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Sobre el Amor y la Pareja.

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Jose Fercho Zam Per, 12 de Septiembre de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 753

  1. Jose Fercho Zam Per

    Jose Fercho Zam Per Poeta recién llegado

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    Ahora entiendo que lo que está matando a la gente es la falta de amor.

    Los médicos pidieron a la EPS autorización para realizar un mejor tratamiento con carácter urgente, pero esa autorización llegó meses después de que mi esposa falleciera.

    Esta es una historia de amor, que, como todas las historias de amor, tienen mucho que decir, pero poco que dar.

    A principios de 1984 viajé a Bogotá en busca de oportunidades para un mejor vivir. En ese entonces vivía en un pueblo de Santander, donde realmente no había mucho por hacer, y sin billetes en los bolsillos el amor era muy escaso. En los pueblos, todo mundo se conoce, y por eso ninguna para bolas, a menos que el conquistador tenga “goodwill”, o pedigrí, como lo dicen otros.

    Ya en la capital, con algo de trabajo y unos pesos en el bolsillo, uno se puede mover un poco mejor; y como por allí se es un completo desconocido, un don nadie (pero los demás no lo saben, y esa es una ventaja), no me fue tan difícil levantar novia.

    Después de un año, ese noviazgo se complicó; se convirtió en matrimonio. Estaba enamorado, y también estaba solo en medio de tantísima gente. Para fortuna de los dos, la cosa fue mejorando cada día; andábamos de la mano para todos lados; picos por aquí, y picos por allá. A familiares y amigos de ella esto los aburría: en la ciudad como que no era bien visto.

    En fin, todo iba tan bien, que al cabo de diez años llegaron tres hijos y una casa; y todo por amor. Pero ya en este punto de la vida, tocaba trabajar duro y cuidar los pelaos de la maldición de la ciudad, “la calle”, donde están todos los males de la ciudad, y después de la calle, “la televisión”.

    Todo esto nos complicó la vida y la relación de pareja; comenzamos a ser una pareja “normal” por diez años más. La crianza de los hijos, su adolescencia, el estudio y todos los gastos que esto representa estresan de manera sin igual; tanto, que se acaba el amor de pareja, o al menos se esconde en medio de tanto quehacer diario, y no hay forma de disfrutar de sus mieles.

    Ya los hijos crecidos y en la universidad, tratamos de mirarnos un poco más otra vez, pero claro, ya no estamos tan buenos mozos, ni con los mismos alientos; entonces es cuando nos damos cuenta, en verdad, de que si no hay amor estamos jodidos, porque el amor se acaba de no usarlo.

    A los treinta años de casados comenzaron a brotar algunos males en mi esposa; su cuerpo estaba cansado de la dura carga y del estrés del trabajar, trabajar y trabajar. Y comenzó a minarse su salud con la “malparida” semilla del cáncer. Y como las EPS son del demonio, lo más que hicieron fue acabar de matarla. Durante año y medio anduvimos para allá y para acá, tras de médicos y consultas, quimioterapias y torturas, hasta que su cuerpo se redujo a su más mínima expresión; solo quedaban los huesos.

    En el transcurso de ese tiempo, supe lo que era amar a alguien, sin esperar nada a cambio, aunque deseándolo todo. Ya que ella no tenía nada que ofrecer, los dolores no le dejaban alientos para otras cosas más que sufrir.

    Por su estado, y por el dolor que me producía verla sufrir, pude entender que tratándose de amores todos somos expertos en esta vida, sobre todo en amores pasajeros o de ocasión.

    El ser humano tiene miles de amores, que lo invaden todo, como un cáncer, como una enfermedad dañina. Todos sabemos de amores, desde las aldeas más pequeñas hasta las más grandes ciudades en el mundo; no hay rincón alguno del mundo, grande o pequeño, que no sepa de amores: amor por la tierra, por las riquezas, la fama, el trabajo, por el sexo… Amores y más amores. Es una lista gigantesca. Pero, en verdad, “no sabemos amar“.

    Más que tener que convivir con la pareja, es enfrentar todo juntos, desde el despertar hasta el anochecer, no solamente desde el acostarse hasta el levantarse de la cama. Todos tenemos derecho a ser amados, pero también tenemos el deber de amar. Por más poemas, canciones o novelas que hayamos escrito o tarareado durante nuestra vida amorosa, lo mejor que hemos podido crear son una cantidad de mitos y leyendas sobre el amor, porque ni los mismos “científicos del amor” han podido obtener, ni entender, en que se basa esa pasión o atracción a la que llamamos amor. La mayoría de nosotros conoce lo que es la pasión o el apasionarnos por alguien o por algo; pero, amar a alguien, eso es otro cuento.

    Desde el principio, todo fue creado por amor, que existía antes que todo, y existirá para siempre. Es la motivación más grande, y para hacer algo hermoso, valioso, precioso, único e inigualable, debe haber amor; de lo contrario, ese algo no tendrá valor. La decisión de no vivir solos, de tener una compañía que nos cautive, que nos inspire, una ayuda idónea, un complemento, únicamente se basa en el amor.

    Desde los principios del ser humano, lo que nos une y nos mantiene en una relación estrecha con el otro es el amor. El propósito de vivir en pareja es mantener una relación cercana, sana, armoniosa, justa, feliz y abundante, con esa pareja y con los hijos, y con los demás; pero esto solo se alcanza cuando hay amor.

    El amor es la fuerza más poderosa existente en el universo entero, en él, y solo en él, podemos encontrar nuestro destino y nuestra libertad. Por más que busquemos en todas las cosas valiosas de este mundo: en el dinero, la fama, el poder, los títulos…, jamás lograremos una satisfacción más grande que la que nos brinda el sentirnos amados.

    Los verdaderos héroes de la humanidad son quienes por amor han luchado con todas sus fuerzas, contra todos los obstáculos. Cuántos sueñan con el amor y con lo lindo que sería ser amados, pero no se tiene idea de cómo amar a quien se tiene al lado; así que tantas expectativas sobre el amor son solo cuenticos de princesas, con su príncipe azul, pero en la vida real vivimos decepcionados con la pareja, como si alguien nos hubiese obligado a escogerla.

    Sí puede ser el amor un cuento de hadas, pero ese que uno mismo puede ir creando y contando, donde somos los protagonistas, porque solo el amor nos hace sentir, vivos y activos; libres, pero esclavos.

    Para muchos en este mundo el amor es la peor pesadilla, pues se sienten presos en los brazos de la pareja, por el machismo, la desigualdad, el deseo y la lujuria, y hasta por el control que ejercen los grandes medios, que se sienten dueños y señores del amor (como si eso fuera posible), pero llegan estos a controlar nuestros cuerpos, nuestro erotismo; a decirnos qué y cómo debemos amar. Y han convertido al amor en un gran negocio, en la idea de que el amor o la felicidad consisten en tener sexo, y que se llega a ser feliz consumiendo todo lo que nos ofrecen para el sexo. Estos comerciantes han convertido el amor en un producto de oferta y demanda, en un producto desechable, como si la pareja perfecta, el complemento ideal se vendiera en frascos y bajo pedido.

    Pero lo peor, viejo, lo peor, es que para muchos en este mundo de mentiras y engaños están plenamente convencidos de que el amor y la pareja son asuntos racionales, reacciones animales; solo satisfacciones carnales; o, como muchos dicen, “un mal necesario, con efectos colaterales”. ¡Qué horror, caray!

    Puede que el amor en este mundo sea un experimento humano; algo sumamente complejo, que hace casi imposible lograr un buen resultado para todos, pero lo cierto es que el amor jamás ha sido, ni será, una cuestión de fenómenos fisicoquímicos, ni hormonales; mucho menos culturales o sociales. Porque el amor no es cosa de hombres; es algo divino, algo que sobrepasa la naturaleza humana, que viene impreso en el corazón de la raza viviente, tanto racional como irracional.

    Cuando al amor se le dan tintes de moral, de normas, de tabúes, de costumbres o creencias, se convierte en algo meramente racional, lo que desdibuja lo divino del amor y lo convierte en una cuestión de hombres, así como sucede con la relación “Dios versus religión”.

    Muchos hombres y mujeres se encuentran atados a sus familias por experiencias dolorosas, que suponen una carga abrumadora para la relación de pareja. En ese espacio, el de la pareja, es donde se encuentran experiencias de amor y dolor, dar y recibir, infidelidad y fidelidad.

    El amor en la pareja se logra a través del perdón y la comprensión del otro, pues el hombre y la mujer se necesitan mutuamente; solo lo imperfecto podríamos tratar de perfeccionar.

    Cada uno toma lo que le hace falta del otro, y, por ende, cada uno da de lo que tiene, y se espera que eso que damos sea lo que el otro necesita. Por lo que es supremamente necesario que cada uno busque mejorar su forma de ser, con la ayuda del otro. Pero definitivamente algo que destruye la pareja es el hecho de que el hombre no tenga el rol de hombre y la mujer, el de mujer; que nunca se cambien los papeles, para que no se destruya la pareja, porque un cuerpo con dos cabezas es un monstruo. Todo esto tiene efectos profundos en el alma, como algo indisoluble.

    Si nos fijáramos más en lo de dentro del ser, en el corazón, y menos en la apariencia o en lo externo, lograríamos ver lo maravilloso del otro. No hay que buscar a la persona perfecta, porque no existe; hay que amarlas como son, porque ellas son realmente únicas. Busquemos perfeccionarnos como pareja, por encima de lo material, y hallaremos el verdadero valor de ser pareja, el amor.

    Ahora me encuentro solo, en el campo, con las cenizas de mi amada esposa, y sin saber qué hacer con ellas, si abonar un arbolito o tenerlas de compañía.

    Durante el tiempo feliz que compartimos supe amar a mi esposa con mis fuerzas y mis deseos; pero fue en medio de las dificultades que aprendí a amar de verdad, no solo a ella, sino a mis hijos y al resto de familia. En esos tiempos es donde en verdad podemos saber quién nos ama.

    De cuando en cuando solía regalarme una de esas encantadoras miradas mientras permanecía sentado a su lado, hasta ese día, hace apenas unos meses, cuando me dijo por última vez: “Estoy bien, mi amor; no te preocupes, yo estoy bien”. Y con una leve y bella sonrisa, y con todo el amor que habíamos cultivado y cuidado con tanto esmero durante todos estos años, fue soltando suavemente mi mano, y se despidió para siempre.

    Por eso hoy, concluyo que “todos sabemos querer, pero pocos sabemos Amar”.


     
    #1

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