¡Síííííí, Seño!

- ¡Sííííííí, Seño! -coreamos todos.

(Las horas parecen tortugas y está el sol tan arriba nuestro, me apena, golpea la ventana como un dios con ganas de jugar con acuarela, seguro que es un dios niño muy guapo y creativo, que está haciendo formas divertidas, porque esta mañana tiene los colores más fuertes: un rojo furioso, un azul océano rayado, un gris de sombras divertidas, un amarillo irreal como en las fotos editadas. Quiero jugar también, pero..)

- ¡Sííííííí, Seño! -coreamos casi todos.

(Como mi primo, a esta hora debe estar todo arcoíris, con sus piernas llenas de tatuajes coloridos y esa sonrisa inmensa que muestra cuando está por seguir con ese trabajo especial de los nenes de dos años, de acabar con el mundo tal como se lo presentaron. Tengo que aprender algo de mi primo, creo que es una lección de vida, él empieza a salpicar de a poco y lo que viene después es una continuidad. Sin darnos cuenta, la pared deja de ser la gran hoja de dibujo prohibida...)

- ¡Sííííííí, Seño! -coreamos algunos.

(Cuando voy a visitarlo me divierto mucho, aunque parezca a veces que la paso mal a merced de los vientos que soplen en la cabeza de aquel pequeño dios. Se equivocan, y mucho. Tengo muchas inquietudes, ¿también tuve esos permisos?

Pero no son celos, sólo pienso que es un poco injusto que…)

- ¡Sííííííí, Seño! -dije, con el mismo entusiasmo de siempre.

- ¡Sole! ¡Pero qué distraída! A ver... ¿contamos qué soñabas?

(¡Además de chismosa, parece que lee la mente!... Shhh…)