Sin nada que echar de menos...

Observo la calle como agónica, las voces se hacen melancólicas por la nostalgia de una fiesta sin celebración. Yo, siento pena de no echar nada de menos. ¿Acaso se ha secado mi alma?
No echo en falta la alegría, ni las risas, ni el calor del fuego. No, nada de eso echo de menos. ¿Habré muerto y no me he dado cuenta?
No echo de menos las noches de verbena, ni el griterío emocionado del clamor hacia unos santos que no escuchan. Tampoco echo en falta las fiestas sin liturgia, no, ninguna echo de menos.
Quizá, sienta un poco de nostalgia en la "fiesta" lacrimosa de una despedida, eso quizá si.
Pero de algo si estoy segura...
Echaría de menos al que carga el nombre que amo. Al amigo de los caballos, echaría de menos el recuerdo de aquel que recogió mis huellas en un patio que supuraba humedad.
Echaría de menos su aliento en mi oído, el calor que me ha mantenido con vida. Pero tengo la bendita suerte de que él también me echaría de menos a mi, y grabó para no dejarme olvidar la Fe en mi piel, como marca de nacimiento.
Me insufló Esperanza para que se abrieran mis pulmones en el primer llanto.
Me cosió alas en el alma, para que siempre recordará que soy Libre.
Me lleno el cielo de la habitación de estrellas, para que la Ilusión no se caducara.
La Paz me la dibujo por sonrisa y sin más me Entregó sus alas para que siempre estuviera cubierta...

SHA.