Sin dejar de hacer.

A veces, no hacemos nada, y no recibimos nada.
Otras, hacemos todo, pero el resultado es el mismo.
Nos esforzamos, nos dejamos la vida en intentos y lo único que logramos es el sudor frío de nuestra frente y el desaliento de nuestra alma.
La tierra no ha dado el fruto deseado, esta seca, inerte, infértil.
Los cielos no derraman lluvias de bendición, parece que están vacíos, que los supuestos oídos, están sordos a nuestras plegarias.
El mar, que hace de refresco a nuestra tierra, yace caliente, quema las orillas y nosotros no hallamos el oxigeno por ningún lado.
¿Qué he hecho mal?
¿Qué he dejado de hacer?
Te levantas con los ojos tan llenos de sal que apenas ves el horizonte.
Debes tomar una decisión, qué hacer. ¿Me quedo esperando respuestas de la tierra, del cielo, del mar? O me convierto en todo lo que ellos son, en tierra fértil, en cielo bendito, en mar de aire libre.

Prescindo de los elementos, y me convenzo para seguir en la lucha.
En la escases he aprendido a apreciar los alimentos, el amor, y el consuelo.
En el olvido he aprendido a recordarme en mis años pasados, cuando caminé sola, cuando tenia miedo.
En el supuesto abandono, carnal y espiritual, de humanos y de ángeles, me he acariciado y abrigado como si yo y mi yo mas interno fuéramos distintos y solo nosotros nos quisiéramos.
En eso ando y pienso.
Aunque nunca obtenga respuestas, yo no me rindo.
Al fin, con lucha o sin ella, solo el sepulcro me espera, mejor es ir cansada de luchar y descansar la eternidad.
SHA