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Sobre la "Cosa" de Heidegger (inconcluso)

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por jdgb_01, 27 de Diciembre de 2011. Respuestas: 4 | Visitas: 4618

  1. jdgb_01

    jdgb_01 Poeta recién llegado

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    ¿No es la cosidad la utilidad al Dasein del objeto? Desde esta observación podemos seguir que a cada ente le corresponde una interpretación de utilidad de los demás objetos, que son entes para sí mismos, pero objetos para los otros entes interpretativos. De tal manera, un ente es ente desde que interpreta (Siempre lo hace, desde que comunicar es inevitable) y es objeto para otro ente que lo está interpretando. Esta doble existencia ente-objeto ase a otro ente-objeto sólo como esto último (excepto en el ente-sujeto o Dasein, por ahora, pues más adelante se verá que la subjetividad es, de hecho, propiedad de todo ente) hace posible, mediante la interpretación (procedimiento de tomar consciencia de otro ente-objeto) la cosidad. Cosa es lo que es un ente-objeto para otro ente-objeto como resultado de la consciencia (precepción, interpretación, asunción) Pero esta cosidad no se debe evaluar tan ligeramente, si no llegamos a entender los fines de tal cosidad. Una cosa tiene fin para un ente-objeto, no en cuanto sí mismo, pues aquella cosidad no es más que un dejarse afectar (el el fenómeno consciencia), que no se distingue nada de la afección en la relación de comunicación entre dos entes-objetos. Un ente es tal, sólo cuando un ente superior a él (más complejo) existe, de manera que tiene una referencia de su inferioridad. Esta inferioridad no resta “valor” al ente referido, ni lo coloca en una escala en la que tiene desventaja, sino que se refiere a la relación que se da entre niveles de complejidad del fenómeno “Vida”, que como hemos visto, mientras más se acerca al todo del movimiento (relaciones universales de la totalidad como el ser absoluto) más “autoridad” tiene sobre los entes componentes en una visión estructural del todo. De tal manera, un ente inferior, lo es sólo en referencia al todo, está subordinado al nivel que le contiene sólo como parte estructural, pero conserva su autonomía y su “dignidad” (no olvidemos que sin este ente como estructura del nivel inmediato superior, este no es posible) Ya habíamos dicho que el comportamiento es la influencia que tiene el ente superior sobre la personalidad del inferior, y este es el medio para someterlo, pero con someter queremos decir que la totalidad del ente superior condiciona las posibilidades (las asegura en un cierto rango) de los entes constitutivos –de nivel inferior-. El comportamiento no es exclusivamente esta influencia, sino la manifestación de la personalidad del ente que como un todo que es más que la suma de sus partes, influye en el comportamiento (nótese la correspondencia) del ente constituyente o inferior.
    De lo anterior se sigue que la cosidad de un objeto, la representación de lo útil si se quiere –la utilidad es tomada como concepto provisional para ejemplificar el asunto de la cosidad en esta primera etapa-, no es tal en referencia a “necesidades” de este ente-objeto, pues desde la perspectiva única de la personalidad del ente (su integridad en su nivel exclusivo) la única relación posible es la de afección (consciencia natural). Lo que le sirve a ese ente-objeto no puede ser interpretado desde la sola naturaleza de ese ente como ser autónomo, porque este como tal ya es un todo que se atiene a las circunstancias, es decir, entregado al azar. No está entregado al azar, en cambio, si se ve amenazada esa totalidad; es decir, cuando el todo así constituido en un sistema de relaciones, pierde su estructuralidad-funcionalidad de alguna manera. En los hechos, esto sucede constantemente, desde que la vida es el tipo de organización del caos que debe mantener forma y función para no morir… Todo esto nos lleva a pensar, apresuradamente, que para que un sistema se mantenga, es el todo del sistema referido quien debe asumir la responsabilidad para mantenerse, y esto se traduce en que debe interpretar la cosidad de los entes-objetos circundantes. Si trasladamos esta realidad al ámbito humano, decimos que el hombre descubre la cosidad en cuanto los entes-objetos “a la mano” (Heidegger) en cuanto estos son útiles a la mantención de su integridad, así el comer, ejercitarse, trabajar, etc. son a primera vista producto de la interpretación y asunción de la cosidad de los objetos como útiles a su supervivencia. ¿En dónde queda entonces nuestra proposición de que la cosidad sólo se evalúa en función al nivel superior de complejidad, y la manera en que su comportamiento afecta a la integridad del ente constituyente-inferior? Pensémoslo detenidamente, y démonos cuenta de que al asumir la cosidad –en el ejemplo humano- estamos “satisfaciendo” directamente necesidades de niveles inferiores, así el comer es la manera de restituir los componentes esenciales de las células, el respirar, integrar a la sangre el oxígeno que nuestros tejidos necesitan para mantenerse en funciones, etc. El hombre, como integridad, como totalidad del ser, está interpretando la cosidad de los entes-objetos, pero lo está haciendo en función de sus partes integrales, es decir, la cosidad, la utilidad de los objetos como la comida, el aire, etc. son útiles a los niveles inferiores, precedentes del ser del hombre. La cosa, en este caso, es cosa en referencia a estos niveles inmediatamente satisfechos en su necesidad de integridad. ¿Significa esto que la utilidad que descubre el ser del hombre para sí, no lo es en verdad? La respuesta es negativa: desde que la totalidad llamada hombre sólo es tal por la totalidad de sus sistemas constituyentes, la cosdidad de la cosa le pertenece tanto como a sus niveles precedentes. Pero no de la misma forma. En el análisis ontológico de la cosidad de la cosa aquí propuesto, estamos encaminados a resolver el asunto de la propiedad inmediata de la cosa por el ente-objeto, de manera que sería un error ontológico atribuir a todos los niveles involucrados la potestad de la cosidad de la cosa, cuando la referencia es inmediata sólo al sistema-ente-objeto al que le está siendo útil en su integridad exclusiva, en su ser.
    Pero todo esto desemboca en un problema: Si el ente-objeto al que corresponde la cosa, no la interpreta como cosa, sino que sólo es afectado por ella, ¿por qué ha de ser tal la cosa y no una mera casualidad, cuyo resultado es la mantención de la integridad del ente referido? En efecto, la cosa no es, en la relación directa con el ente, sino un objeto con el que establece una relación a la par (dentro del mismo nivel); así la molécula que integra átomos a su estructura en contacto con otra molécula (una reacción común en el metabolismo de la alimentación, por ejemplo), no encuentra en sí a la molécula interlocutora como cosa, sino que establece con ella una relación e afección (comunicación) que habíamos dicho, ni representa la interpretación de cosidad.
    Antes de continuar con el análisis, es obvio que ante nosotros ha aparecido un elemento intermedio en la relación de posible cosidad, el átomo que intercambian las moléculas. Este átomo no corresponde estructuralmente al nivel molecular, sin embargo es el que propiamente está transformando al sistema en algún sentido. A este elemento de la relación le llamamos “mensaje”. Ahora bien, haciendo retrospectiva, decíamos que el individuo humano asume la utilidad de un ente-objeto y lo incorpora a sí mismo en aras de esa utilidad detectada, entonces nos dimos cuenta de que esa cosidad era interpretada por él, pero no le correspondía. Si analizamos bien el fenómeno, por ejemplo, de la alimentación, resulta que la cosa “comida” primero es interpretación del sujeto en cuestión, pero luego vemos que en su factibilidad, en su hacerse real la utilidad, es la incorporación de sustancias al cuerpo, que a la vez es incorporación de partículas en las células, de molécula en partículas, de átomos en moléculas, etc. La cosidad se determina entonces, primeramente en la satisfacción física original, en el primer contacto de la sustancia que ha de incorporarse al cuerpo. Para acotar, digamos que la satisfacción inmediata es el contacto del alimento con la mucosa del estómago. Si ha sido el estómago quien necesitaba la sustancia ingresada en el cuerpo para mantener su integridad (si bien no será el único) la utilidad de la comidad, la cosidad le pertenece inmediatamente. Pero se me dirá ¿Acaso el hambre no es la necesidad inmediata aperiente y satisfecha? ¿Acaso no es el hambre un concepto meramente subjetivo? ¿No es entonces la cosidad del alimento propia del ser del hombre? Vamos por partes: la necesidad de comer es existencialmente primaria en el ser del hombre, en su ser psíquico, pero no es existencialmente como vamos a determinar la cosidad. Para que el hambre aparezca, ocurrieron una serie de sucesos en la estructura orgánica del individuo que se refiere al ser del hombre, de manera que la satisfacción del apetito es satisfacción de una petición de todas las estructuras involucradas, avocadas en su máxima expresión en la psiquis. Resulta que el hombre no satisface su hambre primariamente por su necesidad psíquica, sino que el hambre tiene un origen esencial más profundo, inferior, en la sensibilidad del cuerpo. Psicológicamente, el ser se atribuye el hambre, es su necesidad primaria y por tanto busca la satisfacción mediante la búsqueda de la cosa adecuada, el alimento. Todo esto es una verdad existencial, y es el pilar de nuestro análisis, pero no se corresponde con la verdad de la cosidad en cuanto tal. Si la necesidad satisfacción del apetito o hambre tuviera una significación esencial última en el ser del hombre, e.d. en su ser psicológico, en efecto la cosa le sería inmediatamente propia, pero atendamos a la realidad del ser de que hablamos, a su esencia existencialmente develada, para darnos cuenta del error en el que estamos incurriendo: ¿Cómo es posible que al ser humano, que es ser psicológico, le corresponda una cosa que tiene una existencia-utilidad biológica? La cosidad del alimento es evidenciada por el ser del hombre, pero no le satisface a él como ser, sino a sus niveles constituyentes. Y en seguida aparece otra cuestión importante: ¿No satisface psicológicamente la idea del hambre? Con esta pregunta estamos ya en el camino de comprender la cosidad y su representación en cada nivel de complejidad del Ser. En efecto, psicológicamente, la cosidad del alimento es la utilidad en la satisfacción de la necesidad imaginaria de saciar el apetito del ser del hombre. ¿En dónde deja esta afirmación, consecuentemente, al principio expuesto sobre la cosidad como perceptible sólo desde el nivel superior, pero de propiedad del nivel referido? Volvamos nuevamente al asunto de la imagen del hambre: ¿Cómo fue posible que llegase a existir en la mente humana una forma d representación tan clara y concisa como la del hambre? ¿Acaso el ser del hombre es, en efecto, la máxima forma compleja del ser posible, de manera que ella decide la cosidad para sí y para sus niveles inferiores? Ciertamente que no, pues el ser del hombre está inmediatamente contenido en una forma compleja superior: el ser social.
    A partir del análisis del ser social, nos aprestamos a demostrar que: 1) la cosidad se decide siempre en el nivel superior de complejidad del Ser; 2) la cosidad evidenciada un nivel le pertenece ontológicamente al nivel precedente; 3) la cosidad le pertenece, por la complejidad de la relación establecida (involucramiento de todos los niveles en el mensaje) a los niveles precedentes al ente propietario de la cosa, 4) la cosidad pertenece a todos los niveles, desde el nivel propietario, en sentido descendente a todos los niveles, y por tanto no le pertenece ni al nivel que fue consciente de ella, ni a los que contienen a este.
    La cosidad de la cosa se evidencia en un determinado nivel de complejidad del ser, pero la propiedad de la cosa pertenece inmediatamente al nivel precedente, y a los que le anteceden hasta la simplicidad e la unidad mínima del ser (que, paradójicamente, representa la absoluta disgregación posible del ser. Esta pertenencia de la cosa es espacial, en sentido existencial, pues la satisfacción a un nivel le corresponde como unidad espacial a ese nivel específico, que se distingue de otros entes de su mismo rango. En un mismo momento la cosa ya pertenece a toda una retahíla de entes complejos jerárquicamente organizados, pero esta sincronización es a su vez esencial, y es otorgada por la consciencia descubridora al tiempo. De tal manera, el ser del hombre “temporaliza” a la cosa haciéndola objeto de deseo (o mera imagen mental) y la entrega como cosa a un momento del tiempo, que le pertenece a toda una sección espacial de la evolución del ser. Que la cosa pertenece a los niveles inferiores a quien la descubre es asunto que requiere un profundo análisis. Primero, para entender como la cosa es objeto útil a un ente, hay que entender la relación que establecen ambos, y el “beneficio” obtenido de esa relación.
    Relación Ente-Cosa
    Toda cosa es un ente; todo ente es objeto, todo objeto es sustancia del ser. El objeto es siempre cualquier manifestación del ser con la facultad de ser representado en otro objeto. Un objeto es ente cuando tiene la capacidad de representarse un objeto, y toda cosa es un ente-objeto porque tiene la capacidad de afectar a un ente, y de esa afectación resultar en una mantención de la integridad de dicho ente, y por tanto no puede dejar de ser ente porque en la afectación que produce, debe necesariamente verse afectado. Pero de estas condiciones, sólo la cosidad es condicionada. Objetividad y entidad son incondicionadas, son formas de ser del ser en cuanto ser, y son producto de la ruptura de la entropía. Así, una unidad mínima del ser que aún no sufre modificación de su estado por el contacto con otra, no es objeto ni ente porque pertenece a la entropía, que es negación de la vida. Pero toda unidad que entra en la vida, es objeto y ente desde que vive precisamente.
    Que la cosa sea condicionada quiere decir que depende del resultado de la relación biunívoca ente-objeto, así el objeto puede beneficiar a la integridad de un ente, tanto como destruirla. Cosa es, por tanto, aquél objeto que es determinado como cosa por la entidad superior, y que produce un cambio o mantenimiento de integridad del ente referido. Pero, ¿Es indispensable que la cosa haya pasado por la identificación de la entidad superior, para convertirse en objeto “tributario”? Analicemos esto más detenidamente.

    La cosa es un objeto que establece una relación de comunicación con otro objeto. Necesariamente es ente, porque se afecta por esta relación, pero que sea cosa sólo depende de que el ente interlocutor sea beneficiado. ¿Cómo determinamos el beneficio? Valorando la mantención de la integridad del ente. Tomemos como ejemplo una molécula de agua. La molécula como tal sólo está compuesta por tres átomos H-O-H, d manera que su integridad es siempre el que estas tres subestructuras se mantengan enlazadas en la forma H-O-H, y nada más. En contacto con un anhídrido, la molécula de agua se ha transformado en ácido, de manera que se ha perdido la integridad de la molécula. Ahora los tres átomos se comportan de otra manera, aunque no hayan dejado de ser ellos mismos. El anhídrido no es, a todas luces, una cosa para la molécula de agua, porque ella en su ser tenía una integridad que, al contacto con este objeto llamado anhídrido, se perdió. Pero, ¿Acaso los átomos de hidrógeno y oxígeno no siguen conservando su integridad, so pena de ya no formar un sistema llamado “molécula de agua”. Podemos decir, “el ácido carbónico está compuesto de 2 átomos de hidrógeno, 1 de carbono y cuatro de oxígeno” pero no sería correcto decir que las partes constituyentes del ácido carbónico son el agua y al anhídrido carbónico, porque tales ya no existen en una molécula de ácido. Se dirá que esta distinción sólo depende de la perspectiva humana, y que en realidad el agua pudiese seguir estando allí, dispersa en una molécula más grande, pero esta aseveración ingenua puede ser fácilmente refutada. El agua, como tal, tiene un comportamiento. Independientemente de la interpretación que podamos darle, este comportamiento refleja el ser del agua en cada molécula de la especie. De hecho, el reaccionar ante una molécula de anhídrido es propia de su comportamiento, y por tanto, de su unidad como ser. Pero en este caso, el comportamiento de la molécula ha condicionado su fin. Tal molécula se mueve, entonces, entre algunos parámetros que aseguran que sea agua (no agua como concepto humano, sino como lo que de ella nos deja saber el concepto). Tal es su comportamiento. La integridad de la molécula se garantiza siempre que se mantenga el comportamiento, esto quiere decir, que entre otras cosas la molécula de agua es tal siempre que puede reaccionar autodestructivamente ante una molécula de anhídrido. No quiere decir, entonces, que el comportamiento deba manifestarse siempre positivamente para que podamos estar seguros de que la entidad no ha perdido su integridad. A la molécula le corresponde en su ser su comportamiento, independientemente de la positividad o negatividad del mismo. Analicemos otras propiedades el comportamiento del agua.
    La molécula del agua también tiene un peso, un lugar en el espacio, una estructura (los tres átomos) y también una condición para existir: las condiciones anteriores a su nivel complejo, que determinan que haya sido posible que dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno se hayan combinado de tal manera. Al comportamiento del agua ya le pertenece, antes de la existencia, la condición que hizo posible su existencia. Así, por ejemplo, en la reacción química que ocurre en la respiración, esta condición que produce agua al combinar O2 con C6H12O6 (glucosa), es también característica del comportamiento del agua ¿En donde se detiene entonces esta propiedad de características? Necesariamente debemos diferenciar las condiciones inmediatas de las mediatas, pues esencialmente al comportamiento del agua le pertenecen todas las condiciones posibles existentes en los niveles precedentes, hasta llegar al momento de la anomalía en la entropía. En el comportamiento se incluyen todas estas características, pero no es necesario acotarlas todas pues una de ellas presupone todas las precedentes. Al adjudicar al comportamiento de la molécula de agua la condición de la óxido-reducción de la respiración, ya estamos incluyendo en el todas las condiciones que hacen posible esta reacción, y las condiciones de estas condiciones, y así hasta la anomalía primera. De manera que, en retrospectiva, el ser del agua afirma con su misma existencia todas las condiciones anteriores, desde la respiración, así que acotar a esta como cualidad propia del agua, lejos de ser un error, es una tautología.
    Pero hemos dicho que había que profundizar en el asunto de la integridad y el comportamiento, y habíamos tomado como ejemplo la molécula del agua, de manera que este primer señalamiento, aunque redundante, nos servirá para establecer el punto de partida para delimitar el comportamiento en determinado ente. Si la molécula de agua está afirmando con su existencia toda condición anterior a la misma, como rasgo propio de su comportamiento, entonces el agua misma es su comportamiento, es decir, su integridad. Pero aquello sólo demuestra el comportamiento que ha sido, y que vuelve a ser siempre cada vez en la existencia del ser como molécula de agua. Aún no abordamos el tema de la negatividad, de la posibilidad del ser del agua, que sin duda tiene una finitud como tal. De hecho, al hablar de la finitud del sistema molecular en la reacción química con un anhídrido ya hemos figurado el otro extremo, el de las posibilidades, pero no con la claridad suficiente. A partir de su existencia, el agua ya afirma siempre su comportamiento como hecho, pero esto no es la totalidad de su comportamiento, pues la existencia determina un estar-en-el-mundo (Heidegger, recordemos que el filósofo limitaba el estar en el mundo al Dasein, ente del ser humano, mientras nosotros consideramos Dasein a toda manifestación del ser) y como tal, está abierto a posibilidades del mundo. Puede pensarse que, luego de la existencia, al estar en el mundo el agua se apropia de posibilidades infinitas, por tanto su comportamiento no es más que siempre el reflejo de hechos y posibilidades, temporización de todo tiempo. En sentido ontológico, esto es cierto, pues a todo ser le corresponde la totalidad del ser, pero existencialmente es incorrecto atribuir a una molécula de agua toda posibilidad, en cuanto ella es sólo un fragmento del ser. Así como acotamos el comportamiento por “detrás” mediante la tautología expresada de la contención de toda condición en sus condiciones anteriores (Habrá que tener cuidado de no caer en los errores de la filosofía Kantiana, en los que este condicionamiento anidado cae inevitablemente en el infinito), habremos de acotarlo hacia adelante, y no por fines práctico-didácticos, sino porque esto obedece a una realidad existencial y esencial.
     
    #1
  2. Jano Bifronte

    Jano Bifronte Invitado

    Hola amigo, sin duda este texto fenomenologico me parece muy complejo, profundo, para aquí, sobre todo porque pienso que este foro de "prosa filosofica" (tambien el de poesia) es siemplemete un formulismo, un carta de buenas intenciones, no mucho más. Y tambien creo tú mismo ya lo habras notado por la disparidad de lo que aqui se publica como "filosofico".
    Por otro lado debo decirte que para publicar un texto como el presente deberias primero explicar ciertos conceptos. Por ej. alguien te podria preguntar ¿que quiere de Dasein (ser-ahí)? Y tú dirias es concepto, o termino, empleado por filosofo aleman Martín Heidegger en su libro Ser y Tiempo con el cual designa la apertura originaria al ente en cuanto ente por parte del Ser-ahí, en otras palabras, la vinculacion siempre existencial del hombre (ser) y el mundo (su ahi), un estado de abierto. De esta manera Heidegger abandona la dualidad sujeto/obejeto del idealismo que se inicia con Descarte y su Cogito ergo sum (pienso, luego existo). O algo asi.
    Ademas la pregunta que inicia el texto es ambigua sin lo que la precede. O sea a ¿No es la cosidad la utilidad al Dasein del objeto? La cosidad (esencia de la Cosa) es la utilidad al ¿Dasein? del ¿objeto?. Pero el objeto en tanto que objeto es Ente donde se "da" la apertura del ser-ahi o algi si como el objeto es el mismo, tambien, Dasein.
    En fin el texto es muy bueno. Aunque solo lo puede leer a la ligera.

    Saludos y espero leerte otra vez.
     
    #2
  3. jdgb_01

    jdgb_01 Poeta recién llegado

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    Pues tienes razón, ciertamente de esta manera se muestra incomprensible. Me gustaría saber de un lugar donde se pueda publicar este tipo de temas, un espacio más apropiado. Gracias y suerte
     
    #3
  4. Orfelunio

    Orfelunio Poeta veterano en el portal

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    Amigo, muy bueno el post.


    Esa negación de la vida a la que haces referencia, es precisamente la “cosa” necesaria para que la vida se manifieste desde un absoluto independientemente del sujeto-objeto. El anciano conduce con temor no por estar mayor, sino porque si tiene un accidente, dirán que es porque ha perdido los reflejos y está viejo con independencia de que sea cierto que ya no tiene los mismos reflejos que cuando era joven. ¿O es que el joven no tiene accidentes? Si alguien dice que no por los mismos motivos, entonces ya está prejuzgando el accidente del viejo sólo por ser viejo, y no por la cosa en sí como es conducir y el riesgo que ello supone. Si valoramos ya estamos interfiriendo en la apreciación de los supuestos, pero si conducir no es objeto de causa entonces la conducción no es nada, y desde esa nada pasamos a formar parte del absoluto de las cosas.
     
    #4
  5. jdgb_01

    jdgb_01 Poeta recién llegado

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    Gracias por leer mi artículo! Me parece que debo explicar mejor los conceptos que propongo o que interpreto de Heidegger antes de contestarte. Prometo una reedición concisa y mucho más clara. Un saludo muy grande.
     
    #5

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