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sirope de fresa

Tema en 'Prosa: Infantiles' comenzado por miara, 18 de Agosto de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 1179

  1. miara

    miara Poeta asiduo al portal

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    René Alexander Vincent Manuel Von Stratten, era, a pesar de nombre tan impresionante, un muchacho de 13 años, que vivía en la vieja mansión familiar que su padre tenía en el barrio viejo de Nueva Orleans. Las vacaciones de verano las pasaba en una casona que su padre había heredado de unos muy lejanos parientes en el norte de España, concretamente en Lugo. A René no le gustaba que le llamasen por su nombre de pila, sino Vinnie, pero se tenía que aguantar porque sus padres pertenecían a la rancia nobleza y consideraban que debía responder a un nombre que se correspondiera con sus raíces. Los Von Stratten no habían cambiado en siglos, y esto se entendía en todo el sentido literal de la palabra, pues Vinnie y sus padres eran en realidad: ¡Vampiros!.

    La madre de Vinnie era la muy orgullosa y tradicional duquesa, Henrietta Von Strratten, que había poseído en tiempos lejanos una gran mansión, un castillo en realidad, cerca de la Selva Negra alemana, que ahora sólo era un recuerdo, pues desapareció durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, y con ella, el pasado glorioso del que se vanagloriaba. Morena, alta, con modales pasados de moda, Henrietta cuidaba mucho la etiqueta y el sentido de clase. Su padre, en cambio, era francés de origen, aunque vivía en Nueva Orleans desde su juventud pues había heredado el título de su tío, el Barón de Chatelet, y se lo había pasado francamente bien durante su soltería, según le había oído comentar a su madre cuando discutía, bastante a menudo, con su esposo, Paul Michel, apelando a que en cuanto a alcurnia los Von Stratten, eran superiores. Por eso ahora, Paul, ostentaba un título que no era el suyo sino el de su esposa, porque ésta nunca habría aceptado ser sólo la Baronesa Chatelet, considerando que este hecho sería un insulto para la excelsa y antigua casa de sus ancestros. Así, el resignado Paul Michel, había cedido a los deseos de su dominante esposa y se podría decir que en su hogar era ella la que siempre decía la última palabra dejando que el vampiro suspirara recordando sus tiempos de algarabía y libertad masculina.

    A Vinnie le obligaban a tocar el piano y el órgano; a estudiar modales y etiqueta. Sabía francés, alemán, español, y algo de inglés. Tenía una hermana, Carlota, con la que se llevaba fatal pues siempre se estaba metiendo con él, ya que al ser la mayor no le consideraba en lo más mínimo. La mayor afición de Carlota era la de conquistar a todo muchacho ó joven que se pusiese a su alcance y que ella considerase interesante y atractivo. Era una rompecorazones, y era muy lógico que así fuese, pues era hermosa y podía mostrarse en extremo encantadora para conseguir su objetivo.
    Vinnie, al contrario que su madre y hermana, que eran morenas, altas, delgadas y atractivas, y que su padre, rubio, esbelto y con un aire cosmopolita muy seductor, era pelirrojo, bajito y tirando a rechoncho, y además de todo eso, la mayor de las veces tartamudeaba, pues se sentía muy presionado por las altas miras que su familia en él tenían.

    PERO LO PEOR ERA el terrible secreto que el pequeño vampiro guardaba: Él no quería morder a nadie. ¡ Odiaba la sangre!. Pero adoraba la mermelada de fresa, el sirope, la crema de plátano, las natillas, los flanes y los helados de vainilla, chocolate y avellanas. Hacía verdaderos esfuerzos por morder algún cuello a instancias de sus padres, pero le repugnaba tanto que no lo podía disimular.

    “¡René Alexander!. ¡Qué vergüenza!. Si tu tatarabuelo te viera, el mismo se clavaba la estaca que le llevó a la otra vida. Ya es bastante preocupante que tengas el cabello rojo, algo indigno en un vampiro que se precie, sino que además te haces el remilgado a la hora de probar la sangre”, le decía su madre muy enfadada, acusándole con el dedo, y eso que ella sabía que era de mala educación señalar de esa forma.
    “Mamá, lo siento; es que me dan ganas de vomitar. ¡No puedo evitarlo!”.

    Y su madre, desdeñosa le decía: “Deben de ser los genes de la familia de tu padre; siempre fueron unos extravagantes. ¡Si hasta entre ellos hubo un anarquista y un cura!. ¡Qué se puede esperar!. Menos mal que Carlota sabe cual es su deber y cómo debe comportarse una vampiresa de verdad.”
    Vinnie agachaba la cabeza, aguantaba el chaparrón, y de reojo miraba a su padre a ver lo que él tenía que decir. Pero éste, asentía a cada palabra de su esposa y le decía: “ Estás castigado. Vete a tu ataúd hasta que te lo diga.”

    Y allí llegaba a pasar larguísimas horas en las que pensaba en lo agradable que sería ser humano, aunque su vida tuviera un límite. Las cosas que podría hacer y ver; observar amaneceres, arcos iris, el sol allá en lo alto…, y sobre todo, saborear las cosas deliciosas que la tierra producía y que estaban vedadas para su especie.

    Llegó el momento de trasladarse como cada año por vacaciones, a su finca en el pequeño pueblo de Touriño. Uno de sus criados subió sus cosas a una de las furgonetas, mientras el otro colocaba en una gran limusina negra, sus ataúdes. El ama de llaves y su hijo, subieron a la segunda furgoneta ,una vez que se aseguraron que sus patrones estaban bien instalados. Fue un viaje largo y molesto, pues la Duquesa se quejaba de que tuviese que consumir plasma en vez de sangre fresca, y Carlota se lamentaba de que los continuos baches le estaban dando dolor de cabeza.

    Cuando al fin llegaron, era noche cerrada, y pudieron bajar por sus propios pies de la limusina y entrar en su casa de veraneo. Estaba fría y oscura, el ambiente ideal, excepto para Vinnie, que le hubiese gustado algo más cálido y menos tétrico. Los sirvientes empezaron a descargar sus pertenencias y a colocarlas en su sitio. Cuando el amanecer empezó a asomar, todos estaban en sus habitaciones perfectamente instalados.
    Y el tiempo, transcurrió, y los Von Stratten pasaban sus días y sus noches, sin ningún sobresalto, chupando la sangre necesaria, sin llamar la atención, a los viajeros despistados, a las parejas que buscaban la oscuridad, a los parroquianos que salían de los bares del pueblo algo más contentos de lo habitual, y que no recordaban nada de su encuentro con aquellos forasteros pálidos y sólo notaban dos pequeñas marcas en el cuello a la mañana siguiente, aunque sin darle importancia, pues los mosquitos en esa parte y a esas alturas del año, picaban bastante desde hacía algunos años.

    Fue entonces que una noche, cuando su familia había salido a cenar y Vinnie se había quedado castigado en casa por su comportamiento anormal, ocurrió algo inesperado. Los sirvientes, Henry, Peter, Diana y Malcom, habían salido; eran las fiestas del pueblo y deseaban mezclarse con la población de la que eran viejos conocidos desde que pasaban el verano en Touriño.

    Vinnie, rumiaba su frustración; le hubiera gustado tanto irse con Malcom, el hijo de Diana, el ama de llaves, con el que se llevaba muy bien, a ver los fuegos artificiales y ver el baile que se celebraba. Pero sus gustos eran recriminados por su madre, que los consideraba vulgares, y le decía que aprendiese de su hermana, que aprovechaba la noche para buscar presas de calidad, como el hijo del alcalde, que era dueño de casi de todo el pueblo y tenía propiedades e inversiones en Madrid, y según le había confiado a escondidas a Carlota, incluso tenía cuentas fuera de España, en Suiza, para no tener que pagar al Fisco. Parece ser que el chico, Daniel, había perdido la cabeza por su hermana, y se había vuelto inseparable en cuanto la noche caía.

    Oyó un ruido en la parte de abajo de la casa. Rápidamente salió de su confinamiento; se deslizó entre las sombras y vio la pequeña luz de una linterna que se movía de una lado a otro por el comedor de la casa. Se colocó detrás de la pequeña figura portadora de la temblorosa luz y puso su mano sobre su hombro. Oyó un grito y la figura se dio la vuelta: Era una niña de su edad, y para su sorpresa, tan pelirroja como lo era él, aunque sus mejillas eran sonrosadas y cubiertas de pecas. La niña se le quedó mirando al principio, asustada, pero luego vio como se fue calmando y le habló:

    - ¡Qué susto me has dado! Creí que eran tus padres. Me imagino que te han dejado solo. Déjame adivinar: Te han castigado,¿no?. Mi padre también me lo hace a mí ,bastante a menudo. Dice que soy muy curiosa y que me meto en problemas. ¿Tú también te metes en problemas?.

    Vinnie se dio la vuelta y buscó el interruptor de la luz. Al hacerlo, la chica apagó su linterna y miró alrededor de la estancia con detenimiento. No tenía miedo y no le preocupaba el haber entrado sin permiso en una casa que no era la suya. Debía ser muy valiente y muy temeraria. Aunque claro, no se imaginaba quien eran en verdad los que allí vivían.

    - Deberías volverte a casa enseguida. Mis padres y hermana pueden volver en cualquier momento y estoy seguro que no les agradará en absoluto que un extraño haya entrado en su hogar de esta forma. Te lo digo por tu bien. ¡Vete!.

    - Bueno, es verdad que he entrado, como dicen en las películas, con alevosía y nocturnidad. Pero es que era la única manera de conocer este sitio. Sois lo más fascinante que ha ocurrido nunca en este pueblo.
    - ¿Nosotros?. Creo que todos los años vienen visitantes y forasteros al pueblo, bien por el paisaje, o por los monumentos que se conservan de época románica, como la iglesia. No creo que seamos algo especial. Mis padres son bastante aburridos, y mi hermana, bueno, es tan fastidiosa como lo son las hermanas mayores.

    - ¡Claro que sois especiales! ¡Sois vampiros!.


    Vinnie estuvo a punto de caerse de espaldas ante sus palabras. ¿Cómo lo había descubierto, y lo que era más desconcertante, por qué no tenía miedo sino que se la notaba completamente satisfecha?. Era una humana de lo más raro que hubiera visto.

    - ¡Qué cosas dices!. ¡Vaya tontería!. Mi familia es de lo más normal. Bueno, más aburrida de lo normal. Es que mi madre es muy antigua, tradicional y todo eso; y mi padre… Bueno, realmente, la deja que lo gobierne a su antojo y ni rechista. En cuanto a mi hermana, es que es muy creída; se cree irresistible. Vamos que somos más o menos como todo el mundo, dijo Vinnie bastante nervioso y tartamudeando las últimas palabras que salieron de sus labios.

    - !Oye, no te preocupes!. ¡No se le voy a decir a nadie!. Te juro que guardaré el secreto con mi vida. Me parece genial que viváis aquí. ¡Es lo más emocionante que me ha pasado nunca!.

    - Pero… nosotros… yo…, volvió a ponerse a Tartamudear Vinnie y se sintió como si fuese una estatua de blanco mármol ante las revelaciones de la pequeña visitante nocturna.

    - Os he estado vigilando. En realidad lo llevo haciendo desde que pasáis el verano en esta casa. ¡ No sabes lo que me gustaría ser como vosotros!. ¡Y sobre todo, quiero ser tu amiga, René. La chica sonrió abiertamente; alargó su mano y estrechó la pálida, fría y sorprendida mano de Vinnie, mientras le decía: Me llamo Patricia Pastor Reales, pero puedes llamarme Patti.


    Vinnie observó sus ojos grandes, alegres, del mismo color verde jade que la figura que heredó su madre de su bisabuelo, Manfred , la cual había adquirido en uno de sus viajes a la China ancestral. Su cabello estaba revuelto, sujeto en dos coletas desiguales y sus dientes delanteros semejaban a los de un conejo. Y se dio cuenta que Patti, esa extraña chica que no tenía miedo de su naturaleza, le gustaba.

    - Preferiría que me llamases Vinnie. René Alexander es la manera en que se dirigen a mí los miembros de la familia, y la verdad, no me gusta. Lo veo muy pomposo. Prefiero el diminutivo de Vinnie, de Vincent, mi tercer nombre. Ya sabes, a la aristocracia siempre le gusta alardear y siempre tiene que tener más que los demás, incluso si se trata de nombres. Pero dime, ¿quién eres tú y como has descubierto todo esto…?.

    Y Patti se sentó en el suelo, y el vampiro hizo lo mismo. Y entonces empezó a contar su historia. Patti, era la hija del carnicero del pueblo, el señor Roberto Pastor. Su madre, Angélica, les abandonó cuando ella tenía cuatro años y se marchó con un francés, que conoció un verano en el pueblo, que se dedicaba al mundo discográfico. Su madre, no era feliz allí, y en cuanto vio una oportunidad la aprovechó y se alejó de todo lo que la aprisionaba: su matrimonio y su hija. Dejó una carta a su marido, y desde entonces, el señor Pastor nunca volvió a hablar de ella, como si nunca hubiera existido y Patricia hubiese nacido de una col. Pero su tía abuela, que vivía con ellos, no era muda y a escondidas de su padre, le había puesto al corriente cuando Patti empezó a hacerse preguntas. Así sabía que su madre, ahora vivía en Francia, que había conseguido el divorcio a pesar de los obstáculos que su padre había puesto, y estaba casada desde hacía dos años con el francés con el que se fugó y que su vida era mundana, vertiginosa, y que era feliz formando parte del mundo de la farándula y el espectáculo en que su nuevo marido se movía. Y QUE NO SE ACORDABA PARA NADA DE LA PEQUEÑA QUE HABÍA DEJADO HACÍA OCHO AÑOS EN SU CAMITA, DORMIDA.

    La tía Maika, también le había comentado, que Roberto, su padre, lo llevaba muy mal, ya que no había perdido la esperanza de que un día regresara, arrepentida, a sus brazos, pero que ahora se daba cuenta de que eso no ocurriría y se había vuelto resentido y amargado. Se pasaba todo el día y la noche trabajando, de día en la carnicería , y de noche, en un pequeño bar que su padre le dejó cuando murió, junto con un montón de deudas, pues a su abuelo paterno le había llevado por mal camino el juego, y ahora su hijo no tenía más remedio que pagar las consecuencias. Patti le comentó con tristeza, que se pasaba sola casi todo el día, excepto cuando iba al colegio, pues apenas veía a su padre y la única que la cuidaba, su tía Maika, era ya mayor, sorda de un oído y con achaques propios de su edad. Y que una noche, cuando era muy tarde y no podía dormir, asomada a su ventana, les vio llegar. Que le extrañó la extraña comitiva que representaban bajando todos aquellos baúles, y sobre todo, ¡ Ataúdes!. Y que desde ese momento, siempre que podía, se escapaba de la torpe vigilancia de su tía y se deslizaba en las noches de verano, a escudriñar las idas y venidas de los Von Stratten.

    El tiempo pasó rápidamente; Vinnie pensó que era la mejor noche que recordara en mucho tiempo y quería que se repitiese; le dijo a Patti que debía volver a su casa, que pronto llegarían sus padres y Carlota. Patti estuvo de acuerdo pero le dijo que todas las noches, si él quería, podrían reunirse a hablar, a jugar ;que sería su secreto. Vinnie le dijo que le mandaría a su lagartija, Crisa , con un mensaje en su pata, cuando no hubiera moros en la costa. Y así se despidieron, dando inicio a su amistad.

    Todo ese verano discurrió tranquilo y feliz para el pequeño vampiro, a pesar de los frecuentes castigos y sus desavenencias con sus padres y hermana, cosa bastante extraña pues la estancia en el pueblo siempre se le había hecho interminable y aburridísima. Pero eso era por Patti, que siempre encontraba la forma de verle aunque sólo fuera un ratito, convirtiéndose los dos en grandes amigos. ¡No! ¡No era su amiga, ERA SU MEJOR AMIGA! . Había encontrado a su alma gemela, a su confidente, y eso le parecía increíble porque ni siquiera lo había buscado, aunque en su interior siempre hubiese llevado dentro el deseo de no sentirse solo y ser comprendido. Pero el verano se terminaba y él volvería a Nueva Orleans; a sus aburridas clases con su docto y anticuado tutor, Mr. Bonnelly, un vampiro que había acumulado todo el saber disponible pero al que los años no le habían dado el menor rastro de sentido del humor. Y suspiró porque en aquel momento hubiera dado cualquier cosa por quedarse ahí con Patti. Como convocada por su pensamiento, Patti apareció saltando por la ventana del desván que Vinnie dejaba abierta cada noche por si acaso se acercaba. Vinnie volvió a suspirar; ¡quedaba tan poco!.

    - ¡Vaya! ¿Qué te pasa?. Tienes la cara más pálida que nunca te haya visto y parece, con perdón, que hayas estado en un funeral. Mira, te he traído unas natillas de chocolate, y sirope de fresa, tu preferido.- Patti, acostumbraba a traerle en sus visitas todo tipo de dulces, cosas que hasta entonces, por su naturaleza, (y porque su familia lo consideraba una extravagancia ya que los alimentos humanos no les proporcionaban los nutrientes necesarios para subsistir) no se había atrevido a probar aunque estos poblaban su mente de dulces sueños.

    - Gracias, Patti. Es que pronto nos iremos y no te volveré a ver hasta el próximo año. Y no se si lo soportaré. Sabes, antes me conformaba porque no conocía otra cosa con la que comparar, pero ahora…
    Conocerte es lo mejor que me ha pasado nunca. ¡Y no te miento; los Von Stratten siempre dicen la verdad!.

    Patti corrió hacia él y le abrazó muy fuerte. Podía sentir su corazón latir firme y el calor de sus mejillas contra su cuello. Era una sensación extraña y muy agradable. Otro recuerdo que atesorar. Patti le había ayudado con su reluctancia a morder y chupar sangre de los cuellos de los vivos; le había dicho: “Cuando absorbas la sangre piensa que sólo es sirope de fresa, dulce, fresco, como el que te traigo a escondidas. Ten esa idea en tu mente y aunque no te sea fácil, lo podrás soportar y así superar el sentirte diferente y como un bicho raro. No olvides que eres un ser especial. Muy especial, porque si no lo fueras no estaría dándote este consejo; te advierto que soy muy exigente al poner mi confianza en alguien.” ¡Y claro que le había ayudado, si hasta había dejado de tartamudear !; incluso su madre, tan impasible, se sorprendió gratamente y valoró sus progresos; su padre le dijo: “Yo confiaba en ti, muchacho. No podía ser de otra forma; llevas mi sangre y los Chatelet, siempre afrontamos las cosas, aunque a veces sean un auténtico desafío”, y con mucho cuidado miró de reojo a su esposa. Su hermana le dijo: “Vaya, parece que empiezas a comportarte, no como un mocoso, sino como un adulto”, lo cual en boca de Carlota era un elogio de lo más inusual.

    - Patti, echaré mucho de menos las charlas, nuestros juegos y las visitas a los parajes escondidos del bosque, o a los lugares secretos que esconde esta casa. Además te prometí que encontraría el hechizo que guardaba el tío Anselmo para teletransportarse, y llevarte a París para que vieras a tu madre con tus propios ojos.

    - Vinnie, olvídate de ello. Creo que es mejor dejar las cosas como están. Si a mi madre le importara, hubiera vuelto, aunque sólo hubiese sido una vez, para verme y decirme ,que a pesar de todo, pensaba en mí. Pero en todos estos años, no me ha escrito una carta, ni me ha mandado un mensaje. Sólo le importaba que mi padre le diera el divorcio, al que tuvo que ceder porque su situación económica no le dejaba hacer otra cosa. Nos ha hecho mucho daño a los dos, y creo que ni siquiera se ha dado cuenta del dolor que nos causaba, tan poca importancia teníamos para ella. En fin, aprovechemos el tiempo que nos queda. Oye, quisiera preguntarte algo, si no te molesta. ¿De verdad sois muertos vivientes? Porque cuando te toco, siento tu latido aunque débil.


    - Por supuesto que estamos vivos. No somos monstruos. En realidad, procedemos de otro planeta, un planeta que se extinguió y que tuvimos que abandonar trasladándonos a la Tierra en el principio de vuestra existencia. Nuestra reina, se llamaba, bueno, se llama porque aún existe, Lilith, y fue ella la que dio la orden a nuestra especie de abandonar nuestro mundo, Telaquer, y venir hasta aquí porque era el más cercano y compatible para nosotros. En nuestro mundo, las plantas, los árboles, eran rojos, pues la savia, era como la sangre que corre por vuestras venas pero menos concentrada. Trajimos semillas, pero no fructificaron, pues el sol que es vida para vosotros, para ellas fue la perdición. Así que tuvimos que aprender a tomar nuestro sustento de vuestra sangre porque no nos quedaba otra opción. Pero sólo necesitamos tomar unas gotas y nunca matamos a nadie. El emisario y ministro de la reina, que recibe el tratamiento de Lur, es uno de los más antiguos entre nosotros; su nombre es Ifer. Pero vosotros los humanos, tan habituados a los cuentos y a las criaturas extrañas, lo habéis bautizado como Lucifer, el señor de la Oscuridad, el diablo, aunque él no es tal, ni es responsable de lo que sólo a vosotros habría que culpar. Ha soportado durante miles de años que hayáis denigrado su nombre, porque él ,ante todo, es un hombre de paz que huye de los conflictos. Sólo busca la pervivencia de su raza, cumplir con honor los mandatos de su reina y que nuestra existencia entre vosotros no sea detectada, y de serlo, que se achaque a la superstición, o a la ignorancia. Gracias a él, los vampiros, como nos llamáis, seguimos viviendo y considerando a la Tierra como nuestro segundo hogar.

    - ¿De verás? ¿Y tú alguna vez lo has visto?
    - dijo Patty muy asombrada.

    - No, pero mi padre sí que lo vio una vez en una reunión que se celebró hace mucho, mucho tiempo, en la que se decidieron las normas de comportamiento que deberíamos adoptar para pasar desapercibidos lo máximo posible, o que al menos nos considerasen fábulas o imaginaciones de mentes … exaltadas. Y nos ha ido bastante bien, hasta ahora. Hemos podido vivir nuestra vida e incluso tenemos amigos humanos que comparten nuestro secreto y en los que podemos confiar. El abogado de mi madre, es uno de ellos. Yo le llamo el tío Ben. Es un hombre muy agradable y sensato; mi madre le tiene en alta estima, y eso es una cosa muy extraña en ella.

    - ¿Cómo era tu planeta?. Porque tú has nacido aquí, ¿no?.

    - Sí, yo nací aquí. Pero cuando cierro los ojos puedo ver Telaquer como era, en todo su esplendor, debido al lazo que nos une a él. ¿Sabes por qué duermo en un ataúd? Porque contiene tierra de nuestro mundo. Cuando vinimos aquí, nuestros antiguos trajeron consigo la mayor cantidad que pudieron transportar. Es lo que nos hace ser como somos. Y a través de ella noto como era su ambiente, su textura : Lleno de plantas, de diversos grados de rojo; ríos de agua, también roja, e incluso naranja, que burbujeaban; colinas de piedra negra brillante, que relucían como diamantes sobre el cielo púrpura. Pájaros traslucidos, pálidos y transparentes, que emitían sonidos tenues y de suave armonía. Para mí es un bello cuadro, que me ayuda a soñar, como les pasa a todos mis semejantes. Llevamos impreso en nuestros genes nuestro amor por nuestro planeta perdido, y así será para siempre; por eso no comprendemos que vosotros no sintáis lo mismo por la Tierra, y que la maltratéis de la forma en que lo hacéis pues tal vez un día os ocurra lo mismo que nosotros sufrimos.

    Y Vinnie se quedó silencioso. Patti pensó que tenía razón. Los humanos no cuidaban ni amaban aquello que les rodeaba y puede que un día se lamentaran y echaran de menos las cosas que habían perdido, como lo hacía su amigo.

    No se dieron cuenta que la noche se había instalado por completo y que tenían que separarse, cuando la puerta del desván se abrió, apareciendo Carlota:

    -¡René! ¡Qué estás haciendo! ¿Quién está contigo?. Ya verás mamá cuando se entere. ¡Papá!, ¡Mamá!. ¡René ya ha hecho una de las suyas!.

    Patti, de un salto se levantó e intentó huir por la ventana, pero Carlota moviéndose con rapidez pasmosa la agarró del brazo, mientras en ese momento entraban por la puerta sus padres:

    -¿Qué ocurre?-dijo Henrietta- ¿Quién es esa chica que sujetas, Carlota?.


    - Que te lo explique, René, mamá. Les he pillado a los dos juntos haciéndose confidencias. Creo que no es la primera vez que esto sucede.

    Vinnie se acercó a su madre. La tomó de la mano y le dijo:

    - ¡Mamá, dile a Carlota que la suelte!. Es mi amiga, Patti. No hacíamos nada malo. Ella ha sido la responsable de que yo haya empezado a cambiar ; que vosotros os sintáis más contentos conmigo; qué la sangre no me resulte desagradable gracias a sus consejos y sus regalos. Es muy buena chica; sabe lo nuestro y nunca se lo dirá a nadie. Confío en ella como si fuera mi hermana pequeña.

    Los padres y hermana de Vinnie, se miraron extrañados. Vinnie, siempre había sido muy tímido y retraído, y tenía muy escasos amigos (ninguno de la edad de Patti). Era sorprendente que hubiera elegido como amiga suya a una humana, siendo tan reservado.

    - ¿Es eso cierto, hijo?- le dijo su padre, mirándole a los ojos. -La forma en que te has comportado este verano, los cambios que hemos notado, aceptándote, ¿ es debido a esta niña que está aquí?.

    - Sí, papá. La quiero mucho. Todas estas vacaciones, desde el principio, cuando se presentó ante mí, las hemos pasado juntos: Ella me ha hablado de su familia, del pueblo, de sus conocidos, de las amigas que se fueron, de los libros que ha leído; y sabes, por primera vez, me he sentido verdaderamente satisfecho, relajado y feliz con alguien que me entendía y que comprendía mis problemas; no me he sentido ajeno e incomprendido, porque ella estaba a mi lado para ayudarme y darme seguridad en mí mismo; porque me ha enseñado que si piensas en cosas dulces, e incluso si las paladeas, puedes olvidar el sabor acre y amargo de las cosas. Por favor, papá. Deja que Patti, siga siendo mi amiga.

    Su padre le miró fijamente a los ojos. Vio en ellos algo que hasta ahora no había percibido. Había ilusión; sueños que se reflejaban, sin querer, en los hoyuelos de su cara. Miró a la niña humana, algo encogida y bastante asustada: Su mirada era sincera, pura; no era un peligro para ellos. Su esposa le miró interrogativamente, y él asintió con la cabeza.

    - Suelta a la amiga de tu hermano, Carlota. Esa no es forma de tratar a un invitado. ¿Patti te llamas?. Ven abajo, este lugar no es un sitio muy cómodo para mantener una conversación civilizada.- Carlota soltó suavemente a Patti, mientras su padre extendía su mano para estrechar la de la niña. Patti, débilmente, se la tomó.

    - No te asustes, pequeña. Creo que nuestra ama de llaves, Diana, puede prepararte un tazón de chocolate del que guarda en la despensa, para las visitas no previstas. Vamos, tienes muchas cosas que contarnos. Aunque quizás debiéramos dejarlo para mañana, dado lo tarde que es y que te estarán esperando.

    -No, señor. Nadie me espera. Mi tía abuela, Maika, está dormida y no se ha enterado de que he salido de mi cama. Y mi padre… está como todas las noches atendiendo el bar de su propiedad. Así que no se preocupe.

    - Bien. Entonces vamos todos abajo.

    Y así, mientras Patti se tomaba un chocolate caliente servido por su diligente ama de llaves, les contó a todos ellos las andanzas que habían tenido lugar a escondidas en aquella casa y que habían tenido de protagonistas a una solitaria y desatendida niña y a un pequeño vampiro que le costaba ser como su naturaleza le demandaba.

    Cuando acabó su relato, miró a su audiencia esperando su dictamen. La madre de Vinnie, apenas podía creer que todo aquello le hubiese pasado desapercibido con lo observadora que era. Carlota, sonrió, porque vio que su hermano empezaba a salir de su concha. Y el padre de Vinnie se sintió satisfecho, pues muchas veces le había inquietado la tristeza y apatía de Vinnie, pero que desde hacía un tiempo había notado que iba desapareciendo. Él lo había achacado a la edad, pero en realidad se lo debía a la personita pelirroja que guardaba silencio atentamente.

    - Papá, mamá: me gustaría quedarme en Touriño. Creo que no voy a poder soportar el invierno sin volver a ver a Patti hasta que regresemos aquí. ¿No habría alguna solución?. Me siento tan bien a su lado… Además, ella también lo pasará mal; las que eran sus amigas se fueron hace un año con sus familias a la ciudad por cuestión de trabajo. Se quedará otra vez sola: Su padre está todo el día trabajando y no lo ve; su tía abuela es muy vieja y no le presta la atención que alguien de su edad debería tener. Por favor, por favor, dejadme aquí…

    - No puede ser, René Alexander. Es una responsabilidad muy grande dejarte aquí; tu padre tiene sus negocios, y yo también. Como bien sabes, no podemos desatenderlos. Nuestra palabra dimos que cumpliríamos con lo emprendido; además, el futuro de otros depende del buen funcionamiento de nuestras empresas de almacenaje y aluminio en Nueva Orleans. Pero, para que veas que no soy inflexible y que valoro los progresos que has hecho, te propongo que sea tu amiga la que se vaya con nosotros a Estados Unidos- Dijo Henrietta. - Nos ha contado que su padre tiene problemas económicos y que no puede ocuparse de ella como quisiera. Nuestro abogado le propondrá un acuerdo interesante: Becaremos a su hija para que ingrese en un colegio americano, por supuesto de los mejores, ocupándonos de su educación, alojamiento y manutención. Cuando se gradúe y se licencie, a su tiempo, en lo que ella elija, podrá devolvernos con su trabajo, si así lo quiere, lo invertido en ella. No es caridad ,ni benevolencia; tu te beneficiarás de su compañía y experiencias; ella de los aspectos que tu naturaleza te otorga. ¿Estas de acuerdo, hijo?. ¿Te parece interesante, señorita?.

    Patti se echó a reír y a dar las gracias a todos; para ella sería como el mayor de los sueños poder estar con Vinnie, perdón, René Alexander, y estudiar en una ciudad tan interesante como Nueva Orleans. No creía que su padre se opusiera, porque sabía que últimamente le había estado dando vueltas a la idea de meterla en un internado de la ciudad, pues veía la incapacidad de cuidarla el mismo y los achaques que con la edad eran más frecuentes en la tía Maika.

    - Bien, pequeña. Haremos que todo esto se resuelva lo antes posible. Mañana por la noche, iré al local de tu padre y hablaré con el de todo esto. Espero que puedas viajar con nosotros el día que abandonemos la casa para regresar a América.- Dijo el padre de Vinnie, acariciando el cabello de Patti tan parecido al de su hijo, que casi parecían hermanos.

    Y así fue como ocurrió. Todo se desarrolló como quería el Duque. El padre de Patti, el señor Pastor, se sintió aliviado y feliz pensando en que a su hija se le abría una puerta al futuro, como nunca imaginó, viendo sus posibilidades y la mala suerte que la vida le había repartido. Veía a la niña más feliz que nunca, y ésta comentaba que el Duque y su familia eran muy buenas personas, decentes, honradas, que harían que se sintiera muy a gusto fuera de su país. Le dijo a Roberto, que aunque estuviera lejos, le llamaría todos los días antes de que se fuera a atender el bar, para hablarle de cómo le iba y cómo le quería. Además, en verano, acompañaría a los Von Stratten, y regresaría a su casa para pasar ese tiempo en su compañía.

    La noche antes de marcharse, los empleados recogieron todos los enseres y prepararon el viaje con un acompañante de más. Patti tenía muy pocas cosas y enseguida hizo el equipaje. Esa noche, pasó por el bar para despedirse de su padre ya que muy temprano iniciarían el viaje. Allí estaba el alcalde, riendo al lado de aquéllos que le seguían la corriente; debía mucho dinero a su padre y siempre le decía que ya se lo devolvería, pero nunca llegaba el día. Si su padre contase con ese dinero, su situación se vería resuelta. Pero el alcalde siempre prometía que los fondos llegarían y liquidaría las deudas en la carnicería y el bar. Los Von Stratten y su abogado, estaban allí; habían solventado el asunto de su beca a través de documentos para que fuera del todo legal; las dos partes habían firmado y estaban conformes con lo pactado. Carlota y Vinnie, estaban junto a ella; Vinnie, estaba risueño y muy excitado con el futuro que les esperaba, pero Carlota estaba enfurruñada; su hermano le contó al oído que el que era su medio novio, Daniel, el hijo del alcalde, mientras estaba saliendo con ella también lo hacía con la hija de la maestra. Carlota no soportaba la humillación de que se hubiera burlado de ella y quería hacer justicia . Al ver al padre de su ya, ex novio, se le ocurrió una idea. Se dirigió hacia la mesa donde éste se encontraba e hizo que tropezaba con su tacón, cayendo encima de él. El alcalde la sujetó; ella se disculpó y le miró fijamente; en ese momento, su voluntad dejó de pertenecerle. Se levantó como si estuviera borracho y delante de toda la concurrencia, empezó a recitar desde la primera a la última, todas sus corrupciones y líos en los que estaba metido, para sorpresa de todos los presentes. Y como después, se sacaba un talonario del bolsillo de su americana de Armani, lo rellenaba, lo firmaba y se lo entregaba al padre de Patti. Éste, totalmente desconcertado por lo que allí todos habían oído, cogió sin rechistar el talón; comprobó que la cantidad era justo la que se le adeudaba y que estaba debidamente cumplimentado y firmado, guardándolo en el bolsillo de su pantalón, haciéndose el propósito de que a primera hora de la mañana iría al banco sin más dilación a cobrar su dinero antes de que las tornas cambiaran.

    De esa manera, el alcalde perdió su cargo. Fue procesado y sus habitantes se desquitaron, insultándole a él y a su familia, en cuanto tenían ocasión. Carlota se sintió muy satisfecha con su “venganza”; el señor Pastor, consiguió su dinero que creía irrecuperable; y los Von Stratten, con un hijo totalmente diferente a como había llegado, y con una protegida encantada de echar a volar en busca de la felicidad y nuevos horizontes, volvieron a su conocida rutina de su país de origen.

    ¡Ah! Y antes de que se pusiese en marcha la limusina, para que Vinnie conservase un dulce sabor de boca mientras estaba en su ataúd, Patti le dejó dentro un frasco de sirope de fresa, junto con un mensaje: “Dulces sueños envueltos en dulce aroma. Nos vemos cuando salga la luna, y así, una y otra vez, hasta que ésta de nosotros se aburra”.

     
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