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Sociedad Canibal. Capítulo 2.

Tema en 'Relatos extensos (novelas...)' comenzado por Kwisatz, 6 de Enero de 2022. Respuestas: 0 | Visitas: 369

  1. Kwisatz

    Kwisatz Poeta recién llegado

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    CAPÍTULO 2​

    El silbato del turno de mañana sacó a Luke del sueño. Rayos de sol se filtraban a través de las láminas de la persiana metálica que cubría la ventana empañada por la suciedad, trayendo la luz a su pequeño y destartalado apartamento.
    Vivía en uno de tantos edificios medio en ruinas que aún se sostenían en la antigua zona industrial. No podía aspirar a más.
    Lentamente se fue desperezando mientras se dirigía a revisar la despensa. Unos restos de gachas y algo de pan florecido fue lo que encontró.
    Las náuseas no habían desaparecido del todo. Su cuerpo le pedía algo caliente, así que decidió que tomaría un café de camino a la oficina. Café... Luke esbozó una sonrisa en su macilento rostro matutino. Como si a ese brebaje se le pudiera llamar así. Probablemente ni siquiera sabía a qué sabe el auténtico café. Sobre todo teniendo en cuenta las escasas zonas del planeta donde aún era posible cultivarlo. Estaba claro que era uno de tantos alimentos de lujo que jamás visitaría su paladar.
    Ataviado con una toalla sucia Luke salió de su apartamento rumbo a la zona de aseo comunal situado en la planta baja del edificio.
    Una marmita llena de agua bullía en el centro de un espacio diáfano salpicado de barriles metálicos.
    Luke asió uno de los cubos metálicos disponibles y procedió al llenado del barril de su elección. Sin duda era una de las sensaciones más placenteras de su vida una vez se sumergía en el líquido elemento.
    De fondo sólo escuchaba murmullos de las conversaciones apagadas de sus escasos vecinos. Casi todo charlas intrascendentes sobre los quehaceres diarios, pura rutina.
    Antes de abandonar la sala, como le solía suceder a menudo, casi se le olvida tomar su alícuota de agua para consumo personal.
    De vuelta en su apartamento escogió uno de sus descoloridos trajes de antes de la guerra para vestirse.
    Todos estaban ya intolerablemente sucios. Sin duda tendría que visitar una de las múltiples lavanderías clandestinas del barrio si no quería buscarse problemas en la zona más civilizada de la ciudad.
    Eran las nueve cuando llegó a la comisaría central, o al menos eso era lo que anunciaba el único reloj de pared del edificio situado frente a la entrada.
    Cruzó el hall sin que nadie se dirigiera a él. Sabían perfectamente quién era, y por eso mismo se esforzaban por ignorarle.
    Descendió los treinta y seis peldaños que conducían al semisótano donde estaba ubicada la oficina de Asuntos Homínidos.
    No dejaba de ser irónico que la división de orden pública dedicada al control de la población homínida, la base de la economía post Guerra, estuviera tan infradotada.
    El departamento lo componían él y otros diez parias de su misma categoría, supervisados por Bryan Green, el único humano puro del grupo.
    En cuanto cruzó la puerta de entrada un gruñido salió del despacho de Bryan seguido de una interpelación para que se dirigiera a su interior y cerrara la puerta tras de sí al entrar. Hoy parecía estar de mal humor. Bueno, siempre estaba de mal humor, sólo que hoy parecía estar de peor humor que lo acostumbrado en él.
    Repantigado en la silla, como una bola de carne y grasa, había un hombre de poco más de cuarenta años, de tez rosada, cabello ralo y claro y espeso bigote.
    Le observó unos instantes con sus inquisidores ojos claros antes de ser el primero en hablar:

    - ¿Qué tal fue la entrevista con el Sr. Hammond ayer?
    - Bien, señor. Recibí sus instrucciones.
    - Supongo que eres consciente de la importancia de este caso, ¿me equivoco?
    - Naturalmente señor, el Sr. Hammond es uno de los hombres más ricos e influyentes de nuestra sociedad.
    - En efecto. Por eso mismo me preguntaba por qué no viniste ayer mismo a reportar.
    - Señor... Era mi tarde libre.
    - ¿Tu tarde libre?... Tu tarde libre... ¡Maldito pellejudo, deberías estar en un zoo! No hay tardes libres que valgan mientras este caso esté en pie. Métetelo en ese cerebro homínido tuyo, ¿te enteras?

    Bryan no desperdiciaba oportunidad alguna para recordarle su procedencia. Imaginaba Luke que eso le hacía sentirse mejor consigo mismo por no sentirse él el último eslabón allí.

    - Totalmente señor.
    - Bien. Acabamos de recibir la autorización para que visites la fábrica de procedencia de ese animal que atacó al hijo del Sr. Hammond.
    - Quiero que vayas allí y comiences tus pesquisas. Y ni se te ocurra volver a tu choza sin pasar antes a reportar ¿te enteras?
    - Sí, señor
    - Está bien, puedes largarte. ¡Ah!, y ni una palabra de esto a nadie ¿te enteras? Supongo que podrás imaginarte que un hombre de la posición del Sr. Hammond tiene multitud de rivales políticos que estarían encantados de conocer este... incidente. Como me entere que algo de esto se filtra me encargaré de que te sirvan de aperitivo en mi funeral. ¿He sido lo suficientemente claro?
    -Sí... señor.

    Conforme salía del despacho dando la espalda a Bryan el rostro de Luke se transfiguró por unos instantes en una mueca entre el odio más amargo y la desesperación.
    Pero pronto recompuso el gesto, Louis ya había llegado, no podía permitir que advirtiera en él ningún signo de debilidad.
    Louis era uno de sus compañeros. En teoría deberían apoyarse mutuamente. Pero en contra de lo que podría denominarse lógica emocional, eran rivales. Se despreciaban entre sí tanto como se despreciaban a sí mismos. Nada de condescendencia. Cualquier detalle, cualquier infracción de las normas podía ser aprovechado para conseguir algún tipo de privilegio.
    No era una norma escrita en ninguna parte, pero Luke estaba convencido de que esta rivalidad era algo sutilmente fomentado desde la cúpula del cuerpo. Era una medida de control perfecta, todos se vigilaban a todos. Ningún grupo organizado cuestionando el estatus quo.
    Mientras se dirigía hacia su escritorio para recoger la autorización, Louis aprovechó para saludar y de paso buscarle un poco las cosquillas en busca de algún fragmento de información que pudiera utilizar para sacar ventaja.

    - Hey Luke, buenos días, aunque nadie lo diría con la cara que llevas
    - Hola Louis, tú también estás muy guapo hoy
    - Parece que hoy tienes excursión, ¿eh? Lástima que no sea un sitio especialmente bonito, pero prácticamente cualquier excusa es buena para escapar de estas cuatro paredes, ¿no crees?
    - Yo sencillamente hago mi trabajo
    - ¡Oh vamos, Luke! No te pongas a la defensiva. Parece que te traes algo gordo entre manos ¿me equivoco?
    - No sé qué te hace pensar eso
    - ¡Venga tío! Te he visto salir del despacho de Bryan, y a primera hora...
    - Tan solo tenía que comentarme algunos detalles nuevos sobre el caso en el que estoy trabajando
    - Ya... Pues no debían ser detalles agradables por la expresión que tenías al salir.
    Maldito buitre carroñero, pensó Luke para sí mismo.
    - Parece que andas bastante ligero de trabajo, Louis. Quizá deberías buscarte otro pasatiempo o el jefe se enfadará de verte tan ocioso ¿no crees?
    - Cierto, cierto,... Fin del recreo me temo. No todos tenemos tanta suerte de irnos de excursión. Que tengas un agradable paseo.
    - Qué considerado.

    Sin más divagaciones Luke recoge la autorización y abandona la oficina a paso ligero. La charla lo había incomodado.
    Siguiente destino el departamento de recursos. La fábrica estaba a unos kilómetros del casco urbano, necesitaría un coche. Un verdadero lujo pensó, pero dada la repercusión del caso estaba prácticamente seguro que no encontraría muchas cortapisas burocráticas a su demanda. No se escatiman recursos para complacer al poderoso.
     
    #1
    Última modificación: 6 de Enero de 2022

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