Significado de la razón

Cómo me gusta zambullirme de lleno en este espacio infinito que son las letras.

Los poemas me salen redondos casi sin pensarlos.

Los automóviles contaminan.

Los saludos y las presentaciones siempre son a cara descubierta.

¿Qué más?

Los pájaros pían.

No le tengo manía a nada.

Confío de pleno en los demás.

Me he llevado puñaladas traperas que no me han dolido.

Nunca suspiro ni bebo los siete vientos por ninguna mujer.

Lo que me faltaba, hacerles creer que tienen el poder.

¿Que qué poder tengo yo?

Ninguno.

Absolutamente ninguno.

Soy una ilusión.

Por no tener no tengo ni poder de convicción.

Soy la ilusión de que merezca la pena conocerme, pero sin penas ni conocimiento.

Y es que no se puede conocer algo que solo te mueve a cosas buenas, que por supuesto no sabes a qué atribuir.

Conmigo estaríais maravillados todo el día.

Otra vez sin querer he vuelto a la idea de Dios, esta vez sin despeinarme.

Me veréis rondarla en múltiples ocasiones.

Y es que no se puede dejar de ser Dios, pero tampoco necesito reafirmarme a cada verso.

He aquí el conflicto del que parte el bacalao.

He separado el pescado de la carne y el pecado de la carne.

No soy un soldado de fortuna.

Tampoco soy monstruoso ni un mártir.

Si quieren saber lo que soy sin que les mienta, no trataré de convencerles de que soy Dios, les diré que soy Dios, y listo.

Así, porque sí.

¿Acaso ustedes se preguntan unos a otros porqué son seres racionales?

 

Estás peleando contra ti mismo. No hay nadie más.