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Sociedad Canibal. Capítulo 22.

Tema en 'Relatos extensos (novelas...)' comenzado por Kwisatz, 20 de Marzo de 2022. Respuestas: 0 | Visitas: 307

  1. Kwisatz

    Kwisatz Poeta recién llegado

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    CAPÍTULO 22​


    No había pasado una hora y toda una brigada de guardias hizo su entrada en El rincón de los tiempos felices ante la estupefacción de la clientela, que se quedó paralizada.
    No hicieron preguntas, sabían a dónde tenían que dirigirse y pronto dieron con su objetivo.
    Frank los esperaba en su sala VIP habitual y cuando irrumpieron a través de la cortina, curiosamente, no hizo apenas aspaviento de sorpresa. Cualquiera diría que los estaba esperando.
    Se tomó su tiempo para vestirse y luego parsimoniosamente caminó a la salida del local donde esperaba un furgón blindado en el cual le obligaron a subir.
    No había ventanas ni rendijas desde las que ver la calle, así que tenía que asumir que lo estaban transportando hacia el almacén oeste.
    Por un momento, Frank sintió una punzada de ansiedad, aunque no dejó que su rostro lo delatara. ¿Y si el viejo había hecho un cambio de planes? ¿Y si habían interceptado a Louis y...? Y si... Y si...
    Esperó pacientemente unos largos minutos hasta que el vehículo se detuvo y le hicieron salir del mismo.
    En cuanto asomó la cabeza miró ávidamente a su alrededor intentando buscar referencias que le confirmaran dónde se encontraba.
    Era todavía de noche y la visibilidad no era la mejor, pero pronto reconoció una tienda abandonada de ultramarinos que sabía ubicada en el distrito industrial oeste de la ciudad.
    Respiró un poco más aliviado y caminó expectante al interior del almacén ubicado a escasos metros de su posición.
    La nave estaba prácticamente vacía a excepción de algunos bidones metálicos y otros trastos inservibles amontonados en los rincones.
    Le hicieron andar hacia una silla situada en lo que parecía el centro del edificio, dispuesta estratégicamente para generar la sensación de desamparo buscada.
    Se sentó en ella y le ataron las muñecas al respaldo.
    Frank empezaba a sentirse nervioso. Suponía a Louis y a sus hombres apostados cerca de allí, dispuestos a entrar en acción al menor atisbo de violencia. Aun así en esos momentos aquello parecía más bien una cuestión de fe.
    Esperó allí durante varios minutos sin que nadie le dirigiera la palabra o le explicara qué hacía allí.
    Finalmente una persiana situada al fondo del almacén que era visible para Frank se abrió lentamente y por ella entró una figura escoltada de otras dos, una a cada lado.
    Caminó lentamente hacia él mientras el eco de sus pasos aumentaba progresivamente su intensidad.
    Cuando estuvo a la distancia adecuada reconoció a su padre. Tenía el semblante serio y lo miraba con gran severidad.

    - Hola Frank.
    - Hola padre.
    - ¿Estás cómodo?
    - Me han tratado de maravilla ¿A qué debo la cortesía?
    - Tú lo sabes bien.
    - Yo sé muchas cosas... padre.
    - Entonces quizás sepas qué ha ocurrido con unas cajas de explosivos extraviadas del arsenal de la ciudad.
    - Vaya, de eso no sé nada...
    - Claro... Y supongo que te has mantenido al margen de la búsqueda de esa homínida tuya tal como te dije, ¿cierto?
    - Naturalmente... ¿Cómo osaría mi humilde persona desafiar la augusta palabra del hombre más poderoso de esta ciudad? – a pesar de la ironía, la voz el tono de Frank dejaba traslucir cierto grado de resentimiento y amargura.
    - Cómo me gustaría poder creerte...hijo. Pero tú te empeñas en decepcionarme constantemente con esa vida disoluta de playboy que llevas. Vives para tus caprichos, y parece que no quieres darte cuenta de que eres heredero de una gran responsabilidad...y poder. Y el poder debe ejercerse con dignidad, hay que infundir respeto.
    -¡Oh, vaya! ¡Cómo lamento no ser tan respetable como tú!
    - Desgraciadamente eres el único hijo de pleno derecho que tengo. Si no fuera así le entregaría el gobierno de la ciudad a cualquiera de los bastardos que he engendrado fornicando con homínidas. Como aquel al que encomendé la búsqueda de tu homínida.

    Más que el desprecio fue la súbita revelación la que dejó en shock a Frank por unos instantes

    - ¿Luke...?
    - Como se llame. Al parecer ha desaparecido del mapa. Y creo que tú sabes por qué. Pero eso poco importa ya, porque te voy a mandar una larga temporada al exilio a ver si te enderezas.
    - ¿Exilio?
    - Sí, Frank. Voy a mandarte como un soldado raso de refuerzo a nuestro destacamento en los depósitos de combustible principales del CIC. Quizá algo de disciplina castrense te venga bien.
    - ¡Qué considerado! Así que me mandas a ese nido de ociosos matones que quieren hacerse pasar por militares ¡Qué bien pensado!
    - Eso reforzará tu imagen y alejará tus manos de nuestros recursos. Quizá sea suficiente para compensar todo el daño que ya has hecho a nuestro apellido.
    -Estoy deseando que...

    El ruido de disparos interrumpió las palabras de Frank. Se oyeron gritos en el exterior y a continuación se interrumpió el suministro eléctrico. En escaso segundos se escucharon disparos en el interior del edificio y comenzó un tiroteo que duró breves minutos.
    Frank asistió mudo de miedo al desenlace del mismo inmóvil en su asiento. Una pequeña tropa de hombres a los que no había visto nunca logró imponerse en la refriega.
    Habían atacado diestramente aprovechando al máximo el factor sorpresa. Tenían que ser profesionales para despachar así a la docena de guardas que custodiaban las instalaciones.
    Herbert Hammond permanecía rígido junto a la silla de su hijo con el rostro petrificado con una expresión indeterminada entre la sorpresa, la indignación y el miedo.
    Cuando el silencio se instaló en la sala, los atacantes adoptaron una posición de alerta y un nuevo individuo hizo su entrada por el mismo sitio que Hammond padre lo había hecho antes.
    Entró con paso decidido y en cuanto estuvo a mitad camino de llegar a la posición de Frank se restauró el suministro eléctrico revelando su identidad. Era Louis con una sonrisa en su cara.
    El rostro de Herbert al verlo se llenó de ira y le espetó con rabia

    - ¡¿Se puede saber que cojjjj...?!

    No le dio tiempo a terminar la frase. Sin pensarlo un instante Louis disparó al poderoso Herbert Hammond entre los dos ojos, el cual se desplomó al momento en el suelo.
    Frank mientras tanto contemplaba incrédulo lo que acababa de suceder.

    -¡¿Estás loco?! ¡Acabas de matar a mi padre!
    - Lo sé, es lo que había que hacer
     
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