su rostro, pero no lo consiguió, esos ojos profundos que le miraban le hacían temblar las piernas, el ritmo de su corazón perdía constancia y el mundo se tornaba a blanco y negro.
    - Al fin he conseguido un lugar donde laborar. –pasó las manos por el saco como acariciando la tela o limpiándola, le miró fijamente y sonrió al decir. –En el A.B.E.
    - Muchas felicidades… –replicó ella con el corazón fuera de su lugar.
    - Es un lugar muy insignificante… pero decir que he pasado por esa empresa le dará peso a mi hoja de vida. –Clarisa asintió en medio de su abobamiento –Ya que de ahora en adelante compartiremos ruta, creí que sería bonito si pudiésemos ir juntos al trabajo. –los ojos de la chica se iluminaron con ilusión, Gustavo se dio cuenta y se mofó en su interior. –pero no será posible… tú vas en taxi… yo en colectivo. –soltó una carcajada hueca.
    - ¡yo también iba en colectivo! –se apresuró a espetar. Él le analizó con una mirada y Clarisa se encogió ruborizada… Sí, antes caminaba diligentemente hasta el paradero de autobuses, pero en los últimos meses se había acostumbrado a tomar taxis, era un lujo que se podía dar desde que Iván le aumentó el sueldo como regalo de cumpleaños. –voy en co-lec-ti-vo. –se rectificó.
    - Entonces iremos juntos. –le sonrió y se metió a su casa. Clarisa se quedó un momento inmersa en sus alucinaciones y temores, se abanicó viento con las manos y continuó caminando hasta su propia vivienda.
    Johana fingió una sonrisa sarcástica, se acercó a su novio e inclinándose, apoyó las manos sobre el escritorio, mostrando a través del escote el nacimiento de sus senos, blancos y salpicados de finas pecas. Buscó una expresión delatadora en la insípida cara de Iván pero no halló ninguna, él seguía tan indiferente como siempre.
    - ¿Cómo va mi recomendado? Es un chico muy industrioso.
    - No tengo idea. –respondió con indiferencia.
    - Es el novio de Clarisa.
    Le miró fijamente a los ojos y trató de entrar en la mente de Johana, ella le devolvió la mirada con expresión altiva. Luego de unos instantes Iván giró la cabeza y se marchó desechando lo acontecido.
    A medida que los días transcurrían todo se tornaba más terrible para Clarisa. A pesar de estar separados, ella en los pisos altos y Gustavo en el subsuelo, lo sentía cerca, respirándole en la nuca, no podía estar tranquila, se sentía vulnerable, culpable y sucia. Cuando Iván le apretaba entre sus brazos y ella le dejaba probar de sus labios, tenía la sensación de que alguien le espiaba a través de las persianas cerradas… en cualquier momento su amado Gustavo, le descubriría.
    Temía tanto que ese secreto aflore a la superficie pero no podía detenerse. Era una “trepadora” inescrupulosa y ansiosa de aferrarse al poder… ¡mentira! ya no se trataba de eso, ahora esa relación clandestina había adquirido un trasfondo horroroso: Perversión.
    Si, Clarisa Fuentes, la chica solitaria que subía a la azotea del colegio para acercarse al cielo y lamentar sus fracasos, la misma que amó por años y con terquedad a un muchacho que hasta hace unos meses atrás no se volvía para verle, la adolescente que se dejó utilizar por un par de personas disímiles, que se impresionó al ver a una farmacéutica carismática, que se cambió el look para imitarla… Clarisa Fuentes, la estudiante, la secretaria. La mujer que esa chica insegura abrigaba en su interior era un ser perverso, un individuo que se sometía al placer.
    ¿Qué resultaba menos degradante, ser trepadora o pervertida? Como saberlo… ella era una simple perversa, al fin se daba cuenta. Aquella vez en que Iván le besó, lo disfrutó, se lo negó, pero en el interior de su alma se sintió feliz y complacida. El beso del doctor Ernesto fue desconcertante pero no por eso desagradable, allí empezó su perversión.
    Besar era una experiencia innovadora, intensa y placentera, el doctor le besó, pero ella se dejó besar y devolvió el beso porque quería disfrutar de ese rozar de labios, de la humedad compartida, por eso cada vez que Iván le besaba no protestaba, creía o prefirió creer que era su carácter inseguro lo que le impedía reaccionar. Desde el principio fingió protestar, esos “peros” que juzgaba como “la voz de su conciencia y de la moralidad”, no eran más que miedo a lo desconocido y temor a la sociedad, pero en lo más recóndito de su cuerpo, algo pedía a gritos un nuevo beso.
    Era tan perversa que En medio de su perfidia inventó una inseguridad exagerada y ambiciones inexistentes, antes de aceptar su propia búsqueda de placer prefirió creerse idiota y trepadora, ¿y el deseo de permanecer en la cúspide de la empresa?, ¿el deseo de querer ser admirada por sus compañeras y maestros? Y ¿toda la ambición que le hacía actuar como una trepadora? Era tan perversa que en medio de su locura inventó esa naturaleza materialista para explicar su actitud cuando la inocencia no bastó para maquillar su esencia. Clarisa no ansiaba poder, fortuna ni la envidia de los demás, no quería ningún beneficio… solamente quería tener una vida apacible y sin apuros, como la actual, y si Iván le brindaba sus labios para calmar su fervor… No podía pedir más dicha.
    Pero la presencia de Gustavo le martillaba la mente, le tocaba los restos de decoro tan internos como su propia perversión haciéndole regresar de ese letargo degradante al que se había abandonado, pronto comprendió que no podía seguir dejándose dominar por los instintos, si no terminaría perdiendo el último rezago de pureza en su vida… El amor pulcro y abnegado que sentía hacia Gustavo, llegado el momento álgido, Clarisa vio en él un salvavidas ideal.
    Iván notó el repentino cambio de actitud de su asistente, esas miradas paranoicas y el renovado pigmento pálido de su piel, le hizo recordar la mirada ostentosa y omnipresente de Johana. Algo incomodaba a Clarisa desde que el nuevo empleado había llegado al edificio… no podía ser coincidencia. Iván se mordió el labio con frustración al deducir que existía un vínculo especial entre el contador novato y Clarisa. No podía hacer nada al respecto, él no era más que el jefe, sin competencia en ese tipo de asuntos… pero todos los besos, de algo valían. En caso la chica decidiera reinstaurar la barrera traspasada, irremediablemente se vería obligado a abandonar esos labios rosa, esa delicada lengua… ¡no! El nivel alcanzado había sido demasiado alto, ya no podía dejar ir a ese “juguete”, a esa fuente de placer…
    Sonrió con desencanto, ojeó la firma de Clarisa y tiró su cuerpo sobre el espaldar de la silla, exhaló con impotencia y cerró los ojos: nunca fue capaz de ignorarla, desde el principio no la dejó ir. No la aprisionó a su lado, por el contrario fue él quien se aferró a ella. ¿Por qué? Si tenía a Johana y a un potencial harén de bellas mujeres de la élite, ¿por qué se aferraba a una pequeña chica de los suburbios?
    Que movimientos de fichas caprichosos de la vida, al mismo tiempo en que ella decidía terminar el círculo vicioso él decidía llevarlo a un nuevo nivel, uno absoluto e insalvable.
     
    #13
    Última modificación: 2 de Julio de 2013
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    Gustavo le sonreía cada vez que se encontraban casualmente en el trabajo, le sonreía con alegría y complicidad, pero a Clarisa le daba la impresión de que reía porque conocía su secreto, por eso el típico nerviosismo e inseguridad desprendidos de su amor se veían incrementados por el temor a ser juzgada y condenada.
    Iván entró a la oficina mirándole con ojos licenciosos y con deseos contenidos, esperó un instante para apaciguar el ímpetu que le incitaba a ser más atrevido, le tomó de la mano e intentó darle el típico beso matutino. Pero aquella tarde corriente, sin motivo aparente, ella lo esquivó a último instante, usando toda su fortaleza física y mental liberó su mano y se ocultó detrás de la pila de papeles, cogió uno como escudo y no lo soltó hasta el final de la jornada. Con el corazón acelerado y esquivando la mirada penetrante de su jefe esperó pacientemente a que el sol se durmiera bajo el mar y a que las primeras estrellas salgan de sus cubículos, entonces a las seis de la tarde tomó su cartera y escapó del edificio.
    Él se frotó el mentón con expresión cansada, miró los cuatro ángulos de su oficina y luego se acarició los labios “¿cuantos besos han visto estas paredes?” se preguntó y al no ser capaz de contarlos con sus dedos sonrió secamente. Su inconsciencia había llegado demasiado lejos, estaba usando a Clarisa de la manera más baja posible, sin embargo no se podía detener… le necesitaba. Se puso el saco y salió de la oficina dispuesto a seguir a su empleada, al fin después de un instante de meditación confusa había decidido algo importante.
    … “no permitas que se unan, te lo ruego” no podía recordar con tranquilidad las tardes y noches de pasión que pasaba junto a Johana, esas palabras rezadas como el rosario, todo el tiempo y en los momentos algaidos le impedían gozar de las imágenes grabadas en su cerebro. Esa chica alta y hermosa amaba demasiado a Iván, sin embargo le entregaba sus favores sin rechistar, no podía ser una actitud normal ni decente. Cada vez que se encerraban en ese arisco cuarto de hostal playero habían tres personas agitándose en el lecho aunque solamente dos cuerpos se entrelazaran.
    Ahora tenía un trabajo estable aunque mediocre, una amante preciosa y una estrenada cuenta en el banco, pero se hallaba vacío, sin ningún motivo para progresar e intentar crecer como persona, tantos días dedicados a engañar, a subirse a lomos de los demás y a huir en el momento preciso le habían transformado en un individuo insensible y calculador pero sobre todo en una persona carente de destino ¿A dónde va Gustavo?... no existía un camino para él, solamente la codicia le movía pero incluso esta era solo una muletilla que le permitía fingir ser alguien.
    Gustavo meditaba sobre ello sentado en el asiento último del bus, al principio quiso distraerse con el recuerdo morboso de esas salidas a la playa, pero sin notarlo fue cayendo al fondo de su mente, aquel lugar en el que dudaba de sí mismo, internarse en una inspección profunda de su personalidad le incomodó, por eso sacudió la cabeza con desencanto para volver de su meditación. Cuando hubo superado ese letargo vio a Clarisa, tomó aliento y le espió disimuladamente.
    Cuando niños jugaban en el barrio, iban a la piscina municipal a nadar, de hecho él le enseñó el arte de no ir a dar al fondo del agua y de allí al otro mundo. Aquella vez que un auto lo atropelló, entre abismos de oscuridad antes de perder la razón pudo ver el rostro de Clarisa, llorando y gritando loca de desesperación, ella estaba allí. Sí, desde que nacieron se criaron juntos, eran amigos inseparables, se querían en sobre manera, todo eso durante la infancia.
    Ahora ya no eran los mismos, de aquel niño tierno que ponía el pecho por su vecina no quedaba nada, a los doce años se prendó de una chiquilla de cabello castaño y se olvidó de su amiga, fueron solo unos meses de locura pero después ya no pudo volver a ser el mismo, no fue capaz de interactuar con ella porque finalmente notó que Clarisa, la niña con la que compartía la tina del baño, era una chica.
    De esa diminuta niña quedaba sin embargo mucho o al menos esa era la impresión que tenía, seguía siendo pequeña y conservaba esa mirada insegura y esquiva de siempre, se reía del mismo modo; entre dientes. ¿Por qué venía a su mente eso?... tragó saliva con dificultad, el bus se estacionó y los pasajeros bajaron, él caminó detrás de Clarisa con una idea innovadora.
    - Hola, no te vi antes. –le habló sin mirarle. Ella le saludó educadamente pero no se detuvo a esperarle, no quería verle ni que le vea, sentía que tenía su pecado inscrito en la frente. –quiero hablarte.
    Clarisa se atragantó con su propio aliento y el tono pálido de su piel se acentuó repentinamente; una daga de hielo le atravesó el pecho, era una especie de premonición indescifrable pero temeraria.
    - Johana Ibáñez me comentó que se siente insegura. Eso hizo que yo también me estremezca. –le susurró secretamente. –Cree que tienes algo que ver con Iván.
    - [FONT=Calibri]¡No es cierto! –exclamó rápidamente.[/FONT]
    [FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Yo me sentí muy triste al pensar en esa posibilidad, pero escuchar de tu boca que es falso, me reconforta. –“de tu boca”… Clarisa se encogió de hombros y sus mejillas se encendieron, su palabra no valía nada, era una gran hipócrita.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]¿triste?[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Siempre has sido muy importante para mí.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Una vez más sintió un puñal en la espalda que le hizo trastabillar, levantó el rostro tontamente y le miró directamente, una fiebre intensa le quemó las mejillas y la nariz. Gustavo le atrapó con su mirada, alzó la mano y la posó en la mandíbula de la chica, dudó un instante pero al ver a Clarisa cerrar los ojos complacientemente se impulsó a sus labios.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]¡El beso soñado!... una mezcla de miedo y rubor recorrió el cuerpo de Clarisa, sus piernas temblaban y después de cada segundo que pasaba en suspenso se sentía más incapaz de permanecer en pie. Al fin se hacía realidad después de años de soñar y fantasear con ese momento mágico. Cerró los ojos ansiosa de sentir el amor derramarse sobre su piel, quizá ese beso lograría despertarla del sueño sucio al que se había entregado en los últimos meses, él era su príncipe azul que con un beso le purificaría el alma, paradójicamente Gustavo pensaba igual, quería con ese beso redimir su vida, sus errores ¡¿quién más adecuada que una virgen para ayudarle?!...[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Incluso pudo sentirlo respirar sobre su piel pero algo les detuvo. Un brusco movimiento le obligó a abrir los ojos y lo que vio le dejó pasmada; frente a ella estaba Iván, sujetando a Gustavo del cuello de la camisa y mirándole con la más cruel e intensa expresión que jamás creyó que existiera en este decadente mundo. Dijo algo inaudible y lo empujó con tal furia que este cayó al suelo, luego tomó del brazo a Clarisa y la llevó a costa de tirones hasta su casa.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Le dejó libre frente a la fachada y dio media vuelta con las manos en la cabeza, se volvió rápidamente y le sujetó de los hombros, le empujó hacia atrás y le aplastó contra la pared. Le observó atentamente luego bajó la cabeza, soltó unos gemidos y se deslizó hasta caer de rodillas, aferró sus manos a la cintura de Clarisa y apoyó la cabeza en su regazo. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Clarisa desnuda frente a esos ojos pardos se encogió al máximo y lloró sin darse cuenta, las lágrimas resbalaron rápidamente de su rostro y cayeron sobre su pecho y sobre la acera, al mismo tiempo algo humedeció su falda, Iván también lloraba… lo tenía tan cerca y tan apegado a ella. En su interior se estremecía y algún deseo secreto le impulsaba a abrazarlo pero no se atrevía, miedo, rabia y consternación todo se fundía en su pecho y como resultado natural no podía evitar llorar.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]…¡estúpida chica! Se repetía Iván mientras luchaba por calmarse… “¡cómo puedes traicionarme y buscar a otros hombres, eres una cualquiera disfrazada!” renegaba en su mente, pero no podía entenderse, algo andaba mal, él un orgulloso heredero había venido a caer de rodillas frente a una chica insignificante, en un barrio miserable por motivos absurdos. No existía ningún motivo para reprocharle pero aun así se sentía defraudado, humillado y burlado. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Clarisa hundió la mandíbula en su pecho sin capacidad para contenerse, de su garganta afloraron leves gimoteos y a manera de descargas eléctricas sucesivos escalofríos sacudieron su endeble cuerpo hasta que no pudo más; temblorosamente acarició con una mano la cabellera de Iván, se inclinó y tocó con la frente su cabeza.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]…Perdón… –murmuró débilmente. Iván alzó el rostro luego de un instante y le miró con los ojos hechos lagos enrojecidos y brillantes, ella apretó las entrañas y repitió –perdón.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][COLOR=#000000][FONT=Calibri]No sabía cuál fue su pecado pero sentía genuinamente deseos de suplicar clemencia. Él se incorporó, se sacudió la ropa para desprender la suciedad y se quedó parado frente a ella, a un paso de distancia. Estuvo a punto de irse y disimular ser en algo altivo pero sus pies no se movieron, entonces suspiró hondamente y se impulsó hacia adelante. Apretó con ambas manos las mejillas de Clarisa y le besó, ella le dio como de costumbre su boca, le soltó un momento para tomar aliento y volvió a besarle con violento frenetismo, mordió sus labios empapándola de saliva, metió la lengua lo más profundo que pudo hasta encontrar la de ella y juguetearon esos músculos a rozarse y a ingresar a la morada del otro.[/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][/font][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][COLOR=#000000][FONT=Calibri]Gustavo vio desplegarse esa patética escena y el estómago se le revolvió, náuseas convulsivas se apoderaron de su cuerpo y tuvo que marcharse para no vomitar indignación materializada. Realmente fue cierto… su maliciosa suposición resultó ser una verdad absoluta: Clarisa era la amante de Iván… sacudió la cabeza con ira y destruyó la mesa de noche de su habitación… Ya no quedaba nada de la antigua Clarisa.[/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][/font][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][COLOR=#000000][FONT=Calibri]¿Cuántas veces se habían revolcado? Los unos en un cuartucho frente a la playa o sobre la misma arena mientras que los otros seguramente disfrutaban de la carnalidad sobre el fino escritorio de cedro de la oficina, en el coche negro y hermoso o en la casa de alguno de los dos… y él idealizando mientras tanto a su vecina, detenido en el tiempo, creyéndola puritana. ¿Así se sentía Clarisa anteriormente, cada vez que le descubría una nueva novia?... completamente idiota.[/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][/font][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][COLOR=#000000][FONT=Calibri]Le invadió una honda nostalgia a sí mismo y por Johana, ya no existía esa persona capaz de rectificar su vida y nada se podía hacer por Johana si aun sabiendo de su existencia, Clarisa había decidido ser la oculta novia de su jefe. Todo era muy extraño, parecía que su vecina acababa de morir, estaba apenado por ella, decepcionado de su actitud y no le reconocía.




    [CENTER][CENTER][B]CAPÍTULO XVII[/B]
    [B]La palabra no.[/B][/CENTER]
    [/CENTER]
    [FONT=Calibri]- ¡Suéltame! –exclamó forzando al máximo su tenue voz para tornarla firme y audible. Él no le prestó atención y continuó aferrado a su cuerpo. –déjalo ya…
    [FONT=Calibri]- ¿Qué te pasa? –al fin le soltó -¿desde cuando tienes dignidad? –preguntó con tono sarcástico y dando muestras evidentes de reproche.
    [FONT=Calibri]- Esto está mal, no soy tu juguete. –se mordió la lengua al hablar, no estaba convencida de sus propias palabras pero quería deshacerse de Iván para poder estar al lado de Gustavo.
    Él le miró fingiendo una sonrisa y luego observó en dirección a la casa de Gustavo, lanzó un escupitajo despreciativo a la berma y se volvió. Revisó su pulso y pensó en que hacer, mientras meditaba se dio cuenta que ya no era prepotente como antes y que estaba al borde de suplicar.
    [FONT=Calibri]- ¿Qué te impulsa a decir eso? –señaló con el dedo hacia la vivienda del intruso. Aunque era cierto Clarisa lo negó rápidamente.
    [FONT=Calibri]- No sabía o no quería entender que nada bueno sale de esta situación. Ya no quiero seguir así, quizá a ti como hombre no te importe pero a mí como mujer me degrada, no quiero seguir… –cerró los ojos para evitar volver a llorar y para no ver la expresión en su cara.
    [FONT=Calibri]- Esto no continuará. –balbuceó Iván –no supe llevar las cosas, es cierto pero he decidido que voy a enmendar mis errores.
    Ahora que la oportunidad se mostraba clara y que se había atrevido a tomarla no podía dejarla pasar, no tenía importancia que actuara motivada por sus sentimientos hacia Gustavo, llegado el punto comprendió que también se trataba de honor, de salvar el poco que le quedaba.
    [FONT=Calibri]- Yo también he decidido algo. –luchó por tomar aliento y le miró directamente a la cara para tomar una actitud hidalga. –no quiero verte más.
    Calló un momento esperando algún eco pero Iván no dijo nada, el silencio, interrumpido oracionalmente por alguna voz lejana y el transitar de vehículos apáticos, inundó rápidamente el ambiente. Ambos lamentaban su accionar, una no alcanzaba a comprenderse y el otro poco le escuchaba, pero los dos se esforzaban con escaso éxito por no exteriorizar sus emociones.
    [FONT=Calibri]- ¿Estas renunciando al trabajo y a mí? –dibujó una sonrisa asqueada –ya es tarde para eso. –se volvió y caminó lentamente hasta su coche. -¿crees que nada tiene consecuencias?... ya eres mía
    Clarisa se quedó parada sin poder moverse, su cuerpo no respondía a sus órdenes. La presión sofocante que soportaba su pecho no le permitía respirar por lo que suspiraba agitadamente y con dolor. Quién diría que la perspectiva de un beso de parte de su amado explosionaría sus agallas y le serviría de gatillo para actuar.
    Los días siguientes desapareció del mundo exterior, no salió de casa. Pasó una semana y nadie fue a tocar su puerta, incluso llegó a desear una visita de Ernesto pero parecía que nadie se había enterado de su muerte social.
    Johana no supo de aquel suceso, Gustavo no le contó nada para poder continuar las visitas a la playa. Ella no notó ningún cambio en su estoico novio, seguía siendo cruel y distante. No sabía que en la mente de Iván rondaba una idea absurda, una locura que no podía tomar a la ligera, por eso esperó tantos días antes de actuar.
    Cuando al fin lo hubo decidido se dirigió al barrio de Clarisa con una enorme sonrisa de satisfacción, ésa era su última carta, lo último que haría por la chica pálida de la azotea y después de eso no quedaría nada por lo que reprocharse o arrepentirse luego. De manera totalmente distinta a su actitud antigua que le separó de Saza, en esta ocasión tomaría la vida en sus manos.
    Golpeó la puerta con insistencia pero nadie abrió, por eso suspiró hondamente y gritó
    [FONT=Calibri]- ¡Sal Clarisa!... ¡tonta, sal porque he despedido a Gustavo!
    Atrincherada en el interior de su casa escuchó eso y se estremeció, no podía creer que la prepotencia de Iván hubiese llegado a un extremo tan inhumano como para tomar represalias contra Gustavo. Eso le enfureció y abrió la puerta dispuesta a reclamarle.
    [FONT=Calibri]- No es justo…
    [FONT=Calibri]- Sí, no es justo que dejes el trabajo tirado, no eres ni un remedo de profesional.
    [FONT=Calibri]- Me refería a Gus… –se encogió cohibida al hablar.
    [FONT=Calibri]- Sólo tienes que decidir entre dos cosas. –respiró hondamente y se alentó en el interior para no amilanarse. –O regresas al trabajo y sigues siendo mi amante o vuelves al trabajo como mi pareja formal.
    Clarisa tardó en comprender y cuando al fin lo captó, sonrió bobamente. Se quedó un instante inmóvil como una escultura de hielo hasta que el rubor afiebrado de su piel le mostró viva. Retrocedió con la boca entreabierta y miró hacia un lado para no avergonzarse más.
    [FONT=Calibri]- Estás loco…
    [FONT=Calibri]- Si decides lo segundo… todo será distinto, si dices que quieres ser mi pareja formal terminaré con Johana, te presentaré en sociedad y te llevaré conmigo a todas partes… pero de ningún modo voy a dejarte ir como empleada y mucho menos voy a dar un paso atrás sentimentalmente.
    Esos ojos pardos, grandes y ansiosos le atormentaban cada segundo con más ahínco, la cara excitada de Iván esperaba una respuesta al borde de la histeria, pero no se atrevía a decir nada, todo era ya muy sin sentido y caótico.
    [FONT=Calibri]- Solo dices cosas superficiales, si me aprecias déjame renunciar al trabajo de éste modo.
    Al escucharla sintió una bofetada en la mejilla, incluso alguien patética como ella podía notar su inmadurez y el poco realismo de sus frases. Giró, agachó la cabeza y caminó lejos de la chica. Estaba triste mas no decepcionado pues lo había dado todo aunque no resultara. Sin embargo cuando llegó a casa algo le incomodó en sobremanera: ¿Qué hubiese hecho si Clarisa aceptaba su propuesta? Apretó el puño y un rubor estimulante recorrió su cuerpo por completo.
    Buscó en la memoria de su teléfono móvil un viejo número del pasado y con un poco de temor marcó.
    [FONT=Calibri]- ¡Iván! ¿Por qué me llamas ahora?...
    [FONT=Calibri]- Hola Saza, necito hablar contigo ¿puedes venir?
    Sacó de su cubículo la botella más valiosa y alistó el sacacorchos y las copas. Se sentó en el sofá y esperó imaginando lo que pasaría. Envió un mensaje de texto y se llevó las manos a la boca. Después de media hora el timbre sonó, abrió la puerta y la vio tan encantadora como antes.
    [FONT=Calibri]- ¿Qué es eso que tenemos que hablar? –susurró ella al entrar y sin poder disimular su entusiasmo.
    [FONT=Calibri]- Quiero hacerte una pregunta. –Saza contuvo la respiración y esperó con la sangre a flor de piel esa interrogante tan repentina. –dijiste que quieres una nueva oportunidad, lo estuve pensando pero hay un serio problema para mí. Tengo una novia.
    Le miró con la más actuada expresión que pudo esgrimir sin embargo en medio de su abobamiento Saza no notó ese detalle, en cambio insistió en que Johana no era ningún obstáculo que no pudiera ser salvado. Él le sonrió con desencanto.
    [FONT=Calibri]- Si nos lo proponemos, nadie, ni esa novia, ni Clarisa, ni las novias que te imponga tu madre podrá impedirnos estar juntos.
    [FONT=Calibri]- ¿eso no es muy idealista? Si reto la autoridad de mi familia ellos no dudarían en tomar medidas. –Saza negó con la cabeza y una enorme lágrima de satisfacción brotó de sus pupilas… al fin salía el sol para ella. –Me gustaría probar si el tiempo no ha enfriado mi corazón.
    Iván acarició el perfil de la hermosa rubia y lentamente se acercó para besarle, ella dichosa a más no poder le abrazó con desesperación. Pero el encanto burdo se rompió en un instante, un chillido estremecedor les lastimó los tímpanos y les hizo saltar del asiento con el alma en vilo.
    [FONT=Calibri]- ¡que rayos!... ¿Quién es esta mujer? –exclamó Johana que les había visto a través de la puerta entreabierta.
    [FONT=Calibri]- Es una amante. –replicó Iván de inmediato mientras hacia el ademán de limpiarse la boca.
    Ambas le miraron con gesto interrogativo y en son de reproche pero él les enseñó una sonrisa repulsiva y fría.
    [FONT=Calibri]- ¿para esto me pediste que venga, para restregarme en la cara tu noviecita?... piensas que puede afectarme.
    [FONT=Calibri]- No, sé muy bien que a la gran Johana nada le afecta, pero eso mismo me llevó a pensar que tal vez… podríamos estar los tres juntos, sería muy excitante.
    Los ojos se salieron de sus orbitas y la mandíbula amenazó con tocar el suelo. ¡Puerco animal!... ¿Cómo podía ese tipo atreverse a hacer una sugerencia tan perversa? Johana se llevó la mano a la frente y se paseó por la sala sin saber reaccionar, no podía tampoco ser genuina pues corría el riesgo de caer en una trampa. El pecho se le hundió a Saza, bajó la mirada y sus piernas se hicieron de papel, sonrió con rabia y maldijo en su interior ¿así se siente una persona cuando la usan? Ese sorbo de su antigua medicina resultaba muy cruel ¿así se sintieron Iván, Clarisa y Ernesto al descubrirse manipulados?
    [FONT=Calibri]- Pues no tendría reparos, sin embargo esa mujercita es una rústica sin modales.
    [FONT=Calibri]- Eso se puede arreglar. –marcó un número en el celular, puso el altavoz y lo dejó sonar.
    Los tres se miraron las caras, aguardando el siguiente movimiento. Luego de unos segundos la persona requerida contestó.
    [FONT=Calibri]- ¿hola?
    [FONT=Calibri]- Clarisa… ¿pensaste en mi propuesta?
    [FONT=Calibri]- Te pedí un favor, si me aprecias olvida el contrato.
    Johana apretó los dientes y se mordió los labios con ira, Saza se dejó caer sobre el sofá y no pudo resistir más una sonrisa ahogada en lágrimas.
    [FONT=Calibri]- Cásate conmigo.
    Clarisa cortó la llamada, apretó el teléfono contra su pecho y se arrodilló sobre la cama con el alma lejos del cuerpo. No se lo creyó, definitivamente la mitad de su vida tenía que ser un sueño desagradable, se escogió y derramada sobre la cama en posición fetal, cerró los ojos para no sentir nada.
    [FONT=Calibri]- ¿Qué haces?
    [FONT=Calibri]- Voy a tomar a Clarisa, siempre la preferí a ella, quería comunicárselo a ustedes. A ti Saza, para que sepas que te he olvidado por completo y que ahora entiendo que solamente fuiste un capricho, pues si en algún momento te hubiese querido de verdad no me atrevería a hacerte esto ahora. Y Johana, ambos sabemos que no nos une más que la voluntad de nuestras familias y tu orgullo, si quieres seguir sometiéndote a los caprichos de tu padre no cuentes conmigo de ahora en adelante.
    [FONT=Calibri]- No puedes hacerme esto… no lo voy a permitir. –Johana salió del apartamento azotando la puerta tras de sí.
    [FONT=Calibri]- Eres cruel, me engañaste por completo. –balbuceó Saza. –están hechos de diferente material, cuando entenderás que lo único no es el amor, eso se acaba y necesitarás más que simpatía para permanecer a su lado.
    [FONT=Calibri]- Voy a usarla y ella será mi salvavidas.
    Saza sonrió superficialmente, se secó las lágrimas y luego de tomar un suspiro profundo caminó hacia la puerta, se volvió, le vio sentado con expresión perdida e inconmovible. Apretó los dientes y cerró tras de sí. El camino era humillante, una vez más volvía a su farmacia a llorar en privacidad, tendida en el centro de su sueño y fuente de todos sus errores: LA LUZ era el estigma y monumento a su mala vida. Sacó de su cartera esa maravilla del siglo XXI y envió un mensaje.
    “Iván quiere comprometerse con Clarisa.
    Ernesto ¿Qué piensas hacer? Te quitaran a tu niña.”
    Al leerlo el doctor salió de su casa y encendió el motor de su coche, esperó un momento a que la máquina caliente su cuerpo metálico y miró en todas direcciones con la cara descompuesta, puso marcha y condujo al máximo de la velocidad permitida. Llegó en un eterno instante al barrio.
    Tocó la puerta y aguardó. Nadie abrió, insistió pero parecía que la casa estaba abandonada.
    [FONT=Calibri]- ¡Clarisa! Soy yo, Ernesto.
    Ella que ignoraba el llamado a propósito, al escuchar la voz del doctor se arregló la ropa, se echó un poco de agua a la cara y dándose ligeras palmadas en las mejillas abrió la puerta con un incomprensible entusiasmo.
    [FONT=Calibri]- Señor Ernesto…
    Por un instante pensó en andarse con rodeos y llegar al asunto que le traía con disimulo pero no se sintió capaz de controlar su ímpetu.
    [FONT=Calibri]- En verdad quiero ser sincero, me enteré que Iván quiere algo serio contigo. –pasó saliva con dificultad. –yo también quiero algo contigo.
    [FONT=Calibri]- ¿Qué? –Clarisa le miró con gesto incómodo y desilusionado. Pensó que el cielo le había mandado un amigo para platicar pero resultaba que a su puerta solo arribaban más motivos de descomposición.
    [FONT=Calibri]- Iván no podrá defenderte de su mundo, cada dólar que carga le separan de personas como nosotros, tú no podrás incorporarte a esa petulante dimensión que habita, no te aceptaran y no querrás aceptarlos. Yo no tengo nada que ofrecerte excepto el cariño que siempre te he tenido, comprensión, amistad y amor. –ella desvió la mirada y dibujó un círculo extraviado con ella. –Piensa en mí, al menos. Antes de tomar una decisión.
    [FONT=Calibri]- No tengo nada que pensar –le sonrió repentinamente –porque no tengo nada que decidir. No voy a tomar enserio la propuesta de Iván, él no es serio respecto a mí. Y creo que usted está confundiendo sus emociones… no puede sentir amor por alguien como yo, usted merece mucho más.
    Ernesto le miró atentamente y sonrió después. Extendió la mano y la colocó en la cabeza de la chica que se encogió ruborizada y susurró en su mente “tú eres lo que yo quiero”. Una paz extravagante le llenó el espíritu y retrocedió sin poder contener algunas miradas de admiración; realmente a pesar de su conducta, Clarisa era toda una mujer, una adorable en exceso.
    [FONT=Calibri]- Realmente no ve vez como hombre. –murmuró.
    [FONT=Calibri]- Yo creo que tampoco me ve como mujer, somos amigos, usted es la persona que más aprecio. –él asintió fingiendo complacencia y se marchó.




    [/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/SIZE][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font]
     
    #14
  15. AntonioG

    AntonioG Poeta recién llegado

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    CAPÍTULO XVIII
    Adiós.


    Una tormenta azotó la ciudad, bueno es mucho exagerar, la tempestad vapuleó a ciertas personas solamente. Una mujer mayor y de destellante alcurnia apareció frente a la puerta de Clarisa, le miró despreciativamente y se echó a reír con vulgaridad.
    - Al menos eres lista como para no haberte acercado al A.B.E.
    Se marchó pomposamente y de improviso como llegó. Días después llamó a su puerta Johana, le lanzó la misma mirada, los ojos se le hicieron agua pero resistió el llanto y le abofeteó antes de huir mojando la acera. No hizo nada, simplemente subsistía en aislamiento con lo que había ahorrado hasta entonces.
    Gustavo pasaba frente a su casa todas las mañanas, ya no iba vestido de saco y corbata. Ahora usaba una camiseta grande y pantalones jeans viejos… trabajaba en una vidriería. Ella le espiaba a través de la ventana sin atreverse a decirle nada, se sentía culpable y en el fondo él también le hacía responsable.
    Las visitas a la playa se suspendieron, la última vez que vio a Johana esta actuó fríamente y negó conocerle, como si los muchos momentos de pasión hubiesen sido solo un sueño, agradable para él, humillante para ella. Ya que no tenía más sentido interactuar con miserables de la periferia dejó que la señora Mercedes purgara a la servidumbre y al encontrarlo poco capacitado e innecesario Gustavo fue despedido.
    Con el paso de las semanas Clarisa veía aproximarse el momento de reunirse con su familia en el campo, lejos de la gris urbe, por eso, salió de casa para recorrer por última vez las calles que le vieron crecer y a despedirse, aunque resultara indiferente, de los conocidos.
    Caminó por el barrio, sonriéndole a los vecinos y diciendo adiós esporádicamente, llegó sin tener la intensión hasta el portón del instituto y se aferró a los barrotes con algo de remordimiento. “mejor hubiese estudiado otra cosa”. Sonrió vagamente y se alejó.
    Sus pasos inconscientes le llevaron hasta la escuela secundaria, y frente al edificio recordó esos cinco años de su vida, la soledad, la burla de los compañeros… la azotea. Ahora estaban construyendo una nueva aula en su lugar, aquel pedacito de cielo ya no existía, con seguridad de la chica que pasaba allí los recreos tampoco quedaba nada.
    El instinto de andar le varó frente a la farmacia LA LUZ, dudó al pasar de largo y ese instante sirvió para que se vieran. Saza le sonrió desde el mostrador con cortesía y ella le devolvió el gesto con igual propósito, sin embargo entró tontamente.
    - Hola, parece que nada ha cambiado. –habló la farmacéutica.
    - [FONT=Calibri]¿nada? –Clarisa pensó ligeramente y descubrió que tal vez en efecto todo seguía siendo igual, que era solo su susceptibilidad lo que le hacía percibirse distinta.[/FONT]
    [FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Me enteré que ya no trabajas en el A.B.E.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Si, hubiese querido poner un negocio como tú.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]No lo hagas, consume mucho tiempo y si no tienes los recursos… es muy amargo. –ambas se sonrieron superficialmente. –somos niñas inmaduras, las tres. –Clarisa asintió sin comprender y salió en silencio.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Esta vez no fue la falta de voluntad lo que le guió, se propuso ir al consultorio de Ernesto y así lo hizo. Se paró en la puerta, asomó la cabeza y vio en la recepción a una guapa señorita ocupando su antiguo lugar. Esperó allí a la intemperie bajo el sol del ya agonizante verano hasta que fuese hora de cerrar. La secretaria practicante salió, después el doctor.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Hola señor Ernesto, vengo a despedirme. –dibujó especialmente para él la mejor sonrisa falsa que podía construir en su cara.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]¿despedirte?[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Voy a ir a vivir con mi familia a mi pueblo natal. Está muy lejos así que no podré venir muy seguido.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Así que me dejas. –susurró el doctor con gesto perdido en sus pensamientos. –las cosas han ido mal para tí, por no decidir aquella vez, yo bien pude haberte recomendado con algunos conocidos para que te contraten y hoy estarías a gusto en un trabajo cómodo.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Clarisa se encogió estremecida y miró al piso con un leve remordimiento que le conmovió cada célula del cuerpo. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Lo siento más que nadie.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]No te estoy reprochando, incluso creo que todo lo que te ha pasado te sirvió para madurar. –ella levantó el semblante repentinamente iluminado e hizo una mueca infantil.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]¿sigue pensando que me quiere? –Ernesto asintió automáticamente y ambos sonrieron con pundonor. –el verano va a acabar…[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]¿quieres salir esta noche?... para despedirnos de un modo menos deprimente. [/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]A las nueve de la noche se encontraron frente a una discoteca, entraron y dejaron que el ambiente domine sus sentidos. Bebieron mientras hablaban del pasado, de superficialidades y un poco del futuro, bailaron. Sin embargo mientras disfrutaban de la música, un recuerdo incómodo afloró en la mente de Clarisa; Iván le besó en un lugar parecido, en la pista de baile, mientras sonaba una melodía parecida. Repentinamente la delicada película que encubría su depresión genuina se rompió, empalideció y sintió un leve mareo.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Ernesto sonreía y le susurraba frases divertidas al oído, se esforzaba por hacerle feliz aunque fuera por un instante. Por eso sacudió la cabeza y dejó guardado en lo más profundo de su subconsciente a Iván. La noche transcurrió hermosa, casi tanto como aquel baile de promoción, a decir verdad ésta noche era mejor por una razón: ya no se sentía una cucufata jugando a ser princesa, no, hoy se sabía princesa al menos para Ernesto, una princesa en triste decadencia sin embargo.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Al salir del establecimiento nocturno tomaron un taxi y se dirigieron al barrio. El camino fue largo, a pesar de estar medianamente intoxicados de alcohol eran completamente conscientes de cada detalle. Al llegar se detuvieron en el umbral, Clarisa sonrió y se paró de puntillas para alcanzar la mejilla de su acompañante y darle un beso de despedida, él se agachó para recibirlo y luego se quedaron quietos, mirándose.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]¿dónde vivirás? –sacó del bolsillo su teléfono móvil e ingresó a la función NOTAS. –para ir a visitarte cuando tenga tiempo.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]En San Ignacio. –dudó un momento pero rápidamente se desinhibió. –la calle se llama Porvenir, número 201, una casita de material rústico con un gran pino en la entrada…[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]El doctor gravó la dirección en su teléfono y se alejó lentamente para tomar un taxi, pero repentinamente volvió a acercase, le hizo prisionera de su mirada y luego de impulsarse nerviosamente le besó, fue tan fugaz que no pudo alcanzar a cerrar los ojos, estupefacta y con la boca húmeda le interrogó con la mirada.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Recuerda que te amo, no lo olvides.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Finalmente Ernesto se marchó. Clarisa se tocó los labios tímidamente y sonrió con disimulo. Realmente al fin se sentía guapa y deseada, capaz de hipnotizar hombres… toda una mujer fatal. Entró a su casa y se dejó caer sobre la primera silla que encontró, fantaseó un poco con la idea de abrazar al doctor y fingirse enamorada. Pensó también en Gustavo y en su amor por él, sin embargo eso le arrancó de raíz la excitación y se acurrucó en la silla como una niña regañada. Al final ser débil de carácter costó la muerte de cualquier posible brote de una relación con su verdadero ser amado.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]

    [CENTER][CENTER][B][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]CAPÍTULO XIX[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/B][FONT=Calibri]
    [B][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Regresión.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/B][FONT=Calibri][/font][/font][/CENTER][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [/font][/font][/CENTER][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Las maletas sobre la cama. Bien resguardado entre una pila de libros llevaba el tesoro más preciado con que regresaba al pueblo rural que le vio nacer: su título técnico profesional de secretaria. Pero era un papel amargo, representaba todos sus errores. El abandono del consultorio sin motivo, su ingreso privilegiado al A.B.E. su tormentosa relación con Iván y Ernesto… ni siquiera fue capaz de obtener ninguna recomendación, huyó como fugitiva de ambos trabajos. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Respiró hondo y salió a la calle, pegó un papel en la fachada de su casa que rezaba: “se alquila” caminó trémulamente hasta la casa de Gustavo y golpeó la puerta. Una señora rolliza abrió, le miró con cierto grado de nostalgia y asentó una expresión dócil en su semblante.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Señora, le encargo la casa, me dijo mi madre que ya platicaron. –la mujer asintió. –adiós doña Eulalia.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Perdona por no cuidarte niña. –susurró la madre de Gustavo sin atreverse a mirarle de frente. Clarisa agudizó los sentidos y esperó inmóvil. –cuando eras pequeña fuiste como una hija para mí, sin embargo me ensimismé y olvidé que te quedaste sola a estudiar.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]No tiene importancia. –sonrió y giró para retirarse.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]No creas que ignoro tus aventuras con esos hombres, todos en el barrio lo sabemos. Sin embargo creí que finalmente serías mi hija y le pedí a Gustavo que te apoye pero… son jóvenes los dos.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Clarisa se mordió el labio inferior y apretó el puño con indignación… ¿Cómo que todos los vecinos sabían de sus aventuras? “metidos que no tienen vida propia”… pensó y volvió a girar para ver la cara de la señora. Quiso reprocharle pero no se sintió capaz, además descubrió algo contundente: muchas cosas habían sucedido frente a la puerta de su casa, discusiones, besos… [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Nada importa de verdad. –sonrió.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Mi Gustavo me ha decepcionado profundamente. -la mujer dijo eso sin proponérselo por lo que calló un momento antes de continuar – tú también has decepcionado a tus padres, pero puedes empezar de nuevo en el pueblo. Quizá nosotros regresemos pronto.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]El rostro de Clarisa se descompuso, una presión aplastante le trituró el esternón. ¡Sus padres estaban al tanto de todo! Y seguramente creían saber cosas más terribles inventadas por los vecinos chismosos… ella que pensaba exiliarse en un paraíso mediocre pero tranquilo, ahora tenía que enfrentar en san Ignacio un nuevo tormento. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Pero doña Eulalia había mencionado algo muy importante: un nuevo comienzo, en otra parte, lejos de sus pecados. Un lugar donde todos los errores quedarían atrás, donde lo ocurrido en la ciudad seria borrado por el aire puro y saludable del campo. No era la única en equivocar sus acciones, Gustavo también había caminado por senderos sucios, infinidad de novias, juergas indecentes… sí, al final la situación no había cambiado mucho, la señora lo sabía y a pesar de conocer sus defectos aún tenía la ilusión de unir a su hijo con ella. Sintió que del pecho le brotaba un arcoíris. La que se avecinaba podía ser la última tormenta que serviría como penitencia a sus caídas. Después, después podía pensar sin sentirse degradada en Gustavo.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]¿comenzar de nuevo?... ¿ustedes también volverán al pueblo? –preguntó tímidamente y la señora asintió.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]¿Esperaras no?[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Clarisa retrocedió e hizo un gesto afirmativo sin estar segura de lo que sucedería. Volvió a entrar a su habitación por última vez y luego de cerrar con llave todas las puertas, sacó las maletas a la calle y las arrastró hasta la vía principal. Esperó con paciencia en el paradero, un colectivo que amenazaba con nunca llegar. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Finalmente, media hora después, ya estaba en la terminal de buses interprovinciales, compró un boleto a San Ignacio y recorrió el lugar para quemar tiempo hasta la hora de partir. Hacía un bello día corriente de verano. Desde la tercera planta pudo ver panorámicamente una parte de la ciudad, estaba adornada de anuncios que promocionaban la playa, las chicas y los helados, llena de colores vivos y cálidos, cualquiera que la visitara únicamente en invierno no reconocería la urbe en verano. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]La gente reía alrededor, multitud de familias, parejas y grupos de amigos deambulaban por la terminal esperando sus respectivos buses. Ella era la única solitaria pero no constituía ninguna novedad, antes ya conocía esa soledad y supo sobrellevarla bien o conformistamente hasta que Iván y Ernesto aparecieron en su vida, en ese instante deseó conscientemente tener al lado a alguno de los dos. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]El viento soplaba con ahínco arrastrando olas de calor y perfumes agradables algunos, otros no pasaban de ser olores reprobables. La gente sofocada agonizaba también y era lo único que interrumpía su felicidad, sin embargo y misteriosamente en torno a ella un pequeño invierno le blindaba del clima… sentía escalofríos y parecía ver a través de una nubecilla de neblina. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Pasadas las cuatro de la tarde el triste viaje inició, sentada en el asiento veintidós, al lado de la ventana, Clarisa Fuentes se marchó proscrita de la gris, fría y áspera ciudad que conoció dieciséis de sus dieciocho años de vida. Atrás quedaban la falsamente brillosa farmacéutica y Ernesto, su amabilidad y sus estremecedores besos que no conducían a ningún puerto. También se despedía tardíamente del A.B.E. y de Iván, de los incómodos pero al mismo tiempo hermosos días que pasó a su lado y bajo su manto protector. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Besos y más besos, incluso algunas caricias licenciosas. Pasiva en extremo al principio y con destellos de osadía luego, tal vez era cierto que al principio se aprovecharon de ella, pero también tenía su cuota de verdad el que ella se dejara usar con bajas intensiones. Al final era la mejor opción irse y olvidar esos meses tormentosos y de decadencia moral. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]

    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Dos años después todo parecía un viejo sueño surrealista; en san Ignacio nadie le señalaba acusándola de libertina, nadie sabía que había escalado una de las cumbres más elevadas de la ciudad. Sus equívocos no tenían aparentes consecuencias… solamente cuando su novio le besaba y se atrevía a acariciarle íntimamente afloraban las huellas del pasado. Imaginaba los labios de Ernesto, ansiaba escucharle hablar e incluso deseaba por momentos que su actual pareja fuese tan caballeroso como lo era él. Recordaba a Iván, y a veces lo veía en su novio, reemplazándolo y posesionándose de ella como solía hacerlo en la oficina…[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Gustavo le besaba porque era la chica con más luces del pueblo, es decir la menos tonta, con la que más cosas en común tenía y también porque sus progenitores aprobaban el romance. Él solo quería paz, una vida simple en el campo y una pareja servil y sin complicaciones. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Al principio Clarisa creyó superado lo acontecido en la ciudad y luego de la reprimenda de su familia y de unos meses de estar a solas con la naturaleza rural decidió que ya estaba lista para empezar de nuevo. Por eso principió el romance con Gustavo. Su sueño dorado al fin se hizo realidad pero trágicamente la relación resultó ser menos intensa de lo que imaginó y de lo que ya había experimentado en la ciudad. Descubrió que Gustavo era una persona bastante simple, poco atenta y muy elemental como hombre.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]No se trataba de que su idealización lo hubiera dibujado más encantador si no que había conocido a un par de sujetos muy superiores a su vecino. Ya no le bastaba vivir el sueño si este era aburrido; empezó a dejarse llevar por la rutina y permitir que las cosas sigan su rumbo sin intervenir, el mismo camino que Gustavo había decidido tomar desde que llegó al pueblo.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Aquella tarde en compañía de su hermana Carolina fue al mercado municipal a hacer las compras semanales, todo iba bien, como siempre. Arroz, menestras, papas y carne, llenar las canastas con provisiones de todo tipo y luego arrastrarlas con esfuerzo hasta la casa familiar. Al salir del mercado vio una pila de periódicos exhibidos por un vendedor que pregonaba los titulares más resaltantes. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Clarisa se acercó a ojear los diarios, noticas trágicas, un escándalo de corrupción y farándula, nada que valiera la pena cincuenta centavos. Sin embargo al ver a un cliente potencial desistiendo de abrir la cartera, el viejo vendedor cogió un diario de tiraje nacional y lo restregó en la cara de la chica.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Este diario trae los fines de semana un fascículo coleccionable de recetas de cocina. –Clarisa y su hermana se miraron con un leve interés, el vendedor les analizó con su ojo comerciante y al ver la juventud de las señoritas buscó entre su mercancía algo que las jovencitas no podrían rechazar. –cada quincena este periódico trae gratuitamente una revista de actualidad. –Las hermanas se sonrieron y pagaron.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]En casa Clarisa se acomodó en la decadente mecedora de su padre y abrió la revista para leerla. Noticias del mundo; casos de pedofilia en el clero norteamericano, amenazas de una Corea a la otra, atentados suicidas en oriente medio… volteó las hojas rápidamente. Curiosidades en el mundo de los negocios… los ojos se le cayeron de la cara, tiró lejos la revista y se negó a enterarse de lo que había leído. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]“el catorce de agosto se casa en Miami, Iván Duarte Duran con la bella actriz de telenovelas Stefan stifech”…[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Pasaron unos minutos antes de que se atreviera a leer el resto de la noticia. Con los latidos del corazón aún alterados, acomodó la revista sin alzarla con la punta del pie. La ojeó de lejos y con los ojos a medio cerrar para que el impacto llegue con tiempo y sea menos apabullante… en efecto se casaba el Iván que conocía. Un leve mareo le mostró cuán presente tenía a ese hombre en su mente, el dolor crónico de su pecho afloró como un geiser furioso que destruyó su compostura y le impulsó a derramar sin notarlas unas exiguas lágrimas mudas. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]…Antes de unirse a su novia del primer mundo regresaría a la ciudad para cerrar unos negocios… se estremeció.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]En los días sucesivos no pudo descansar de una loca idea que cobraba fuerza en su interior y empezaba a amargarle la vida. Quería verle, una vez más, una última mirada… para decir adiós y ser agradecida… él le enseñó a amar, tenía que aceptarlo. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]No pudo resistir demasiado, una tarde intrascendente, sin decir nada, sin empacar una sola prenda, se puso rumbo a la ciudad. Mientras viajaba el corazón le latía con vehemencia como preparándose para algún acontecimiento impactante. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]

    [CENTER][CENTER][B][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]CAPÍTULO XX[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/B][FONT=Calibri]
    [B][SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Final.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/B][FONT=Calibri][/font][/font][/CENTER][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [/font][/font][/CENTER][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]El barrio se conservaba exactamente igual que siempre, pero su casa ahora la ocupaba una familia extraña… en esa parte de la ciudad ya no existía un lugar para ella, en ningún paraje de la colosal urbe había un destino al que Clarisa pudiera llegar. Solamente entonces fue consciente de su locura; no tenía un sitio en el que pernoctar.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Vagó por la ciudad sin dirigirse a ninguna parte, pero al cabo de unas horas apareció frente a LA LUZ. Se dedicó a espiar desde lejos hasta que ingresó impulsada por una mezcla de nostalgia y curiosidad, allí estaba Saza, congelada en el tiempo, con el mismo tinte de pelo, con la misma sonrisa radiante.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Buenos días…[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Al verla, la farmacéutica se echó para atrás con asombro, le miró analíticamente y sonrió de nuevo.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Hola. –esperó un momento antes de continuar -¿sabes que Iván va a casarse? ¿vienes por él? –Clarisa asintió automáticamente y la mujer se tocó el temporal con hastío. –eres más osada de lo que creí, Iván no tomará otro rumbo.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]No vengo a pedirle nada, vengo a decir adiós y quizá si puedo a felicitarlo también, al final me siento capaz de llamarlo amigo, creo que tengo el derecho.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Él no es tu amigo, es un ex amante.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Esas palabras tensaron el ambiente, como si hubiese estallado una bomba de humo en medio de ellas, contuvieron la respiración e intentaron continuar la plática a base de miradas intuitivas. Saza mostraba un semblante alegre y con la misma vieja expresión cordial de toda la vida, pero algo extraño y adicional se ocultaba detrás de esos ojos artificiales: decepción y resignación.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Clarisa salió de la farmacia en silencio y se volvió a la terminal de buses, había obviado todo, el tiempo, los sentimientos propios, la prudencia… el mismo impulso que le trajo le obligó a retirarse también. Iba con la mente extraviada cuando lo vio de lejos. No sintió nada.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Caminó lenta y nerviosamente hacia él y estiró el cuello para alcanzar mayor altura y verle mejor por sobre la multitud de cabezas que transitaban. Allí estaba Iván, en una calle anónima de la ciudad, con perfil austero e incognito entre la muchedumbre de gentes comunes. Estiró la mano y emprendió una leve carrera hacia él.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Al estar frente a frente se miraron tibiamente y se quedaron quietos sin atreverse a reaccionar. Ahora Clarisa vestía de falda larga, blusa blanca y llevaba el pelo sujetado con una liguilla, el cabello largo, largo como la hierba salvaje de las colinas que crece hasta el cielo cuando descansa del pastar interminable de las bestias. Su piel pálida estaba mágicamente bronceada, más pequeña, más morena y más campestre que antes… parecía otra persona o la Clarisa de las antípodas.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Iván vestía como siempre, pantalón y camisa austeros para no llamar la atención de nadie. El mismo peinado… seguía exactamente igual que antes. Ella quiso hablar, decir algo jovial y sonreír pero no hizo nada, él deseó tocarla y sentir el nuevo rubor de su piel pero no se atrevió, giró y continuó su camino fingiendo indiferencia. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Ella le siguió clandestinamente sin importar el rumbo. Así, ambos caminaron juntos en la mente pero lejos físicamente hasta que llegaron a la escuela secundaria en la que se conocieron hace más de cuatro años. Iván se detuvo y miró en dirección a la ya inexistente azotea y suspiró hondamente, Clarisa también dirigió la vista hacia la cúspide del edificio principal y se dejó dominar por la nostalgia.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]¿Qué quieres? –preguntó inesperadamente. Clarisa se encogió y salió de su inútil escondite.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Vine a la ciudad a felicitarte… me enteré por los periódicos…[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Gracias.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]En verdad quería verte otra vez. –susurró tímidamente. [/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Fue terrible. Ella quería aferrarse a Iván y llorar en nombre del tiempo sin verse, quería al mismo tiempo sonreír y acompañar sus palabras con gestos alegres para escribir su despedida con tinta cálida. Pero allí, parada frente a él, no podía hacer nada, su cuerpo no respondía a sus deseos y permanecía inmóvil, a punto de llorar sin atreverse a hacerlo. Iván le miraba sin comunicar nada, le observaba tratando de reconocerle a pesar de su nueva apariencia campesina.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]¿vives en el campo? –ella asintió. -¿puedo ir al campo? –Clarisa frunció el ceño con gesto de interrogación pero afirmó por instinto. [/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Se quedaron quietos, mirando la azotea que ya no existía más sin siquiera atreverse a espiarse de reojo. Clarisa intentó hablar en varias ocasiones pero estaba muda y no logró articular nada. Al cabo de unas horas cuando el sol se ocultaba ya, apretó con rabia a sí misma y se echó a caminar lejos de él, de la ciudad y de sus viejos recuerdos. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Llegó a la terminal de buses, compró un boleto a San Ignacio y esperó a que el viento sople antes de subir al camión que ya esperaba en la pista. Cuando finalmente el aire se agitó, alzó el rostro para disfrutar por última vez del olor del mar. No existía razón para volver nuca más. Se volvió intempestivamente para darle un último vistazo a la ciudad pero lo único que vio fue a un sujeto parado detrás de ella: era Iván. Pasó saliva con el corazón en la mano y giró rápidamente para hacer desaparecer esa ilusión. Abordó el bus y finalmente cerró los ojos para olvidar la visión y relajarse. Se durmió.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Vuelta a San Ignacio caminó ensimismada en dirección a casa, pensando en alguna evasiva que inventar para justificar su repentino viaje pero no consiguió armar ninguna excusa. Todo había terminado, otra vez en el pueblo, a tres metros de la vieja casa que por generaciones cobijó a los Fuentes. Miró por encima del hombro para asegurarse de que la ilusión óptica había desaparecido al fin, en efecto, nadie le seguía. Tomó aliento y se acercó.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Es un lugar desolado… –susurró una voz desde la distancia. El repentino comentario espantó el alma de Clarisa al principio pero rápidamente pudo reconocer esa voz, agudizó los sentidos y rastreó el origen de la voz. –pero podría acostumbrarme.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]No había dudas, la voz procedía del frondoso pino frente a la fachada que era tan viejo como San Ignacio mismo y la voz… la voz. Desde atrás del grueso y [/COLOR]nervoso [COLOR=#000000]tronco del árbol surgió la figura de una persona. Clarisa perdió el equilibrio y cayó al suelo de rodillas. Era algo que no podía ser cierto.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]I… Iván. –él caminó hacia ella, le levantó y sujetándole de los hombros le miró fijamente. Con un poco de timidez acarició el mechón de cabello que había caído sobre el pálido rostro de Clarisa y le besó en la frente. [/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Él en verdad te amaba… me dio tu dirección. [/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]viniste...[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]El semblante de la chica se llenó de colores, de interrogantes, emociones contradictorias y terror a reaccionar, al impulso de abrazarlo y no soltarle jamás. Temía que fuera otro espejismo. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Se respira aquí aire cálido.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Es por la cantidad de plantas que hay, el aire puro da esa sensación. [/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]No, es porque estas cerca de mí.[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]Clarisa dejó caer unas lágrimas y extendió la mano hacia Iván. Le tocó con la punta de los dedos, delicadamente. Midiendo su tacto para no desvanecer tan preciada imagen. Cuando descubrió que el Iván frente a ella era real se abalanzó como una hoja sobre él. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][FONT=Calibri][COLOR=#000000]El pino se sacudió golpeado por el viento que venía desde otros valles, peinando colinas y arroyos y recogiendo sus perfumes al pasar, un viento cálido, sano y amigo. [/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Calibri]
    [COLOR=#000000][FONT=Calibri][FONT=Calibri][SIZE=3]-[/SIZE] [SIZE=3][FONT=Calibri]Te amo…[/FONT][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/FONT][/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][FONT=Calibri][FONT=Calibri]
    [SIZE=3][COLOR=#000000][FONT=Calibri]Gustavo que venía de visita les vio de lejos, dejó caer las rosas que traía y retrocedió en silencio, respiró hondo y sin percatarse aplastó el ramo con los zapatos. el viento continuó soplando y se llevó los pétalos. Había un nuevo vecino en San Ignacio.

    FIN.[/FONT][/COLOR][FONT=Calibri][/font][/SIZE][FONT=Calibri][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font]
     
    #15
    Última modificación: 27 de Agosto de 2013
  16. xperhonenx

    xperhonenx Poeta recién llegado

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    20 de Mayo de 2013
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    Ayyy. Que lindo! Aunque me hubiese gustado seguir leyendo sobre Clarissa e Ivan, me gusto tu final.
    Felicidades!!!
     
    #16
  17. AntonioG

    AntonioG Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    8 de Mayo de 2013
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    ohh gracias por leer xperhonenx, este texto es un relato de amor que únicamente busca entretener. saludos.
     
    #17

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