Sin luna, no sé lo que haré.

Hoy no salió la luna.
No estoy seguro de lo que vi, tal vez era ella.
Tal vez la vi por segunda vez, y la busqué en una multitud borrosa;
busqué un suave resplandor entre luces afiladas como agujas.
Entonces se apagó la ciudad, entonces se calló el gentío.
No estaba por ningún lado.

Así que me fui volando.
Sobrevolaba todo, esquivaba corazones ajenos y nubes heladas,
volando al sur y mirando al norte,
buscando un corazón apartado y una nube suave.
Y solo miraba una estrella que me acompañaba,
de la mano de Orión.

Yo no sabía nada,
solo que estaba orientado y perdido.
Mi cabeza estaba llena de palabras
tan estúpidas y escasas
como severas y profundas.
Ya no importa lo que pasé.
No sé lo que haré.​