Sobre por qué no había negros en las Chicas Gilmore

¿Alguien sabe si escabuchábamos
castañas mientras escuchábamos
al Fary? ¿ O era a Bambino?
Todos envejecemos mal: huraños
y quejosos como erizos. Ayer, por cierto,
alguien me ha preguntado por un amigo
que se quitó la vida en los ochenta.
Una paella en fallas, de repente,
se convierte en un campo de minas
en el que todo lo que digas podrá
ser utilizado en tu contra.
Una amiga quiere que compartamos
su felicidad por jubilarse a los sesenta y dos,
porque, ya se sabe, nunca seremos
más jóvenes que hoy y quien trabaja
después de los sesenta es un idiota.
Tanto qué ver aún ¿Por qué trabajas?
Nos hemos quitado de en medio a los mayores
(mayores que nosotros) y en las residencias
están mejor que amargándonos la vida
con sus pañales sucios y su furia.
Ante nosotros, los siete mil días
más libres y felices para viajar
(el turismo social nos necesita),
para bailar en la playa de Levante
y apurar nuestros últimos deseos
no satisfechos en terrazas áulicas.
Busco en mis pares la respuesta
a la siguiente pregunta:
¿Por qué no había negros en Las Chicas Gilmore?

 

Las Chicas Gilmore es una serie de siete temporadas que cubre casi toda la primera década de nuestro siglo. Si por ella fuera, la crisis de Lehman Brothers hubiera sido la de Lehman Sisters, con lo que quiero decir que la serie está construida desde una perspectiva de género bastante conservadora, pero como soy amante de Austen y las hermanas Brönte no he perdido la oportunidad de revisitarla en versión original, ahora que he adquirido esa habilidad y que plataformas como Netflix lo permiten. Uno siempre va buscando la Zeitgeist que trasuda cada una de las obras de ficción a las que acude para entretenerse, como supongo que hace todo el mundo. En Gilmore's Girls no hay negros ni comunidad LGTBIQ, y es raro, porque en Buffy cazavampiros había de todo y fue una serie de mucho éxito, apenas unos años antes. El poema, sin embargo, va de las diferencias en la forma de envejecer que hace muy difícil que se puedan mantener las amistades con las que estudiamos en la universidad. No es triste la verdad, como canta Serrat, lo que no tiene es remedio. Abrazo. Gigio

 

Gracias, Luis. Pues yo me he permitido, a mi edad, cambiar de empresa y seguir trabajando. Sin mirar atrás. Un saludo